En esta página incluyo de Protohistoria, Hispania romana y visigoda
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I - Protohistoria de la península ibérica
II - Colonizaciones históricas - Cartagineses - Romanización
III - Pueblos germánicos - Reino visigodo
I - Protohistoria de la península ibérica
Las vacas, Atenea (con la cabeza de Medusa), Heracles (arquero), el triple cuerpo de Gerión (armas de hoplita), y en el suelo, ya muertos, el perro Ortros y el pastor Euritión. Vaso calcídico, Bibliotheque Nationale, reproducido en History of Ancient Pottery |
Tras nueve días de ir a la deriva desembarcó en la isla de Ogigia, donde vivía Calipso, la hija de Tetis y Océano, o quizá de Nereo, o de Atlante. Bosquecillos de alisos, álamos negros y cipreses, con búhos, halcones y locuaces cuervos marinos posados en sus ramas ocultaban la gran cueva de Calipso. Una parra retorcida rodeaba la entrada. Perejil y lirios crecían en abundancia en una pradera cercana, regada por cuatro arroyuelos de agua clara. Allí la bella Calipso dio la bienvenida a Odiseo cuando saltó a tierra tambaleándose y le ofreció comida abundante, bebidas embriagantes y una parte de su blando lecho. «Si te quedas conmigo -le dijo-, gozarás de la inmortalidad y de una juventud eterna». Algunos dicen que fue Calipso, y no Circe, quien le dio a su hijo Latino, además de los mellizos Nausítoo y Nausinoo. Calipso retuvo a Odiseo en Ogigia durante siete años -o quizá sólo cinco- y trató de hacerle olvidar Itaca, pero él se cansó pronto de sus abrazos y solía sentarse abatido en la costa, mirando fijamente el mar. Por fin, aprovechando la ausencia de Posidón, Zeus envió a Hermes con la orden de que Calipso dejara en libertad a Odiseo. Ella no tenía otra opción más que obedecer, y en consecuencia le dijo que construyera una balsa, que ella le abastecería suficientemente con un saco de cereal, odres con vino y agua y carne seca. Aunque Odiseo sospechaba que le estaba tendiendo una trampa, Calipso juró por el Estigia que no le engañaría y le prestó un hacha, una azuela, taladros y todas las demás herramientas necesarias. Sin necesidad de que le alentara, Odiseo improvisó una balsa con una veintena de troncos de árbol enlazados, la botó al agua con rodillos, dio un beso de despedida a Calipso y partió empujado por una suave brisa.
[Adaptación, véase traducción del canto V, canto VII y canto XII]
[Hesíodo, Teogonía, ca. 700 a. C.]:
... Atlas, que sostiene el anchuroso cielo, en los confines de la tierra, delante de las Hespérides, de voz sonora, ... que tienen a su cuidado las hermosas manzanas de oro y los árboles que las producen más allá del ilustre Océano ... y las Gorgonas, las cuales residen más allá del ilustre Oceáno, en los confines de la noche, donde están las Hespérides, de voz sonora.
...
Zeus Crónida suscitó otra divina raza de héroes más justos y mejores, que fueron llamados Semidioses en toda la tierra por la generación presente. Pero la guerra lamentable y la refriega terrible los destruyeron a todos, a unos en la tierra Cadmeida, delante de Tebas la de las siete puertas, en tanto combatían por los rebaños de Edipo; y a los otros, cuando en sus naves fueron a Troya, surcando las grandes olas del mar, a causa de Helena la de hermosos cabellos, los envolvió allí la sombra de la muerte. Y el Padre Zeus les dio un sustento y una morada desconocidos de los hombres, en las extremidades de la tierra. Y estos héroes habitan apaciblemente las islas de los Bienaventurados, allende el profundo Océano. Y allí, tres veces por año, les da la tierra sus frutos.
[Primer párrafo citado en J. M. Blázquez, Gerión y otros mitos griegos en Occidente, segundo en Wikipedia].
[Primer libro de los Reyes, siglos VII o VI a. C.]
Todas las copas de beber del rey Salomón eran de oro y toda la vajilla de la casa del Bosque del Líbano era de oro fino; la plata no se estimaba en nada en tiempo del rey Salomón, porque el rey tenía una flota de Tarsis en el mar junto con la flota de Hiram y, cada tres años, venía la flota de Tarsis, trayendo oro, plata, marfil, monos y pavos reales.
[Libro de Ezequiel, siglo VI a. C.]
Tarsis comerciaba contigo por la abundancia de todas sus riquezas; con plata, hierro, estaño y plomo comerciaba en tus ferias.
[Estesícoro de Himera, Geryoneïs, ca. 590 a. C.]:
Más o menos enfrente de la famosa Eriteia, junto a los manantiales inagotables, de raíces de platas, del río Tartesos, en la gruta de una peña.
[Herodoto, Historia, ca. 430 a. C.]
Geriones, empero, residía lejos del Ponto, tenía su morada en una isla que los griegos denominan Eriteia, que se encuentra cerca de Gadeira, ciudad ésta situada más allá de las Columnas de Heracles, a orillas del Océano.
[Hércules y Gerión, Apolodoro, Biblioteca, siglo I ó II d. C.]:
Como décimo trabajo le encargó traer de Eritía las vacas de Gerión. Eritía, ahora llamada Gadir, era una isla situada cerca del Océano, la habitaba Gerión, hijo de Crisaor y de la oceánide Calírroe; tenía el cuerpo de tres hombres, fundidos en el vientre, y se escindía en tres desde las caderas y los muslos. Poseía unas vacas rojas, cuyo vaquero era Euritión, y su guardián Ortro, el perro de dos cabezas nacido de Tifón y Equidna. Yendo, pues, en busca de las vacas de Gerión a través de Europa, después de matar muchos animales salvajes, entró en Libia y, una vez en Tartesos, erigió como testimonio de su viaje dos columnas enfrentadas en los límites de Europa y Libia. Abrasado por Helios en el trayecto tendió el arco contra el dios, y éste, admirado de su audacia, le proporcionó una vasija de oro en la que cruzó el Océano. Ya en Eritía, pasó la noche en el monte Abas; el perro, al darse cuenta, lo atacó, pero él lo golpeó con la maza y mató al vaquero Euritión, que había acudido en ayuda del perro. Menetes, que apacentaba allí las vacas de Hades, comunicó lo sucedido a Gerión, quien alcanzó a Heracles cerca del río Antemunte cuando se llevaba las vacas, y, trabando combate, murió de un flechazo. Heracles embarcó el ganado en la copa, y habiendo navegado hasta Tartesos, se la devolvió a Helios.
[Diodoro Sículo, Biblioteca Histórica, ca. 60 a. C.]:
... y habiendo ordenado Euristeo traer de nuevo los bueyes de Gerión, los cuales sucedía que permanencían en las partes de Iberia que estaban inclinadas hacia el Océano. Heracles... reunió una notable flota... pues, se decía de boca en boca en todo el mundo habitado que Chrysaor, el cual recibía tal denominación a causa de su riqueza, reinaba sobre toda Iberia y tenía tres hijos que luchaban con él. Y Heracles, habiendo recorrido una gran parte de Libia, llegó al Océano cerca de los gaditanos y colocó estelas (columnas) en cada parte de los continentes, y habiéndole acompañado la flota llegó a Iberia y habiendo percibido que los hijos de Chrysaor hablan acampado en tres grandes ejércitos uno a distancia de otro, mató a todos los jefes tras citarlos a combate singular y apoderándose de Iberia se marchó conduciendo los renombrados rebaños de bueyes. Y atravesando la región de los iberos y recibiendo honores de uno de los reyes del lugar, varón de religiosidad y justicia sobresalientes, dejó parte de los bueyes como regalo al rey. Y éste, tomando todos los bueyes, los consagró a Heracles y cada año sacrificaba a él el más hermoso de los toros. Y sucede que hasta el día de hoy en Iberia se mantienen a los bueyes como sagrados.
[Hecateo, citado por Flavio Arriano (Anab., 2, 16), siglo II d. C. -recogido en César Pemán, Sobre la antigüedad y fundación de Cádiz, 1928-]:
Hecateo el logógrafo dice que a ninguna isla Eritheia fuera del gran mar fué enviado Heracles; sino que en el país alrededor de Ampracia y de los Amfílocos vino a reinar Geryon y que de ese país sacó Heracles los bueyes...
[Marco Juniano Justino, Epítome (siglo III d.C.), de las Historias filípicas de Pompeyo Trogo (siglo I a. C.)]:
Las zonas boscosas de los tartesios en donde se cuenta que los titanes hicieron la guerra contra los dioses, las habitaron los curetes, cuyo antiquísimo rey Gárgoris descubrió la forma de recoger la miel. Puesto que tuvo un nieto resultado de una deshonra de la que fue objeto su hija, quiso por temor al escándalo eliminar al pequeño por distintos sistemas. Sin embargo, preservado a lo largo de todas sus vicisitudes por una especial fortuna, alcanzó al final el trono por compasión ante tantos peligros como había pasado. Primero de todo, (el abuelo) habiendo ordenado abandonarlo y después de varios días enviando a buscar el cuerpo del expósito, se le halló alimentado por la leche de diversas fieras. Después, conducido de nuevo a casa, mandó arrojarlo a un sendero estrecho por el que solían pasar manadas de animales -crueldad extrema la de quien prefirió que pisotearan al nieto antes que darle simplemente muerte-. Tras haber resultado también allí incólume, sin que le faltara la comida, lo arrojó primero a perros hambrientos y furiosos por varios días de ayuno, y después también a los cerdos. Así las cosas, puesto que no sólo no resultaba dañado, sino que incluso era alimentado por algunas hembras, mandó por último arrojarlo al Océano. Entonces, manifiesta la voluntad divina, fue transportado entre las furiosas aguas y el oleaje, como por una nave y no como por la marea, y fue abandonado en la orilla con suave mecido. No mucho después se acercó una cierva que le ofreció las ubres al niño. A partir de entonces, por la continua atención de la nodriza, alcanzó el niño una notabilísima ligereza y recorría montes y bosques mezclado con los grupos de ciervos sin quedarse atrás. Por fin capturado por un lazo, fue entregado al rey como regalo. Entonces reconoció al nieto por el parecido y por unas marcas que le habían sido impresas de recién nacido. Sorprendido por sus tantas vicisitudes y peligros, le designó su sucesor. Se le impuso el nombre de Habis. Este, así que recibió el poder, fue tan excelso que no en vano parecía haber sido preservado por el poder divino. Sometió con las leyes al pueblo bárbaro, fue el primero que enseñó a uncir los bueyes al arado y a buscar el alimento en el surco y, por el aborrecimiento de lo que había sufrido en el pasado, forzó a los hombres a dejar sus alimentos salvajes por otros más suaves. Sus aventuras parecerían fabulosas, si la tradición no dijera que los fundadores de Roma fueron alimentados por una loba y Ciro, rey de los persas, por una perra. También fueron prohibidos por él al pueblo los trabajos serviles y la plebe fue distribuida en siete ciudades. Muerto Habis, el reino fue conservado por muchos siglos por sus sucesores. En otra parte de Hispania que está formada por islas, fue rey Gerión. En ella hay tal abundancia de pasto que, si no se interrumpiera el engorde por el ayuno, el ganado reventaría. Entonces el ganado de Gerión, que por aquel tiempo era la única riqueza, alcanzó tal fama que trajo a Hércules desde Asia movido por la magnitud del botín. Además cuentan que el propio Gerión no era de tres cuerpos, como se dice en la fábula, sino que eran tres hermanos tan bien avenidos que parecían gobernarse por un sólo espíritu, y que no hicieron la guerra a Hércules por su cuenta, sino que viendo que sus ganados eran robados, intentaron recuperar lo perdido con las armas. Después de estos reinos de Hispania, fueron los cartagineses los primeros en tomar el poder de la provincia.
[Heródoto, Historia, ca. 430 a. C.]:
Fueron los focenses los primeros de los griegos que emprendieron largas navegaciones. Ellos fueron los descubridores del mar Adriático, del Tirreno, de Iberia y de Tartessos. No navegaban en navíos redondos, sino en embarcaciones de cinco filas de remos. Llegados a Tartessos se hicieron muy amigos del rey de los tartesios. Era éste Argantonio, quien reinó sobre Tartessos ochenta años y vivió en su totalidad ciento veinte. Los focenses se hicieron tan amigos de este rey que les invitó en primer lugar a abandonar Jonia y a habitar en la zona de su territorio que quisieran. Luego, como no lograba convencer en esto a los focenses, informado por ellos de los progresos de los persas, les dio dinero para rodear su ciudad de una muralla".
[Rufo Festo Avieno, Ora Marítima, siglo IV d. C. -utiliza múltiples fuentes, la más lejana un periplo massaliota del siglo VI-]:
... las tierras del extenso orbe se despliegan a lo largo y ancho, mientras el oleaje se derrama una y otra vez en torno al orbe terrestre. Pero allí donde el hondo mar salado se desliza procedente del océano, de tal suerte que el abismo de Nuestro Mar se despliega ampliamente, se encuentra el golfo Atlántico.
Aquí se halla la ciudad de Gadir, llamada antes Tarteso. Aquí están las Columnas del tenaz Hércules, Ábila y Calpe (ésta se encuentra a la izquierda del territorio mencionado; aquélla, próxima a Libia): retumban bajo el recio septentrión, pero aguantan firmes en su emplazamiento.
También aquí se alza el cabezo de un peñón sobresaliente (en los más antiguos tiempos lo denominaron Estrimnis) y la encumbrada mole de su pico rocoso se orienta de pleno hacia el noto templado. A su vez, a los pies de la aguja de este saliente, se abre para sus habitantes el golfo Estrímnico, en el que se muestran las islas Estrímnides que están muy separadas y son ricas en mineral de estaño y plomo.
Aquí se encuentra una raza de gran vigor, de talante altanero, y de una habilidad eficiente, imbuidos todos de una inquietud constante por el comercio. Y surcan con sus pataches, aventurándose a largas distancias, una mar agitada por los notos y el abismo de un océano, preñado de endriagos. De hecho, no saben ensamblar sus quillas a base de madera de pino y tampoco, según es usual, alabean sus faluchos con madera de abeto, sino que, algo realmente sorprendente, ajustan sus bajeles con pieles entrelazadas y a menudo atraviesan el extenso mar salado en estos cueros.
Por otra parte, desde aquí hasta la Isla Sagrada (pues así la llamaron los antiguos) una nave tiene un trayecto de dos soles.
Esta isla despliega en medio de las olas un amplio territorio y la habita a lo largo y ancho la raza de los hiernos. Cercana, de nuevo, se extiende la isla de los albiones. Y los tartesios acostumbraban también a comerciar hasta los confines de las Estrímnides.
Incluso colonos de Cartago y la población que habita entre las Columnas de Hércules se acercaban a estos mares; sobre los cuales el cartaginés Himilcón asevera que podían ser atravesados en apenas cuatro meses, según él mismo relató haberlo comprobado mediante una navegación. Así, no hay vientos, en una amplia zona, que impulsen al navío; así el líquido elemento de una llanura marina encalmada se inmoviliza en sus reinos. Se añadirá a ello que emerge entre las aguas abundante urchilla y que a menudo refrena la popa como si fuera maleza. No deja de decir también que por esta zona la superficie de la mar no alcanza gran profundidad y que apenas un poco de agua cubre el fondo, que las bestias marinas recorren la mar por aquí y por allá, que los navíos se desplazan lentos y lánguidos entre monstruos que nadan por medio.
Si a partir de aquí alguien se atreve a forzar su esquife desde las islas Estrímnicas rumbo a las aguas del sector de la Licaonia, donde la atmósfera se hiela, acaba llegando al territorio de los ligures, desprovisto de habitantes, pues hace ya tiempo fueron depredados a manos de los celtas y por los frecuentes combates. ...
El río Ana corre allá por medio de los cinetas y surca sus vegas. Se abre nuevamente un golfo y el territorio se extiende curvándose hacia el mediodía. Desde este río consignado se desgajan de repente dos ramales y su caudal, como en lenta formación, rechaza las aguas espesas del golfo ya dicho (en efecto, aquí las profundidades son de puro y denso lodo). En esta zona se levanta a lo alto la cumbre de dos islas, la menor carece de nombre y la otra una costumbre insistente la llamó Agónida. ...
Entretanto, acto seguido, corre el río Ebro y su Caudal fecunda los terruños. La mayor parte de los autores refieren que los iberos se llaman así justo por este río, pero no por aquel río que baña a los revoltosos vascones. Pues a toda la zona de este pueblo que se encuentra junto a tal río, en dirección occidente, se la denomina Iberia. Sin embargo el área oriental abarca a tartesios y cilbicenos. ...
Se yergue luego la mole del monte Casio y a partir de su nombre la lengua griega llamó primero casítero al estaño.
Después sigue la prominencia de un santuario y, en lontananza, la fortaleza de Geronte, que lleva un antiguo nombre griego, pues hemos oído decir que en tiempos pasados a partir de ella se dio nombre a Gerión. Aquí se encuentran las amplias costas del golfo travesío y desde el río Ana, ya nombrado, hasta estos territorios las naves tienen un día de trayecto. Aquí se halla la ciudadela de Gadir, ya que en la lengua de los cartagineses se llamaba Gadir a un lugar vallado. Esta misma ciudad fue denominada primero Tarteso, ciudad importante y rica en tiempos remotos; ahora pobre; ahora empequeñecida; ahora, arrumbada; ahora, en fin, un simple campo de ruinas. Nosotros en estos parajes, excepto las ceremonias en honor de Hércules, no vimos nada digno de admiración. En cambio, tuvo tal poderío, incluso tal prestigio en épocas pasadas, si damos crédito a la historia, que un rey altanero, y el más poderoso de todos los que a la sazón tenía el pueblo maurusio, muy estimado por el emperador Octaviano, Juba, entregado siempre al estudio de las letras y alejado por el mar que tenía en medio, se consideraba muy distinguido con el honor del duunvirato en su ciudad.
Pero el río Tarteso, fluyendo desde el lago Ligustino, a campo traviesa, envuelve una isla de pleno con el curso de sus aguas. No corre adelante por un cauce único, ni es uno solo en surcar el territorio que se le ofrece al paso, pues, de hecho, por la zona en que rompe la luz del alba, se echa a las campiñas por tres cauces; en dos ocasiones, y también por dos tramos, baña el sector meridional de la ciudad.
Por su parte, el monte Argentario se recorta sobre la laguna; así llamado en la Antigüedad a causa de su belleza, pues sus laderas brillan por la abundancia de estaño y, visto de lejos irradia más luminosidad aún a los aires, cuando el sol hiere con fuego las alturas de sus cumbres. Este mismo río, además, arrastra en sus aguas raeduras de estaño pesado y transporta este preciado mineral a la vera de las murallas. A partir de aquí una extensa región se aleja de la llanura de aguas saladas, tierra adentro; la raza de los etmaneos la habita. Y después, por otro lado, hasta los labrantíos de los cempsos, se extienden los ileates sobre tierras fértiles; si bien las zonas marítimas las controlan los cilbicenos.
A la ciudadela de Geronte y al cabo del santuario, como hemos explicado antes, los separa la salada mar por medio; y entre altos acantilados se recorta una ensenada. Junto al segundo macizo desemboca un río caudaloso. Luego se yergue el monte de los tartesios, cubierto de bosques.
Enseguida se encuentra la isla Eritía, de extensas campiñas, y en tiempos pasados, bajo jurisdicción púnica; de hecho, fueron colonos de la antigua Cartago los primeros en asentarse en ella. Un estrecho separa Eritía de la ciudadela del continente en tan sólo cinco estadios.
Por donde se da el ocaso del día, hay una isla consagrada a Venus del Mar, y en la misma un templo de Venus, una ermita en roca viva y un oráculo.
Cuando se viene desde aquel monte, que te había dicho resultaba temible por sus bosques, se halla un litoral de arenales en suave pendiente, en los que los ríos Besilo y Cilbo derraman sus aguas.
Después, hacia poniente, alza sus riscos soberbios el peñón Sagrado. A esta zona, en tiempos pasados, Grecia la denominó Herma. La palabra Herma se refiere a un parapeto del terreno, encarado de frente, y el lugar en sí fortifica el estrecho por ambas bandas. Otros, al contrario, lo llaman ruta de Hércules; pues, de hecho, se dice que Hércules allanó los mares, a fin de que quedara abierto un camino fácil para el rebaño que había apresado. Más aún, la mayoría de los autores afirman que aquella Herma estuvo primitivamente bajo jurisdicción de tierra libia. Y no se debe desdeñar la información de Dionisio, quien atestigua y enseña que Tasteso es el límite de Libia.
En territorio de Europa se levanta el promontorio que, ya lo señalé, sus habitantes llaman Sagrado. Entre ambos lugares fluye una ligera lengua de agua, la cual antaño se llamó Herma o Camino de Hércules. Euctemón, habitante de la ciudad de Anfípolis, afirma que se extiende en una longitud no superior a las ciento ocho millas y que ambas posiciones distan tres millas. Aquí están emplazadas las Columnas de Hércules, que hemos leído son consideradas como el extremo de uno y otro continente. Se trata en realidad de dos peñones parejos que sobresalen, Ábila y Calpe.
Calpe se encuentra en territorio hispano, Ábila en el de los maurusios, pues la raza púnica llama Ábila a aquello que constituye un monte alto en lengua bárbara, esto es, en la latina, como afirma el autor Plauto; y, por otra parte, Calpe se denomina en Grecia a aquello que tiene un aspecto ahuecado, con una pinta de un picacho redondeado. Afirma también el ateniense Euctemón que no existen allí peñas, ni se alzan cumbres en ninguna de las dos partes; recuerda que entre las campiñas de tierra libia y la costa de Europa se hallan dos islas; dice que se las llama Columnas de Hércules; refiere que están separadas treinta estadios; que por doquier están cubiertas de bosques impresionantes y que son siempre inhóspitas para los marinos.
Asevera, en efecto, que hay en ellas templos y altares a Hércules, que los bajeles extranjeros se dirigen allí para ofrecer sacrificios a este dios y se van apresuradamente, pues se tiene por impío demorarse en estas islas. Informa que la mar se mantiene tanto en los alrededores como en las cercanías con poquísima profundidad en una amplia área; que los navíos no pueden arribar cargados a estos parajes a causa del poco calado de las aguas y por el espeso fango de la costa. Pero que si alguien tiene el firme propósito de aproximarse allá por el templo en sí, entonces nos informa de que ese tal pone proa hacia la isla de la Luna, librar de carga a la nave y, aun así, aligerada la lancha, apenas logra desplazarse sobre las saladas aguas.
En cambio, el tramo de oleaje agitado que se extiende entre las Columnas, afirma Damasto que no llega a los siete estadios.
Escílax de Carianda asegura que la corriente que hay entre las Columnas tiene la misma extensión que las aguas del Bósforo.
Más allá de tales Columnas, por la parte de Europa, los habitantes de Cartago tuvieron antiguamente caseríos y ciudades, aunque tenían la siguiente costumbre: la de construir naves de fondo muy llano, de modo que el esquife, más ancho, pudiese deslizarse por la superficie de una mar de muy poco calado.
Sin embargo Himilcón cuenta que desde estas Columnas hasta la zona occidental existe un abismo marino ilimitado, que la mar se extiende a lo ancho, que se despliega un salado mar. Nadie se aventuró en estas aguas, nadie metió sus carenas en aquel llano marino, bien porque falten en alta mar auras que las impulsen, bien porque ningún soplo del cielo empuje la popa, o incluso porque la calina revista el aire con una especie de velo, bien porque la niebla oculte permanentemente el abismo marino y se mantenga un muy espeso nublado durante el día.
Se trata de aquel Océano que brama en lontananza alrededor del orbe inmenso, ése es el mar más grande. Este abismo marino rodea las costas, éste es el que surte al salado mar Interno, éste es el progenitor de Nuestro Mar; de hecho, arquea desde fuera las aguas de numerosos golfos y la energía de sus profundidades se desliza dentro de nuestro universo.
[Antonio Blanco Freijeiro, Un jinete ibérico de Cástulo]:
Los túrdulos y los oretanos parecen ser dos pueblos de la España prerromana cuyo arte aún nos reserva grandes sorpresas. En el área de los túrdulos, si nos atenemos a Tolomeo, se encontraba la antigua Obulco, la actual Porcuna de Jaén, que a sus anteriores esculturas ibéricas ha sumado ahora un conjunto de tal calidad, que no vacilaríamos en atribuírselo a los griegos focenses de la primera mitad del siglo V (BLANCO, 1981, 43 ss). Algo más al norte de la misma provincia, pero ya en territorio de los oretanos, se encontraba Cástulo, la antecesora y vecina de la moderna Linares, por varios conceptos rica y poderosa, dueña de una feraz campiña y de una cuenca minera de primer orden. Es tradición que con una mujer de aquella ciudad ibérica contrajo matrimonio el gran Aníbal, azote de los romanos. Si no de estirpe germánica en su totalidad, los oretanos debían de tener una buena dosis de sangre nórdica, a tenor de la expresión Oretani qui et Germani de Plinio (III, 25) y del nombre de Oretum Germanorum que Tolomeo (2, 6, 58) aplica a uno de sus núcleos de población (NIETO, 1980, 12 ss). Cuando hace unos años, el profesor J. M. Blázquez, el excavador de Cástulo, puso en mis manos un curioso trozo de pizarra hallado por él en esta localidad y vi en una de sus caras (fig. 1) aquel jinete y aquel brioso caballo ensillado con una piel de pantera, quedé gratamente impresionado, y no porque se tratase de una obra maestra del diseño, sino por lo difícil que me pareció su realización en un material tan poco agradecido como la pizarra, y por lo magistral y novedoso del dibujo en sí. Tratábase, en efecto, de una pieza relativamente antigua, prerromana con la más completa seguridad, aunque no proveniente de un contexto datado, y de un estilo totalmente distinto a cuanto del mismo género se encuentra en el arte ibérico conocido hasta ahora. Esta originalidad nos parece tanto más digna de realce cuanto que el tema del jinete es de los más socorridos por los ceramistas ibéricos y por los abridores de cuños monetales. ...
El soporte del grabado es una placa de pizarra, fina, pero en pésimo estado de conservación, de tal manera que al simple tacto se deshoja. De un extremo a otro mide 18 centímetros. Apareció ya hecha cuatro pedazos, y sin que los restantes se pudiesen encontrar, en el corte 76/11 del «Estacar de Robarinas», entre un montón de piedras de lo que parecía una tumba destruida. Por esta razón sus descubridores la incluyen entre los materiales hallados fuera de contexto. No obstante, la abundante cerámica ática de finales del V y principios del IV que caracteriza a esta zona de la necrópolis de Cástulo, es un dato a tener en cuenta para encuadrar la placa dentro de una época. Jinete y caballo se encuentran en el interior de un marco formado por una sencilla línea recta, parcialmente conservada al pie y a los lados. Dentro de su modestia, el grabado pretende ser algo más que un grafito; delata su pretensión de cuadro. [-200→201-] El caballo marcha hacia la izquierda, al paso, con tres patas en el suelo y sólo la mano derecha levantada, como braceando. Los desconchados de la pizarra no permiten ver completo este brazo, ni las dos patas traseras. En una de éstas, la más próxima al espectador, el contorno del anca, por debajo, fue rectificado por el grabador. Lo mismo hizo éste por delante del brazo izquierdo, en su parte alta. Al parecer no hay más rectificaciones, pero sí algunas rayas que por hallarse en el fondo y sin relación patente con las figuras no sabemos cómo interpretar (una de ellas parece una segunda lanza); esto es, no sabemos si tienen o no algún significado.
La mayor parte de la cabeza del caballo se ha perdido. Sólo subsiste la parte inferior, con el hocico, la boca y la parte adyacente de la cabezada, algo parecida ésta a la del relieve del jinete de Osuna del Museo Arqueológico Nacional (GARCÍA Y BELLIDO, 1947, fig. 280) y a la cabezada de bronce «etrusca» del mismo museo (GARCÍA Y BELLIDO, 1931, 130). El cuello del animal está cubierto de una crin medianamente larga y se encorva con una gallardía muy natural, de un sabor helénico poco común en los caballitos ibéricos. Ese mismo naturalismo se aprecia en el prolijo diseño de la cola. Los arreos del caballo se componen de una manta oculta y sujeta por dos cintas atadas con ayuda de sus respectiva hebillas (explicado el sistema con inaudita claridad, de modo que un niño lo podría reproducir), y de un ancho petral. Quizá la doble cincha excusara el empleo de la baticola, si no es que el grabador se olvidó de este detalle. En lo que sí se explayó muy a gusto fue en la representación de la piel de pantera con que cubrió o engalanó toda la montura. ...
Nuestro jinete cabalga muy relajado, con las riendas en una mano y la lanza en la otra, volviendo la cabeza al espectador, de un modo insólito en el arte ibérico tratándose de figuras de perfil. Esto no significa que no las haya vistas completamente de frente, como la célebre «Potnia Hippon» de Elche. Anómala parece ser también la indumentaria, constituida únicamente por una clámide echada sobre los hombros. Examinando las superposiciones de líneas, da la impresión de que el grabador empezó por hacer el caballo con sus arreos, dejando sólo en reserva para el jinete una parte de la piel moteada de la montura.
El reverso de la placa descrita hasta aquí nos muestra restos de tres cenefas, cubiertas de roleos y entrelazos, al modo de tantas otras derivadas de la decoración helenística del mismo tipo: diadema de Jávea, orlas de páteras, etc. El tema ha sido tratado magistralmente no hace mucho a propósito de un capitel del Cerro de las Vírgenes (Córdoba) (LEÓN ALONSO, 1979, 195 ss), con el que se deben agrupar el fragmento de la misma Cástulo conservado en el Museo Arqueológico Nacional (GARCÍA Y BELLIDO, 1947, fig. 227) y el extraño y fantasioso capitel de la misma procedencia que el Museo de Linares atesora (BLANCO, 1981, fig. 7). La novedad que en este sentido aporta nuestra placa de pizarra es la de permitirnos constatar el alto grado de helenización de quienes hacían esas decoraciones, a la vez tan hispánicas y tan clásicas. No creemos, ciertamente, que el artista cuya obra tenemos aquí ante los ojos fuese un griego, ni siquiera un suritálico, sino un túrdulo o un oretano (pues estos eran los habitantes de estas áreas del Alto Guadalquivir) acostumbrado, entre otras cosas, a ver y copiar figuras de la cerámica griega, como bien se advierte en el jinete de la cara principal de esta placa. A la hora de explicar e identificar al personaje representado, lo único que podemos apuntar es que se trata de un noble caballero; pero aparte de esto, ya no nos [-201→202-] atreveríamos a decir más: si era el héroe de una de aquellas epopeyas turdetanas a que se refiere Estrabón, o un aristócrata, acostumbrado, como otros de Osuna y de Estepa, a pasar el Estrecho para cazar leones en Mauritania en compañía de sus huéspedes; todo esto lo dejamos a la imaginación del lector. Sólo añadiremos a ello que la época en que mejor nos encaja esta pieza arqueológica sería el siglo IV, cuando aún llegaba la cerámica griega pintada a las poblaciones de la Alta Andalucía.
... las tierras del extenso orbe se despliegan a lo largo y ancho, mientras el oleaje se derrama una y otra vez en torno al orbe terrestre. Pero allí donde el hondo mar salado se desliza procedente del océano, de tal suerte que el abismo de Nuestro Mar se despliega ampliamente, se encuentra el golfo Atlántico.
Aquí se halla la ciudad de Gadir, llamada antes Tarteso. Aquí están las Columnas del tenaz Hércules, Ábila y Calpe (ésta se encuentra a la izquierda del territorio mencionado; aquélla, próxima a Libia): retumban bajo el recio septentrión, pero aguantan firmes en su emplazamiento.
También aquí se alza el cabezo de un peñón sobresaliente (en los más antiguos tiempos lo denominaron Estrimnis) y la encumbrada mole de su pico rocoso se orienta de pleno hacia el noto templado. A su vez, a los pies de la aguja de este saliente, se abre para sus habitantes el golfo Estrímnico, en el que se muestran las islas Estrímnides que están muy separadas y son ricas en mineral de estaño y plomo.
Aquí se encuentra una raza de gran vigor, de talante altanero, y de una habilidad eficiente, imbuidos todos de una inquietud constante por el comercio. Y surcan con sus pataches, aventurándose a largas distancias, una mar agitada por los notos y el abismo de un océano, preñado de endriagos. De hecho, no saben ensamblar sus quillas a base de madera de pino y tampoco, según es usual, alabean sus faluchos con madera de abeto, sino que, algo realmente sorprendente, ajustan sus bajeles con pieles entrelazadas y a menudo atraviesan el extenso mar salado en estos cueros.
Por otra parte, desde aquí hasta la Isla Sagrada (pues así la llamaron los antiguos) una nave tiene un trayecto de dos soles.
Esta isla despliega en medio de las olas un amplio territorio y la habita a lo largo y ancho la raza de los hiernos. Cercana, de nuevo, se extiende la isla de los albiones. Y los tartesios acostumbraban también a comerciar hasta los confines de las Estrímnides.
Incluso colonos de Cartago y la población que habita entre las Columnas de Hércules se acercaban a estos mares; sobre los cuales el cartaginés Himilcón asevera que podían ser atravesados en apenas cuatro meses, según él mismo relató haberlo comprobado mediante una navegación. Así, no hay vientos, en una amplia zona, que impulsen al navío; así el líquido elemento de una llanura marina encalmada se inmoviliza en sus reinos. Se añadirá a ello que emerge entre las aguas abundante urchilla y que a menudo refrena la popa como si fuera maleza. No deja de decir también que por esta zona la superficie de la mar no alcanza gran profundidad y que apenas un poco de agua cubre el fondo, que las bestias marinas recorren la mar por aquí y por allá, que los navíos se desplazan lentos y lánguidos entre monstruos que nadan por medio.
Si a partir de aquí alguien se atreve a forzar su esquife desde las islas Estrímnicas rumbo a las aguas del sector de la Licaonia, donde la atmósfera se hiela, acaba llegando al territorio de los ligures, desprovisto de habitantes, pues hace ya tiempo fueron depredados a manos de los celtas y por los frecuentes combates. ...
El río Ana corre allá por medio de los cinetas y surca sus vegas. Se abre nuevamente un golfo y el territorio se extiende curvándose hacia el mediodía. Desde este río consignado se desgajan de repente dos ramales y su caudal, como en lenta formación, rechaza las aguas espesas del golfo ya dicho (en efecto, aquí las profundidades son de puro y denso lodo). En esta zona se levanta a lo alto la cumbre de dos islas, la menor carece de nombre y la otra una costumbre insistente la llamó Agónida. ...
Entretanto, acto seguido, corre el río Ebro y su Caudal fecunda los terruños. La mayor parte de los autores refieren que los iberos se llaman así justo por este río, pero no por aquel río que baña a los revoltosos vascones. Pues a toda la zona de este pueblo que se encuentra junto a tal río, en dirección occidente, se la denomina Iberia. Sin embargo el área oriental abarca a tartesios y cilbicenos. ...
Se yergue luego la mole del monte Casio y a partir de su nombre la lengua griega llamó primero casítero al estaño.
Después sigue la prominencia de un santuario y, en lontananza, la fortaleza de Geronte, que lleva un antiguo nombre griego, pues hemos oído decir que en tiempos pasados a partir de ella se dio nombre a Gerión. Aquí se encuentran las amplias costas del golfo travesío y desde el río Ana, ya nombrado, hasta estos territorios las naves tienen un día de trayecto. Aquí se halla la ciudadela de Gadir, ya que en la lengua de los cartagineses se llamaba Gadir a un lugar vallado. Esta misma ciudad fue denominada primero Tarteso, ciudad importante y rica en tiempos remotos; ahora pobre; ahora empequeñecida; ahora, arrumbada; ahora, en fin, un simple campo de ruinas. Nosotros en estos parajes, excepto las ceremonias en honor de Hércules, no vimos nada digno de admiración. En cambio, tuvo tal poderío, incluso tal prestigio en épocas pasadas, si damos crédito a la historia, que un rey altanero, y el más poderoso de todos los que a la sazón tenía el pueblo maurusio, muy estimado por el emperador Octaviano, Juba, entregado siempre al estudio de las letras y alejado por el mar que tenía en medio, se consideraba muy distinguido con el honor del duunvirato en su ciudad.
Pero el río Tarteso, fluyendo desde el lago Ligustino, a campo traviesa, envuelve una isla de pleno con el curso de sus aguas. No corre adelante por un cauce único, ni es uno solo en surcar el territorio que se le ofrece al paso, pues, de hecho, por la zona en que rompe la luz del alba, se echa a las campiñas por tres cauces; en dos ocasiones, y también por dos tramos, baña el sector meridional de la ciudad.
Por su parte, el monte Argentario se recorta sobre la laguna; así llamado en la Antigüedad a causa de su belleza, pues sus laderas brillan por la abundancia de estaño y, visto de lejos irradia más luminosidad aún a los aires, cuando el sol hiere con fuego las alturas de sus cumbres. Este mismo río, además, arrastra en sus aguas raeduras de estaño pesado y transporta este preciado mineral a la vera de las murallas. A partir de aquí una extensa región se aleja de la llanura de aguas saladas, tierra adentro; la raza de los etmaneos la habita. Y después, por otro lado, hasta los labrantíos de los cempsos, se extienden los ileates sobre tierras fértiles; si bien las zonas marítimas las controlan los cilbicenos.
A la ciudadela de Geronte y al cabo del santuario, como hemos explicado antes, los separa la salada mar por medio; y entre altos acantilados se recorta una ensenada. Junto al segundo macizo desemboca un río caudaloso. Luego se yergue el monte de los tartesios, cubierto de bosques.
Enseguida se encuentra la isla Eritía, de extensas campiñas, y en tiempos pasados, bajo jurisdicción púnica; de hecho, fueron colonos de la antigua Cartago los primeros en asentarse en ella. Un estrecho separa Eritía de la ciudadela del continente en tan sólo cinco estadios.
Por donde se da el ocaso del día, hay una isla consagrada a Venus del Mar, y en la misma un templo de Venus, una ermita en roca viva y un oráculo.
Cuando se viene desde aquel monte, que te había dicho resultaba temible por sus bosques, se halla un litoral de arenales en suave pendiente, en los que los ríos Besilo y Cilbo derraman sus aguas.
Después, hacia poniente, alza sus riscos soberbios el peñón Sagrado. A esta zona, en tiempos pasados, Grecia la denominó Herma. La palabra Herma se refiere a un parapeto del terreno, encarado de frente, y el lugar en sí fortifica el estrecho por ambas bandas. Otros, al contrario, lo llaman ruta de Hércules; pues, de hecho, se dice que Hércules allanó los mares, a fin de que quedara abierto un camino fácil para el rebaño que había apresado. Más aún, la mayoría de los autores afirman que aquella Herma estuvo primitivamente bajo jurisdicción de tierra libia. Y no se debe desdeñar la información de Dionisio, quien atestigua y enseña que Tasteso es el límite de Libia.
En territorio de Europa se levanta el promontorio que, ya lo señalé, sus habitantes llaman Sagrado. Entre ambos lugares fluye una ligera lengua de agua, la cual antaño se llamó Herma o Camino de Hércules. Euctemón, habitante de la ciudad de Anfípolis, afirma que se extiende en una longitud no superior a las ciento ocho millas y que ambas posiciones distan tres millas. Aquí están emplazadas las Columnas de Hércules, que hemos leído son consideradas como el extremo de uno y otro continente. Se trata en realidad de dos peñones parejos que sobresalen, Ábila y Calpe.
Calpe se encuentra en territorio hispano, Ábila en el de los maurusios, pues la raza púnica llama Ábila a aquello que constituye un monte alto en lengua bárbara, esto es, en la latina, como afirma el autor Plauto; y, por otra parte, Calpe se denomina en Grecia a aquello que tiene un aspecto ahuecado, con una pinta de un picacho redondeado. Afirma también el ateniense Euctemón que no existen allí peñas, ni se alzan cumbres en ninguna de las dos partes; recuerda que entre las campiñas de tierra libia y la costa de Europa se hallan dos islas; dice que se las llama Columnas de Hércules; refiere que están separadas treinta estadios; que por doquier están cubiertas de bosques impresionantes y que son siempre inhóspitas para los marinos.
Asevera, en efecto, que hay en ellas templos y altares a Hércules, que los bajeles extranjeros se dirigen allí para ofrecer sacrificios a este dios y se van apresuradamente, pues se tiene por impío demorarse en estas islas. Informa que la mar se mantiene tanto en los alrededores como en las cercanías con poquísima profundidad en una amplia área; que los navíos no pueden arribar cargados a estos parajes a causa del poco calado de las aguas y por el espeso fango de la costa. Pero que si alguien tiene el firme propósito de aproximarse allá por el templo en sí, entonces nos informa de que ese tal pone proa hacia la isla de la Luna, librar de carga a la nave y, aun así, aligerada la lancha, apenas logra desplazarse sobre las saladas aguas.
En cambio, el tramo de oleaje agitado que se extiende entre las Columnas, afirma Damasto que no llega a los siete estadios.
Escílax de Carianda asegura que la corriente que hay entre las Columnas tiene la misma extensión que las aguas del Bósforo.
Más allá de tales Columnas, por la parte de Europa, los habitantes de Cartago tuvieron antiguamente caseríos y ciudades, aunque tenían la siguiente costumbre: la de construir naves de fondo muy llano, de modo que el esquife, más ancho, pudiese deslizarse por la superficie de una mar de muy poco calado.
Sin embargo Himilcón cuenta que desde estas Columnas hasta la zona occidental existe un abismo marino ilimitado, que la mar se extiende a lo ancho, que se despliega un salado mar. Nadie se aventuró en estas aguas, nadie metió sus carenas en aquel llano marino, bien porque falten en alta mar auras que las impulsen, bien porque ningún soplo del cielo empuje la popa, o incluso porque la calina revista el aire con una especie de velo, bien porque la niebla oculte permanentemente el abismo marino y se mantenga un muy espeso nublado durante el día.
Se trata de aquel Océano que brama en lontananza alrededor del orbe inmenso, ése es el mar más grande. Este abismo marino rodea las costas, éste es el que surte al salado mar Interno, éste es el progenitor de Nuestro Mar; de hecho, arquea desde fuera las aguas de numerosos golfos y la energía de sus profundidades se desliza dentro de nuestro universo.
[Antonio Blanco Freijeiro, Un jinete ibérico de Cástulo]:
Los túrdulos y los oretanos parecen ser dos pueblos de la España prerromana cuyo arte aún nos reserva grandes sorpresas. En el área de los túrdulos, si nos atenemos a Tolomeo, se encontraba la antigua Obulco, la actual Porcuna de Jaén, que a sus anteriores esculturas ibéricas ha sumado ahora un conjunto de tal calidad, que no vacilaríamos en atribuírselo a los griegos focenses de la primera mitad del siglo V (BLANCO, 1981, 43 ss). Algo más al norte de la misma provincia, pero ya en territorio de los oretanos, se encontraba Cástulo, la antecesora y vecina de la moderna Linares, por varios conceptos rica y poderosa, dueña de una feraz campiña y de una cuenca minera de primer orden. Es tradición que con una mujer de aquella ciudad ibérica contrajo matrimonio el gran Aníbal, azote de los romanos. Si no de estirpe germánica en su totalidad, los oretanos debían de tener una buena dosis de sangre nórdica, a tenor de la expresión Oretani qui et Germani de Plinio (III, 25) y del nombre de Oretum Germanorum que Tolomeo (2, 6, 58) aplica a uno de sus núcleos de población (NIETO, 1980, 12 ss). Cuando hace unos años, el profesor J. M. Blázquez, el excavador de Cástulo, puso en mis manos un curioso trozo de pizarra hallado por él en esta localidad y vi en una de sus caras (fig. 1) aquel jinete y aquel brioso caballo ensillado con una piel de pantera, quedé gratamente impresionado, y no porque se tratase de una obra maestra del diseño, sino por lo difícil que me pareció su realización en un material tan poco agradecido como la pizarra, y por lo magistral y novedoso del dibujo en sí. Tratábase, en efecto, de una pieza relativamente antigua, prerromana con la más completa seguridad, aunque no proveniente de un contexto datado, y de un estilo totalmente distinto a cuanto del mismo género se encuentra en el arte ibérico conocido hasta ahora. Esta originalidad nos parece tanto más digna de realce cuanto que el tema del jinete es de los más socorridos por los ceramistas ibéricos y por los abridores de cuños monetales. ...
El soporte del grabado es una placa de pizarra, fina, pero en pésimo estado de conservación, de tal manera que al simple tacto se deshoja. De un extremo a otro mide 18 centímetros. Apareció ya hecha cuatro pedazos, y sin que los restantes se pudiesen encontrar, en el corte 76/11 del «Estacar de Robarinas», entre un montón de piedras de lo que parecía una tumba destruida. Por esta razón sus descubridores la incluyen entre los materiales hallados fuera de contexto. No obstante, la abundante cerámica ática de finales del V y principios del IV que caracteriza a esta zona de la necrópolis de Cástulo, es un dato a tener en cuenta para encuadrar la placa dentro de una época. Jinete y caballo se encuentran en el interior de un marco formado por una sencilla línea recta, parcialmente conservada al pie y a los lados. Dentro de su modestia, el grabado pretende ser algo más que un grafito; delata su pretensión de cuadro. [-200→201-] El caballo marcha hacia la izquierda, al paso, con tres patas en el suelo y sólo la mano derecha levantada, como braceando. Los desconchados de la pizarra no permiten ver completo este brazo, ni las dos patas traseras. En una de éstas, la más próxima al espectador, el contorno del anca, por debajo, fue rectificado por el grabador. Lo mismo hizo éste por delante del brazo izquierdo, en su parte alta. Al parecer no hay más rectificaciones, pero sí algunas rayas que por hallarse en el fondo y sin relación patente con las figuras no sabemos cómo interpretar (una de ellas parece una segunda lanza); esto es, no sabemos si tienen o no algún significado.
La mayor parte de la cabeza del caballo se ha perdido. Sólo subsiste la parte inferior, con el hocico, la boca y la parte adyacente de la cabezada, algo parecida ésta a la del relieve del jinete de Osuna del Museo Arqueológico Nacional (GARCÍA Y BELLIDO, 1947, fig. 280) y a la cabezada de bronce «etrusca» del mismo museo (GARCÍA Y BELLIDO, 1931, 130). El cuello del animal está cubierto de una crin medianamente larga y se encorva con una gallardía muy natural, de un sabor helénico poco común en los caballitos ibéricos. Ese mismo naturalismo se aprecia en el prolijo diseño de la cola. Los arreos del caballo se componen de una manta oculta y sujeta por dos cintas atadas con ayuda de sus respectiva hebillas (explicado el sistema con inaudita claridad, de modo que un niño lo podría reproducir), y de un ancho petral. Quizá la doble cincha excusara el empleo de la baticola, si no es que el grabador se olvidó de este detalle. En lo que sí se explayó muy a gusto fue en la representación de la piel de pantera con que cubrió o engalanó toda la montura. ...
Nuestro jinete cabalga muy relajado, con las riendas en una mano y la lanza en la otra, volviendo la cabeza al espectador, de un modo insólito en el arte ibérico tratándose de figuras de perfil. Esto no significa que no las haya vistas completamente de frente, como la célebre «Potnia Hippon» de Elche. Anómala parece ser también la indumentaria, constituida únicamente por una clámide echada sobre los hombros. Examinando las superposiciones de líneas, da la impresión de que el grabador empezó por hacer el caballo con sus arreos, dejando sólo en reserva para el jinete una parte de la piel moteada de la montura.
El reverso de la placa descrita hasta aquí nos muestra restos de tres cenefas, cubiertas de roleos y entrelazos, al modo de tantas otras derivadas de la decoración helenística del mismo tipo: diadema de Jávea, orlas de páteras, etc. El tema ha sido tratado magistralmente no hace mucho a propósito de un capitel del Cerro de las Vírgenes (Córdoba) (LEÓN ALONSO, 1979, 195 ss), con el que se deben agrupar el fragmento de la misma Cástulo conservado en el Museo Arqueológico Nacional (GARCÍA Y BELLIDO, 1947, fig. 227) y el extraño y fantasioso capitel de la misma procedencia que el Museo de Linares atesora (BLANCO, 1981, fig. 7). La novedad que en este sentido aporta nuestra placa de pizarra es la de permitirnos constatar el alto grado de helenización de quienes hacían esas decoraciones, a la vez tan hispánicas y tan clásicas. No creemos, ciertamente, que el artista cuya obra tenemos aquí ante los ojos fuese un griego, ni siquiera un suritálico, sino un túrdulo o un oretano (pues estos eran los habitantes de estas áreas del Alto Guadalquivir) acostumbrado, entre otras cosas, a ver y copiar figuras de la cerámica griega, como bien se advierte en el jinete de la cara principal de esta placa. A la hora de explicar e identificar al personaje representado, lo único que podemos apuntar es que se trata de un noble caballero; pero aparte de esto, ya no nos [-201→202-] atreveríamos a decir más: si era el héroe de una de aquellas epopeyas turdetanas a que se refiere Estrabón, o un aristócrata, acostumbrado, como otros de Osuna y de Estepa, a pasar el Estrecho para cazar leones en Mauritania en compañía de sus huéspedes; todo esto lo dejamos a la imaginación del lector. Sólo añadiremos a ello que la época en que mejor nos encaja esta pieza arqueológica sería el siglo IV, cuando aún llegaba la cerámica griega pintada a las poblaciones de la Alta Andalucía.
[Platón, Diálogo llamado "Critias o la Atlántida", 369-347 a. C.]:
Ante todas cosas recordemos, que han pasado nueve mil años después de la guerra, que, según dicen, se suscitó entre los pueblos que habitan más acá y más allá de las columnas de Hércules. Es preciso que os dé una explicación de esta guerra desde el principio hasta el fin. De una parte estaba esta ciudad; ella tenía el mando y sostuvo victoriosamente la guerra hasta lo último. De la otra parte estaban los reyes de la isla Atlántida. Ya hemos dicho, que esta isla era en otro tiempo más grande que la Libia y el Asia; pero que hoy día, sumergida por los temblores de tierra, no es más que un escollo que impide la navegación y que no permite atravesar esta parte de los mares. ...
... los dioses echaron suertes sobre las diferentes partes de la tierra; que los unos obtuvieron un territorio grande, otros uno pequeño, y que todos establecieron templos y sacrificios. Neptuno, á quien correspondió la Atlántida, colocó en una parte de esta isla los hijos que había tenido de una mortal. Esta parte era una llanura situada no lejos del mar, hacia el medio de la isla, la más bella, según se dice, y la más fértil de las llanuras. A cincuenta estadios poco más ó menos de esta llanura, también en medio de la isla, había una montaña muy poco elevada. Allí habitaba uno de estos hombres, que en el origen de las cosas nacieron de la tierra, Evenor, con su mujer Leucipa. Estos engendraron una sola hija, llamada Clito, que era núbil, cuando murieron sus padres; y con la que se casó Neptuno, que se enamoró de ella. La colina, donde vivía Clito, fue fortificada por Neptuno, que la aisló de todo lo que la circundaba. Hizo muros y fosos con tierra y agua del mar alternativamente, unos más pequeños, otros más grandes, dos de tierra y tres de agua, ocupando el centro de la isla, de manera que todas sus partes se encontraran á igual distancia del mismo. La hizo por lo tanto inaccesible, porque entonces no se conocían ni las naves ni el arte de conducirlas. Como era un dios, le fue fácil ordenar y embellecer esta nueva isla, formada en medio de la otra, haciendo que salieran del suelo dos manantiales, uno caliente y otro frió; y que produjera la tierra alimentos variados y abundantes.Tuvo sucesivamente de Clito cinco parejas de hijos, todos varones y mellizos, y los educó. Dividió toda la isla Atlántida en diez partes; dio al hijo mayor de los primeros gemelos la estancia de su madre con toda la campiña circundante, que era la más vasta y la más rica de toda la isla, y le hizo rey de todos sus hermanos. Entre estos eligió jefes, y dio á cada uno de ellos el gobierno sobre un crecido número de hombres y una gran extensión de territorio. Todos ellos recibieron un nombre. El hijo mayor, el rey, de quien la isla y este mar, llamado Atlántico, han tomado su nombre, por haber sido el primero que reinó en ella, fue llamado Atlas. A su hermano gemelo le tocó la extremidad de la isla, hacia las columnas de Hércules, la parte del país que se llama Gadirica, que se llamó en griego Enmeles y en la lengua indígena Gadir, donde tiene su origen el nombre de este país. ... Era tal la inmensidad de riquezas, de que eran poseedores, que ninguna familia real ha poseído ni poseerá jamás una cosa semejante. Todo lo que la ciudad y los otros países podían suministrar, todo lo tenían ellos á su disposición. Gracias á su poder, eran importadas muchas cosas en la isla, si bien producía ésta las que son necesarias á la vida, y por lo pronto los metales, ya fueran sólidos ó fusibles, y hasta aquel del cual sólo conocemos el nombre, pero que en la isla existía realmente, extrayéndose de mil parajes de la misma, el oricalco, que era entonces el más precioso de los metales después del oro. La isla suministraba en abundancia todos los materiales de que tienen necesidad las artes, y mantenía un gran número de animales salvajes y domesticados, y se encontraban entre ellos muchos elefantes. Todos los animales tenían pasto abundante, lo mismo los que vivían en los pantanos, en los lagos y en los ríos, como los que habitaban las montañas y llanuras, y lo mismo el elefante que los otros, á pesar de su magnitud y de su voracidad. Además de esto, todos los perfumes que la tierra produce hoy, en cualquier lugar que sea, raíces, yerbas, plantas, jugos destilados por las flores ó los frutos, se producían y criaban en la isla. ...
En cuanto al gobierno y á la autoridad, he aquí el orden que se estableció desde el principio. Cada uno de los diez reyes tenia en la provincia, que le había correspondido y en la ciudad en que residía, todo el poder sobre los hombres y sobre la mayor parte de las leyes, imponiendo penas y la muerte á su capricho. En cuanto al gobierno general y á las relaciones de los reyes entre sí, las órdenes de Neptuno eran su regla. Estas órdenes les habían sido trasmitidas en la ley soberana; los primeros de ellos las hablan gravado en una columna de oricalco, levantada en medio de la isla en el templo de Neptuno. Los diez reyes se reunían sucesivamente el quinto año y el sexto, alternando los números par é impar. En estas asambleas discutían los intereses públicos, averiguaban si se había cometido alguna infracción legal, y daban sus resoluciones. Cuando tenían que dictar un fallo, ved como se aseguraban de su fe recíproca.
Después de dejar en libertad algunos toros en el templo de Neptuno, los diez reyes quedaban solos y suplicaban al dios, que escogiera la víctima que fuese de su agrado, y comenzaban á perseguirlos sin otras armas que palos y cuerdas. Luego que cogían un toro, le conducían á la columna y le degollaban sobre ella en la forma prescrita. Además de las leyes estaba inscripto en esta columna un juramento terrible é imprecaciones contra el que las violase. ...
[Estrabón, Geografía, 7 a. C. - 23 d. C. -las referencias al pasado turdetano, siglos anteriores-]:
De la Turdetania se exporta trigo, mucho vino y aceite; este último en cantidad y calidad insuperables. Se exporta también cera, miel, mucha cochinilla y minio. Fabrican ellos mismos sus barcos con maderas del país (...). Hay en Turdetania sal fósil y no pocos ríos salados. Además se hace no poca salazón de pescado. Anteriormente, importaban muchos tejidos, hoy en día, sus lanas son muy solicitadas y no hay ninguna que las supere en belleza. La abundancia de rebaños de todo tipo es muy grande, como también lo es la caza (...).
Los turdetanos tienen fama de ser los más cultos entre los iberos; tienen una gramática y poseen escritos de antigua memoria, poemas y leyes en verso, que, según dicen ellos, tienen seis mil años. Los otros iberos tienen también su gramática; pero ésta no es uniforme, porque tampoco todos hablan la misma lengua (...).
[Martín Almagro-Gorbea, El origen de los celtas en la península ibérica, protoceltas y celtas, 1992]:
... el estudio de los Celtas constituye uno de los temas más atrayentes de la Protohistoria de la Península Ibérica, esencial para comprender su formación étnica y cultural. Al mismo tiempo, es uno de los campos peor conocidos del mundo céltico, hecho que junto a su personalidad, explica el creciente interés suscitado por los celtas hispanos en la investigación internacional. Sin embargo, este reciente interés por los celtas de la Península Ibérica tropieza, tanto en España como en el extranjero, con una dificultad cada día más evidente: explicar su origen y características peculiares, aspectos interrelacionados de cuya solución depende la interpretación de la problemática actual sobre este pueblo y su cultura. En efecto, el solar de los Celtas tradicionalmente se ha considerado Europa Central (Powell 1958:15 s.; Pauli 1980: Renfrew 1987; Ruiz Zapatero e.p.; etc.), desde donde se habría extendido por toda la Europa Occidental y buena parte de Centroeuropa, llegando hasta la lejana Galicia y el Norte de Italia, en gran parte gracias a una impresionante y tardía expansión, atribuida a diversas invasiones Duval-Kruta 1979), que ha marcado las actuales concepciones generales sobre el mundo céltico. Pero, en realidad, no se conoce su origen ni su evolución antes de la Edad del Hierro (A.A.V.V. 1991:75 s.) y, aun menos, cómo y cuando llegaron a las regiones atlánticas y, concretamente, a la Península Ibérica, donde ofrecen im especial interés por ser el extremo más occidental de la keltiké y por aparecer en ella las primeras referencias históricas griegas a los celtas, como la Ora Marítima (1, 185 s., 485 s.) y Herodoto (2, 33; 4, 49) (Fischer 1972). Por otra parte, los elementos célticos de la Península presentan indudable personalidad debido al largo contacto con culturas locales, ya que asimilaron elementos tartésicos e ibéricos, pueblos que ocupaban las regiones meridionales y orientales. De este modo se enriqueció su cultura, por lo que poseyeron escritura, cerámica a tomo, urbanismo, etc., hasta el punto de que ofrecen un importante conjunto epigráfico, testimonio directo de su lengua y su mentalidad, muy anterior a las tradiciones literarias irlandesas medievales. Estas características también explican que griegos y romanos se refirieran a ellos con el acertado nombre de Celtíberos (Hübner 1899; Koch 1979; Burillo 1988), que expresa la doble raíz cultural y étnica ya aludida por Marcial (Epig I, 55, 8-10).
II - Colonizaciones históricas - Cartagineses - Romanización
Las primeras cuatro letras del alfabeto fenicio en una pieza del yacimiento de doña Blanca (Cádiz), siglos VIII-VII a. C. Bula fenicia del yacimiento del Teatro Cómico de Cádiz siglo VIII a. C. Fuente: El País |
Estela tartésica procedente de Mesas do Castelinho. Fuente: El País. |
La tésera de hospitalidad celtibérica denominada "tésera Froehner" |
J. A. Aunión, El País, 28 de octubre de 2018.
[Martín Almagro Gorbea, Epigrafía prerromana, 2003]:
La colección de epigrafía prerromana de la Real Academia de la Historia... pequeña pero significativa, especialmente en lo que respecta a su variada composición... y a las zonas de procedencia de las piezas. Las inscripiciones documentadas en esta colección son... 276, de las que 113 son auténiticas ... 6 feno-púnicas, 7 griegas, 12 tartésicas, 3 ibéricas meridionales, 1 greco-ibérica, 67 ibéricas levantinas, 16 celtibéricas y 1 lusitana.
[Veleio Patérculo, Compendio de la Historia romana, siglo I d. C., citado en César Pemán, Sobre-la-antiguedad-y-fundacion-de-Cádiz 1928 (recoge opiniones opuestas de Bosch Gimpera, Schulten, Gómez Moreno, etc. -los hechos, míticos, ca. 1100 a. C.-]:
Anno octogésimo post Troiam captam, centessimo et vicésimo quam Hercules ad déos excesserat, Pelopes progcmes, quae omni hoc tempore pulsis Heraclidis Peloponnesi imperium obtinuerat ab Herculis progenie expellitur... Peloponnesii digredientes finibus Atticis Megara... condidere. Ea tempestate ex Tyria classis plurimum pollens mari in ultimo Híspaniae tractu in extremo nostri orbis termino, in Ínsula circunfusa océano perexiguo a continenti divisa freto Gades condidit.
Ya se ve que el testimonio de Veleio es claro y terminante. Da una fecha por referencia a dos hechos conocidos (la destrucción de Troya y la invasión doria en el
Peloponeso) y con relación a ella dice que los fugitivos hijos de Pelops, arrastrados por la tempestad y en
la escuadra fenicia, llegaron a Híspania, donde fundan
a Gades en nuestra isla, separada de la tierra firme por
un pequeño brazo de mar. Ahora bien, la invasión doria en el Peloponeso, los
ochenta años después de la destrucción de Troya y los
otros testimonios citados más arriba vienen bien con la
data de hacia 1100 antes de J. C. y por esto esa era la fecha admitida para la fundación de Cádiz.
... la flota tiria, muy fuerte en el mar, fundó Cádiz en el confín de Hispania, en la extremidad de la ecúmene, en una isla bañada por el Océano y separada del continente por exiguo estrecho (I, II, 3, citado en Javier Lomas, Historia de Cádiz)
Estrabón, que debió retocar su obra -si no escribirla (las opiniones de los especialistas divergen)- en torno al 30 c. C., nos dice, en polémica con Eratóstenes, que eran un lugar común las navegaciones de los fenicios quienes poco tiempo después de lo de Troya exploraron las regiones más allá de las columnas de Heracles y fundaron ciudades allí y en medio del litoral de Libia (I, III, 2). ... Plinio transmite la noticia de que en Lixus había un templo dedicado a Hércules, más antiguo que el gaditano, antiquius Gaditano (Historia Natural XIX, 63); Diodoro de Sicilia, por su parte, ateniéndose a la información que el propio Timeo le proporciona, asegura que, tras la fundación de Cádiz, se adentraron en el océano, explorando las costas y navegando el litoral de África (V.2o). Por último, el gaditano Pomponio Mela afirma que el santuario del Hércules gaditano, y por ende la ciudad, remontaba a tiempos troyanos. Hay pues... unanimidad en determinados escritores a la hora de fechar la fundación de Cádiz; unanimidad no contradicha por ningún otro escritor de la Antigüedad. Es más, la geografía mítica del entorno gaditano nos habla de un antiquísimo conocimiento de estas tierras, por lo menos desde los días de lo de Troya, como dice Estrabón. ... Herodoto... “En Libia, allende las Columnas de Heracles, hay cierto lugar que se encuentra habitado; cuando arriban a ese paraje, descargan sus mercancías, las dejan alineadas a lo largo de la playa y acto seguido se embarcan en sus naves y hacen señales de humo. Entonces los indígenas, al ver humo, acuden a la orilla del mar y, sin pérdida de tiempo, dejan oro, como pago de las mercancías y se alejan bastante de las mismas. Por su parte, los cartagineses desembarcan y examinan el oro; y, si les parece un justo precio por las mercancías, lo cogen y se van; en cambio, si no lo estiman justo, vuelven a embarcarse en las naves y permanecen a la expectativa. Entonces los nativos, por lo general, se acercan y siguen añadiendo más oro, hasta que los dejan satisfechos. Y ni los unos ni los otros faltan a la justicia; pues ni los cartagineses tocan el oro hasta que, a su juicio, haya igualado el valor de las mercancías, ni los indígenas tocan las mercancías antes de que los mercaderes hayan cogido el oro (Historia IV, 196. Traducción de C. Schrader). Se trata de un "comercio mudo", referido aquí al mundo cartaginés, sin duda, pero perfectamente extrapolable a sus antecesores los fenicios y que puede ilustrarnos el modo de establecer el primer contacto con poblaciones de las que nada saben, salvo que son poseedoras o controladoras de recursos altamente estimados por los comerciantes fenicios. A base de tanteos como el del fragmento mencionado podían los fenicios aproximarse a los principales de tales comunidades, obsequiarles a continuación, o en sucesivos viajes, si la experiencia resultaba positiva, con abalorios y pacotilla que indicasen la preeminencia sobre el grupo, y establecida la relación sobre la base de la amistad y la hospitalidad que descansaba en tales dones, efectuar el consiguiente comercio de lujo, como en este caso. ... el Mediterráneo no fue un mar cerrado en la Edad del Bronce. Son evidentes las relaciones anatolias con la cultura del Argar [sic, El Argar], relaciones que no se interrumpieron a juzgar por los datos que nos proporciona la información arqueológica, sino que continuaron y se intensificaron a partir de la Edad del Hierro a medida que... la seguridad en el mar iba permitiendo crear un mercado y con él una demanda de productos que a su vez generaba la intercomunicación y la salida de economías autárquicas. ... El relato conocido por Posidonio y transmitido por Estrabón... dice así: "Sobre la fundación de las islas de Cádiz, he aquí lo que dicen: que cierto oráculo mandó a los tyrioi fundar un establecimiento en las Columnas de Heraklés; los enviados para hacer la exploración llegaron hasta el estrecho que hay junto a Kalpe y creyeron que los promontorios que forman el estrecho eran los confines de la tierra habitada y el término de las empresas de Heraklés; suponiendo entonces que allí estaban las columnas de que había hablado el oráculo, echaron el ancla en cierto lugar de más acá de las columnas, allí donde hoy se levanta la ciudad de los exitanos. Mas como en este punto de la costa ofreciesen un sacrificio a los dioses y las víctimas no fueran propicias, se volvieron. Tiempo después, los enviados atravesaron el estrecho, llegando hasta una isla consagrada a Heracles, sita junto a Onoba, ciudad de Iberia, y a unos mil quinientos estadios fuera del estrecho; como creyeran que estaban allí las Columnas, sacrificaron de nuevo a los dioses; mas otra vez fueron adversas las víctimas, y regresaron a la patria. En la tercera expedición fundaron Cádiz, y alzaron el santuario en la parte oriental de la isla, y la ciudad en la occidental” (Estrabón III,V,5. Traducción de A. García Bellido).
[Manuel Pellicer, Crítica analítica de la arqueología tartesia y turdetana, en Jünger Untermann, Francisco Villar (eds.), Lengua y Cultura en la Hispania Prerromana, 1993]:
Para establecer la cronología de la protohistoria del suroeste ibérico, en los horizontes del bronce reciente, del orientalizante y del ibérico, esto es, desde un momento del s. XII a. C. hasta fines del s. III y II a. C. con la romanización de la Bética, la investigación procedió, primeramente, utilizando como base los datos cronológicos deducidos de las fuentes escritas, pero estas fuentes no son lo suficientemente expícitas, especialmente en los episodios arcaicos del orientalizante, y sensiblemente nulas para la época del bronce reciente, inmerso todavía en la prehistoria.
Entre las fechas más llamativas deducidas de las fuentes, se posee la ya indicada de la fundación de Gadir por los tirios, hacia 1160 a. C. (V. Patérculo, I, 8, 4), la fundación de Cartago en el 814 a. C., el viaje del samio Coleo a Tartessos a mediados del s. VII a. C. (Heródoto, IV, 152), la fundación de Massalia por los focenses hacia el 600 a. C., la caída de Tiro ante Nabucodonosor en el 574 a. C., la fundación de Emporion hacia el 560 a. C., la batalla de Alalia entre etruscos y cartagineses contra focenses en el 545 a. C., el contacto de los focenses con Argantonio a mediados del s. VI a. C. (Heródoto, I, 165), el tratado político-económico entre Cartago y Roma en el 509 a. C., otros tratados similares en los años 348, 306 y 279 a. C., la I guerra púnica en el 264 a. C., la etapa bárcida [Asdrúbal, Amílcar y Aníbal Barca] en Iberia desde el 237 a. C. hasta la batalla de Ilipa en el 206 a. C.
Con cierto esfuerzo se está intentando hacer coincidir estos acontecimientos históricos con el ritmo y las anomalías estratigráficas de ciertos yacimientos. Si Gadir fue fundada por los tirios 80 años después de la caída de Troya y si, según la estratigrafía y la cronología de C. W. Blegen, la Troya VII a, incendiada por Agamenón, evidencia una cronología precisa entre el 1275 a. C. y 1240 a. C., en función de la datación ofrecida por la cerámica micénica III b, del siglo XIII a. C. y la ausencia de cerámica micénica III c, del s. XII a. C., Gadir debió ser fundado hacia el 1160 a. C. y no en el 1100 a. C., si la leyenda, todavía no demostrada, es cierta.
Algunas de estas fechas han sido captadas, inaceptadas o corroboradas por las estratigrafías de los yacimientos coloniales o tartésicos o ibéricos excavados. El viaje de Coleo de Samos y lo que este episodio conlleva arquológicamente no tiene apenas repercusión en Tartessos, puesto que la segunda mitad del s. VII a. C. no es pródiga en materiales griegos. En cambio, la fecha del 600 a. C. de la fundación de Massalia por los focenses, sí que parece repercutir en la arqueología griega de Tartessos, como se demuestra en las recientes estratigrafías de la ciudad de Huelva, según ya apuntamos. Un fenómeno análogo al de Huelva sucede, al parecer, en la Torre de Doña Blanca, según noticias de su excavador. Si la fundación de Massalia supuso un afianzamiento comercial focense en el Mediterrráneo Occidental, la caída de Tiro en el 574 acarreó un colapso definitivo de la colonización fenicia, siendo evidente su repercusión en Tartessos y advirtiéndose con claridad en la arqueología, bien entendido que, el aumento de la cerámica griega en Huelva en la primera mitad del s. VI no indica necesariamente, pero sí posiblemente, presencia griega, aunque los materiales griegos pudieron ser comercializados por fenicios de Occidente en Pitecusas. La recesión focense, a causa de la batalla de Alalia en el 545 a. C., parece también advertirse en la estratigrafía onubense por el enrarecimiento de productos griegos al final del segundo tercio del s. VI a. C.
[Periplos de Hannon y Himilcón, fecha incierta, siglo VI ó V a. C.]:
Himilcón fue un navegante cartaginés que realizó, según la tradición, un viaje desde Cádiz hasta Britania, probablemente antes del 480 a. C. y llegó incluso hasta el Mar de los Sargazos. No obstante, la presencia en Britania no está confirmado. El viaje de Himilcón resulta, de todos modos, de una importancia excepcional; del mismo solamente recogen noticias Avieno y Plinio (Nat. 2. 169), quien dice que navegó el mismo año que Hanón. Si Himilcón tardó cuatro meses, lo que debió de hacer fue un viaje de exploración por el Atlántico, que le permitió llegar desde la zona de las calmas ecuatoriales, en donde se detiene perezoso el indolente hálito del mar, al Mar de los Sargazos, donde vio la marcha de sus naves entorpecida por las muchas algas que detenían frecuentemente al barco como si fueran espesos matorrales, y a ciertas zonas surcadas por las ballenas, mucho más abundantes en aquella época que en nuestros días (J. Gavala, 1959, 70 ss.)
El recuerdo de la expedición se conserva en Plinio (2.67.3.) "y Hanón, en tiempo del florecimiento de la potencia de Cartago, habiendo llegado desde Cádiz hasta Arabia, nos dejó por escrito una descripción de su viaje, lo mismo que por igual época hizo Himilcón, enviado a reconocer la zona exterior de Europa". Del texto de Avieno resulta que Himilcón había dejado una relación de su viaje. Plinio, por otra parte (1.5.) lo ha citado junto con Hanón entre las fuentes de su libro V consagrado a Libia, pero no entre las del libro IV en el que habla de las costas europeas del Atlántico, de lo que se puede concluir que no había encontrado informaciones propiamente geográficas. De la frase de Plinio se deduce que el viaje de Himilcón fue una exploración oficial. La conclusión de Himilcón parece haber sido negativa en cuanto a los resultados de su viaje, como se deduce de la triple cita de Avieno: en todos los casos parece destinado a desaconsejar, a desanimar la navegación atlántica. Cabe la posibilidad de que el relato de Himilcón esté conscientemente manipulado, cuando da la imagen de una navegación virtualmente imposible, para evitar la curiosidad de aventureros que pudieran "descubrir" la ruta secreta del estaño. Tal sería la versión querida por quienes consideran que los cartagineses establecieron un monopolio sobre el tráfico marítimo por el Atlántico, amparados en una serie de indicios entre los que uno de los más espectaculares es el relato de Estrabón (3.5.9.)
https://es.wikipedia.org/wiki/Himilc%C3%B3n_(navegante)
[Estrabón, Geografía, 7 a. C.-23 d. C. -los hechos han de ser anteriores a la destrucción de Cartago, siglo II a. C.-]:
Las islas Kassiterides son en número de diez, todas ellas muy cercanas entre sí y sitas hacia el norte del Puerto de los Artabroi [ártabros, en las rías de La Coruña y El Ferrol], en plena mar ... Viven, en general, del producto de sus ganados, a la manera de los pueblos nómadas. Tienen metales de estaño y plomo, y los cambian, así como las pieles de sus bestias, por cerámica, sal y utensilios de bronce que les llevan los mercaderes. En un principio este comercio era explotado únicamente por los phoinikes [fenicios, púnicos -en este contexto, cartagineses-] desde Gadeira [Gades, Cádiz], quienes ocultaban a los demás las rutas que conducía a estas islas. Cierto navegante, viéndose seguido por los rhomaioi [romanos], que pretendían conocer la ruta de estos emporios, varó voluntariamente por celo nacional en un bajo fondo, donde sabía que habrían de seguirle los rhomaioi, pero habiendo logrado salvarse el de este naufragio general, le fueron indemnizadas por el Estado las mercancías que perdió. Pero los rhomaioi, a fuerza de numerosos intentos, acabaron por descubrir la ruta de estas islas.
[Tito Livio, Ab urbe condita, siglo I d. C. -los hechos, siglo I a. C.-]
Ya entonces Emporión estaba formada por dos ciudades, a las que dividía una muralla; una habitada por los griegos de Focea, como los massaliotas, y otra por hispanos; pero a la ciudad griega, expuesta al mar, la rodeaba una muralla de menos de cuatrocientos pies, mientras que la ciudad hispana, más retirada del mar, poseía una muralla de unos tres mil pies de circuito. En tercer lugar, el divino César, después de su victoria sobre los hijos de Pompeyo, estableció allí una colonia romana; en la actualidad se han fundido estos tres pueblos en uno, después que los hispanos, al principio, y más tarde los griegos, han recibido la ciudadanía romana. Quien los viese expuestos por un lado al mar abierto y, por otro, a los hispanos, pueblo tan bárbaro y belicoso, se preguntaría cual es su defensa; la defensora de su debilidad era la disciplina que, frente a los vecinos más fuertes, se conserva siempre. La parte de la muralla que miraba hacia tierra estaba magníficamente fortificada, con una sola puerta y un magistrado de turno siempre de guardia ante ella; durante la noche una tercera parte de los ciudadanos montaba vigilancia en las murallas, y no sólo era por hábito o costumbre, sino que ejercían vigilancia y practicaban las rondas con igual cuidado que si el enemigo estuviese ante las puertas; no admitían a ningún hispano dentro de la ciudad, ni salía nadie de ella sin precauciones. La salida al mar está abierta a todos , pero por la puerta que da a la ciudad hispana nunca salen sino en gran número, casi siempre la tercera parte que la noche anterior había estado de servicio en las murallas. El motivo de sus salidas era el siguiente: los hispanos ignorantes de la navegación, se alegraban del comercio de aquellos y deseaban comprar las mercancías extranjeras que las naves llevaban, y vender los productos de sus campos. El interés de este mutuo comercio hacía que la ciudad hispana fuera accesible a los griegos. Aumentaba su seguridad el hecho de haberse cobijado bajo la sombra de la amistad con Roma, a la cual servían, si con menos fuerzas que los massaliotas, con una fidelidad igual.
Make a desert and call it peace: massacre at the Iberian Iron Age village of La Hoya, Teresa Fernández-Crespo y otros, 2020 |
[Polibio, citado en Fernando Quesada, La-cuestion-del-gladius-hispaniensis]:
A este escudo le acompaña la espada (machaira), que llevan colgada sobre la cadera y que se llama española (iberiké). Tiene una punta potente y hiere con eficacia por ambos filos, ya que su hoja es sólida y fuerte. ... Los iberos y los galos tenían el escudo muy parecido, pero en cambio las espadas (xiphe) eran de factura diferente. Las de los iberos podían herir tanto de punta como por los filos; la espada gala, en cambio, servía sólo para herir de filo, y ello aún a cierta distancia ... Los celtíberos difieren mucho de los otros en la preparación de las espadas (machaira). Tienen una punta eficaz y doble filo cortante. Por lo cual los romanos, abandonando las espadas de sus padres, desde las guerras de Aníbal cambiaron sus espadas por las de los iberos, y también adoptaron la fabricación, pero la bondad del hierro y el esmero de los demás detalles apenas han podido imitarlo.
Si aceptamos pues que hubo una imitación romana de una espada peninsular, caben dos posibilidades sobre la fecha: a. Antes del 225 a.e., y entonces la espada romana descrita por Polibio (11.33) sea ya el gladius hispaniensis. Es poco probable, porque por un lado ese texto no alude a la esencial multifuncionalidad de la espada hispana (cortante y punzante) y por otro porque la Suda insiste en que los romanos tomaron el arma hispana en época de la guerra de Aníbal. b. Durante la primera parte de la Segunda Guerra Púnica, entre 216 (Cannas) y 209 (toma de Cartagena). Esta opción casa mejor con la evidencia de las fuentes literarias y es la que hemos aceptado. Los recientes descubrimientos que han permitido definir arqueológicamente el gladius romano republicano, a su vez nos autorizan a desechar algunas de las propuestas antiguas sobre el posible prototipo hispano de la espada romana, como la falcata, la espada de frontón o las armas de antenas. Las modificaciones efectuadas a lo largo del s. III a. C. sobre viejas importaciones de espadas de La Tene I europeas llevaron a un modelo virtualmente idéntico a las espadas romanas republicanas descubiertas recientemente en Delos, Francia y la propia Península Ibérica. Estas modificaciones afectaron sobre todo a la longitud de la hoja (que se estancó en unos 60 cm., en lugar de seguir creciendo en longitud como ocurrió en Francia durante La Tene II); al material de la vaina (las vainas metálicas fueron sustituidas por otras de cuero o madera con armazón de vástagos de hierro); al sistema de suspensión (dos o tres anillas en lugar de pasador vertical); y finalmente a la decoración (placas repujadas en la vaina). En consecuencia, el prototipo del gladius hispaniensis es una espada celtibérica cuyo origen remoto no está en los tipos característicos de Iberia en los ss. V-IV a. C., sino en la espada de La Tene I celta modificada sustancialmente de acuerdo con los gustos locales desde el fin del s. IV a. C. en la Meseta y Sureste peninsular. [En el mismo, cita de Tito Livio: "Pues acostumbrados a luchar con griegos e ilirios, no habían visto {los macedonios] hasta entonces más que heridas de pica (hastis) y de flechas (saggitis) y raras veces de lanza (lanceis); pero cuando vieron los cuerpos despedazados por la espada española (gladio Hispaniensi), brazos cortados del hombro, cabezas separadas del cuerpo, truncada enteramente la cerviz, entrañas al descubierto y toda clase de horribles heridas, aterrados se preguntaban contra qué armas (tela) y contra qué hombres tendrían que luchar".]
[Diodoro Sículo, Biblioteca Histórica, ca. 60 a. C.]:
Los celtíberos proporcionan para la guerra no sólo hábiles jinetes, sino también soldados de infantería, excelentes por su vigor y valor. Visten éstos ásperos mantos negros, cuya lana se parece a la piel de cabra [...]. Tienen entre ellos una costumbre peculiar: son limpios y cuidadosos en su vida diaria, pero observan una práctica que es vulgar y muy sucia: bañan con orina su cuerpo y limpian sus dientes con el mismo producto, pensando que es muy sano para el cuerpo. Los celtíberos son crueles con sus enemigos y adversarios, pero con los extranjeros se comportan muy dulce y amablemente. Todos ruegan a los extranjeros que tengan a bien hospedarse en sus casas y rivalizan entre ellos en la hospitalidad. Aquellos a quienes prestan servicio los extranjeros gozan de gran predicamento y se les llama amados de los dioses. En cuanto a la comida, se alimentan de toda clase de carnes en gran abundancia. Como bebida utilizan vino mezclado con miel, ya que la región produce gran cantidad de este producto, aunque, en cuanto al vino, lo adquieren de los comerciantes que lo importan.
...
Existe una costumbre particular y propia de los hispanos que se manifiesta de manera singular entre los lusitanos: cuando los jóvenes llegan a la edad adulta, aquellos que son más pobres, pero que sobresalen por su fuerza y valor se encaminan a las montañas. Allí se unen en grandes cuadrillas y se lanzan sobre las tierras llanas acumulando riquezas a través del pillaje.
...
el más avanzado de entre los pueblos vecinos a éstos (los Celtíberos), es el conjunto de los llamados Vacceos: pues éstos, cada año, distribuyen la tierra arable a los labradores, y poniendo en común sus frutos, entregaban a cada uno su parte, y a los labradores que se apropiaban de alguna parte para ellos mismos, daban la muerte como castigo.
[el primer fragmento, de auladehistoria los dos siguientes de Wikipedia]
[La razón de que se entregaran a los buitres a los guerreros vacceos muertos en combate - Un investigador cree que una necesidad práctica fue el origen del ritual de este pueblo prerromano de la Meseta Norte, ABC, 24/06/2022 ] «Los vácceos (pueblo de Occidente) ultrajan a los cadáveres de los muertos por enfermedad, ya que consideran que han muerto cobarde y afeminadamente, y los entregan al fuego, pero a los que han perdido la vida en la guerra, los consideran nobles, valientes y dotados de valor y, en consecuencia, los entregan a los buitres porque creen que éstos son animales sagrados», escribió el autor romano Claudio Eliano (siglos II-III d.C.) en su obra 'Sobre la naturaleza de los animales'. Algunas evidencias arqueológicas, como la estela de Zurita en la que se ve a un buitre picoteando el cuerpo de un guerrero yacente, vienen a confirmar esa costumbre extendida entre los pueblos de la Meseta Norte a lo largo de la Segunda Edad del Hierro.
[Polibio, Historias, ca. 146 a. C. -el llamado "tratado del Ebro", 226 a. C.-]
Por este mismo tiempo Asdrúbal... administraba el mando con cordura e inteligencia; y entre todo había hecho avanzar en gran manera los intereses de su patria, construyendo una ciudad llamada por unos Cartago, por otros Ciudad Nueva, que no contribuyó poco a la prosperidad de los asuntos de los cartagineses, y principalmente por su situación favorable tanto para los intereses de España como por los de África... Los romanos constataron que allí se había establecido un poder y temible, y pasaron a preocuparse de España. Vieron que en los tiempos anteriores se habían dormido y que los cartagineses se les habían anticipado a construir un gran imperio, e intentaron con todas sus fuerzas recuperar lo perdido. Pero de momento no se atrevían a exigir nada a los cartagineses ni a hacerles la guerra, porque pendía sobre ellos su temor a los galos, en sus mismas fronteras, y aguardaban una invasión día tras día. De este modo los romanos halagaban y trataban benignamente a Asdrúbal, pues habían decidido arriesgarse contra los galos y atacarles: suponían que no podrían dominar a Italia ni vivir con seguridad en su propia patria mientras tuvieran por vecinos a estas gentes. Despacharon legados a Asdrúbal y establecieron un pacto con él, en el que, silenciando el resto de España, se dispuso que los cartagineses no atravesarían con él fines bélicos el llamado Ebro. Esto se hizo al tiempo que los romanos declararon la guerra a los galos de Italia.
[Polibio, II, 1, 5 -citado en iesmardearagon-]:
Arreglados los asuntos de África, los cartagineses enviaron rápidamente a Amílcar a las regiones
de Iberia, poniendo bajo sus órdenes un ejército. Tomó a sus tropas y a su hijo Aníbal, que entonces
tenía nueve años, y, atravesando las columnas de Hércules, recompuso, en bien de Cartago, todos los
asuntos de España. Pasó en esas regiones casi nueve años e hizo a muchos pueblos íberos súbditos de
los cartagineses, reconquistándolos ya por las armas, ya por persuasión, Amílcar dejó la vida de un
modo digno de sus acciones pasadas. Entabló una batalla con gentes muy valientes que poseían un
gran ejército y actuando audaz y arrojadamente en los lugares de más peligro, perdió valientemente la
vida. Los cartagineses entregaron el mando a Asdrúbal, su yerno, almirante de la flota.
[Campañas de Aníbal en la Meseta, 221 y 220 a. C.]
https://es.wikipedia.org/wiki/Batalla_del_Tajo
[La toma de Sagunto por Aníbal y su significado, en artehistoria, 219 a. C.]:
La toma de Sagunto por Aníbal ha sido descrita al detalle por los autores antiguos hasta el punto de que sus descripciones aportan mucha información sobre las tácticas y métodos de guerra de la época. Para los historiadores filorromanos, el relato sobre los saguntinos, amigos de Roma, resistiendo con valentía a un ejército más poderoso para defender su libertad equivale a una exaltación indirecta de las virtudes romanas encarnadas ya en los saguntinos; es claro en este sentido el testimonio de Livio (21, 7-8; 11-12; 14-15). Tras un largo asedio, el 219 a.C., Aníbal toma Sagunto, una de las ciudades más importantes del sur del Ebro. El pretexto de Aníbal para el ataque a la ciudad fue la necesidad de proteger a las poblaciones vecinas de turboletas, que se sentían oprimidas por Sagunto. Roma no acudió á defender a los saguntinos ni les envió ayuda. El mensaje militar y político de la toma de Sagunto fue comprendido al punto por Roma. Ambas potencias comenzaron a hacer los preparativos para lo que sería un encuentro frontal de las mismas. A raíz de este acontecimiento, Roma crea dos cuerpos de ejército: el cónsul T. Sempronio Longo debía partir el 218 a Sicilia y, desde allí, pasar a Cartago, mientras el otro cónsul, P. Cornelio Escipión, debía dirigirse a Marsella y, desde allí, a la Península Ibérica. A su vez, el mismo 218 a.C., Aníbal somete a los pueblos hispanos situados entre el Ebro y los Pirineos (ilergetas, ausetanos, airenosios y lacetanos) y, una vez organizada la defensa de la Península, dirige sus tropas a Italia, iniciándose así la II Guerra Púnica, que no terminó hasta el 204 a.C. La discusión sobre la búsqueda del culpable de la II Guerra Púnica ha sido profusamente planteada en la historiografía moderna. Más de una treintena de artículos han tratado el asunto con interpretaciones que van desde la lectura rigurosa de matices constitucionales del Estado romano y del cartaginés con el intento de adivinar de qué lado estaba la decisión justa, hasta la aportación de explicaciones geográficas como la tan curiosa que sugería que el tratado del Ebro había sido realmente el tratado del Júcar. La realidad más cruda reside en la comprobación de que tanto Roma como Cartago deseaban la guerra para decidir con ella la cuestión central del mantenimiento de la hegemonía económica y política sobre el occidente del Mediterráneo.
[Toma de Cartago Nova y liberación de los rehenes iberos -"continencia de Escipión"-, 209 a. C.]:
La toma de Cartagena, episodio clave de la segunda guerra púnica en la península ibérica, se narró por primera vez en las Historiae de Polibio (mediados del siglo II a. C.); y se desarrolló posteriormente en la literatura latina (Tito Livio, Floro, Silio Itálico, Apiano, Dion Casio), con secuelas hasta el siglo VI. Como tema iconográfico aparece en la pintura del Renacimiento, y continuó siendo muy desarrollado por la pintura de historia hasta el siglo XIX.
Tomando como base el primitivo texto de Polibio, Tito Livio retomó el asunto en su Ab Urbe condita libri (finales del siglo I a. C.) El nuevo relato resulta notablemente ampliado y enriquecido con respecto al original: tras la toma de la ciudad de Qart Hadasht y el reparto de premios entre los vencedores (que incluyó una insólita doble concesión de la corona mural) unos soldados romanos presentan ante Escipión, como botín de guerra, a una joven de excepcional belleza. La muchacha era una princesa nativa, prometida de Alucio, un caudillo celtíbero. El padre de la princesa acude portando un rescate para su liberación. Escipión, joven y mujeriego, está tentado de quedarse a la joven para sí; no obstante, da orden de devolverla a su padre, consignando el rescate como dote para las bodas.
https://es.wikipedia.org/wiki/Batalla_de_Cartago_Nova_(209_a._C.)
[Batalla de Ilipa, en Antonio Caballos, Carmona romana -los hechos, 207 o 206, a. C.-]:
La llamada "Batalla de Ilipa" ha sido situada por los historiadores modernos en Alcalá del Río, la Ilipa Magna de los romanos. Dicha asignación se debe a dos grandes historiadores, el griego Polibio y el latino Tito Livio. Polibio habla de Ilinga, mientras que Livio la llamó Silpia. ... Apiano señala a Carmona como el lugar de la contienda. Las dificultades lingüísticas para la identificación con Ilipa, los detalles de la campaña militar o los movimientos de tropas apuntan a Carmo (Carmona) como el lugar más idóneo, en la vega del río Corbones al pie de la fortaleza de una plaza fuerte como lo era Carmona. ... Después de la batalla, los cartagineses con Hasdrúbal huyeron a Gades, tal vez por el río Betis.
https://es.wikipedia.org/wiki/Batalla_de_Ilipa
[Polibio, Historias, ca. 146 a. C. -toma de Cartago Nova por Escipión, 209 a. C.-]:
Andóbal (Indíbil) y Mandonio eran por aquel tiempo los dinastas más poderosos entre los íberos y de quienes se opinaba que eran los amigos más fieles de los cartagineses. Desde hacía tiempo, empero, estaban disgustados. Buscaban la ocasión de sublevarse desde que Asdrúbal, por desconfianza hacia ellos, les había exigido el pago de una gran suma de dinero y la entrega de sus mujeres e hijas como rehenes [...]. Pensando que aquel era un momento oportuno, sacaron su ejército el campamento de los cartagineses durante la noche y se retiraron a unos lugares escarpados donde podían defenderse con seguridad. Tras este hecho, la mayoría de los íberos desertaron de Asdrúbal, ya que desde hacía tiempo estaban molestos por la arrogancia de los cartagineses [...]. Escipión devolvió sus hijas a los ilergetes, y al día siguiente hizo un tratado con ellos. Lo esencial de este acuerdo era que habían de seguir a los jefes romanos y obedecer sus órdenes. Firmaron el tratado y se retiraron a sus campamentos.
[Polibio, Historias, ca. 146 a. C. -rebelión de Indíbil y Mandonio, 207 a. C.-]:
¿Y qué enemigos son éstos? ¿Son acaso Indibilis y Mandonio? Pero ¿quién no sabe que éstos se pasaron a nosotros cuando ya habían vendido a los cartagineses; y ahora, faltando a la fe del juramento, se han tornado nuestros enemigos?... Convocadas a junta sus tropas en la misma Cartagena, Escipión hizo un discurso sobre la audacia y perfidia de Indibilis... Al día siguiente levantó el real y se puso en marcha. Transcurridos diez días llegó al Ebro, y a los cuatro de haberlo cruzado acampó a la vista del enemigo, mediando sólo un valle entre los dos campamentos. ...
Escipión, aunque ya estaba dispuesto para el combate, sin embargo, como vio que los españoles bajaban imprudentemente al valle y que ordenaban en el llano no sólo la caballería, sino también la infantería, se detuvo un rato a fin de que los enemigos formasen la mayor parte. Porque, aunque contaba con su caballería, fiaba aún más en su infantería, la cual en las batallas ordenadas y a pie firme era muy superior, ya en armas, ya en valor, a la de los españoles.
Así que le pareció que ya era tiempo, él se situó al frente de los contrarios, que estaban ordenados al pie de la montaña, y sacando de su campo cuatro cohortes bien unidas, las envió contra la infantería enemiga que había bajado al valle. En este momento, C. Lelio con la caballería avanza por las colinas que desde el campo de batalla se extendían hasta el valle, da por la espalda sobre la caballería contraria y la obliga a pelear con él. Con esto la infantería enemiga, privada del apoyo de su caballería en cuya confianza había bajado al valle, era estrechada y oprimida, bien que también a la caballería alcanzaba la misma suerte. Porque encerrada en un paso angosto y apurada por todas partes, mataba más de sus mismas gentes que la que mataban los romanos, ya que su propia infantería la incomodaba por los costados, la de los contrarios de frente y la caballería por la espalda. En esta especie de combate perdieron la vida casi todos los que bajaron al valle; pero la infantería ligera que estaba formada al pie de la montaña y Imponía la tercera parte de todo el ejército emprendía la huida, y con ella Indibilis, que se salvó en un lugar fortificado. Escipión, después de haber puesto fin a los asuntos de España, alegre sobremanera fue a Tarragona para llevar desde allí a su patria el más glorioso triunfo y la más memorable victoria. Con el anhelo de no llegar tarde a las elecciones de los cónsules, después de haber arreglado todo lo tocante a España y entregado el mando del ejército a Silano y Marcio, se hizo a la vela para Roma con Lelio y otros amigos.
[Bronce de Lascuta, 189 a. C. -Wikipedia, CIRHA, Museo de Jerez-]:
Lucio Emilio, hijo de Lucio, imperator, decretó que los servei [esclavos -la traducción "siervos" es equívoca-] de Hasta, que habitaban en la Turris Lascutana, fueran libres y mandó poseyeran y conservaran ciudad y territorio mientras el pueblo y el senado romano lo quisieran. Dado en el campamento el día duodécimo antes de las calendas de febrero.
[Apiano, Sobre Iberia, siglo II d. C., citado en GIRHA -los hechos, ca. 176 a. C.-]:
Cuatro Olimpiadas más tarde, en torno a la ciento cincuenta Olimpiada, muchos íberos se sublevaron contra los romanos por carecer de tierra suficiente, entre otros , los lusones que habitaban en las cercanías del río Ebro. Por consiguiente el cónsul Fulvio Flaco hizo una expedición contra ellos, los venció en una batalla y muchos de ellos se desperdigaron por las ciudades. Pero todos los que estaban especialmente faltos de tierra y obtenían su medio de vida gracias a una existencia errabunda se congregaron en su huída , en la ciudad de Complega, que era de fundación muy reciente, bien fortificada y que se había desarrollado con rapidez. Tomando a esta ciudad como base de sus operaciones, exigieron a Flaco que les entregara un sagum, un caballo y una espada como compensación por cada uno de los muertos, y que se marchara de Iberia antes de que le ocurriera una desgracia. Este les respondió que les entregaría muchos sagos, y, siguiendo a sus emisarios, acampó junto a la ciudad. Ellos, contrariamente a sus amenazas, huyeron en secreto de inmediato y se dedicaron a devastar el territorio de los pueblos bárbaros de los alrededores. Estos pueblos utilizan un manto doble y grueso que abrochan todo alrededor a la manera de una casaca militar y lo llaman sagum.
[Apiano, Historia romana/De rebus Hispaniensibus o Iberia, siglo II d. C. -los hechos, del 150 al 139 a. C.-]:
Lúculo, que había combatido contra los vacceos sin autorización senatorial y, a la sazón, se encontraba invernando en Turdetania, al darse cuenta de que los lusitanos hacían incursiones contra las zonas próximas, envió a sus mejores lugartenientes y dio muerte a cuatro mil lusitanos. Mató a mil quinientos cuando atravesaban el estrecho cerca de Gades, y a los demás, que se habían refugiado en una colina, los rodeó de una empalizada y capturó a un número inmenso de ellos. Entonces, tras invadir Lusitania, se puso a devastarla gradualmente. Galba llevaba a cabo la misma operación por el lado opuesto. Cuando algunos de sus embajadores vinieron a él con el deseo de consolidar los pactos que habían hecho con Atilio, el general que le había precedido, y que habían quebrantado, los recibió, firmo una tregua y mostró deseos de entablar relaciones amigables con ellos, ya que entendía que se dedicaban a la rapiña, a hacer la guerra y quebrantar los tratados por causa de la pobreza: Pues, les dijo, la pobreza del suelo y la falta de recursos os obligan a esto, pero yo daré una tierra fértil a mis amigos pobres y os estableceré en un país rico distribuyéndolos en tres partes ... Ellos, confiados en estas promesas, abandonaron a sus lugares de residencia habituales y se reunieron en donde les ordenó Galba. Este último los dividió en tres grupos y, mostrándoles a cada uno una llanura, les ordenó que permanecieran en campo abierto hasta que, a su regreso, les edificara sus ciudades. Tan pronto como llegó a la primera sección, les mandó que, como amigos que eran, depusieran sus armas. Y una vez que lo hubieron hecho, los rodeó con una zanja y, después de enviar a algunos soldados con espadas, los mató a todos en medio del lamento general y las invocaciones a los nombres de los dioses y a las garantías dadas. De igual modo también, dándose prisa, dio muerte a la segunda y tercera sección cuando aún estaban ignorantes de la suerte funesta de los anteriores, vengando con ello una traición con otra traición a imitación de los bárbaros, pero de una forma indigna del pueblo romano. Sin embargo unos pocos de ellos lograron escapar, entre los que estaba Viriato...
...
No mucho después, cuantos escaparon a la perfidia de Lúculo y Galba, reunidos hasta 10.000 invadieron la Turdetania. Contra ellos se dirigió Cayo Vetilio, llegado de Roma con algunas tropas nuevas a las que juntó las que había en Hispania, unos 10.000 en total. Sorprendiendo a los lusitanos en sus correrías, mató a muchos y obligó a los restantes a refugiarse en un lugar, provocándoles una situación difícil, pues quedándose allí sucumbirían al hambre y, si salían, a los romanos. En vista de esto, los lusitanos enviaron una legación con ramos de olivo a Vetilio pidiéndoles tierras para establecerse y prometiéndole permanecer sometidos al pueblo romano en adelante. Vetilio prometió darles tierras y se disponía a formalizar el pacto cuando Viriato, que había logrado escapar de la crueldad de Galba y se hallaba entre ellos, les puso en guardia contra la perfidia de los romanos, recordándoles cuántas veces les habían atacado faltando a sus juramentos y cómo aquel ejército no era otra cosa que los restos escapados a los perjurios de Galba y Lúculo, diciéndoles que no desesperasen de salir de aquella situación si querían obedecerle. ...
Animados y llenos de moral, eligieron a Viriato como jefe. Éste colocó a todos los hombres de frente, como en disposición de combate, ordenándoles que cuando montaran a caballo, se dispersasen en todas las direcciones y huyesen como pudieran por caminos diversos hasta la ciudad de Tribola y que allí le esperasen. Por otra parte, seleccionó a un millar de jinetes para que quedasen junto a él. Dispuestas estas cosas, Viriato montó a caballo y los lusitanos se dieron a la fuga. Vetilio no se molestó en perseguir a quienes huían en dispersión, sino que se dirigió contra Viriato, que permanecía en guardia y atento a los acontecimientos para entablar combate con él. Pero Viriato con sus velocísimos caballos, pasó todo aquel día y el siguiente corriendo por la llanura, hostigándole, replegándose, haciéndole frente de nuevo y atacándole. ...
...
... Cuando se supo esto en Roma, enviaron a Hispania a Fabio Máximo Emiliano, hijo de Emilio Paulo, el vencedor de Perseo, rey de Macedonia, encargándole de la leva de un ejército. Pero él, viendo que la ciudad estaba exhausta por las conquistas de Cartago y de Grecia, y por la conclusión de la tercera guerra de Macedonia, para no utilizar más a los que regresaban de estas campañas, reclutó dos legiones de jóvenes bisoños, que no habían tomado parte aún en ninguna guerra. Y, habiendo solicitado de los aliados otros refuerzos, con un ejército de quince mil de a pie, y unos dos mil de a caballo, llegó a Urso, ciudad de Hispania. Desde aquí, no queriendo abrir las hostilidades hasta tener la tropa bien entrenada, navegó hasta Gades, para hacer un sacrificio a Hércules. Entretanto Viriato, cayendo sobre unos soldados que habían salido para hacer leña, mató a muchos y llenó de pavor a los demás; y como el que mandaba estas fuerzas las formase en orden de batalla, de nuevo las derrotó Viriato, tomándoles mucho botín. Regresado Máximo, continuamente le provocaba a combate con sus tropas formadas; pero Máximo no quería exponer todas sus fuerzas, a las que instruía aún; pero, con escaramuzas sostenidas con pequeños destacamentos, exploraba las fuerzas del enemigo, y fortalecía el ánimo de los suyos. Cuando salían los convoyes de aprovisionamiento, rodeaba siempre de una escolta armada a los que iban sin armas, y él mismo solía seguirles con una tropa de jinetes; como lo había aprendido de su padre Paulo, bajo el cual había combatido en Macedonia. Pasado el invierno, y bien instruido ya el ejército, consiguió ser el segundo en poner en fuga a Viriato, quien luchó bravamente, y, de dos ciudades de éste, saqueó una e incendió la otra; y, acosando al enemigo hasta un castillo llamado Baicor, le mató muchos hombres. Pasó el invierno en Corduba, a los dos años ya de dirigir esta guerra. Y Emiliano, después de haber realizado estas campañas, partió para Roma, recibiendo el mando Quinto Pompeyo Aulo…. Después de esto, Viriato no despreciaba ya al enemigo como antes y obligó a sublevarse contra los romanos a los arevacos, titos y belos que eran los pueblos más belicosos. ... Viriato... tuvo un enfrentamiento con Quintio, otro general romano, en la otra parte de Iberia y, al ser derrotado, se retiró de nuevo al monte de Venus. Desde allí hizo de nuevo una salida, dio muerte a mil soldados de Quintio y le arrebató algunas enseñas. Al resto lo persiguió hasta su campamento y expulsó a la guarnición de Itucci. También devastó el país de los bastitanos, sin que Quintio acudiera en auxilio de éstos a causa de su cobardía e inexperiencia. Por el contrario, estaba invernando en Córduba desde mitad del otoño y, con frecuencia, enviaba contra él a Gayo Marcio, un ibero de la ciudad de Itálica. ... o Al año siguiente, Fabio Máximo Serviliano, el hermano de Emiliano, llegó como sucesor de Quintio en el mando, con otras dos legiones y algunos aliados. En total sus fuerzas sumaban unos 18.000 infantes y 1.600 jinetes. Después de escribir cartas a Micipsa, el rey de los númidas, para que le enviase elefantes lo más pronto posible, se apresuró hacia Itucci llevando el ejército por secciones. Al atacarle Viriato con 6.000 hombres en medio de un griterío y clamores a la usanza bárbara y con largas cabelleras que agitaban en los combates ante los enemigos, no se amilanó, sino que le hizo frente con bravura y logró rechazarlo sin que hubiera conseguido su propósito. Después que le llegó el resto del ejército y enviaron desde África 10 elefantes y 300 jinetes, estableció un gran campamento y avanzó al encuentro de Viriato, y tras ponerlo en fuga, emprendió su persecución. Pero, como ésta se hizo en medio del desorden, Viriato, al percatarse de ello durante su huida, dio media vuelta y mató a tres mil romanos. Al resto los llevó acorralados hasta su campamento y los atacó también. Sólo unos pocos le opusieron resistencia a dura penas alrededor de las puertas, pero la mayoría se precipitó en el interior de las tiendas a causa del miedo y tuvieron que ser sacados con dificultad por el general y los tribunos. En esta ocasión destacó en especial Fanio, el cuñado de Lelio, y la proximidad de la noche contribuyó a la salvación de los romanos. Pero Viriato, atacando con frecuencia durante la noche, así como a la hora de la canícula, y presentándose cuando menos se le esperaba, acosaba a los enemigos con la infantería ligera y sus caballos, mucho más veloces, hasta que obligó a Serviliano a regresar a Itucci.
...
Entonces, por fin, Viriato, falto de provisiones y con el ejército mermado, prendió fuego a su campamento durante la noche y se retiró a Lusitania. Serviliano, como no pudo darle alcance, invadió la Beturia y saqueó cinco ciudades que se habían puesto de parte de Viriato. Con posterioridad, hizo una expedición militar contra los cuneos y, desde allí, se apresuró, una vez más, hacia los lusitanos contra Viriato. Mientras estaba de camino, Curio y Apuleyo, dos capitanes de ladrones, lo atacaron con diez mil hombres, provocaron una gran confusión y le arrebataron el botín. Curio cayó en la lucha, y Serviliano recobró su botín poco después y tomó las ciudades de Eskadia, Gemella y Obólcola, que contaban con guarniciones establecidas por Viriato, y saqueó otras e, incluso, perdonó a otras más. Habiendo capturado a diez mil prisioneros, les cortó la cabeza a quinientos, y vendió a los demás. Después de apresar a Cónnoba, un capitán de bandoleros que se le rindió, le perdonó sólo a él, pero le cortó las manos a todos sus hombres.
...
Viriato envió a sus más fieles amigos Audax, Ditalcón y Minuro a que negociasen la paz con Cepión; Cepión los corrompió con magníficos dones y promesas, y los indujo a prometerle la muerte de Viriato. Y lo cumplieron del modo siguiente: Viriato dormía poco por sus cuidados y fatigas; y aún las más veces dormía con las armas, para estar dispuesto a todo al momento de despertarse. Así, aún de noche era posible a sus amigos acercarse a él. Valiéndose de esta costumbre, Audax y sus cómplices, estando Viriato en su primer sueño, entraron en la tienda como si llevaran prisa y le asesinaron hiriéndole en el cuello, único lugar del cuerpo que ofrecía al descubierto. Sin que nadie se diese cuenta de lo sucedido, por lo certero del golpe, huyeron al campamento de Cepión y reclamaron su recompensa. Cepiòn les permitiò que conservasen los que ya les había dado, pero en cuanto a lo que pedían, los remitió a Roma. Al rayar el alba, los sirvientes de Viriato y todo el ejército, convencidos de que dormía, se extrañaban de que durmiese más tiempo del que acostumbraba, hasta que algunos se dieron cuenta de que yacía muerto y con sus armas. Al instante se alzó por todo el campamento un gran lamento y griterío; todos lloraban su muerte y se lamentaban de su propio mal, considerando qué peligros les amenazaban y qué gran caudillo perdían. Lo que más le pesaba era no poder encontrar a los asesinos. El cadáver de Viriato, magníficamente vestido, fue quemado en una altísima pira. Se inmolaron muchas víctimas, mientras que los soldados, tanto los de infantería como los de caballería, corrían en formación alrededor de la pira, con sus armas y entonando sus glorias al modo bárbaro. No se retiraron de allí hasta que el fuego de la hoguera se extinguió completamente. Terminado el funeral, celebraron combates singulares sobre su túmulo.
[Texto glosado en Mauricio Pastor, Viriato y las ciudades de La Bética, 2011]
Estela funeraria de Cabeça Boa Fuente: Hispania epigráfica 2013 - Archivo epigráfico de España FLAVINV/S · FLAVI(i) · F(ilius) / AN(norum) · XXV (quinque et viginti) ·/ CORNELIV/5 S · AV(u)NCVL/VS · ET · SVNVA / MATER · FAC(iendum) ·/ CVRARVNT · H(ic) · / [S(itus)] [?] · S(it) · T(ibi) · T(erra) · L(evis) · Aqui jaz Flavino, filho de Flávio, de vinte e cinco anos. O tio Cornélio e a mãe Súnua mandaram fazer. Que a terra te seja leve. Susana Bailarim, en Ficheiro Epigrafico, 2013 propone datación: Pela ausência da consagração inicial aos deuses Manes e pelo facto de os personagens nela referidos serem identificados apenas pelos cognomina, poderá tratar-se de uma inscrição datada de meados do séc. I da nossa era. |
[Estrabón, Geografía, 7 a. C. - 23 d. C.]:
Todos los que en los montes habitaban, eran gente que comía poco, no bebían sino agua y dormían en el suelo. Llevan el cabello crecido y largo como las mujeres, y al combatir se cubren con mitras la cabeza. Comen mucha carne de cabras, los sacrifican a Marte y también prisioneros y caballos... Gustan de los certámenes gimnásticos, ejercitándose en el manejo de las armas, en montar a caballo, en el pugilato y en la carrera y en los combates de escuadrones. Los montañeses se alimentan en dos épocas del año de bellotas, secándolas, moliéndolas, y haciendo pan con esta harina; las conservan largo tiempo. Beben cerveza, porque la tierra escasea en vino, y cuando se proveen de él, al punto lo consumen en convites con los parientes. No usan aceite, sino la grosura y la manteca de vacas. Cenan sentados, dispuestos, a este fin, asientos en las paredes. La edad y la dignidad llevan los primeros lugares. Mientras se sirve la bebida, bailan al son de la gaita y flauta... Vístense todos de negro, con sayos, de que forman cama, echándolos sobre jergón de hierbas. Beben en vasos de cera como los celtas; y las mujeres gastan ropas floridas. [...]
Este es el modo de vivir de aquellos montañeses que terminan al lado septentrional de España: de los gallegos, digo, asturianos y cántabros, hasta los vascones y Montes Pirineos, pues todos viven de un mismo modo; pero como yo huyo de fastidiar con un género de escritura desagradable, no gusto de poner muchos nombres, si ya no es que alguno guste de oír los Pletauros, Barduetas y Allotrigas y otros nombres peores y más desconocidos que éstos. Pero la inhumanidad y fiereza de costumbres, no tanto les proviene de la guerra como de tener morada alejada de otros, porque los viajes hacia ellos son largos por tierra y por mar. Con lo cual ha sucedido que, no comerciando, han perdido la sociedad y la humanidad. [...]
Las mujeres se dedican a las labores del campo. Después de haber parido sirven en seguida a sus maridos, quienes se acuestan, en vez de ellas, sobre la cama. Dan a luz en medio del trabajo, para luego, al borde de cualquier corriente de agua, bañar y ceñir a los recién nacidos [...].
Se cuenta, también, a propósito de la falta de sensibilidad de los cántabros, que algunos prisioneros clavados en cruces cantaban himnos de victoria. Tales actitudes podrían servir de ejemplo
de costumbres salvajes. Pero los cántabros tienen otras costumbres que quizá no sean aún muy urbanas, pero al menos no son animalescas, como, por ejemplo, que los hombres den a las mujeres dote y que sean las hijas las que hereden y las que escojan esposa para sus hermanos.
[Y acto seguido Estrabón hace una definición antropológica con una frase que ha dado mucho que hablar; veámosla en una traducción de apariencia "latina" y en otra más fiel al original griego:] Esta es una especie de matriarcado, aunque no se puede denominar culturalmente avanzado. / una especie de ginecocracia, sistema que no es ciertamente civilizado.
...
[Más adelante Estrabón describe el culto a los dioses, o su ausencia -citado en GIRHA y glosado en Peralta, Los cántabros antes de Roma-:]
Según ciertos autores los galaicos son ateos, no así los celtíberos y los otros pueblos que lindan con ellos por el Norte, todos los cuales tienen cierta divinidad innominada, a la que, en las noches de luna llena, las familias rinden culto danzando hasta el amanecer ante las puertas de sus casas.
Tésera de hospitalidad celtíbera, Uxama (Osma) Fuente: Commons |
[Poema de Catulo, ridiculizando a un tal Egnatius (mediados del siglo I a. C.) -Carmen 39, en latín-]:
Nunc Celtiber es: Celtiberia in terra,
quod quisque minxit, hoc sibi solet mane
dentem atque russam defricare gingivam,
ut quo iste vester expolitior dens est,20
hoc te amplius bibisse praedicet loti.
Ahora, eres celtibérico: en el país de Celtiberia,
lo que cada hombre mea, lo acostumbra utilizar para cepillar
sus dientes y sus rojas encías, cada mañana,
de modo que el hecho de que tus dientes están tan pulidos
solo muestra que estás más lleno de pis.
[Bronce de Luzaga, celtíbero, datación relativa (siglos III-I a. C.) -traducción de José Luis González-]:
aregoratikubos : karuo : genei
gortika : lutiakei : aukis : barazioka
erna : uela : tigerzetaz : so
ueizui : belaiokumkue
genis : garikokue : genis
sdam : gortikam : elazunom
karuo : tegez : sa : gortika
teiuoreikis
Dîvorîx (establece): Este pacto dicta conducir=llegar (a) un acuerdo de amistad a los Arecóratas: pacto de amistad para la gente noble en Lutiacos así como garantía judicial/ ¿permiso de venta? ante el juez, tanto la gente noble de los Belaicos como la gente noble de Carico
Ver también Hospitium y Devotio ibérica
[Bronce de Alcántara, 104 a. C. -Wikipedia, CIRHA-]:
(Consulado) de Cayo Marío y Cayo Flavio. A Lucio Cesio, hijo de Cayo, imperator, el pueblo de los Seanos se rindió. Lucio Cesio, hijo de Cayo, imperator, después que hubo aceptado, preguntó al consejo lo que consideraba adecuado exigirles. A partir del dictamen del consejo, exigió los prisioneros, los caballos y las yeguas que hubieran cogido. Lo entregaron todo. Después Lucio Cesio, hijo de Cayo, determinó que quedaran como estaban los campos y las construcciones; las leyes y las demás cosas que hubieran tenido hasta el día de la rendición se las devolvió para que siguieran en uso mientras el pueblo romano quisiera. Y en relación a este asunto les ordenó a los legados que fueran (...?). Cren(o?) y Arco, hijos de Cantono (actuaron como) legados.
[Bronce de Ascoli, 89 a. C., traducido en GIRHA y transcrito en Wikipedia]:
Cn. Pompeyo, hijo de Sexto, imperator, acordó que, en premio a su valor, se concediera la ciudadanía romana a los jinetes hispanos. Esta decisión fue tomada de acuerdo con la ley Julia, en el campamento establecido junto a Ascoli el día XIV de las calendas de diciembre. ....
TURMA SALLUITANA
SANIBELSER ADINGIBAS F.
ILURTIBAS BILVSTIBAS F.
ESTOPELES ORDENNAS F.
TORSINNO AVSTINCO F.
BAGARENSIS
CACVSVSIN CHADAR F.
////CENSES
//////SOSIMILVS F.
/////IRSECEL F.
/////GAVN F.
//////NESPAISER F..
--
ILERDENSES
Q. OTACILIVS SUISETARTEN F.
CN. CORNELIUS NESILLE F.
P. FABIVS ENASAGIN F.
BEGENSIS
TVRTVMELIS ATANSCER F.
SEGIENSIS
SOSINADEM SOSINASAE F.
SOSIMILVS SOSINASAE F.
VRGIDAR LVSPANAR F.
GVRTARNO BIVRNO F.
ELANDVS ENNEGES F.
--
AGIRNES BENNABELS F.
NALBEADEN AGERDO F.
ARRANES ARBISCAR F.
VMARGIBAS LVSPANGVB(as) F.
ENNEGENSIS
BELES VMARBELES F.
TVRINNVS ADIMELS F.
ORDVMELES BVRDO F.
LIBENSES
BASTUGITAS ADIMELS F.
VMARILLVN TARBANTV F.
SVCONSENSES
BELENNES ALBENNES F.
ATVLLO TAVTINDALS F.
ILLVERSENSIS
BALCIADIN BALCIBIL(os) F.
[Los gentilicios se han identificado con estas localidades: Salluitana, Salduie (Zaragoza); Bagarensis, quizá Bacasis (Manresa); ---censes, quizá Ausa (Vich); Ilerdenses, Ilerda (Lérida); Begensis (quizá la Baecula de los ausetanos, o la actual comarca del Bages o la actual localidad llamada Begues); Segienses, Segia (Ejea de los Caballeros); Ennegenses; Libenses, Livia (Herramélluri); Suconsenses, Succosa (Cariñena); Illuersensis, Ilurcis (Alfaro)]
[Bronce II de Botorrita, 87 a. C.]:
I. Sean jueces quienes del senado contrebiense se hallaren presentes. Si resulta aprobado que el terreno que los salluienses compraron a los sosinestanos para construir una canalización o hacer una traída de aguas lo vendieron los sosinestanos en pleno derecho a los salluienses, (a un) contra la voluntad de los allavonenses. En tal caso, si así resulta probado, sentencien estos jueces que el terreno, lo vendieron los sosinestanos a los salluienses, con pleno derecho; si resulta probado que no, sentencien que no lo vendieron con pleno derecho.
II. Sean jueces los mismos supraescritos. Si la ciudad-estado sosinestana fue por donde los salluienses, recentísimamente, amojonaron de manera oficial. Si podían los salluienses con pleno derecho hacer la canalización a través de un terreno público de los sosinestanos, por el interior de esos mojones. O si los salluienses podían, con pleno derecho, hacer la canalización a través de un terreno privado de los sosinestanos, por el cual tendría que discurrir la canalización, a condición de que los salluienses pagaran dinero en la cuantía en que fuera tasado el terreno por el que discurriría la canalización. En tal caso, si así resulta probado, sentencien estos jueces que los salluienses pueden hacer la canalización con pleno derecho. Si no resulta probado, sentencien que no pueden hacerlo con pleno derecho.
III. Si sentenciaran que los salluienses podían hacer la canalización, que los salluienses paguen entonces corporativamente por el campo privado por el que será conducida la canalización, de acuerdo con el arbitraje de 5 que la magistratura contrebiense designe de su senado.
IV. Sancionó aprobatoriamente este procedimiento judicial Cayo Valerio Flaco, hijo de Cayo, general en jefe [procónsul de la provincia Hispania Citerior].
V. Puesto que poseemos la facultad de juzgar, fallamos, en el asunto de que se litiga, a favor de los salluienses.
VI. Cuando este asunto fue juzgado estos fueron los magistrados contrebienses: Lubbo, de los Urdinos, hijo de Letondo, pretor [de Contrebia]. Lesso, de los Sirisos, hijo de Lubbo, magistrado. Babbo, de los Bolgondisos, hijo de Ablón, magistrado. Segilo, de los Annios, hijo de Lubbo, magistrado. --ato, de los--ulovios, hijo de Uxentio, magistrado. Ablón, de los Tindilios, hijo de Lubbo, magistrado. La causa de los salluienses la defendió --asio, hijo de -eihar, salluiense. La causa de los allavonenses la defendió Turibas, hijo de Teitabas, allavonense.
VII. Actuado en Contrebia Balaisca [sic., Belaisca], en los idus de mayo, siendo cónsules Lucio Cornelio [Cinna] y Gneo Octavio. [el 15 de mayo del año 87 a. C.]
[Plutarco, Vidas paralelas, 96-117 d. C. -los hechos que describe, ca. 72 a. C.-]:
Por estas hazañas miraban a Sertorio con grande amor aquellos bárbaros, y también porque, acostumbrándolos a las armas, a la formación y al orden de la milicia romana, y quitando de sus incursiones el aire furioso y terrible, había reducido sus fuerzas a la forma de un ejército, de grandes cuadrillas de bandoleros que antes parecían. Además de esto, no perdonando gastos les adornaba con oro y plata los cascos, les pintaba con distintos colores los escudos, enseñábalos a usar de mantos y túnicas brillantes, y, fomentando por este medio su vanidad, se ganaba su afición. Mas lo que principalmente les cautivó la voluntad fue la disposición que tomó con los jóvenes; porque reuniendo en Huesca, ciudad grande y populosa, a los hijos de los más principales e ilustres entre aquellas gentes, y poniéndoles maestros de todas las ciencias y profesiones griegas y romanas, en la realidad los tomaba en rehenes, pero en la apariencias los instruía, para que, en llegando a la edad varonil, participasen del gobierno y de la magistratura. Los padres, en tanto, estaban sumamente contentos viendo a sus hijos ir a las escuelas muy engalanados y vestidos de púrpura, y que Sertorio pagaba por ellos los honorarios, los examinaba por sí muchas veces, les distribuía premios y les regalaba aquellos collares que los Romanos llaman bulas. Siendo costumbre entre los Españoles que los que hacían formación aparte con el general perecieran con él si venía a morir, a lo que aquellos bárbaros llamaban consagración, al lado de los demás generales sólo se ponían algunos de sus asistentes y de sus amigos; pero a Sertorio le seguían muchos millares de hombres, resueltos a hacer por él esta especie de consagración. Así, se refiere que, en ocasión de retirarse a una ciudad, teniendo ya a los enemigos cerca, los Españoles, olvidados de sí mismos, salvaron a Sertorio, tomándolo sobre los hombros y pasándolo así de uno a otro, hasta ponerlo encima de los muros, y luego que tuvieron en seguridad a su general cada uno de ellos se entregó a la fuga.
[Suetonio, Vidas de los Doce Césares, Cayo Julio César, los hechos de Cádiz, 69 a. C.]:
aregoratikubos : karuo : genei
gortika : lutiakei : aukis : barazioka
erna : uela : tigerzetaz : so
ueizui : belaiokumkue
genis : garikokue : genis
sdam : gortikam : elazunom
karuo : tegez : sa : gortika
teiuoreikis
Dîvorîx (establece): Este pacto dicta conducir=llegar (a) un acuerdo de amistad a los Arecóratas: pacto de amistad para la gente noble en Lutiacos así como garantía judicial/ ¿permiso de venta? ante el juez, tanto la gente noble de los Belaicos como la gente noble de Carico
Ver también Hospitium y Devotio ibérica
[Bronce de Alcántara, 104 a. C. -Wikipedia, CIRHA-]:
(Consulado) de Cayo Marío y Cayo Flavio. A Lucio Cesio, hijo de Cayo, imperator, el pueblo de los Seanos se rindió. Lucio Cesio, hijo de Cayo, imperator, después que hubo aceptado, preguntó al consejo lo que consideraba adecuado exigirles. A partir del dictamen del consejo, exigió los prisioneros, los caballos y las yeguas que hubieran cogido. Lo entregaron todo. Después Lucio Cesio, hijo de Cayo, determinó que quedaran como estaban los campos y las construcciones; las leyes y las demás cosas que hubieran tenido hasta el día de la rendición se las devolvió para que siguieran en uso mientras el pueblo romano quisiera. Y en relación a este asunto les ordenó a los legados que fueran (...?). Cren(o?) y Arco, hijos de Cantono (actuaron como) legados.
[Bronce de Ascoli, 89 a. C., traducido en GIRHA y transcrito en Wikipedia]:
Cn. Pompeyo, hijo de Sexto, imperator, acordó que, en premio a su valor, se concediera la ciudadanía romana a los jinetes hispanos. Esta decisión fue tomada de acuerdo con la ley Julia, en el campamento establecido junto a Ascoli el día XIV de las calendas de diciembre. ....
TURMA SALLUITANA
SANIBELSER ADINGIBAS F.
ILURTIBAS BILVSTIBAS F.
ESTOPELES ORDENNAS F.
TORSINNO AVSTINCO F.
BAGARENSIS
CACVSVSIN CHADAR F.
////CENSES
//////SOSIMILVS F.
/////IRSECEL F.
/////GAVN F.
//////NESPAISER F..
--
ILERDENSES
Q. OTACILIVS SUISETARTEN F.
CN. CORNELIUS NESILLE F.
P. FABIVS ENASAGIN F.
BEGENSIS
TVRTVMELIS ATANSCER F.
SEGIENSIS
SOSINADEM SOSINASAE F.
SOSIMILVS SOSINASAE F.
VRGIDAR LVSPANAR F.
GVRTARNO BIVRNO F.
ELANDVS ENNEGES F.
--
AGIRNES BENNABELS F.
NALBEADEN AGERDO F.
ARRANES ARBISCAR F.
VMARGIBAS LVSPANGVB(as) F.
ENNEGENSIS
BELES VMARBELES F.
TVRINNVS ADIMELS F.
ORDVMELES BVRDO F.
LIBENSES
BASTUGITAS ADIMELS F.
VMARILLVN TARBANTV F.
SVCONSENSES
BELENNES ALBENNES F.
ATVLLO TAVTINDALS F.
ILLVERSENSIS
BALCIADIN BALCIBIL(os) F.
[Los gentilicios se han identificado con estas localidades: Salluitana, Salduie (Zaragoza); Bagarensis, quizá Bacasis (Manresa); ---censes, quizá Ausa (Vich); Ilerdenses, Ilerda (Lérida); Begensis (quizá la Baecula de los ausetanos, o la actual comarca del Bages o la actual localidad llamada Begues); Segienses, Segia (Ejea de los Caballeros); Ennegenses; Libenses, Livia (Herramélluri); Suconsenses, Succosa (Cariñena); Illuersensis, Ilurcis (Alfaro)]
[Bronce II de Botorrita, 87 a. C.]:
I. Sean jueces quienes del senado contrebiense se hallaren presentes. Si resulta aprobado que el terreno que los salluienses compraron a los sosinestanos para construir una canalización o hacer una traída de aguas lo vendieron los sosinestanos en pleno derecho a los salluienses, (a un) contra la voluntad de los allavonenses. En tal caso, si así resulta probado, sentencien estos jueces que el terreno, lo vendieron los sosinestanos a los salluienses, con pleno derecho; si resulta probado que no, sentencien que no lo vendieron con pleno derecho.
II. Sean jueces los mismos supraescritos. Si la ciudad-estado sosinestana fue por donde los salluienses, recentísimamente, amojonaron de manera oficial. Si podían los salluienses con pleno derecho hacer la canalización a través de un terreno público de los sosinestanos, por el interior de esos mojones. O si los salluienses podían, con pleno derecho, hacer la canalización a través de un terreno privado de los sosinestanos, por el cual tendría que discurrir la canalización, a condición de que los salluienses pagaran dinero en la cuantía en que fuera tasado el terreno por el que discurriría la canalización. En tal caso, si así resulta probado, sentencien estos jueces que los salluienses pueden hacer la canalización con pleno derecho. Si no resulta probado, sentencien que no pueden hacerlo con pleno derecho.
III. Si sentenciaran que los salluienses podían hacer la canalización, que los salluienses paguen entonces corporativamente por el campo privado por el que será conducida la canalización, de acuerdo con el arbitraje de 5 que la magistratura contrebiense designe de su senado.
IV. Sancionó aprobatoriamente este procedimiento judicial Cayo Valerio Flaco, hijo de Cayo, general en jefe [procónsul de la provincia Hispania Citerior].
V. Puesto que poseemos la facultad de juzgar, fallamos, en el asunto de que se litiga, a favor de los salluienses.
VI. Cuando este asunto fue juzgado estos fueron los magistrados contrebienses: Lubbo, de los Urdinos, hijo de Letondo, pretor [de Contrebia]. Lesso, de los Sirisos, hijo de Lubbo, magistrado. Babbo, de los Bolgondisos, hijo de Ablón, magistrado. Segilo, de los Annios, hijo de Lubbo, magistrado. --ato, de los--ulovios, hijo de Uxentio, magistrado. Ablón, de los Tindilios, hijo de Lubbo, magistrado. La causa de los salluienses la defendió --asio, hijo de -eihar, salluiense. La causa de los allavonenses la defendió Turibas, hijo de Teitabas, allavonense.
VII. Actuado en Contrebia Balaisca [sic., Belaisca], en los idus de mayo, siendo cónsules Lucio Cornelio [Cinna] y Gneo Octavio. [el 15 de mayo del año 87 a. C.]
[Plutarco, Vidas paralelas, 96-117 d. C. -los hechos que describe, ca. 72 a. C.-]:
Por estas hazañas miraban a Sertorio con grande amor aquellos bárbaros, y también porque, acostumbrándolos a las armas, a la formación y al orden de la milicia romana, y quitando de sus incursiones el aire furioso y terrible, había reducido sus fuerzas a la forma de un ejército, de grandes cuadrillas de bandoleros que antes parecían. Además de esto, no perdonando gastos les adornaba con oro y plata los cascos, les pintaba con distintos colores los escudos, enseñábalos a usar de mantos y túnicas brillantes, y, fomentando por este medio su vanidad, se ganaba su afición. Mas lo que principalmente les cautivó la voluntad fue la disposición que tomó con los jóvenes; porque reuniendo en Huesca, ciudad grande y populosa, a los hijos de los más principales e ilustres entre aquellas gentes, y poniéndoles maestros de todas las ciencias y profesiones griegas y romanas, en la realidad los tomaba en rehenes, pero en la apariencias los instruía, para que, en llegando a la edad varonil, participasen del gobierno y de la magistratura. Los padres, en tanto, estaban sumamente contentos viendo a sus hijos ir a las escuelas muy engalanados y vestidos de púrpura, y que Sertorio pagaba por ellos los honorarios, los examinaba por sí muchas veces, les distribuía premios y les regalaba aquellos collares que los Romanos llaman bulas. Siendo costumbre entre los Españoles que los que hacían formación aparte con el general perecieran con él si venía a morir, a lo que aquellos bárbaros llamaban consagración, al lado de los demás generales sólo se ponían algunos de sus asistentes y de sus amigos; pero a Sertorio le seguían muchos millares de hombres, resueltos a hacer por él esta especie de consagración. Así, se refiere que, en ocasión de retirarse a una ciudad, teniendo ya a los enemigos cerca, los Españoles, olvidados de sí mismos, salvaron a Sertorio, tomándolo sobre los hombros y pasándolo así de uno a otro, hasta ponerlo encima de los muros, y luego que tuvieron en seguridad a su general cada uno de ellos se entregó a la fuga.
[Suetonio, Vidas de los Doce Césares, Cayo Julio César, los hechos de Cádiz, 69 a. C.]:
VII. Durante su cuestura, logró la España Ulterior (10 Los cuestores (cuyo número elevo Sila de 8 a 20 y Cesar a 40) eran los recaudadores generales, los tesoreros de la República. Marchaban anualmente a las provincias, acompañado cada uno de un cónsul, un procónsul o un pretor, después del cual poseían la autoridad principal. Cuando dejaba éste la provincia, generalmente desempeñaba sus funciones el cuestor; este cobraba, en efecto, las contribuciones y tributos, hacia vender el botín y cuidaba de las provisiones. Iba precedido de lictores con fasces, cuando menos en su provincia y su oficio, considerado como el primer paso en la carrera de los honores, daba entrada en el Senado.), donde, al recorrer las asambleas de esta Provincia, para administrar justicia por delegación del pretor, al llegar a Cádiz, viendo cerca de un templo de Hércules la estatua de Alejandro Magno (11 Según Plutarco, no fue la vista de una estatua de Alejandro sino la lectura de la vida de este príncipe, la que hizo derramar lágrimas a Cesar Plutarco refiere, por otra parte, este hecho al tiempo de la pretura de Cesar en España, y no a su cuestura, como Suetonio. Las palabras de Cesar dan, sin embargo, la razón a Suetonio, ya que en el tiempo de su pretura tenía treinta y siete arios, y en el de la cuestura treinta y tres, que fueron los que vivió Alejandro.), suspiró profundamente como lamentando su inacción; y censurando no haber realizado todavía nada digno a la misma edad en que Alejandro ya había conquistado el mundo, dimitió en seguida su cargo para regresar a Roma y aguardar en ella la oportunidad de grandes acontecimientos. Los autores dieron mayor pábulo a sus esperanzas, interpretando un sueño (12 Según Plutarco, Cesar tuvo este sueño en la noche que precedió al paso del Rubicón, o sea, dieciocho años más tarde.) que tuvo la noche precedente y que perturbaba su espíritu (pues había soñado que violaba a su madre), prometiéndole el imperio del mundo, porque aquella madre que había visto sometida a él, no era otra que la Tierra, nuestra madre común.
VIII. Habiendo marchado antes del tiempo previsto, ...
...
XVIII. Al terminar su pretura, designóle la suerte la España Ulterior; pero, retenido por sus acreedores, no se vio libre de ellos hasta que otorgó fianzas; y sin esperar que, según las costumbres y las leyes, hubiese el Senado arreglado todo lo concerniente a las provincias, partió, ya para librarse de una acción judicial que querían suscitarle al cesar en el cargo, ya para allegar más pronto socorros a los aliados que imploraban la protección de Roma. Cuando hubo pacificado su provincia (17 Vease en Plutarco la narración de los hechos acaecidos a César durante su gobierno en España.), regresó sin aguardar sucesor, con igual premura, pidiendo el triunfo y el consulado juntamente. Mas estando ya fijado el día de los comicios, no podía presentarse su candidatura si no entraba en la ciudad como simple particular, y cuando solicitó que se le exceptuase de la ley, encontró recia oposición, por lo que tuvo que desistir del triunfo para no quedar por ello excluido del consulado.
...
XXVIII. No desplegó menor cuidado en atraerse el favor de los reyes y las provincias en toda la extensión de la tierra, brindando a unos gratuitamente millares de cautivos, mandando a otros tropas auxiliares en el momento y lugar que querían, sin consultar al Senado ni al pueblo. Adornó con magníficos monumentos, no solamente la Italia, las Galias y las Españas, sino también las más importantes ciudades de Grecia y Asia. ...
...
XXXIV. El orden y resumen de lo que hizo después es el siguiente: Ocupó en primer lugar el Piceno, la Umbría y la Etruria. Hizo rendirse a L. Domicio, nombrado sucesor suyo durante los disturbios, y que defendía con su guarnición a Corfinio, pero dejándole en libertad; costeó luego el mar superior (Adriático) y marchó sobre Brindis, en donde se habían refugiado los cónsules de Pompeyo, con propósito de pasar cuanto antes el mar. Después de intentar todo en vano para impedir la realización de este proyecto, se dirigió a Roma, convocó el Senado, y corrió a apoderarse de las mejores tropas de Pompeyo, que estaban en España a las órdenes de los tres legados, M. Petreyo, L. Africano y M. Varrón, habiendo dicho a los suyos antes de marchar que iba a combatir a un ejército sin general para volver a combatir a un general sin ejército. Y aunque retrasado por el sitio de Marsella, que le había cerrado sus puertas, y por la gran escasez de víveres, consiguió, sin embargo, muy pronto su propósito.
XXXV. Regresó rápidamente a Roma, pasó a Macedonia, acometió a Pompeyo, y mantúvose encerrado durante cuatro meses en inmenso recinto de fortificaciones, derrotándole al fin, en Farsalia: le persiguió luego en su fuga hasta Alejandría, donde le encontró asesinado... Venció en seguida a Scipión y a Juba, ...
XXXVI. Durante estas guerras civiles no sufrió reveses más que en las personas de sus legados; de éstos C. Curio pereció en Africa; C. Antonio cayó en poder de sus enemigos en Iliria; P. Dolabella perdió su flota en la misma Iliria, y Cn. Domitio Calvino, su ejército en el Ponto. A él mismo, vencedor siempre, le abandonó la fortuna sólo en dos ocasiones: en Dirraquio, donde rechazándole Pompeyo y no acosándole dijo que aquel adversario no sabía vencer; y otra en el último combate librado en España, donde vio su causa tan desesperada que pensó incluso en darse muerte.
XXXVII. Concluidas las guerras, disfrutó cinco veces de los honores del triunfo, cuatro en el mismo mes, después de la victoria sobre Scipión y con algunos días de intervalo, y la quinta después de la derrota de los hijos de Pompeyo. Su primero y más esclarecido triunfo fue sobre la Galia, después el de Alejandría, el de Ponto, el de Africa, y en último lugar, el de España, y siempre con fausto y aparato diferentes. ...
[Apócrifo de Julio César, puesto que no es el famoso general romano, sino Julio César Escalígero, un humanista del siglo XVI, y posiblemente ni siquiera de este]:
Beati Hispani quibus bibere vivere est
https://www.larazon.es/cultura/historia/maldicion-espana-guerra-civil-comienzo-tiempos_20230501644eedfe73ab380001e7ac86.html?outputType=amp : Capturado un joven arévaco en Termancia, que había participado en el complot para asesinar al pretor L. Calpurnio Pisón en el año 25, fue torturado para que confesara acerca de los cómplices. Era una conspiración hispana contra el poder romano, que quería escarmentar a los partícipes, pero el reo dijo en su lengua nativa que se le atormentaba inútilmente porque «aquí existe aún la España antigua». [Ver en latín]
[Nicolás de Damasco, Βίος Καίσαρος (Bíos Kaísaros, Vida de César), citado en Sabino Perea Julio César y el joven Octavio en Hispania en el año 45a.C. La cuestión del itinerario cesariano y lasapelaciones de los saguntinos en Carthago Nova segúnNicolás de Damasco, Bíos Καίσαρος, 23-27, 2017 - Batalla de Munda, 45 a. C.-]:
...el escrito pseudocerariano Bellum Hispaniense, el más pormenorizado para los acontecimientos bélicos que tuvieron lugar los cinco primeros meses del año 45: la lucha de César contra Cneo y Sexto Pompeyo. A los mismos episodios bélicos se refieren, aunque forma menos sistemática y más breve, Apiano, B.C. II, 103-106 y Casio Dión, 43, 28-41 ... Munda, de ubicación incierta, fue, como es bien sabido, escenario de una batalla decisiva de César contra los pompeyanos en Hispania, su punto final . Y también es el punto final de la Guerra Civil. Munda es la última batalla en la dilatada carrera militar de Julio César. Munda, el 17 de marzo, pone en marcha el reloj de los últimos días de vida de César, que habría de morir en Roma casi exactamente un año más tarde (15 marzo del 44, idus Martias). Las fuentes nos informan con todo lujo de detalles sobre la batalla, movimientos, combates, composición de los ejércitos (Bell. Hisp. 31, 8; Liv. Per. 115; Plut. Caes. 56, 2-6; App. B.C. II; 104; Cass. Dio 43, 35, 4-38)... el joven Octavio se encontraba en Roma indispuesto, enfermo, o sencillamente “débil”, sin ánimo ni ganas de viajar a Hispania a sumarse a una guerra para la que él mismo tenía conciencia de no estar preparado aún. Por tanto, le impidió emprender viaje una convalecencia o estado de debilidad física que se prolongó durante los cinco o seis primeros meses del año 45. El deseo de César era tener cerca al muchacho, posiblemente para instruirle en el arte de la guerra con una guerra real. Fue un deseo, más que una orden conminatoria. Los motivos de la ausencia de Octavio en el escenario bélico, nos lo explica así Nicolás, Βίος Καίσαρος, 21-22:
Superada la crisis de la enfermedad, César (Octavio) se iba recuperando. Estando todavía (el muchacho) convaleciente, (Julio) César tuvo que hacer frente a otra guerra, a la que había pensado en un primer momento hacerse acompañar por el muchacho, pero desestimó esa posibilidad al ver que éste no había superado totalmente la enfermedad. Dejó muchas personas para que le cuidaran y vigilasen puntualmente su evolución, con la orden de que, una vez restablecido, fuese a buscarle allí donde estuviese el escenario de la guerra. Así pues, (Julio) César marchó a combatir. Contra todo pronóstico el hijo de Pompeyo Magno había reunido un ejército numeroso en poco tiempo. Su propósito era vengar el honor del padre y derrotar (a Julio César) en una nueva guerra que había reabierto. 22. César (Octavio), pues, se quedó en Roma, donde se ocupó en primer lugar de recuperar la fuerza corporal, y con gran sacrificio y autocontrol recobró rápidamente la salud. Entonces se dispuso a partir y sumarse al ejército siguiendo las órdenes de su tío (así era cómo le llamaba). Muchas personas que estaban preparadas en este momento para acompañarle en el viaje fueron rechazadas –también su propia madre– y escogió al más rápido y vigoroso de los esclavos de la casa, y partió veloz, haciendo una gran distancia en un tiempo muy corto, acercándose a las posiciones de (Julio) César, pero éste, luchando durante siete meses, ya había concluido la guerra. ... Ya en Tarragona, a la gente le parecía increíble que Octavio estuviese decidido a reunirse con César en medio de aquella gran confusión provocada por la guerra. No encontró a César allí, y tuvo por tanto que hacer frente a nuevos viajes y peligros. ... Se acercó, en Iberia (Hispania), hasta donde estaba César, en los alrededores de la ciudad de Calpia [Carteia]. ... Cuando el tío vio al muchacho que había dejado enfermo, allí, a salvo de intrigas de los enemigos y de los piratas, lo abrazó como a un hijo. Puesto que lo apreciaba, no quería que anduviese de un lado a otro, y lo retuvo con él. Alababa su agilidad y su espíritu de iniciativa, porque llegó el primero de todos aquellos que habían salido de Roma a su encuentro. Durante sus conversaciones se ocupaba de plantearle numerosas cuestiones sobre argumentos muy distintos para agudizar su inteligencia. Viendo que era rápido y listo, de pocas palabras, pero preciso y acertado en sus respuestas, se felicitaba por ello y le hacía sentirse bien. ... Después tuvieron que navegar hasta Carthago Nova. Octavio debía viajar en la misma nave de César, con cinco servidores. Además de éstos ordenó que subieran a bordo otros tres amigos, temiendo que César se enfadara por esto. César, sin embargo, se alegró de ver a Octavio acompañado de buenos amigos y aprobó su deseo de hacerse rodear de hombres valerosos que fuesen testigos de todo lo que hiciera; ningún detalle le parecía menor a la hora de ir cimentando una buena reputación en casa (en Roma). ... César, por tanto, llegó a Carthago Nova para recibir en audiencia a todo aquel que lo desease. Allí se concitaron muchas personas, unas para obtener justicia en pleitos personales, otros planteaban problemas de la administración pública, y otros, en fin, iban a reclamar las recompensas que se les habían prometido... Se habían reunido muchas autoridades de otras ciudades. Acudieron a Octavio, para solicitar su ayuda, los habitantes de Sagunto, sobre los que caían graves acusaciones y necesitaban ayuda. Octavio asumió su defensa; en audiencia pública se dirigía a César, hablando con gran habilidad en su favor, y logró que se retirasen las acusaciones. Consiguió que (los saguntinos) pudieran volver a su casa satisfechos; éstos lo aclamaban a una sola voz llamándolo su salvador. En seguida muchos otros acudieron a él en busca de auxilio, y se mostró espléndido con todos: a unos les anuló la acusación, a otros les dio regalos, y a otros otorgó cargos. Todos hablaban de su generosidad y de su inteligencia como negociador.
https://www.elespanol.com/cultura/patrimonio/20200116/excepcionales-hallazgos-cordoba-guerra-combatio-julio-cesar/459955434_0.html
https://elpais.com/cultura/2020-04-02/el-puzle-andaluz-de-julio-cesar.html
[Floro, Compendio (siglo II d. C.) de la Historia de Tito Livio (siglo I d. C.)]:
En Occidente, casi toda Hispania estaba pacificada, a excepción e la parte que toca las últimas estribaciones de los Pirineos y que baña el océano Citerior. En esta región vivían pueblos valerosísimos, los cántabros y los astures, que no estaban sometidos al Imperio. Fueron los cántabros los primeros que demostraron un ánimo de rebelión más resuelto, duro y pertinaz. No se contentaron con defender su libertad, sino que intentaron subyugar a sus vecinos los vaceos, túrmogos y autrigones a quienes fatigaban con frecuentes incursiones. Teniendo noticias de que su levantamiento iba a mayores, César no envió una expedición, sino que se encargó el mismo de ella. Se presentó en persona en Segisama e instaló allí su campamento. Luego dividió al ejército en tres partes e hizo rodear toda Cantabria, encerrando a este pueblo feroz en una especie de red, como se hace con las fieras [...]. Los astures por ese tiempo descendieron de sus nevadas montañas con un gran ejército [...] y se prepararon a atacar simultáneamente los tres campamentos romanos. La lucha contra un enemigo tan fuerte, que se presentó de repente y con planes tan bien preparados, hubiera sido dudosa, cruenta y ciertamente una gran carnicería, si no hubieran hecho traición los brigicinos [...].
...
Al final tuvo lugar el asedio del Monte Medulio, que fue rodeado por un foso continuo de 15 millas. Avanzando a la vez y por todas partes el ejército romano, los bárbaros al fin se dieron cuenta de que estaban en una situación desesperada y se vengaron en medio de un festín, dándose muerte a sí mismos a porfía, con el fuego, el acero y el veneno que comunmente obtienen de los arboles del tejo, librándose la mayor parte de la esclavitud, que estimaban por entonces ser más onerosa que la propia muerte. ... [Otros se refugiaron en] el elevadísimo monte Vindio, donde creían que antes habrían de llegar allí las olas del océano, que las armas romanas [pero aquí debió también de aplicarse la táctica del acorralamiento, ocupando las tropas romanas los valles próximos, de modo que los cántabros huidos no pudieron descender antes que cayeran las nieves del invierno, y allí perecieron casi todos.]
...
Estas luchas fueron el final de las campañas de Augusto y el fin de la revuelta de Hispania. Desde entonces sus habitantes fueron fieles al Imperio y hubo una paz eterna, ya por el ánimo de los habitantes que se mostraban más incitados a la paz, ya por las medidas de César quien, temeroso del refugio seguro que eles ofrecían las montañas, les obligó a vivir y a cultivar el terreno de su campamento, que estaba situado en la llanura. Allí debían tener la asamblea de su nación y aquella debía ser su capital. La naturaleza de la región favorecía estos planes, ya que toda ellas es una tierra aurífera y rica en borax, minio y otros colorantes. Allí les ordenó cultivar el suelo. Así, los astures trabajando la tierra, comenzaron a conocer sus propios recursos y riquezas mientras las buscaban para otros. [primer y segundo párrafo, de auladehistoria, el segundo párrafo, de cervantesvirtual][Los 60 campamentos romanos que desvelan las guerras cántabras: el brutal asedio a los castros, El Español, 2/07/2020]:
Después de varias fallidas campañas de conquista en los años 29, 28 y 27 a.C., acabar con la resistencia de los llamados "pueblos del Norte" se convirtió en una prioridad en Roma. Augusto, antes de lanzarse a la expansión de las fronteras del Imperio en otras zonas, ordenó que se subyugase la totalidad de Hispania, para así controlar los puertos marítimos del Cantábrico y acceder a un tesoro inesperado: las minas de oro del noroeste peninsular, que explotarían durante décadas.
El emperador, en el año 26 a.C., dirigió en persona los ataques contra los grandes castros de los cántabros en el norte de Palencia y Burgos, mientras que su general Publio Carisio, futuro legado de Lusitania y fundador de Augusta Emerita (Mérida), trataba de someter a los astures del norte de Zamora y de León. Pero esta campaña se topó frente a una encarnizada resistencia indígena y Augusto se retiró enfermo y agotado a Tarraco. Según Suetonio, en una marcha nocturna bajo la tormenta, un rayo cayó al lado de la litera del princeps matando a uno de los esclavos que estaban a su lado, episodio que le marcaría para el resto de su vida.
Al año siguiente, el general Cayo Antistio Veto consiguió derrotar a los cántabros en la batalla campal de Bergida, asediarlos en el Mons Vindius, tomarles la ciudad fortificada de Aracillum y llegar a la costa desde el sur, a través de las alturas de los valles del Pas y del Besaya, apoyado por el desembarco simultáneo de otras fuerzas transportadas por una flota desde el Golfo de Aquitania. Carisio, por su parte, venció ante la coalición de astures junto al río Esla y se apoderó de la ciudad de Lancia (Villasabariego, León) y de otros enclaves atravesando el sistema montañoso, como han revelado los descubrimientos de varios campamentos entre León y Asturias en toda la línea de cumbres de La Carisa y La Mesa. A pesar de la aparente victoria romana, los indígenas se rebelaron en varias ocasiones —en 19 a.C. incluso tuvo que mediar Marco Vipsanio Agripa, el gran general de Augusto—.
La cronología de la conquista, que más o menos se ha podido reconstruir a pesar de la escasez de citas de las fuentes antiguas —sobre todo por la pérdida de la Historia de Roma de Tito Livio, historiador contemporáneo del emperador—, revela que la primera fase de la conquista del territorio de los pueblos del Norte consistió en el asedio y expugnación de sus grandes oppida, como La Loma, Ornedo (Valdeolea, Cantabria), Las Labradas (Arrabalde, Zamora) o Monte Bernorio (Pomar de Valdivia, Palencia).
Este último asentamiento, elevado sobre una gigantesca área fortificada de noventa hectáreas y habitado desde el siglo IX a.C., era una de las capitales de los cántabros y contaba con un complejo sistema defensivo. Los romanos lo asaltaron concentrando una gran cantidad de tropas en dos campamentos aledaños y lo tomaron por la fuerza. "Lo primero que encuentras cuando llegas a los niveles arqueológicos es tierra gris por la gran cantidad de cenizas que tiene: está todo quemado. Luego los romanos construyeron un fuerte aprovechando los restos de la muralla indígena y los despojos de las casas", explica Jesús Francisco Torres-Martínez, uno de los encargados de excavar esta posición que también fue epicentro de refriegas durante la Guerra Civil por su localización estratégica.
Una de las cuestiones que quedan por resolver es si el castro de Bergida, mencionado en los textos de los historiadores romanos Floro y Paulo Orosio, se corresponde con Monte Bernorio. Estas fuentes narran que hubo una lucha campal a los pies de las murallas y los cántabros se retiraron derrotados al elevadísimo Monte Vindio. Los arqueólogos creen que en la llanura que hay delante del Bernorio se registró una batalla por las evidencias de cabezas de flecha, tachuelas de caliga (las sandalias claveteadas) o de cinturones documentados, pero tampoco descartan que el episodio pueda corresponderse con La Loma, situado un poco más al oeste y desde donde se abrió otra ruta más de avance hacia el norte.
Tradicionalmente y según se había documentado por fuentes numismáticas y epigráficas, en las guerras cántabras tomaron parte siete u ocho legiones, además de las alas de caballería y las cohortes auxiliares, pero los hallazgos en los últimos años de inscripciones de veteranos romanos asentados en las provincias de la Bética y Lusitania han abierto un nuevo panorama. "Todo apunta a que como mínimo se fueron incorporando a lo largo de la guerra unas nueve o diez legiones, lo que explica mejor la intensísima ocupación militar del territorio que nos han revelado todos los campamentos romanos de campaña distribuidos por la complicada orografía norteña", asegura Eduardo Peralta.
Pero el arqueólogo señala dos grandes misterios que la arqueología todavía debe resolver. El primero es ofrecer más evidencias sobre la campaña de Agripa en 19 a.C., que las fuentes describen como de gran dureza por el carácter infatigable de los nativos —estaban destinados a claudicar ante la poderosa maquinaria militar romana al no contar con relevos más allá de sus hijos— y el hartazgo y desmoralización de los legionarios tras tantos años de lucha. De esa etapa está documentado el importante asedio de los acantilados del Dulla (Sotoscueva y Valdeporres, Burgos) que ahora, lamenta Peralta, "está siendo saqueado por los furtivos por culpa de ciertos funcionarios de Patrimonio de la Junta de Castilla y León en Valladolid, que nos han puesto todas las trabas posibles para poder investigar tan importante y único conjunto arqueológico”.
El otro es la localización exacta del Monte Medulio, oppidum asediado en 22 a.C. por el legado Cayo Furnio tras la enésima sublevación indígena; un episodio que se saldó con un suicidio colectivo de los cántabros al ingerir veneno de tejo antes que arrodillarse nuevamente ante la invencible Roma. "El Monte Medulio —concluye Peralta— tiene que estar en algún punto de la vertiente costera del antiguo territorio de los cántabros, y sólo por medios arqueológicos y foto satélite se descubrirá algún día en alguna zona de montaña todavía inexplorada". La apasionante historia de las guerras cántabras aún no ha finalizado.
Templo de Tarraco, en el reverso de monedas de época de Tiberio; en el anverso, el Divus Augusto (en una de ellas, Tiberio). Fuente:tesorillo |
[Tácito, Anales, 115 y 117 d. C. -los hechos, 15 d. C.-]:
A los hispanos que piden licencia para fabricar un templo a Augusto en la colonia Tarraconense, se les concedió, lo cual sirvió después de ejemplo para las demás provincias.
https://es.wikipedia.org/wiki/Templo_de_Augusto_(Tarragona)
[Estrabón, Geografía,7 a. C.-23 d. C.]:
En este tiempo se han distribuido las provincias entre el pueblo y el Senado, por una parte, y el príncipe por la otra. La Bética se ha atribuido al pueblo, enviándose a ella a un pretor asistido por un cuestor y un legado. Su límite oriental pasa por las cercanías de Cástulo. El resto pertenece a César, que envía en su representación a dos legados: el uno pretoriano, el otro consular. El pretoriano, que se halla asistido a su vez por un legado, está encargado de administrar la justicia a los lusitanos; es decir, a la población comprendida entre las fronteras de la Bética y el curso del río Duero, hasta su desembocadura, porque toda esta parte ha recibido el mismo nombre y comprende, también, a Augusta Emérita. Todo lo que ahora está fuera de ella, que es la mayor parte de Iberia, se halla bajo la autoridad del legado consular, que dispone de fuerzas considerables: unas tres legiones y tres legados. Uno de ellos, a la cabeza de dos legiones, vigila toda la zona situada al otro lado del río Duero, hacia el Norte, a cuyos habitantes se les llama lusitanos, más hoy en día se les cita como gallegos. Dentro de esta región se incluye la parte septentrional, con los astures y cántabros. A través de los astures fluye río Melos; un poco mas lejos está la ciudad de Noiga, y después, muy cerca de ella, un abra del Océano, que señala la separación entre los astures y los cántabros. Toda la longitud de la cordillera hasta el Pirineo, está bajo la inspección del segundo legado y de la otra legión. El tercero tiene a su cargo el interior de la comarca, incluso a los que ahora llaman togados, por ser gentes casi pacificadas, que parecen haber recibido con la blanca vestidura el aire civilizado y hasta el tipo itálico. Estos son los celtíberos y los pueblos que residen en ambas orillas del Iber, hasta la zona costera. El mismo prefecto reside durante el invierno, en la región marítima, principalmente en Cartago Nova y en Tarraco, en las que administra justicia. Durante el verano recorre la provincia en viaje de inspección, enmendando los errores. Hay también procuradores de César elegidos entre los equites y encargados de distribuir a las tropas lo necesario para su mantenimiento.
[Plinio el Viejo, Naturalis Historia, 77 d. C. -citado en abemus y descubriendomurcia-]:
... antiguamente los griegos lo obtenían usando un pez llamado garos o garus [que no podemos identificar, pero que quizá puede ser un pez pequeño, tipo anchoa].
Actualmente el garum mejor se obtiene del pez escombro [caballa] en las pescaderías de Carthago Spartaria. Se le conoce con el nombre de sociorum ["de los aliados"]. Dos congrios no se pagan con menos de 1000 monedas de plata. A excepción de los ungüentos, no hay licor alguno que se pague tan caro, dando su nobleza a los lugares de donde viene.
El kétchup del imperio romano - Un equipo gaditano recupera el ‘garum’, el condimento más difundido hace veinte siglos
[Plinio el Viejo, Naturalis Historia, 77 d. C. -citado en GIRHA-]:
El esparto... trátase de una hierba que crece espontáneamente y no puede sembrarse... En la Hispania Citerior se encuentra en una zona de la Cartaginiense, y no en toda, sólo en parte, donde lo hace inclusive en las montañas. Los campesinos confeccionan con él sus lechos, su fuego, sus antorchas, sus calzados; los pastores hacen sus vestidos.
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En la Hispania Citerior, a causa de las aguas del torrente que baña el Tarracon, hay también un lino de blancura extraordinaria. Su finura es admirable y es allí donde se han establecido los primeros talleres de cárbaso. De la misma Hispania, y, desde hace poco tiempo, se importa en Italia el lino zoélico, utilísimo en las redes de caza. Esta ciudad es de Gallaecia y se halla junto al Océano.
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Los viñedos lacetanos de las Hispanias son famosos a causa de la gran abundancia de vino que producen, pero los tarraconenses y lauronenses lo son por su finura, así como los baleáricos pueden ser comparados con los mejores de Italia.
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La cebada más productiva resulta ser la que se ha recogido en Cartago Nova, de Hispania, durante el mes de abril; en este mismo mes se siembra en la Celtiberia y se produce dos cosechas en un mismo año.
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Recientemente en la Bética se ha hecho un injerto (de ciruelo) en manzano, dando un producto que se ha llamado malina. También se ha injertado el almendro, obteniéndose la amygdalina; el hueso contiene en su interior una verdadera almendra.
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Es verdad que en Lusitania, en los alrededores del oppidum de Olisipo y del río Tagus, las yeguas vueltas hacia el viento favonius respiran sus fecundantes auras, preñándose de este modo; los potros que paren salen rapidísimos en la carrera, pero su vida no pasa de los tres años. En la misma Hispania hay un pueblo galaico y astur entre los que se engendran los 46 caballos llamados tieldones y asturcones, cuando son de talla menor; no tienen un curso como es el corriente, sino que su paso es de muelle
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Es cosa sabida que en Celtiberia las burras han llegado a producir crías por valor de cuatrocientos mil sextercios.
[Plinio el Viejo Naturalis Historia, 77 d. C. -citado en Wikipedia, Lapis specularis-]:
Las piedras anteriormente descritas se dejan cortar con la sierra; pero la piedra especular, pues también ella recibe el nombre de piedra, dada su constitución mucho más tratable, se hiende y se separa en láminas tan finas como se desee. Antiguamente sólo se hallaba en la Hispania Citerior, y no en toda la provincia, sino sólo en el área de cien mil pasos alrededor de la ciudad de Segóbriga. [Concretamente, destacan las minas de Osa de la Vega, que dependían de Segóbriga. Aún hoy se pueden encontrar numerosos fragmentos en Osa de la Vega, populares entre los turistas.] Hoy día, la suministran también Chipre, Capadocia y Sicilia y un reciente descubrimiento de África. No obstante, todas estas variedades son inferiores a la de Hispania; Capadocia produce piedras muy grandes, pero son oscuras.
[Ver la noticia sobre el edificio del Cerro de la Muela]
[Plinio el Viejo, Naturalis Historia, 77 d. C. -citado en Museo Virtual de la Ciencia, CSIC, Ruina Montium-]:
En nuestro mundo [...] el oro se extrae de tres modos: en primer lugar en las partículas [o pepitas] de los ríos, como en el Tajo en Hispania [...] , y ninguno es oro tan puro, ya que está pulido por la corriente y el flotamiento. Se extrae de otra forma mediante pozos o se busca derrumbando los montes. Hablemos, pues, de estos dos sistemas [...]
El oro que se extrae de los montes [mediante pozos de mina] se llama 'canalicium', otros lo llaman 'canaliense'; se adhiere a las piedras de mármol [empleado aquí por cualquier tipo de roca dura], no de la manera como brillan el zafiro de Oriente y el de Tebas y otras piedras preciosas, sino que envuelve las partículas de mármol [quiere decir que más que en puntos aislados, se encuentra por toda la roca, diseminado] [...]
El tercer procedimiento supera al trabajo de los Gigantes; las montañas son minadas a lo largo de una gran extensión mediante galerías hechas a la luz de lámparas, cuya duración permite medir los turnos y por muchos meses no se ve la luz del día. Este tipo de explotación se denomina 'arrugia' A menudo se abren grietas, arrastrando a los mineros en el derrumbamiento [...] Por ello se dejan numerosas bóvedas de piedra para sostener las montañas . En los dos tipos de trabajos se encuentran a menudo rocas duras; se las hace estallar a base de fuego y vinagre [o agua], pero a menudo, como en este caso, las galerías se llenan de vapor y humo; se destruyen estas rocas golpeándolas a golpes de martillos que pesan 150 libras [unos 50 kg] y los fragmentos son retirados a las espaldas de hombres, [...] Acabado el trabajo de preparación, se derriban los apeos de las bóvedas desde los más alejados; se anuncia el derrumbe y el vigía colocado en la cima de la montaña es el único que se da cuenta de él. En consecuencia, da ordenes con gritos y con gestos para poner en aviso a la mano de obra y, a la vez, él mismo baja volando. La montaña, resquebrajada, se derrumba por sí misma a lo lejos, con un estruendo que no puede ser imaginado por la mente humana, así como un increíble desplazamiento de aire [...]
Las tierras que en el anterior sistema [pozos o minería convencional] se evacuan con gran trabajo para que no ocupen los pozos, en éste [ruina montium o arrugia] son transportados por el agua. El oro obtenido mediante la arrugia no se funde, sino que es oro al instante [...]
Otra tarea análoga e incluso más costosa es traer corrientes de agua para lavar estos derrumbes, en ocasiones desde la cumbre de los montes, a menudo a una distancia de 100 millas; [...] Es conveniente que la pendiente esté calculada, de forma que, más que fluir, corra; y por ello se traen desde las zonas más elevadas. [...]
Junto a las cabeceras de los declives [se refiere a los frentes de explotación], en las crestas de los montes, se excavan unos depósitos, de doscientos pies por ambos lados y unos diez de profundidad [60x60x3 m] . En ellos se dejan cinco canales de desagüe de unos tres pies cuadrados [90 cm2], de forma que, una vez abiertas las bocas de salida, con el depósito lleno, se precipite hacia afuera un torrente de tanta fuerza que haga rodar las rocas [...]
Todavía queda otra tarea en el llano. Se excavan unas zanjas por las que discurra la corriente, se denominan 'agogae', que se cubren a intervalos con urces [especie de planta de brezo]. Se trata de un arbusto semejante al romero, áspero y que retiene el oro. Los laterales [de las agogae] están cerrados con tablas y por las zonas accidentadas los canales van suspendidos. Fluyendo de esta forma, la tierra se desliza mar adentro y el monte se diluye en él [...] La urz [brezo] se seca, se quema y la ceniza se lava en un cauce de césped herboso para que se deposite el oro. [...]
Algunos dicen que se producían 20.000 libras cada año por este sistema en Asturia, Gallaecia y Lusitania, pero la mayoría lo produce Asturia y que en ninguna otra parte se mantiene esta fertilidad por tantos siglos.
[Bronce de Vipasca, siglo II d. C. -citado en GIRHA-]:
Del uso de los baños públicos. El arrendatario de los baños, o su socio, debe calentar y tener abiertos los baños, tal como habrá contratado en las primeras calendas de julio, durante todos los días, desde el amanecer hasta la hora séptima para las mujeres, y de la hora octava a la segunda de noche para los hombres, bajo la inspección del procurador que esté al frente de las minas. Debe suministrar, de forma conveniente, agua corriente para el baño caliente. Y hasta la rana mas alta, y para el frío, tanto para las mujeres como para los hombres y un as por cada mujer. Quedan exentos los libertos y siervos de César que trabajan al servicio del procurador o reciben alguna remuneración; igualmente los impúberes y los soldados. El arrendatario, o su socio administrador, debe devolver los accesorios del balneario y todas las cosas que le fueran asignadas, íntegramente, una vez terminado el contrato, excepto lo que se hubiese destruido por el uso normal...
Los pozos de plata deben ser explotados en la forma prevista por esta ley; sus precios fijados por la liberalidad del muy sagrado emperador Adriano Augusto, deberán ser observados de tal forma que la propiedad de la parte que pertenezca al fisco, revierta a aquel que primero haya puesto precio al pozo y haya adelantado al fisco la suma de cuatro mil sextercios. Aquel que en uno de cada cinco pozos, alcanzase el filón, continúe sin interrupción el trabajo de los restantes, como antes queda dicho; si así no lo hiciese, sea el derecho de ocupación para otro. Quien comenzase a realizar su trabajo, incluso de forma constante, después de los veinticinco días dados para la preparación de los gastos, o bien cesase el trabajo durante diez días continuos, el derecho de ocupación sea de otro... Que está permitido a quien ocupe pozos tener los asociados que quiera, de tal forma que reparte los gastos entre los asociados en función de las partes. Si no ha obrado así, quien haya 48 hecho los gastos hará anunciar entonces, durante tres días en el foro, en un lugar muy frecuentado, las cuentas de sus gastos y deberá hacer una declaración mediante heraldo, para que el asociado tome parte de las cargas, o quien, mediante engaño o mala intención, se las haya arreglado para no participar en las cargas, que no tenga más participación en estos pozos, y que su parte de asociado pertenezca a aquel de sus asociados que haya hecho los gastos. Los colonos que hayan hecho gastos por un pozo perteneciente a muchos asociados, tendrán el derecho de reclamarles lo que les parezca bien, de buena fe... Todos los pozos estarán apuntalados y equipados convenientemente; el colono que haya empleado madera carcomida verá su pozo sometido a una nueva asignación. No es lícito tocar o dañar las estacas y maderos destinados a sostener la galería por medio del fraude o la mala fe, lo que se hace para impedir que las estacas y maderos sean firmes y accesibles. Quien sea convicto de haber dañado, deteriorado o arruinado un pozo, a través de dolo o mala fe, hasta el punto de que no ofrezca seguridad, será castigado, por decisión del procurador, con varas si es esclavo, y será vendido por su amo. Si es libre, el procurador confiscará sus bienes en provecho del fisco y le prohibirá para siempre las regiones de minas.
Estela funeraria grabada en cuarcita procedente de Villayandre (Crémens, León), siglo II-III. La transcripción es: "Fronto, de los doiderigos, puso este monumento a su amigo Tridio, hijo de Bodero, de los alongos, vadiniense, de 25 años de edad. Aquí yace, que la tierra te sea leve".
[Javier Arce, Los caballos de Simmaco]:
Los caballos de la Hispania de época romana se hicieron famosos desde 10s momentos de la conquista. Los astgrcones son casi una leyenda. Las yeguas lusitanias, preñadas por el viento, según la anécdota recogida por el geógrafo Estrabón, contribuyeron sin duda a reforzar la idea, entre los escritores y tratadistas de la Antigüedad, acerca de la fama, velocidad y potencia de 10s caballos hispanos. Esta fama proverbial parece confirmarse como permanente y presente aun en el siglo IV d.C. La correspondencia de Q. A. Símmaco ha servido para que algunos historiadores encuentren apoyo para esta confirmación y, 10 que es peor, para que se creen teorias sobre la aristocracia agrícola de los grandes latifundios de la meseta en el Bajo Imperio, sus gustos cinegéticos y sus costumbres cabaIlerescas. Se consideran los caballos hispanos como un importante elemento dentro de la economía romana tardia de Hirpania, y una de las bases de sus productos de exportación. ... Hay que comentar por decir que 10s caballos son algo esencial en la cultura, tardo-romana. El caballo está omnipresente. Y apasiona. Es signo de potestas y virtus. Se caza a caballo; se celebra el triunfo en carro tirado por caballos, o montado sobre el caballo a secas. Los caballos son esenciales para el transporte público -el cursus publicus- que ocupa, como objeto de regulación legislativa, uno de los capítulos mis amplios en el Codex Theodosianus. El caballo es el signo del status de la aristocracia.
Pero sobre todo el caballo es esencial como elemento lúdico: los caballos, las carreras, el circo. Equos currules praebebo hispanos, le promete Juliano a Constancio II para aplacarle después de haberse alzado con el poder en Lutecia: "te proveeré de caballos de carreras hispánicos". Los caballos tienen sus nombres, gozan del favor popular, inundan las esperanzas, las ilusiones de las gentes de todas las ciudades importantes del Imperio, de Emerita a Tesalónica, de Cartago a Antioquia. En las pinturas, en los mosaicos, en las artes en general, los caballos del Bajo Imperio Romano constituyen parte y factor importante en la vida común y aun en la oficial. No había muchas regiones que produjeran buenos caballos, los caballos requeridos por las exigencias de los ansiosos públicos de los hipódromos del Imperio. Y a veces se reclamaban de los lugares mis exóticos. África era famosa por los suyos. También Tesalia. Pero especialmente Capadocia e Hispania. Existia, incluso, una literatura tópica sobre el tema: ¿Será tesalio el brioso corcel de Estilicón? -se pregunta el retórico Claudiano-, será hispánico o capadocio? Dejando a un lado la literatura, existía una legislación sobre los caballos. Tanta era su importancia. Los caballos palmati o hermogeniani (eran caballos pertenecientes a la villa de Pammatus en Capadocia) no se podían vender, aun en el caso de que enfermasen. Sólo los animales de raza españoles podían ser comprados por los factionarii, jefes de las factiones del circo, que se cuidaban de las carreras y, naturalmente, de las cuadras. Los demás podían pasar a ser propiedad estatal.
... En todo caso, y para concluir: ¿qué significa todo'esto dentro de la economía de la docesis hispaniarum? Algunas regiones de Hispania eran adecuadas para los pastos. No así las de Italia, que en esto dependía de otras provincias. Como hemos visto, no todos los corresponsales de Simmaco, en este caso, tenian posesiones en Hispania; ni siquiera vivían o residían en la diocesis. En última instancia los caballos se compraban en Hispania porque no se podía hacer en otro lugar. Y los ricos aristócratas que los vendieron -Eufrasio, Pompeia, Flaviano- fueron los únicos que salieron beneficiados en la operación. Los caballos hispanos eran buscados -como producto de libre venta- para los hipódromos de todo el mundo romano, incluso en los orientales, pero las buenas yeguadas estaban en Tesalia, en Capadocia, en otros lugares. Un papiro de Oxyrrinco, en Egipto, todavía recuerda a fines del siglo VI la fama de los caballos hispanos destinados al circo. Se trata de un caballo de Hispania que ha sido enviado al establo del magistrado de la localidad. Un preciado tesoro. De todas formas, mantener caballos era, mis bien, para los provinciales de la diocesis, una carga costosa. El propio Estado mantenía establos fijos para el abastecimiento del ejército. El costo era elevadísimo. El episodio de los caballos de Símmaco nos sirve mis bien para conocer a sus amigos, sus influencias, su retórica y sus preocupaciones. Casi nada para el capitulo económico de la España del siglo IV d.C.
[Concilio de Elvira, fecha debatida, entre el 300 y el 324]:
Reunidos los santos y religiosos obispos en la iglesia iliberritana: Félix, obispo de Acci;
Osio, obispo de Córdoba; Sabino, obispo de Hispalis; Camerino, obispo de Tucci; Sanagio,
obispo de Cabra; Secundino, obispo de Castulo; Pardus, obispo de Mentesa; Flavio, obispo
de Iliberis;.. Decencio, obispo de León;.. Patricio, obispo de Málaga...
...
I. Se estableció lo siguiente: la persona adulta que, habiendo recibido la fe del bautismo de salvación se acerque al templo de los ídolos para cometer idolatría y realizar este crimen considerado capital por ser de mayor maldad, decidimos que no reciba la comunión ni al final de sus días.
V . Si alguna mujer, arrastrada por el fervor de su cólera, azotase a una esclava de modo que ésta muriese entre dolores dentro del tercer día, como no se sabe si la muerte se produjo de forma casual o intencionada, si fue intencionadamente, que sea admitida a la comunión después de haber cumplido la penitencia adecuada durante siete años, y si fue casualmente, después de cinco. Pero si dentro de estos plazos enfermase, reciba la comunión.
VIII. También las mujeres que sin causa alguna abandonaren a sus maridos, y se uniesen con otros, no recibirán la comunión ni aún al final de su vida.
XV. Por la abundancia de doncellas no se han de dar vírgenes cristianas en matrimonio a los gentiles, no sea que por su tierna edad incurran en el adulterio del alma.
XIX. Los obispos, presbíteros y diáconos no salgan a negociar fuera de sus lugares, ni anden de provincia en provincia en busca de buenas ganancias. Para procurarse el sustento necesario envían a su hijo, liberto, empleado, amigo o cualquier otro. Y si quieren dedicarse al comercio, que sea dentro de la provincia.
XXXIII. Decidimos prohibir totalmente a los obispos, presbíteros y diáconos y a todos los clérigos que ejercen el sagrado ministerio, el uso del matrimonio con sus esposas y la procreación de hijos. Aquel que lo hiciere será excluido del honor del clericato.
XL. Tenemos a bien prohibir que los dueños, cuando ajustan las cuentas con sus renteros, anoten como recibido aquello que fue ofrecido a los ídolos. Si en el futuro contravinieren esta disposición, deben ser excluidos de la comunión durante un quinquenio.
XLI. Tenemos por bien avisar a los fieles que, en cuanto les sea posible, prohíban en sus propias casas la tenencia de ídolos. Pero si temen la violencia de sus esclavos, al menos ellos consérvense puros. Sino lo hicieran serán excluidos de la Iglesia.
XLVIII. Tenemos por bien que se suprima la costumbre de que aquellos que sean bautizados echen en la concha dinero, para que no parezca que el obispo concede por precio lo que graciosamente recibió. Ni tampoco los obispos ni clérigos lavarán los pies a los bautizados.
LIX. Debe prohibirse que ningún cristiano, como si fuera gentil, suba al Capitolio para sacrificar ni asista a los mismos sacrificios; si así lo hiciere incurrirá en el mismo delito. Si estuviere bautizado admítasele a la comunión pasados diez años de conveniente penitencia.
LXII. Si un auriga o un cómico quisiere venir a la fe cristiana, tenemos por bien que primeramente renuncie a sus oficios y después sea admitido, de tal modo que no vuelva a ejercer aquel, y si intentare violar esta prohibición, sea arrojado de la Iglesia.
LXV. Si la mujer de un clérigo cometiere adulterio, y sabiéndolo su marido no la despidiese inmediatamente, no reciba este la comunión, aún a la hora de su muerte. Pero que no parezca que los ejemplos de maldad proceden de aquellos que deben ser modelo de buena vida.
LXVII. Debe prohibirse que ninguna mujer bautizada o catecúmena se case con cómicos o comediantes. Y si lo hiciere, sea excluida de la comunión.
LXXIX. Si algún fiel echa a la suerte, esto es, juega dinero a los dados, sea apartado de la comunión, y si reprendido se enmendare, podrá ser reconciliado después de un año.
LXXX. Debe prohibirse que los libertos, cuyos patronos viven aún, sean promovidos al clero.
LXXXI. Que las mujeres no se atrevan a escribir a los seglares en nombre propio, sino más bien en el de sus maridos. Y las que estén bautizadas, no reciban cartas de amistad de alguno, dirigidas a ellas solas.
[Expositio totius mundi et gentium, ca. 350-362]:
Después de las Galias viene Hispania. En este país amplio, grande y rico, que cuenta con hombres doctos y de todos los bienes, distinguido por sus productos comerciales, de los que señalo algunos: exporta, en efecto, aceite, salmuera, vestidos diversos, tocino, caballos, provée de ellos al mundo entero. Goza de todos los bienes y es excepcional en todos, pero, además, exporta a toda la tierra esparto de calidad; por ello, muchos la consideran como indispensable porque contribuye así a la seguridad general de la navegación, y, por medio de él, al comercio. Sin embargo, muchos la consideran como una provincia pobre.
GIRHA Textos de Historia Antigua de España
Manuel Espinar Moreno, Textos sobre los pueblos germánicos e Hispania visigoda hasta Leovigildo. I. Período arriano
Medweb de José Marín - Reino visigodo
[Hidacio, Chronicon, ca. 468]:
Los bárbaros se desparraman furiosos por las Españas, y el azote de la peste no causa menos estragos, el tiránico recaudador de impuestos roba y el soldado saquea las riquezas y las vituallas escondidas en las ciudades; reina un hambre tan espantosa, que obligado por ella, el género humano devora carne humana, y hasta las madres matan a sus hijos y cuecen sus cuerpos para alimentarse con ellos. Las fieras aficionadas a los cadáveres de los muertos por la espada, por el hambre y por la peste, destrozan hasta a los hombres más fuertes, y cebándose en sus miembros, se encarnizan cada vez más para destrucción del género humano. De esta suerte, exacerbadas en todo el orbe las cuatro plagas: el hierro, el hambre, la peste y las fieras, cúmplense las predicciones que hizo el Señor por boca de sus Profetas.
Asoladas las provincias de España por el referido encruelecimiento de las plagas, los bárbaros, resueltos por la misericordia del Señor a hacer la paz, se reparten a suertes las regiones de las provincias para establecerse en ellas: los vándalos y los suevos ocupan la Galicia, situada en la extremidad occidental del mar Océano; los alanos, la Lusitania y la Cartaginense, y los vándalos, llamados silingos, La Bética. Los hispanos que sobrevivieron a las plagas en las ciudades y castillos se someten a la dominación de los bárbaros que se enseñoreaban de las provincias.
[Código de Eurico, ca. 476]:
Las parcelas gothicas y la tercia de los romanos (Sortes gothicas et tertiam Romanorum) que no fueron revocadas en un plazo de cincuenta años, no puedan ser en modo alguno reclamadas.
De la división de tierras hecha entre un godo y un romano. La división hecha entre un godo y un romano con referencia a la partición de las tierras de labor o de los bosques por ninguna razón sea alterada, si es que se prueba que la división tuvo lugar, de modo que ya de las dos partes del godo el romano nada usurpe para sí o reclame, ya de la tercia del romano el godo nada se atreva a usurpar o reclamar para sí, a no ser lo que pudiera ser donado por nuestra generosidad. Pero lo que por los antepasados o por los vecinos se dividió, la posteridad no se atreva a cambiar.
...
Si alguien dio armas a un bucellario, o le donó alguna cosa, si persevera en el servicio (obsequio) de su patrono, lo que le fue dado permanezca en su poder. Pero si eligió otro patrono, tenga facultad para encomendarse (commendare) a quien quisiere, pues no se puede prohibir a un hombre libre (ingenuus) el hacerlo, porque está en su derecho, pero devuelva todo al patrono que abandona. Obsérvese la misma norma respecto a los hijos del patrono o del bucellario: que si estos quieren servir a aquellos, posean lo donado, mas si decidieron dejar a los hijos o nietos del patrono, devuelvan todo lo que el patrono donó a sus padres. Y si el bucellario adquirió alguna cosa estando en el servicio del patrono, quede la mitad de todo ello en poder del patrono o de sus hijos y obtenga la otra mitad del bucellario que lo adquirió.
[Actas del III Concilio de Toledo, 589]:
En el nombre de nuestro Señor Jesucristo, en el cuarto año del reinado del muy gloriosísimo, piadosísimo y fidelísimo a Dios, señor rey Recaredo, ... se celebró este santo concilio en la ciudad real de Toledo, por setenta y dos obispos de toda España y de las Galias [ab Episcopis totius Hispaniae et Galliciae numero septuaginta duobus] ...
[Alocución real:]
No creemos que se oculte a vuestra santidad, cuánto tiempo España padeció bajo el error de los arrianos y cómo habiendo sabido vuestra beatitud no mucho después de la muerte de nuestro padre, cómo nosotros mismos nos habíamos unido a la santa fe católica, creemos se produjo por todas partes un inmenso y eterno gozo. Y, por lo tanto, venerados Padres, hemos determinado reuniros para celebrar este concilio a fin de que vosotros mismos deis gracias eternas al Señor con motivo de los hombres que acaban de volver a Cristo. [...]
Presente está toda la ínclita raza de los godos [...] No sólo la conversión de los godos se cuenta entre la serie de favores que hemos recibido; más aún, la muchedumbre infinita del pueblo de los suevos [...] ha sido traída por nuestra diligencia al origen de la verdad [...] Y así como por disposición divina nos fue dado a nosotros traer a estos pueblos a la unidad de la Iglesia de Cristo, del mismo modo os toca a vosotros instruirlos en los dogmas católicos, para que instruidos totalmente con el conocimiento de la verdad, sepan rechazar acertadamente el error de la perniciosa herejía y conservar por la caridad el camino de la verdadera fe.
[Isidoro de Sevilla, Historia gothorum, 624 -el hecho, 589-]:
En la era DCXXIII, en el año tercero del imperio de Mauricio, muerto Leovigildo, fue coronado rey su hijo Recaredo. Estaba dotado de un gran respeto a la religión y era muy distinto de su padre en costumbres, pues el padre era irreligioso y muy inclinado a la guerra; él era piadoso por la fe y preclaro por la paz; aquél dilataba el imperio de su nación con el empleo de las armas, éste iba a engrandecerlo más gloriosamente con el trofeo de la fe. Desde el comienzo mismo de su reinado, Recaredo se convirtió, en efecto, a la fe católica y llevó al culto de la verdadera fe a toda la nación gótica, borrando así la mancha de un error enraizado. Seguidamente reunió un sínodo de obispos de las diferentes provincias de España y de la Galia para condenar la herejía arriana. A este concilio asistió el propio religiosísimo príncipe, y con su presencia y su suscripción confirmó sus actas. Con todos los suyos abdicó en la perfidia que, hasta entonces, había aprendido el pueblo de los godos de las enseñanzas de Arrio, profesando que en Dios hay unidad de tres personas, que el Hijo ha sido engendrado consustancialmente por el Padre, que el Espíritu Santo procede conjuntamente del Padre y del Hijo, que ambos no tiene más que un espíritu y, por consiguiente, no son más que uno
[Isidoro de Sevilla, Crónica Universal, 626]:
Los godos invaden Italia, los vándalos y los alanos las Galias. ... Honorio reinó quince años junto con Teodosio el Joven, hijo de su hermano. Durante el reinado de éstos, los godos toman Roma. Los vándalos, alanos y suevos se apoderan de las Hispanias. ... En el sexto año de este emperador [Marciano], el rey de los godos Teuderico [sic, Teodorico] entra en Hispania al frente de un enorme ejército. ... El ejército romano [Imperio de Oriente] es introducido en Hispania por Atanagildo ... Martín, obispo de Dumio, es celebrado en Galicia predicando la verdadera fe. ... Leovigildo, rey de los godos, derrota a algunas regiones de Hispania rebeldes a él y las somete de nuevo al poder de su reino ... Los godos, divididos en dos bandos por causa de Hermenegildo, hijo de Leovigildo, se matan entre ellos ... Los suevos, adversarios de los godos, son sometidos por el rey Leovigildo. Los godos por iniciativa del muy religioso rey Recaredo se convierten a la fe católica. Por este tiempo el obispo Leandro es considerado en Hispania un hombre ilustre por su sabiduría y su fe. ... En Hispania, Sisebuto, rey de los godos, conquistó muchas ciudades que estaban bajo el control del ejército romano y convirtió a la fe de Cristo a los judíos súbditos de su reino. Tras éste el muy religioso príncipe Suintila inició la guerra contra las restantes ciudades romanas y con una rápida victoria obtuvo el primero la monarquía de todo el reino unificado de Hispania. ... Así pues, desde el comienzo del mundo hasta la presente Era 664 [La era hispánica, a la que hay que restar treinta y ocho años para obtener el año equivalente de acuerdo con el cómputo tradicional del tiempo en Occidente], esto es, hasta el año decimosexto del reinado de Eraclio [sic, Heraclio] y quinto del muy religioso príncipe Suintila, resultan 5827 años.
[Isidoro de Toledo, Laudes Hispaniae, prólogo a Historia Gothorum, 624]:
De todas las tierras que hay desde el poniente hasta la India eres la más bella, oh, Hispania, sagrada y siempre feliz madre de príncipes y de pueblos. Con razón tú ahora eres de todas las provincias reina, de la que no solo el Occidente sino también el Oriente toma prestada tu luz. Tú, belleza y ornato del orbe, la más ilustre porción de la tierra, en la que la gloriosa fecundidad del pueblo godo disfruta mucho y abundantemente florece. Merecidamente la naturaleza, muy bondadosa, te ha enriquecido con abundancia de todos los seres vivos. Tú, abundante en aceitunas, caudalosa en uvas, fértil en mieses; te vistes de campos de cereales, te envuelves en la sombra de los olivos, te adornas con viñas. Tú, floreciente en tus campos, en tus montes frondosa, llena de peces en tus costas. A ti, situada en la región más agradable del mundo, ni te quema el ardor del veraniego sol ni te consume el frío glacial, sino que, rodeada por una zona templada del cielo, te nutren favorables céfiros. Pues todo lo que hay de fecundo en los campos, todo lo que hay de precioso en las minas, todo lo que hay de bello y útil en los animales tú lo produces. No tienes que ser pospuesta a aquellos ríos a los que hace famosos la ilustre fama de sus impresionantes rebaños. El Alfeo es inferior a ti en caballos, el Clitumno en vacadas, aunque el sagrado Alfeo ejercite por el campo de Pisa a las aladas cuadrigas para conseguir las palmas olímpicas y el Clitumno hace tiempo inmolara grandes novillos como víctimas capitolinas. Tú ni deseas, muy rica en pastos, los sotos de Etruria ni admiras, repleta de palmas, los bosques del Molorco ni por la carrera de tus caballos envidias a los carros de la Élide. Tú, rica en rebosantes ríos; tú, dorada por tus torrentes aurífluos. Tú tienes la fuente de la raza equina. Tú tienes vellones teñidos con púrpura indígena que brillan como la púrpura de Tiro. Tú tienes la piedra reluciente en la oscuridad del interior de los montes, que se ilumina con un brillo cercano al del vecino sol. Así pues, rica en pupilos, en piedras preciosas y en púrpura, igualmente fértil en gobernantes y en méritos del imperio, eres tan rica en adornar príncipes como feliz en engendrarlos. Así con razón ya hace tiempo que la dorada Roma, cabeza de los pueblos, te deseó y a pesar de que la misma virtud romúlea, primero vencedora, te desposó con sí misma, sin embargo, finalmente el floreciente pueblo de los godos, después de numerosas victorias en el orbe, con empeño te raptó y te amó, y hasta hoy disfruta de ti entre regias ínfulas y abundantes riquezas seguro de la prosperidad de su imperio.
[Plinio el Viejo, Naturalis Historia, 77 d. C. -citado en Museo Virtual de la Ciencia, CSIC, Ruina Montium-]:
En nuestro mundo [...] el oro se extrae de tres modos: en primer lugar en las partículas [o pepitas] de los ríos, como en el Tajo en Hispania [...] , y ninguno es oro tan puro, ya que está pulido por la corriente y el flotamiento. Se extrae de otra forma mediante pozos o se busca derrumbando los montes. Hablemos, pues, de estos dos sistemas [...]
El oro que se extrae de los montes [mediante pozos de mina] se llama 'canalicium', otros lo llaman 'canaliense'; se adhiere a las piedras de mármol [empleado aquí por cualquier tipo de roca dura], no de la manera como brillan el zafiro de Oriente y el de Tebas y otras piedras preciosas, sino que envuelve las partículas de mármol [quiere decir que más que en puntos aislados, se encuentra por toda la roca, diseminado] [...]
El tercer procedimiento supera al trabajo de los Gigantes; las montañas son minadas a lo largo de una gran extensión mediante galerías hechas a la luz de lámparas, cuya duración permite medir los turnos y por muchos meses no se ve la luz del día. Este tipo de explotación se denomina 'arrugia' A menudo se abren grietas, arrastrando a los mineros en el derrumbamiento [...] Por ello se dejan numerosas bóvedas de piedra para sostener las montañas . En los dos tipos de trabajos se encuentran a menudo rocas duras; se las hace estallar a base de fuego y vinagre [o agua], pero a menudo, como en este caso, las galerías se llenan de vapor y humo; se destruyen estas rocas golpeándolas a golpes de martillos que pesan 150 libras [unos 50 kg] y los fragmentos son retirados a las espaldas de hombres, [...] Acabado el trabajo de preparación, se derriban los apeos de las bóvedas desde los más alejados; se anuncia el derrumbe y el vigía colocado en la cima de la montaña es el único que se da cuenta de él. En consecuencia, da ordenes con gritos y con gestos para poner en aviso a la mano de obra y, a la vez, él mismo baja volando. La montaña, resquebrajada, se derrumba por sí misma a lo lejos, con un estruendo que no puede ser imaginado por la mente humana, así como un increíble desplazamiento de aire [...]
Las tierras que en el anterior sistema [pozos o minería convencional] se evacuan con gran trabajo para que no ocupen los pozos, en éste [ruina montium o arrugia] son transportados por el agua. El oro obtenido mediante la arrugia no se funde, sino que es oro al instante [...]
Otra tarea análoga e incluso más costosa es traer corrientes de agua para lavar estos derrumbes, en ocasiones desde la cumbre de los montes, a menudo a una distancia de 100 millas; [...] Es conveniente que la pendiente esté calculada, de forma que, más que fluir, corra; y por ello se traen desde las zonas más elevadas. [...]
Junto a las cabeceras de los declives [se refiere a los frentes de explotación], en las crestas de los montes, se excavan unos depósitos, de doscientos pies por ambos lados y unos diez de profundidad [60x60x3 m] . En ellos se dejan cinco canales de desagüe de unos tres pies cuadrados [90 cm2], de forma que, una vez abiertas las bocas de salida, con el depósito lleno, se precipite hacia afuera un torrente de tanta fuerza que haga rodar las rocas [...]
Todavía queda otra tarea en el llano. Se excavan unas zanjas por las que discurra la corriente, se denominan 'agogae', que se cubren a intervalos con urces [especie de planta de brezo]. Se trata de un arbusto semejante al romero, áspero y que retiene el oro. Los laterales [de las agogae] están cerrados con tablas y por las zonas accidentadas los canales van suspendidos. Fluyendo de esta forma, la tierra se desliza mar adentro y el monte se diluye en él [...] La urz [brezo] se seca, se quema y la ceniza se lava en un cauce de césped herboso para que se deposite el oro. [...]
Algunos dicen que se producían 20.000 libras cada año por este sistema en Asturia, Gallaecia y Lusitania, pero la mayoría lo produce Asturia y que en ninguna otra parte se mantiene esta fertilidad por tantos siglos.
[Floro, Vergilius orator an poeta, ca. 102-103 d. C., citado en Joaquin Ruiz de Arbulo, La fundación de la colonia Tarraco y los estandartes de César]:
Si los hados me niegan a Roma como patria, que al menos me sea permitido quedarme aquí.
¿Que he de decir sino que la costumbre es una fuerza poderosa? Lo cierto es que ahora, después de mi
larga estancia aquí, esta ciudad me gusta. Una ciudad que, si quieres creer a un hombre como yo que he
visto tantas cosas, resulta la más agradable de todas aquellas que pueden escogerse para el descanso.
Verás en ella, o huésped y amigo, gentes honestas, sobrias, tranquilas, que tardan un tiempo, sin duda, en
mostrarse hospitalarias, pero que lo son de forma reflexiva. Un clima particularmente benigno atenúa el
rigor de los cambios de estación y el año entero porta el sello de la primavera. La tierra es fértil en las
llanuras y sobre todo en las colinas (pues ella pretende rivalizar con las viñas de Italia y admitir la
comparación con las tierras de ese país), y no se sonroja por un otoño tardío. Además, admitiendo que
esto tenga alguna relación con nuestro tema, la ciudad ella misma se fundó bajo los más nobles auspicios,
ya que, además de las banderas de Cesar que ella conserva, y los triunfos a los que debe su nombre, su
nobleza tiene también un origen extranjero. Si tu miras en efecto sus viejos templos es aquí donde se
adora al ladrón encornado que, llevándose a la virgen de Tiro, después de haber recorrido todos los mares,
la abandonó aquí, deteniéndose, y olvidando a la que llevaba, se enamoró acto seguido de nuestra
costa.
Entre los "templos antiguos" de Tarraco, uno dedicado "al ladrón encornado de la virgen de Tiro" conducen sin duda al rapto de Europa por Zeus... Cese/Tarraco, la capital costera de los cessetanos, donde los Escipiones situaron su
cuartel general en el 218 a.C. no ha proporcionado de momento evidencias suficientes
para restituir su urbanismo, mas allá de evidenciarse determinados contextos estructurales y estratigráficos... Por tratarse de un puerto
mencionado por Eratostenes en el siglo III a.C. y donde se documentan importaciones
cerámicas massaliotas, aticas y punicas, no es imposible imaginar la presencia de
templos de origen mediterráneo con carácter empórico, pero nada podemos precisar
con datos arqueológicos.
El segundo argumento resulta de más fácil contrastación. Los títulos de la
colonia Urbs Triumphalis Tarraco están documentados en la numismática desde los
años 2 a.C. / 4 d.C . En realidad, la fundación exacta de la colonia era un
acontecimiento de dificil precisión que podíamos situar a partir de dos referencias
complementarias: la asamblea provincial que Julio Cesar convocó en la ciudad tras la
derrota de los pompeyanos en el año 49 a.C. "para fijar recompensas privadas y
publicas" y estas primeras emisiones monetales con leyenda latina situables más de 40
años después. La epigrafía tarraconense de época imperial ha conservado varios tituli
donde la titulación de la ciudad aparece al completo, figurando ya en ellos, además, el
cognomen Iulia. ... a partir del texto de Floro no resulta posible definir con precisión si
el Caesar del texto se refiere a Iulius Caesar o bien a Caesar Augustus, tanto más
cuanto que también se utiliza como titulo de referencia para el princeps reinante. ... el titulo Triumphalis de la
colonia correspond[ería] a la estancia de Augusto en la ciudad en el año 25 a.C., cuando el
Senado decidió concederle un triunfo sobre Hispania (mencionado por Dion Cassio
53,26,5) que no obstante Augusto rechazaría junto a otros casos (Res Gest. 4).
[Bronce de Vipasca, siglo II d. C. -citado en GIRHA-]:
Del uso de los baños públicos. El arrendatario de los baños, o su socio, debe calentar y tener abiertos los baños, tal como habrá contratado en las primeras calendas de julio, durante todos los días, desde el amanecer hasta la hora séptima para las mujeres, y de la hora octava a la segunda de noche para los hombres, bajo la inspección del procurador que esté al frente de las minas. Debe suministrar, de forma conveniente, agua corriente para el baño caliente. Y hasta la rana mas alta, y para el frío, tanto para las mujeres como para los hombres y un as por cada mujer. Quedan exentos los libertos y siervos de César que trabajan al servicio del procurador o reciben alguna remuneración; igualmente los impúberes y los soldados. El arrendatario, o su socio administrador, debe devolver los accesorios del balneario y todas las cosas que le fueran asignadas, íntegramente, una vez terminado el contrato, excepto lo que se hubiese destruido por el uso normal...
Los pozos de plata deben ser explotados en la forma prevista por esta ley; sus precios fijados por la liberalidad del muy sagrado emperador Adriano Augusto, deberán ser observados de tal forma que la propiedad de la parte que pertenezca al fisco, revierta a aquel que primero haya puesto precio al pozo y haya adelantado al fisco la suma de cuatro mil sextercios. Aquel que en uno de cada cinco pozos, alcanzase el filón, continúe sin interrupción el trabajo de los restantes, como antes queda dicho; si así no lo hiciese, sea el derecho de ocupación para otro. Quien comenzase a realizar su trabajo, incluso de forma constante, después de los veinticinco días dados para la preparación de los gastos, o bien cesase el trabajo durante diez días continuos, el derecho de ocupación sea de otro... Que está permitido a quien ocupe pozos tener los asociados que quiera, de tal forma que reparte los gastos entre los asociados en función de las partes. Si no ha obrado así, quien haya 48 hecho los gastos hará anunciar entonces, durante tres días en el foro, en un lugar muy frecuentado, las cuentas de sus gastos y deberá hacer una declaración mediante heraldo, para que el asociado tome parte de las cargas, o quien, mediante engaño o mala intención, se las haya arreglado para no participar en las cargas, que no tenga más participación en estos pozos, y que su parte de asociado pertenezca a aquel de sus asociados que haya hecho los gastos. Los colonos que hayan hecho gastos por un pozo perteneciente a muchos asociados, tendrán el derecho de reclamarles lo que les parezca bien, de buena fe... Todos los pozos estarán apuntalados y equipados convenientemente; el colono que haya empleado madera carcomida verá su pozo sometido a una nueva asignación. No es lícito tocar o dañar las estacas y maderos destinados a sostener la galería por medio del fraude o la mala fe, lo que se hace para impedir que las estacas y maderos sean firmes y accesibles. Quien sea convicto de haber dañado, deteriorado o arruinado un pozo, a través de dolo o mala fe, hasta el punto de que no ofrezca seguridad, será castigado, por decisión del procurador, con varas si es esclavo, y será vendido por su amo. Si es libre, el procurador confiscará sus bienes en provecho del fisco y le prohibirá para siempre las regiones de minas.
Fuente: Ángel M. Felicísimo |
Estela funeraria grabada en cuarcita procedente de Villayandre (Crémens, León), siglo II-III. La transcripción es: "Fronto, de los doiderigos, puso este monumento a su amigo Tridio, hijo de Bodero, de los alongos, vadiniense, de 25 años de edad. Aquí yace, que la tierra te sea leve".
[J. López-Lago, El atleta más rico de la historia era de Mérida - Un auriga de Emerita Augusta ya se beneficiaba del ‘merchandising’ hace veinte siglos, Hoy, 10 octubre 2015]:
La última lista Forbes situaba a Fernando Alonso como el deportista español mejor pagado del mundo. A ese exclusivo grupo pertenecen Pau Gasol , el héroe del pasado Eurobasket, o Rafael Nadal, ya en la recta final de su carrera. Pero incluso si sumáramos estas tres fortunas, no superarían lo que ganó un emeritense, considerado el deportista mejor pagado del mundo, por encima del boxeador Floyd Mayweather, con 300 millones de dólares y último líder de la lista de celebridades mejor pagadas del mundo que elabora regularmente la revista Forbes. Se trata de Cayo Apuleyo Diocles, auriga que en Mérida tiene calle y un pabellón con su nombre, pero que más allá de la capital autonómica no es tan conocido, aunque sobre su fortuna se haya escrito recientemente en medios de comunicación de todo el mundo. Se debe a que ha buceado en su pasado el investigador Peter Struck , profesor asociado de Estudios Clásicos en la Universidad de Pennsilvania. Según sus cálculos, ganó 35.863.120 sestercios en su vida, una cifra que recoge la inscripción monumental que le dedicaron a su muerte en Roma en el 146 D.C. sus admiradores y compañeros de profesión. Según Miguel Alba, exdirector del Consorcio de la Ciudad Monumental del Mérida, «su inscripción está en Roma, en la metrópoli, y allí solo están los mejores del imperio. En su caso, quedaba claro que Diocles movía pasiones». Según explica, podemos intuir que es de Mérida porque de Lusitania venían los mejores caballos, además de contar con un circo del que solo gozaban unas pocas ciudades. Según las averiguaciones de Struck, esa cantidad hubiera servido para mantener a todo el ejército romano y a sus legiones durante un periodo de tres meses, explica el experto para hacerse una idea del alcance de sus emolumentos como corredor. Como referencia actual, añade, los ingresos que logró el emeritense en su carrera deportiva superaron los 15.000 millones de dólares. Según la revista Forbes, en 2009 el golfista Tiger Woods fue el primero sin contar a este atleta de la Antigüedad en superar la barrera de los 1.000 millones de dólares. Cayo Apuleyo Diocles tiene su propia entrada en Wikipedia, donde se afirma que era nativo de la actual Mérida, entonces Emérita Augusta, una de las tres principales ciudades del imperio y con un circo romano en el que más de 30.000 espectadores cómodamente sentados pudieron ver sus primeras carreras. De hecho, Alba señala cómo en el Museo Nacional de Arte Romano de Mérida hay referencias a Diocles, su origen emeritense, y su valía como corredor «cuando los visitantes están ante el mosaico con una cuadriga que hay en uno de sus muros, o ante una pieza de bronce de un caballo esto sirve de excusa para explicar la historia de Diocles». En torno a los 18 años, probablemente tras imponerse en competiciones locales que ya eran de primer nivel, emigró a Roma. Allí las escuderías se llamaban facciones con seguidores tan fanáticos que se producían enfrentamientos entre ellos. Tras unas temporadas con la facción blanca, cambió a la verde a los 24 años, y finalmente a los 27 a la roja, algo que equivaldría a la escudería Ferrari actual, donde siguió corriendo hasta los 42 años, una edad excepcional, pues lo habitual era retirarse antes por culpa de graves accidentes. En total se le atribuyen 1.462 victorias, unas cifras que ni Michael Schumacher soñó en el mejor momento de su carrera. Siguiendo con el símil automovilístico, de Cayo Apuleyo Diocles se conocen hasta los detalles del motor que usaba para arrasar en las competiciones: sus caballos reales, siendo los más conocidos Cotino, Gálate, Abigeio, Lúcido y Pompeyano. Víctor Sánchez del Real, experto en comunicación y especialista en marca personal, vinculado a Mérida y afincado en Madrid, lo usa como ejemplo en sus charlas sobre cómo alrededor de este auriga se fabricó una aureola gracias a la cual sus ingresos económicos se multiplicaron. En su página de Internet, Elocuent, Sánchez del Real explica que de su fortuna solo tenemos noticia de las ganancias por carreras ganadas, «pero debemos tener en cuenta que el merchandising de la época en torno a gladiadores y aurigas incluía todo tipo de objetos: lámparas de aceite con la efigie del deportista que se vendían en mercados y en los propios eventos, o los mosaicos conmemorativos (equivalentes a los posters actuales). Sin dejar de lado las estelas o las estatuillas. Incluso los caballos tenían su nombre incluido en estos elementos y llegaba la adoración a tal nivel que podemos tener la referencia cuando en su locura el emperador Calígula nombró cónsul a su caballo favorito: el también hispano Incitatus, una figura reconocida en su época». La capacidad de movilización de fans y seguidores prosigue Sánchez del Real generaban importantes ingresos adicionales a los premios, como las apuestas y todo el material promocional de deportistas que es fácilmente reconocible en los yacimientos de la época. «Cuando ahora vemos aumentar el dinero que generan las marcas de deportistas de élite, podemos estar seguros de que aún falta una temporada para que alguien alcance el nivel del emeritense Gaius Appuleius Diocles. Su marca personal merecería estar en los museos, donde de hecho ya está escondida en muchos objetos conmemorativos», señala. Tal y como recuerda el exdirector del Consorcio, Miguel Alba, en Roma «la muerte verdadera no se consideraba la física, sino ser olvidado». Si sus inscripciones en Roma como capital del imperio ya consiguieron prolongar su vida hasta la actualidad, ahora los últimos artículos publicados sore sus peripecias lograrán que el auriga emeritense sea definitivamente inmortal. [Javier Arce, Los caballos de Simmaco]:
Los caballos de la Hispania de época romana se hicieron famosos desde 10s momentos de la conquista. Los astgrcones son casi una leyenda. Las yeguas lusitanias, preñadas por el viento, según la anécdota recogida por el geógrafo Estrabón, contribuyeron sin duda a reforzar la idea, entre los escritores y tratadistas de la Antigüedad, acerca de la fama, velocidad y potencia de 10s caballos hispanos. Esta fama proverbial parece confirmarse como permanente y presente aun en el siglo IV d.C. La correspondencia de Q. A. Símmaco ha servido para que algunos historiadores encuentren apoyo para esta confirmación y, 10 que es peor, para que se creen teorias sobre la aristocracia agrícola de los grandes latifundios de la meseta en el Bajo Imperio, sus gustos cinegéticos y sus costumbres cabaIlerescas. Se consideran los caballos hispanos como un importante elemento dentro de la economía romana tardia de Hirpania, y una de las bases de sus productos de exportación. ... Hay que comentar por decir que 10s caballos son algo esencial en la cultura, tardo-romana. El caballo está omnipresente. Y apasiona. Es signo de potestas y virtus. Se caza a caballo; se celebra el triunfo en carro tirado por caballos, o montado sobre el caballo a secas. Los caballos son esenciales para el transporte público -el cursus publicus- que ocupa, como objeto de regulación legislativa, uno de los capítulos mis amplios en el Codex Theodosianus. El caballo es el signo del status de la aristocracia.
Pero sobre todo el caballo es esencial como elemento lúdico: los caballos, las carreras, el circo. Equos currules praebebo hispanos, le promete Juliano a Constancio II para aplacarle después de haberse alzado con el poder en Lutecia: "te proveeré de caballos de carreras hispánicos". Los caballos tienen sus nombres, gozan del favor popular, inundan las esperanzas, las ilusiones de las gentes de todas las ciudades importantes del Imperio, de Emerita a Tesalónica, de Cartago a Antioquia. En las pinturas, en los mosaicos, en las artes en general, los caballos del Bajo Imperio Romano constituyen parte y factor importante en la vida común y aun en la oficial. No había muchas regiones que produjeran buenos caballos, los caballos requeridos por las exigencias de los ansiosos públicos de los hipódromos del Imperio. Y a veces se reclamaban de los lugares mis exóticos. África era famosa por los suyos. También Tesalia. Pero especialmente Capadocia e Hispania. Existia, incluso, una literatura tópica sobre el tema: ¿Será tesalio el brioso corcel de Estilicón? -se pregunta el retórico Claudiano-, será hispánico o capadocio? Dejando a un lado la literatura, existía una legislación sobre los caballos. Tanta era su importancia. Los caballos palmati o hermogeniani (eran caballos pertenecientes a la villa de Pammatus en Capadocia) no se podían vender, aun en el caso de que enfermasen. Sólo los animales de raza españoles podían ser comprados por los factionarii, jefes de las factiones del circo, que se cuidaban de las carreras y, naturalmente, de las cuadras. Los demás podían pasar a ser propiedad estatal.
... En todo caso, y para concluir: ¿qué significa todo'esto dentro de la economía de la docesis hispaniarum? Algunas regiones de Hispania eran adecuadas para los pastos. No así las de Italia, que en esto dependía de otras provincias. Como hemos visto, no todos los corresponsales de Simmaco, en este caso, tenian posesiones en Hispania; ni siquiera vivían o residían en la diocesis. En última instancia los caballos se compraban en Hispania porque no se podía hacer en otro lugar. Y los ricos aristócratas que los vendieron -Eufrasio, Pompeia, Flaviano- fueron los únicos que salieron beneficiados en la operación. Los caballos hispanos eran buscados -como producto de libre venta- para los hipódromos de todo el mundo romano, incluso en los orientales, pero las buenas yeguadas estaban en Tesalia, en Capadocia, en otros lugares. Un papiro de Oxyrrinco, en Egipto, todavía recuerda a fines del siglo VI la fama de los caballos hispanos destinados al circo. Se trata de un caballo de Hispania que ha sido enviado al establo del magistrado de la localidad. Un preciado tesoro. De todas formas, mantener caballos era, mis bien, para los provinciales de la diocesis, una carga costosa. El propio Estado mantenía establos fijos para el abastecimiento del ejército. El costo era elevadísimo. El episodio de los caballos de Símmaco nos sirve mis bien para conocer a sus amigos, sus influencias, su retórica y sus preocupaciones. Casi nada para el capitulo económico de la España del siglo IV d.C.
[Concilio de Elvira, fecha debatida, entre el 300 y el 324]:
Reunidos los santos y religiosos obispos en la iglesia iliberritana: Félix, obispo de Acci;
Osio, obispo de Córdoba; Sabino, obispo de Hispalis; Camerino, obispo de Tucci; Sanagio,
obispo de Cabra; Secundino, obispo de Castulo; Pardus, obispo de Mentesa; Flavio, obispo
de Iliberis;.. Decencio, obispo de León;.. Patricio, obispo de Málaga...
...
I. Se estableció lo siguiente: la persona adulta que, habiendo recibido la fe del bautismo de salvación se acerque al templo de los ídolos para cometer idolatría y realizar este crimen considerado capital por ser de mayor maldad, decidimos que no reciba la comunión ni al final de sus días.
V . Si alguna mujer, arrastrada por el fervor de su cólera, azotase a una esclava de modo que ésta muriese entre dolores dentro del tercer día, como no se sabe si la muerte se produjo de forma casual o intencionada, si fue intencionadamente, que sea admitida a la comunión después de haber cumplido la penitencia adecuada durante siete años, y si fue casualmente, después de cinco. Pero si dentro de estos plazos enfermase, reciba la comunión.
VIII. También las mujeres que sin causa alguna abandonaren a sus maridos, y se uniesen con otros, no recibirán la comunión ni aún al final de su vida.
XV. Por la abundancia de doncellas no se han de dar vírgenes cristianas en matrimonio a los gentiles, no sea que por su tierna edad incurran en el adulterio del alma.
XIX. Los obispos, presbíteros y diáconos no salgan a negociar fuera de sus lugares, ni anden de provincia en provincia en busca de buenas ganancias. Para procurarse el sustento necesario envían a su hijo, liberto, empleado, amigo o cualquier otro. Y si quieren dedicarse al comercio, que sea dentro de la provincia.
XXXIII. Decidimos prohibir totalmente a los obispos, presbíteros y diáconos y a todos los clérigos que ejercen el sagrado ministerio, el uso del matrimonio con sus esposas y la procreación de hijos. Aquel que lo hiciere será excluido del honor del clericato.
XL. Tenemos a bien prohibir que los dueños, cuando ajustan las cuentas con sus renteros, anoten como recibido aquello que fue ofrecido a los ídolos. Si en el futuro contravinieren esta disposición, deben ser excluidos de la comunión durante un quinquenio.
XLI. Tenemos por bien avisar a los fieles que, en cuanto les sea posible, prohíban en sus propias casas la tenencia de ídolos. Pero si temen la violencia de sus esclavos, al menos ellos consérvense puros. Sino lo hicieran serán excluidos de la Iglesia.
XLVIII. Tenemos por bien que se suprima la costumbre de que aquellos que sean bautizados echen en la concha dinero, para que no parezca que el obispo concede por precio lo que graciosamente recibió. Ni tampoco los obispos ni clérigos lavarán los pies a los bautizados.
LIX. Debe prohibirse que ningún cristiano, como si fuera gentil, suba al Capitolio para sacrificar ni asista a los mismos sacrificios; si así lo hiciere incurrirá en el mismo delito. Si estuviere bautizado admítasele a la comunión pasados diez años de conveniente penitencia.
LXII. Si un auriga o un cómico quisiere venir a la fe cristiana, tenemos por bien que primeramente renuncie a sus oficios y después sea admitido, de tal modo que no vuelva a ejercer aquel, y si intentare violar esta prohibición, sea arrojado de la Iglesia.
LXV. Si la mujer de un clérigo cometiere adulterio, y sabiéndolo su marido no la despidiese inmediatamente, no reciba este la comunión, aún a la hora de su muerte. Pero que no parezca que los ejemplos de maldad proceden de aquellos que deben ser modelo de buena vida.
LXVII. Debe prohibirse que ninguna mujer bautizada o catecúmena se case con cómicos o comediantes. Y si lo hiciere, sea excluida de la comunión.
LXXIX. Si algún fiel echa a la suerte, esto es, juega dinero a los dados, sea apartado de la comunión, y si reprendido se enmendare, podrá ser reconciliado después de un año.
LXXX. Debe prohibirse que los libertos, cuyos patronos viven aún, sean promovidos al clero.
LXXXI. Que las mujeres no se atrevan a escribir a los seglares en nombre propio, sino más bien en el de sus maridos. Y las que estén bautizadas, no reciban cartas de amistad de alguno, dirigidas a ellas solas.
[Expositio totius mundi et gentium, ca. 350-362]:
Después de las Galias viene Hispania. En este país amplio, grande y rico, que cuenta con hombres doctos y de todos los bienes, distinguido por sus productos comerciales, de los que señalo algunos: exporta, en efecto, aceite, salmuera, vestidos diversos, tocino, caballos, provée de ellos al mundo entero. Goza de todos los bienes y es excepcional en todos, pero, además, exporta a toda la tierra esparto de calidad; por ello, muchos la consideran como indispensable porque contribuye así a la seguridad general de la navegación, y, por medio de él, al comercio. Sin embargo, muchos la consideran como una provincia pobre.
GIRHA Textos de Historia Antigua de España
III - Pueblos germánicos - Reino visigodo
Medweb de José Marín - Reino visigodo
[Hidacio, Chronicon, ca. 468]:
Los bárbaros se desparraman furiosos por las Españas, y el azote de la peste no causa menos estragos, el tiránico recaudador de impuestos roba y el soldado saquea las riquezas y las vituallas escondidas en las ciudades; reina un hambre tan espantosa, que obligado por ella, el género humano devora carne humana, y hasta las madres matan a sus hijos y cuecen sus cuerpos para alimentarse con ellos. Las fieras aficionadas a los cadáveres de los muertos por la espada, por el hambre y por la peste, destrozan hasta a los hombres más fuertes, y cebándose en sus miembros, se encarnizan cada vez más para destrucción del género humano. De esta suerte, exacerbadas en todo el orbe las cuatro plagas: el hierro, el hambre, la peste y las fieras, cúmplense las predicciones que hizo el Señor por boca de sus Profetas.
Asoladas las provincias de España por el referido encruelecimiento de las plagas, los bárbaros, resueltos por la misericordia del Señor a hacer la paz, se reparten a suertes las regiones de las provincias para establecerse en ellas: los vándalos y los suevos ocupan la Galicia, situada en la extremidad occidental del mar Océano; los alanos, la Lusitania y la Cartaginense, y los vándalos, llamados silingos, La Bética. Los hispanos que sobrevivieron a las plagas en las ciudades y castillos se someten a la dominación de los bárbaros que se enseñoreaban de las provincias.
[Eduardo Andrades, El significado histórico-jurídico de las leyes Teodoricianas]:
... La autoridad de Teodorico resultó efectiva tanto respecto de su pueblo como respecto de sus súbditos romanos.
... La autoridad de Teodorico resultó efectiva tanto respecto de su pueblo como respecto de sus súbditos romanos.
Su época fue también la de la descomposición definitiva de Roma como potencia. Sin la intervención visigoda en apoyo de los romanos, en la Batalla de los Campos Cataláunicos (451), el general Aecio, no habría podido obtener su gran victoria contra las hordas de Atila (395-453). De hecho, el rey Teodorico I falleció combatiendo y las tropas visigodas representaron la principal columna del ejército romano, que de tal no tenía más que el nombre. Su hijo Turismundo (¿?-451-453), fue elegido por los soldados visigodos como nuevo rey, in armis insonantibus. Pero su reinado, distanciado de Aecio y de Roma, duró escaso tiempo y tras un atentado cometido por sus propios hermanos Teodorico (¿?-453-466), y Frederico (¿?-¿463?), el primero ocupó el trono como Teodorico II, volviendo al pacto con Roma, lo que le permitió ampliar sus territorios e incorporar a más poblaciones galo e hispanorromanas a su control. Teodorico II terminó de consolidar el llamado reino Tolosano. De hecho, Teodorico II fue uno de los apoyos (o tal vez el principal impulsor) de Eparquio Avito (385-455-457) en su ascensión al trono imperial. A ello contribuyó la formación de Teodorico II como verdadero patricio romano.
Fue aquí donde surgió la necesidad de repartir las tierras en las que ahora se asentaban los godos como nueva minoría gobernante. Debe recordarse que la diferencia entre el número de la población visigoda y la galorromana era enorme. Mientras las estimaciones más optimistas nos hablan de una población visigoda total de entre 60.000 a 80.000 almas, la población galorromana superaba ampliamente los cuatro millones. Los godos, empero, no eran trashumantes, ansiaban radicarse en nuevas tierras y lograr prosperar y crecer en ellas. Desde su ingreso en el Imperio habían anhelado un territorio propio. Por su reducido número, el deseo de tierras de los visigodos no supuso el desposeer de sus fundos y fincas a toda la población romana. Se piensa que solo afectó a las grandes propiedades, las más cercanas a algunas de las ciudades ocupadas por los godos y benefició no a todos los germanos sino a las capas más altas. Fue un eficiente sistema de repartición, que generó conflictos menores.
Esta solución fue ideada por los propios visigodos, pues en la legislación del Código Teodosiano y en las novelas post-teodosianas que conservamos no hay norma que resuelva el conflicto de repartición de las tierras. Son leyes que complementan al derecho romano vulgar y aportan respuestas originales al problema del asentamiento de un pueblo nuevo sobre los territorios imperiales. Parece ser que el origen de la solución, se vincula con la antigua noción romana de hospitalitas, especialmente recogida en una constitución imperial de Arcadio (377-395-408) y Honorio de 398, por la cual se dividía una finca en tres porciones similares y se la repartía entre el propietario original y el huésped. Como ya hemos indicado, el asentamiento de los visigodos en las Galias pudo efectuarse, en un primer momento, teniendo como sustento la institución de hospitalitas entre godos y el Imperio.
El Código Teodosiano (438) regulaba la hospitalitas en virtud de la citada constitución imperial, disponiendo: “Impp. arcadius et honorius aa. hosio magistro officiorum. In qualibet vel nos ipsi urbe fuerimus vel ii qui nobis militant commorentur, omni tam mensorum quam etiam hospitum iniquitate summota duas dominus propriae domus, tertia hospiti deputata, eatenus intrepidus ac securus possideat portiones, ut in tres domu divisa partes primam eligendi dominus habeat facultatem, secundam hospes quam voluerit exequatur, tertia domino relinquenda...”.
De acuerdo al precepto citado los recién llegados se establecieron con sus familias entre la población romana. Los godos, denominados hospes tenían derecho a reclamar un tercio de las propiedades en donde se radicaban. El propietario romano, llamado possesor en virtud del pacto de hospitalitas conservaba los dos tercios restantes. Esta era la regla general, con una excepción en caso de que el hospes fuera un inlustris, en cuyo caso la propiedad se dividía por mitades. Sin embargo el sistema comentado no logró resolver el problema. Al contrario de los típicos foederati del pasado, Roma aceptó a los godos junto a todas sus familias. Es decir, los hospes no eran solo unos soldados a sueldo, sino toda la nación goda. Por ello la cesión de las tierras debió abarcar partes adicionales para cultivarlas y trabajarlas en beneficio del total de la nueva población. Esta nueva forma de repartir las tierras sería el sustrato de hecho para la dictación de las Leyes Teodoricianas. La fracción de las tierras o fincas entregadas a los godos se denominaron sortes y los dueños romanos originales fueron llamados consortes. Así, repartición de las tierras fue de los hechos más importantes del reino tolosano.
Ya dijimos que los testimonios históricos de la época de las Leyes Teodoricianas son escasos y fragmentarios. Con todo, contamos con algunos de importancia, dentro de los cuales, aparte de la obra de Sidonio Apolinar, los más completos resultan ser los Fragmentos de Olympiodoro de Tebas, los VII Libros de historia contra los paganos de Paulo Orosio y la Crónica o Chronicón de Hidacio, Obispo de Chaves, estos dos últimos hispanorromanos originarios del norte de la Península y cuyas obras abarcan el periodo que va desde el fin del siglo IV hasta 468.
Olympiodoro de Tebas (378-425) nos dejó la noticia de la entrada de los visigodos en Hispania, de su asentamiento en Barcino, del matrimonio entre Ataúlfo y Gala Placidia y del asesinato de Ataúlfo por orden de Sigerico. Destaca la relación de Ataúlfo con la familia imperial. Y nos da noticias de cómo se veía en Roma a los visigodos y de la incapacidad del Imperio para imponerse frente a ellos.
Paulo Orosio (¿383?-¿417?) contemporáneo del anterior, nos relata el saqueo de Roma por Alarico I y el posterior periplo de los visigodos hasta su primer asentamiento en Barcino. Narra la entrada de los pueblos bárbaros en Hispania. Orosio no denostó a los bárbaros, a pesar del saqueo de Roma. ... Pese a la crisis que se vivía en su tiempo Orosio confiaba en el futuro de Roma que, por su carácter cristiano, lograría la conversión de los bárbaros. De interés en Orosio es su descripción de la crisis de las ciudades y de la fuga de los ciudadanos romanos a los campos. Ello nos sirve para explicar el proceso de asentamiento de los bárbaros en territorios imperiales que, en la práctica, estaban en gran medida despoblados.
De Hidacio (¿400?-¿469?), obispo de Aquae Flaviae (Chaves), conservamos su famoso Chronicón, en el que describe desde la creación del mundo hasta sus días. La descripción de su época abarca desde 379 a 468. Al contrario de la obra de Orosio, la de Hidacio tiene un marcado acento pesimista. Presentó a los bárbaros, especialmente a los suevos, de los que fue su historiador casi exclusivo, como un pueblo de ladrones, depredadores, violentos y asesinos. Solo veía en ellos un factor negativo y de decadencia de la cultura. Tal vez la razón de fondo con respecto a tal apreciación radica en sus problemas personales con los líderes suevos. Hidacio perteneció a la aristocracia romana de Gallaecia, que fue la principal perjudicada por los bárbaros, que sufrió sus depredaciones y la confiscación de sus tierras. Por su dignidad episcopal y su preparación intelectual, Hidacio no pudo escapar al papel de líder y adversario de los invasores. Ello condicionó su obra. Hidacio nos da, aunque en forma secundaria, informaciones sobre los visigodos y su asentamiento en el Imperio.
[Código de Eurico, ca. 476]:
Las parcelas gothicas y la tercia de los romanos (Sortes gothicas et tertiam Romanorum) que no fueron revocadas en un plazo de cincuenta años, no puedan ser en modo alguno reclamadas.
De la división de tierras hecha entre un godo y un romano. La división hecha entre un godo y un romano con referencia a la partición de las tierras de labor o de los bosques por ninguna razón sea alterada, si es que se prueba que la división tuvo lugar, de modo que ya de las dos partes del godo el romano nada usurpe para sí o reclame, ya de la tercia del romano el godo nada se atreva a usurpar o reclamar para sí, a no ser lo que pudiera ser donado por nuestra generosidad. Pero lo que por los antepasados o por los vecinos se dividió, la posteridad no se atreva a cambiar.
...
Si alguien dio armas a un bucellario, o le donó alguna cosa, si persevera en el servicio (obsequio) de su patrono, lo que le fue dado permanezca en su poder. Pero si eligió otro patrono, tenga facultad para encomendarse (commendare) a quien quisiere, pues no se puede prohibir a un hombre libre (ingenuus) el hacerlo, porque está en su derecho, pero devuelva todo al patrono que abandona. Obsérvese la misma norma respecto a los hijos del patrono o del bucellario: que si estos quieren servir a aquellos, posean lo donado, mas si decidieron dejar a los hijos o nietos del patrono, devuelvan todo lo que el patrono donó a sus padres. Y si el bucellario adquirió alguna cosa estando en el servicio del patrono, quede la mitad de todo ello en poder del patrono o de sus hijos y obtenga la otra mitad del bucellario que lo adquirió.
[Actas del III Concilio de Toledo, 589]:
En el nombre de nuestro Señor Jesucristo, en el cuarto año del reinado del muy gloriosísimo, piadosísimo y fidelísimo a Dios, señor rey Recaredo, ... se celebró este santo concilio en la ciudad real de Toledo, por setenta y dos obispos de toda España y de las Galias [ab Episcopis totius Hispaniae et Galliciae numero septuaginta duobus] ...
[Alocución real:]
No creemos que se oculte a vuestra santidad, cuánto tiempo España padeció bajo el error de los arrianos y cómo habiendo sabido vuestra beatitud no mucho después de la muerte de nuestro padre, cómo nosotros mismos nos habíamos unido a la santa fe católica, creemos se produjo por todas partes un inmenso y eterno gozo. Y, por lo tanto, venerados Padres, hemos determinado reuniros para celebrar este concilio a fin de que vosotros mismos deis gracias eternas al Señor con motivo de los hombres que acaban de volver a Cristo. [...]
Presente está toda la ínclita raza de los godos [...] No sólo la conversión de los godos se cuenta entre la serie de favores que hemos recibido; más aún, la muchedumbre infinita del pueblo de los suevos [...] ha sido traída por nuestra diligencia al origen de la verdad [...] Y así como por disposición divina nos fue dado a nosotros traer a estos pueblos a la unidad de la Iglesia de Cristo, del mismo modo os toca a vosotros instruirlos en los dogmas católicos, para que instruidos totalmente con el conocimiento de la verdad, sepan rechazar acertadamente el error de la perniciosa herejía y conservar por la caridad el camino de la verdadera fe.
[Isidoro de Sevilla, Historia gothorum, 624 -el hecho, 589-]:
En la era DCXXIII, en el año tercero del imperio de Mauricio, muerto Leovigildo, fue coronado rey su hijo Recaredo. Estaba dotado de un gran respeto a la religión y era muy distinto de su padre en costumbres, pues el padre era irreligioso y muy inclinado a la guerra; él era piadoso por la fe y preclaro por la paz; aquél dilataba el imperio de su nación con el empleo de las armas, éste iba a engrandecerlo más gloriosamente con el trofeo de la fe. Desde el comienzo mismo de su reinado, Recaredo se convirtió, en efecto, a la fe católica y llevó al culto de la verdadera fe a toda la nación gótica, borrando así la mancha de un error enraizado. Seguidamente reunió un sínodo de obispos de las diferentes provincias de España y de la Galia para condenar la herejía arriana. A este concilio asistió el propio religiosísimo príncipe, y con su presencia y su suscripción confirmó sus actas. Con todos los suyos abdicó en la perfidia que, hasta entonces, había aprendido el pueblo de los godos de las enseñanzas de Arrio, profesando que en Dios hay unidad de tres personas, que el Hijo ha sido engendrado consustancialmente por el Padre, que el Espíritu Santo procede conjuntamente del Padre y del Hijo, que ambos no tiene más que un espíritu y, por consiguiente, no son más que uno
Corona votiva del Tesoro de Guarrazar Fuente:marcopolito |
Los godos invaden Italia, los vándalos y los alanos las Galias. ... Honorio reinó quince años junto con Teodosio el Joven, hijo de su hermano. Durante el reinado de éstos, los godos toman Roma. Los vándalos, alanos y suevos se apoderan de las Hispanias. ... En el sexto año de este emperador [Marciano], el rey de los godos Teuderico [sic, Teodorico] entra en Hispania al frente de un enorme ejército. ... El ejército romano [Imperio de Oriente] es introducido en Hispania por Atanagildo ... Martín, obispo de Dumio, es celebrado en Galicia predicando la verdadera fe. ... Leovigildo, rey de los godos, derrota a algunas regiones de Hispania rebeldes a él y las somete de nuevo al poder de su reino ... Los godos, divididos en dos bandos por causa de Hermenegildo, hijo de Leovigildo, se matan entre ellos ... Los suevos, adversarios de los godos, son sometidos por el rey Leovigildo. Los godos por iniciativa del muy religioso rey Recaredo se convierten a la fe católica. Por este tiempo el obispo Leandro es considerado en Hispania un hombre ilustre por su sabiduría y su fe. ... En Hispania, Sisebuto, rey de los godos, conquistó muchas ciudades que estaban bajo el control del ejército romano y convirtió a la fe de Cristo a los judíos súbditos de su reino. Tras éste el muy religioso príncipe Suintila inició la guerra contra las restantes ciudades romanas y con una rápida victoria obtuvo el primero la monarquía de todo el reino unificado de Hispania. ... Así pues, desde el comienzo del mundo hasta la presente Era 664 [La era hispánica, a la que hay que restar treinta y ocho años para obtener el año equivalente de acuerdo con el cómputo tradicional del tiempo en Occidente], esto es, hasta el año decimosexto del reinado de Eraclio [sic, Heraclio] y quinto del muy religioso príncipe Suintila, resultan 5827 años.
[Isidoro de Toledo, Laudes Hispaniae, prólogo a Historia Gothorum, 624]:
De todas las tierras que hay desde el poniente hasta la India eres la más bella, oh, Hispania, sagrada y siempre feliz madre de príncipes y de pueblos. Con razón tú ahora eres de todas las provincias reina, de la que no solo el Occidente sino también el Oriente toma prestada tu luz. Tú, belleza y ornato del orbe, la más ilustre porción de la tierra, en la que la gloriosa fecundidad del pueblo godo disfruta mucho y abundantemente florece. Merecidamente la naturaleza, muy bondadosa, te ha enriquecido con abundancia de todos los seres vivos. Tú, abundante en aceitunas, caudalosa en uvas, fértil en mieses; te vistes de campos de cereales, te envuelves en la sombra de los olivos, te adornas con viñas. Tú, floreciente en tus campos, en tus montes frondosa, llena de peces en tus costas. A ti, situada en la región más agradable del mundo, ni te quema el ardor del veraniego sol ni te consume el frío glacial, sino que, rodeada por una zona templada del cielo, te nutren favorables céfiros. Pues todo lo que hay de fecundo en los campos, todo lo que hay de precioso en las minas, todo lo que hay de bello y útil en los animales tú lo produces. No tienes que ser pospuesta a aquellos ríos a los que hace famosos la ilustre fama de sus impresionantes rebaños. El Alfeo es inferior a ti en caballos, el Clitumno en vacadas, aunque el sagrado Alfeo ejercite por el campo de Pisa a las aladas cuadrigas para conseguir las palmas olímpicas y el Clitumno hace tiempo inmolara grandes novillos como víctimas capitolinas. Tú ni deseas, muy rica en pastos, los sotos de Etruria ni admiras, repleta de palmas, los bosques del Molorco ni por la carrera de tus caballos envidias a los carros de la Élide. Tú, rica en rebosantes ríos; tú, dorada por tus torrentes aurífluos. Tú tienes la fuente de la raza equina. Tú tienes vellones teñidos con púrpura indígena que brillan como la púrpura de Tiro. Tú tienes la piedra reluciente en la oscuridad del interior de los montes, que se ilumina con un brillo cercano al del vecino sol. Así pues, rica en pupilos, en piedras preciosas y en púrpura, igualmente fértil en gobernantes y en méritos del imperio, eres tan rica en adornar príncipes como feliz en engendrarlos. Así con razón ya hace tiempo que la dorada Roma, cabeza de los pueblos, te deseó y a pesar de que la misma virtud romúlea, primero vencedora, te desposó con sí misma, sin embargo, finalmente el floreciente pueblo de los godos, después de numerosas victorias en el orbe, con empeño te raptó y te amó, y hasta hoy disfruta de ti entre regias ínfulas y abundantes riquezas seguro de la prosperidad de su imperio.
[IV Concilio de Toledo, Canon 75 -glosado en Emilio Angulo, La sucesión al trono en la monarquía visigoda-, la fuente citada, 633]:
El canon LXXV del Toledano IV, titulado “Amonestación al pueblo para que no
peque contra los reyes”, es considerado como uno de los más importantes de toda la
legislación conciliar visigótica dado que su trascendental contenido significó la base
constitucional del Estado protofeudal visigodo, así queda recogido al principio de su
redacción: “la última decisión de todos nosotros, los obispos, ha sido redactar en la
presencia de Dios, el último decreto conciliar, que fortalezca la situación de nuestros
reyes y dé estabilidad al pueblo de los godos” (14 [“postrema nobis cunctis sacerdotibus sententia est pro robore nostrotum regnum et
stabilitate gentis Gothorum pontificale ultimun sub Deo índice ferre decretum”])
.
Resulta imposible rechazar, dada la condición y conocimientos de Isidoro, que la
formulación de tan fundamental canon no estuvo influenciada por el pensamiento de tan
extraordinaria figura. Puede asegurarse que el Hispalense era consciente de la
conveniencia, que para los intereses espirituales y materiales de la Iglesia visigoda, suponía la existencia de una nobleza poderosa y estable, así como la de una monarquía
igualmente estable y poderosa. Con la primera, la Iglesia, constituía la misma clase
dominante con vínculos familiares y económicos entre ambas. Por otra parte una la
monarquía poderosa, aunque no en demasía, y centralizada constituía el apoyo secular
que precisaba la evolución en que se encontraba inmersa la estructura de la Iglesia
visigoda, también orientada al centralismo. Desde el conocimiento de estas necesidades
Isidoro, dotado de una gran inteligencia y experiencia, va a conseguir mediante el canon
LXXV conciliar los intereses de los tres estamentos.
La solemne declaración inicial de propósitos sirve de preámbulo para un texto en
el que se van a desarrollar los tres propósitos que constituyen el eje de este canon: el
fortalecimiento de la autoridad regia y la fidelidad de los súbditos, la regulación del
proceso electivo de sucesión al trono y el establecimiento de garantías procesales para
los reos sometidos al juicio real.
El texto, a continuación, sacraliza la institución regia y condena la conducta de
los que por no ser fieles a la misma provocan la ira divina: “Sin duda que es un
sacrilegio el violar los pueblos la fe prometida a sus reyes, porque no solo se comete
contra ellos una violencia de lo pactado, sino también contra Dios , en el nombre del
cual se hizo la dicha promesa” (15 [“Sacrilegium quippe esse, si violetur a gentibus regum suorum promissa fides, quia
non solum in eis fit pacti transgressio, , sed et in Deum quidem in cuius nomine pollicetur ipsa
promissio”])
, y más adelante: “Por lo cual, si queremos evitar la
ira divina y deseamos trocar su severidad en clemencia, guardemos para con Dios la
veneración religiosa y el temor, y permanezcamos hasta la muerte en la fidelidad y
promesas que hemos hecho a nuestros reyes (16 [“Quod in divinan iracundiam vitare volumus et severitatem eius ad
clementiam provocare cupimus, servemus erga Deum religionis cultum atque timorem et usque in
morten custiodamus erga príncipes nostros pollicitam fidem atque sponsionem”])
.
Esta sacralización de la figura real puede dar lugar a más de una interpretación.
En primer lugar, la sagrada figura del rey cuenta con el respaldo eclesiástico que
autentifica su autoridad real, en segundo, cualquier atentado contra el ungido adquiere la
condición de abominable sacrilegio, y en tercero, seguramente el más interesante para la
monarquía, la condición sacra del rey le autoriza para designar su sucesor.
Aunque no se tiene constancia de que Iglesia visigoda mostrara especial preferencia por la monarquía electiva, se va a decantar definitivamente por este sistema
electivo de acceso al trono, erradicando de inmediato cualquier posible conjetura sobre
la conveniencia del sistema hereditario. Queda descartada, asimismo, la posible
interpretación de que el rey estuviera validado para nombrar sucesor.
El texto que aparece en el canon no puede ser más explícito como puede
apreciarse los padres conciliares no solo reprenden sobre las posibles sublevaciones
contra el rey, además, expresan claramente su voluntad respecto al proceso de sucesión
electivo que deja en manos de la nobleza y la Iglesia: “Que nadie entre nosotros
arrebate atrevidamente el trono. Que nadie excite las discordias civiles entre los
ciudadanos. Que nadie prepare la muerte de los reyes, sino que muerto pacíficamente
el rey, la nobleza de todo el pueblo, en unión de los obispos, designarán de común
acuerdo al sucesor en el trono, para que se conserve por nosotros la concordia de la
unidad, y no se origine alguna división de la patria y del pueblo a causa de la violencia
y la ambición” (17 [ “nullus apud nos preasumtionem regnum arripiat, nullus excitet seditions civium ; nemo
meditetur interitus regum, sed defuncto in pace príncipe primatus totius gentis cum sacerdotibus
successorem regni concilio conmuni constituant, ut dum unitas concordia a nobis retinetur, nullum
patriae gentisque discidium per vim atque ambitum oriatur”]). A continuación, y por tres veces consecutivas, sentencia
terriblemente anatematizando a cualquiera que se atreviera a violar el juramento de
fidelidad hecho a su rey.
El canon entra seguidamente en una fase en la que los prelados reflexionan sobre
la actuación de los reyes, posiblemente con el propósito de limitar el poder real, A este
respecto encontramos el siguiente párrafo: “Y ninguno de vosotros (en referencia a los
reyes), dará sentencia como juez único en las causas capitales y civiles, sino que se
ponga de manifiesto la culpa de los delincuentes en juicio público” (18 y 19), y también este
otro mucho más restrictivo: “Y acerca de los futuros reyes, promulgamos esta
determinación que si alguno de ellos en contra de la reverencia debida a las leyes,
ejerciere sobre el pueblo un poder despótico con autoridad, soberbia y regia altanería,
entre delitos crímenes y ambiciones, sea condenado con sentencia de anatema” (18 y 19 [“ne quisquan vestrum solus in causis capitum aut rerum sententiam facet,
sed consensus ex iudicio manifesto delinquentium culpa patescat,”y “Sane de futuris regibus hanc
sententiam promulgamus: Ut si qui ex eis contra reverentiam legum superba dominatione et fusta regio
in flagitiis et facionare sive cupiditate crudelissiman potestatem in populis exercuerit, anathematis
sententia”]).
Como puede apreciarse, en el párrafo anterior, los padres conciliares imponen al
poder real una limitación nunca antes expresada. Se somete el poder real al dominio de
la ley, y se condena bajo castigo de anatema a aquellos reyes que no actúen de
conformidad a la legislación.
Finaliza este interesantísimo canon justificando la sublevación de Sisenando y
condenando a Suintila. No deja de resultar sorprendente, siendo Isidoro quien presidía
el concilio, el contraste existente entre la severa condena conciliar al derrocado Suintila,
condena que extiende a su esposa, sus hijos y a su hermano Geila; y los encarecidos
elogios con los que el Hispalense se había referido al depuesto monarca en su “Historia
Gothorum”.
El canon afirma que fue el propio Suintila, movido por el temor de sus propios
crímenes, quien renunció del trono, desvinculando de este suceso al sublevado
Sisenando. Se cita, expresamente, entre los crímenes cometidos el propio
enriquecimiento mediante injustos tributos a los pobres, si bien, al utilizar el término
“miserorum” parece que los obispos, más que a los pobres, se refieren a los nobles y
potentados que padecieron la miseria de ser expropiaciones de sus bienes por su
disidencia con el rey, lo que en cierta medida justificaría la sublevación de estos.
No parece justo atribuir exclusivamente a Isidoro toda la carga de esta condena,
sobre todo teniendo en cuanta que el concilio impuso severas condiciones al gobierno
de Sisenando instándole, además, a que llevado de su generosidad y magnanimidad
permitiera a Suintila conservar la vida y beneficiarse junto a su familia de una parte
importante del patrimonio que poseía.
El párrafo, previo a las 69 firmas de los obispos asistentes al Concilio: “Todo lo
cual por ser conveniente para utilidad de nuestra alma lo confirmamos y damos
perennidad con nuestra firma”, pone fin al canon LXXV, cierra el Acta Conciliar y
clausura el Concilio Toledano IV.
Un acontecimiento sin precedentes en la historia del Reino visigodo había tenido
lugar, un monarca había sido desposeído de su corona pero conservaba la vida De la
trascendental importación del Toledano IV se hace eco Abadal al afirmar: “el concilio
IV no es menos importante que Toledo III; este había sido el acto fundacional del Reino
de Toledo y Toledo IV quiso ser el concilio de su sistematización y consolidación.
Todos los otros concilios, hasta el final del Reino, serían una secuencia suya”
(20).
[Morbus gothorum: el misterioso mal que condenó a los reyes visigodos de Hispania a la destrucción - Durante dos siglos, los asesinatos fueron habituales en la monarquía visigótica; tanto, que Gregorio de Tours acuñó un término para referirse a ellas]
[Liber Iudicorum, o Código de Recesvinto, 654]:
[Liber Iudicorum, o Código de Recesvinto, 654]:
III, 1-1: Que está permitida la unión matrimonial tanto de un godo con una romana, como de un romano con una goda.
Se distingue una solícita preocupación en el príncipe cuando se procuran beneficios para su pueblo a través de ventajas futuras; y no deberá regocijarse la ingénita libertad al quebrantarse el vigor de una antigua ley con la abolición de la orden que incoherentemente prefirió dividir con respecto al matrimonio a las personas que su dignidad igualará como parejas en estatus.
Saludablemente reflexionando, por lo aquí expuesto, como mejor, con la remoción de la orden de la vieja ley, sancionamos con esta presente ley de validez perpetua: que tanto si un godo una romana, como también un romano una goda quisiere tener por esposa -dignísima por su previa petición de mano-, exista para ellos la capacidad de contraer nupcias, y esté permitido a un hombre libre tomar por esposa a la mujer que quiera, en honesta unión, tras informar bien de su decisión, y con el acompañamiento acostumbrado del consenso del linaje."
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