Textos: Austrias




IX - Carlos V



[Alonso de Santa Cruz, Crónica del Emperador Carlos V, compuesta por su cosmógrafo mayor -en iesmardearagon-]:
Fue el Emperador don Carlos mediano de cuerpo, de ojos grandes y hermosos, las narices aguileñas, los cabellos rojos y muy llanos…la barba ancha redonda y bien proporcionada, la garganta recia,…ancho de espaldas, los brazos gruesos y recios, las manos medianas y ásperas, las piernas proporcionadas. Su mayor fealdad era la boca, porque tenía la dentadura tan desproporcionada con la de arriba que los dientes no se encontraban nunca; de lo cual se seguían dos daños: el uno el tener el habla en gran manera dura, sus palabras eran como belfo, y lo otro, tener en el comer mucho trabajo; por no encontrarse los dientes no podía mascar lo que comía ni bien digerir, de lo cual venía muchas veces a enfermar…

Revuelta de las Comunidades de Castilla

[Gonzalo de Illescas, Historia pontifical, 1565 -los hechos, de 1517 a 1520-]:
Partido pues don Carlos de aquella tierra de Flandes para España, tomó tierra en la villa y puerto de Villaviciosa en diecinueve días del mes de septiembre de 1517. La primera cosa que hizo fue visitar en Tordesillas a la reina, su madre y hacer llevar a Granada el cuerpo del rey don Felipe, su padre, que todavía le tenía consigo la reina. Venían con el rey muchos caballeros flamencos y algunos españoles. De los españoles ninguno privaba tanto con él como Francisco de los Cobos, su secretario, oficial que había sido del secretario Lope de Conchillos, en la casa del Rey Católico. De los extranjeros quería el rey mucho al Deán de Lovaina, Adriano, su maestro, que ya era cardenal y obispo de Tortosa. Pero el que lo mandaba todo y traía en peso la Casa Real era Monsieur de Chievres, Guillermo de Croy, su ayo y maestro en las cosas de caballero. Comenzaron Chievres y otros amigos suyos en llegando, a gustar de los ricos tesoros de España y de los muy hermosos doblones y monedas de oro, que en tiempo de los Reyes Católicos se batieron. Engolosinados con lo uno y con lo otro, comenzaron a meter la mano en los oficios y tenencias más de lo justo. Y como el rey era mozo y ellos codiciosos, hiciéronle pedir nuevos servicios y repartimientos. De lo cual y de otros algunos desafueros que los mismos ministros hacían de su motivo, nacieron desabrimientos en algunos pueblos del reino, que después vinieron a reventar en saliendo el rey de sus tierras.
[Aclaración de la cronología: Llegada de Carlos a España (19 de septiembre de 1517), Cortes de Valladolid (febrero 1518), elección imperial (1519), Cortes de Santiago-La Coruña (1520 -convocadas en febrero, reunidas de en Santiago del 31 de marzo al 4 de abril y en Santiago del 22 al 25 de abril), nombramiento de Adriano de Utrecht y salida de Carlos a Alemania  (20 de mayo de 1520)]

[Cortes de Valladolid de 1518]:
... se hicieron por escrito 88 peticiones, de entre las que destacan:
- Que la reina doña Juana sea tratada como señora de estos reinos
- Que el infante don Fernando sea nombrado regente, en ausencia de don Carlos y
hasta que no tenga descendencia directa.
- Que el nuevo rey jure todas las leyes y libertades de Castilla y haga audiencias
- Que en la casa real sirvan sólo españoles
- Que no se den a extranjeros oficios y beneficios
- Que no se saque del reino ni oro ni plata ni otros metales
- Que aprenda pronto el rey castellano para poderse comunicar con él

[Discurso de Pedro Ruiz de la Mota, obispo de Badajoz, a las Cortes de Santiago, 31 de marzo de 1520]:
Siendo, pues el rey nuestro señor, más rey que otro; mas rey, porque tiene más y mayores reinos que otros; mas rey, porque el solo en la tierra es rey de reyes, más rey porque es más natural rey, pues es no solo rey e fijo de reyes más nieto y sucesor de setenta y tantos reyes…
Agora es vuelta a España la gloria de España que en muchos años pasados estuvo adormida. Dicen los que escribieron en loor de ella que, cuando las otras naciones enviaban tributos a Roma, España enviaba emperadores: envió a Trajano, a Adriano y Teodosio de quien sucedieron Arcadio y Onorio; y agora vino el imperio a buscar el emperador a España y nuestro rey es fecho Rey de Romanos y Emperador del mundo...
Más que a otros conviene solo respetar su reputación y ninguna cosa en este mundo se la puede dar mayor que sepa todo el mundo que su Majestad parte de España con amor de sus vasallos y ellos quedan en gracia de él, porque sola España es aquella que pueda impedir o adelantar la vuelta de su Majestad.

[Peticiones de la Santa Junta de Ávila, 1521]:
... que después dél [Carlos I] no pueda suceder muger ninguna en el reino; pero que no habiendo hijos, que puedan suceder hijos e hijas é de nietas siendo nascidos é bautizados en Castilla; [...] quel Rey no pueda poner Coregidor en ningun logar, sino que cada ciudad é villa elijan el primero dia del año tres personas de los hidalgos é otras tres de los labradores, é questos dos que escojeren sean alcaldes de cevil é criminal por tres años, [...] que los oficios de la casa Real se hayan de dar á personas que sean nascidos é bautizados en Castilla, [...], quel Rey no pueda sacar ni dar licencia para que se saque moneda ninguna del reino, ni pasta de oro ni de plata, é que en Castilla no pueda andar ni valer moneda ninguna de vellon sino fuere fúndida é marcada en el reino.. [...] Que cada é cuando alguno hubiere de suceder en el reino, antes que sea rescibido por Rey, [...] confiese que rescibe el reino con estas condiciones...

[Gonzalo de Illescas, Historia Pontifical, 1565 "De la rebelión y alteraciones que en estos reinos de Castilla sucedieron y a los que llamamos comúnmente Comunidades"]:
La gran avaricia de Monsieur de Chievres y las necesidades que el nuevo Emperador y rey nuestro tenía de dineros para la jornada de Alemania, fueron causa de que a estos reinos se les viniese a pedir servicio y algún socorro para poder poner en orden a la partida. Cuando este negocio del servicio se puso en práctica, estaba el Emperador en Toledo. Como Chievres era mal visto y de él se sentían casi todos los grandes y personas particulares de España muy agraviadas (porque los oficios y tenencias se proveían a extranjeros y los flamencos los vendían a los naturales) estuvieron en poco de poner las manos en el mismo Chievres, al tiempo que se habían de partir para La Coruña, a donde el Emperador se había de embarcar. Lo cual fue causa que Chievres se salió de Toledo medio huyendo. Pocos días antes que de allí partiese su Majestad, estaban ya llamados los procuradores de las ciudades para hacer cortes en La Coruña. Acudieron a ellas casi todos los que por antigua costumbre de estos reinos tienen voto. Y como sabían que la principal causa porque las cortes se hacían, era para pedir el servicio, iban ya sobre aviso muchos de los procuradores con propósito de no le conceder. Venidos al negocio, hicieron otra cosa de lo que tenían pensado y concedieron el servicio. Partióse luego el Emperador dejando la gobernación de los reinos al cardenal Adriano, obispo de Tortosa, juntamente con los del Consejo Real, el cual quedaba de asiento en Valladolid. Recibió Adriano esta gobernación harto de mala gana, porque se le traslucía que no habría vuelto el rey las espaldas, cuando se habían de alterar los pueblos que quedaban descontentos y solían publicar muchas quejas del Rey y sus ministros. Pesábale de quedar él a pagar la culpa que otros tenían y también, porque poco más o menos entendía que Chievres le hacía quedar en España, porque le quería mal y por mandarlo él todo en casa del Rey. Pero al fin no pudo menos hacer de quedar en el oficio que se le encargó. 
[Revuelta de Segovia (23 de mayo), incendio de Medina (21 de agosto), Santa Junta de Ávila (1 de agosto), su traslado a Tordesillas (septiembre) y nombramiento imperial de nuevos gobernadores (9 de septiembre), 1520]
Partido el Emperador para Flandes, como el Reino quedaba tan alterado y mucho secretamente trataban de echar de si el nuevo tributo y había muchos quejosos y descontentos, que estaba el negocio en tales términos, que se veía bien que no podía dejar de suceder algún gran mal. Estando las cosas suspensas, sucedió que en Segovia, el pueblo con furia diabólica (sabiendo que estaba en Toledo Hernando Dávalos y Juan de Padilla, juntamente con otros algunos trataban una conjuración contra los sumisos ministros del rey) osaron hacer una cosa de muy mal ejemplo, sin causa alguna más de porque sabían que Tordesillas, Regidor de su ciudad de Segovia, era servidor del rey y había sido del parecer que se le otorgase el servicio, fueron con mano armada a su casa y sacándole de ella ignominiosamente (después de haberle con grandes alaridos atraído por las calles, que por poco le mataran a pedradas) le llevaron a la horca y le colgaron entre dos ladrones. Aconteció este insulto, miércoles después de pascua de Espíritu Santo, a 23 días del mes de mayo del año del Señor de 1520. Sabido por el cardenal y por los del Consejo, lo que en Segovia se había hecho, enviaron allá por Pesquisidor al licenciado Rodrigo Ronquilllo, Alcalde de Corte, con facultad de castigar con atrocidad (como él lo sabía muy bien hacer) aquel tan cruel y desacatado insulto. Y porque sabían bien que el negocio era de calidad que habría de menester armas, diéronle gente, la que les pareció que bastaba para seguridad de su persona y para la ejecución del castigo. Los segovianos (que conocían el delito grande que habían cometido y la severidad del juez que había de conocer de él y también porque días había que tenían gana de rebelarse contra su rey) pusieron el negocio en resistencia y vino a parar en guerra; lo que al principio se pensó que no pasará a otro mayor extremo, que a lo que ordinariamente suelen llegar estas cosas. El alcalde no tenía tantas gentes que pudiese tomar por fuerza la ciudad, y por ello se contentó con cercarla y con quitarle los bastimentos desde Santa María de Nieva, lugar allí cerca, y con apretarla; creyendo que vendría de temor a lo menos a pedir misericordia; lo cual ellos no quisieron hacer, porque desde Toledo les resollaban Hernando Dávalos, Juan de Padilla y otros que públicamente decían que no se podía sufrir los desafueros que Chievres y los demás flamencos habían hecho y los que hacían los del Consejo y el Gobernador. Decían que sería bueno proclamar libertad y reducir estos reinos en forma de República; porque de esta manera no se sacarían los dineros del reino ni se darían los obispados y tenencias a extranjeros y cesarían todos los otros inconvenientes. Parecían bien todas estas cosas agentes pérdidas y holgazanas y que deseaban revolver la furia por medrar. Sin los pobres, había muchos que se morían por ambición, como era Juan de Padilla que pretendía y pensaba salir de esta revuelta, maestre de Santiago; el obispo de Zamora, don Antonio de Acuña quería ser arzobispo de Toledo; el licenciado Bernardino, el doctor Zúñiga y otros semejantes pretendían corregimientos y audiencias. Viendo pues Ronquido y los del Consejo que ya el negocio iba de veras, determinaron batir los muros de Segovia y entrarla por fuerza y ejecutar en ella el rigor de la guerra, como en ciudad rebelde a su rey. Para lo cual fue necesario buscar artillería. Y porque en Medina del campo había la que bastaba, dieron el cargo de sacarla de allí a don Antonio de Fonseca, señor de Coca, el cual fue con gente a Medina, pensando que no hallara quien le resistiera el sacarla; pero como aquella villa estaba tan corrompida como Toledo y Ávila y otras ciudades, luego se pusieron los de Medina en confrontar a don Antonio el sacar del artillería, diciendo que Segovia no había de ser maltratada sin razón. Don Antonio (que de suyo era hombre áspero y determinado, teniendo creído que los de Medina, viendo su propio peligro y daño no curarían el ajeno) mandó poner fuego en lo mejor de la villa para tener tiempo de sacar la artillería en tanto que los vecinos entendían en matar el fuego. Fue tanta la obstinación y perseverancia de los de Medina que sin respeto a sus propias casas y haciendas (que las veían arder) acudieron a la artillería y de tal manera resistieron a Fonseca, que se vio de retirar sin ella. Quemáronse más de 700 casas de las mejores de la villa, y en ellas innumerable multitud de mercaderías de diversas gentes, y del rey de Portugal se quemó mucha especiería. Quemóse todo el monasterio de San Francisco, de tal manera que los frailes no pudieron salvar casa alguna, y metieron el Santísimo Sacramento en el hueco de una olma, que tenían en la huerta. Pero con todo eso, fue tanto lo que se contentaron los de Medina de ver que don Antonio no había salido con su intención, que dieron por bien empleado lo perdido y luego sin vergüenza ninguna proclamaron Comunidad, tomando por caudillo a Bobadilla, tundidor. Fueron a las casas del regidor Gil Niero, y echáronle por las ventanas sobre las picas; mataron a Téllez, librero y otros que seguían el parecer sano y contrario. Luego comenzó Bobadilla a llamarse señoría y hacer plato y puso casa como un señor de salva. Levantáronse tras esto (casi a un mismo tiempo) Toledo [en realidad allí había comenzado la revuelta el 16 de abril, entre las cortes de Santiago y La Coruña], Salamanca, Burgos, Ávila y atrás ciudades y pueblos principales. Todas estas ciudades (por colorar su causa) nombraron ciertos procuradores e hicieron una Junta en Ávila, para determinar la orden que sería bueno tener para echar de si la jurisdicción Real con buen color, como no pareciese que cometían contra el rey tradición. Ante estas cosas determinaron que se debía dar socorro a Segovia y que se negase la obediencia al Consejo Real y a todos los ministros del rey, no por más de que a su parecer no administraban justicia. Puesta la gente que les pareció bastar en buena orden, salió la Santa Junta, que así la llamaban ellos, para Tordesillas, con intención de apoderarse de la persona de la reina doña Juana, madre del rey, quitando de cabo ella al marqués de Denia, que la tenía en guarda. Por hacer entender al mundo que la querían obedecer como a señora natural y hacerla que tomase en sí la gobernación de estos su reinos, porque nadie pudiese decir que se rebelaban contra su rey. Lo cual ellos hacían, sabiendo que la reina (que con sus enfermedades no podía bien administrar los negocios les daría a ellos la gobernación de gana o por fuerza o comoquiera que fuese. Entrada la Junta en Tordesillas, no hubo mucho trabajo en echar de ella al marqués, apoderándose de la reina, e hicíéronla entender que el celo de su servicio los había hecho poner en armas. Sugiriéronla (por cumplir con el mundo) que tomase la administración y gobierno de sus reinos. La reina (que con no tener a todas horas entero el juicio, las más de las veces le tenía bien vivo y sabía y se acordaba quién era y que de justicia los reinos eran suyos) respondíales a unas veces a gusto de ellos y otras, cuando estaba sin pasión, veía que la engañaban. Pero ellos ateníanse a las palabras que hacían a su propósito con título de que la Reina lo mandaba. Fueron con la misma furia sobre el Consejo que estaba en Valladolid. Prendieron algunos de los oidores y al mismo cardenal Adriano, aunque se les soltó luego. Apoderáronse del Sello Real, y vueltos a Tordesillas comenzaron a librar cartas en nombre de la reina y del suyo y a usurpar en todas las cosas la jurisdicción real. El Emperador, como supo el trabajo en que las cosas de España estaban puestas, envió luego de Flandes nuevos poderes encomendando la gobernación de estos reinos al Condestable, don Iñigo de Velasco, y a don Fadrique Enríquez, Almirante de Castilla, los cuales aceptaron el oficio, aunque nunca dejaban en todas las cosas de comunicar y tomar parecer al Cardenal, por la gran prudencia y autoridad que conocían en él.
[Desarrollo de la guerra (1520-1521)]
Estando los negocios en este estado y aparejádose los gobernadores de gentes y de todo recaudo para hacer la guerra contra Juan de Padilla y Juan Bravo de Segovia, capitanes de la Junta, supieron que los comuneros iban con su campo a Villalpando, y que en Tordesillas no quedaba recaudo bastante de gente para defenderla, sino sólo los procuradores de la Junta. Fueron sobre ella con diligencia y sin mucho trabajo ganaron la villa y saqueáronla; porque ya eran comuneros los vecinos de ella. Prendieron algunos de los procuradores de la Junta y desencastillaron a la reina (que casi la tenían presa los comuneros) y recobraron el Sello que no fue pequeño negocio para la buena conclusión de la guerra. Querer yo aquí decir las particularidades que pasaron en esta rebelión sería alargarme más de lo justo en cosas que no es mucho de mi propósito y recrecerar llagas viejas, por eso las dejaré para quien lo escribiera más de propósito. Basta decir que en Valladolid el pueblo se levantó contra la villa y quemó muchas casas de los que sabía que deseaban servir al Rey; en Soria ahorcaron un Procurador de Cortes. Alcanzáronse por todas las trece ciudades principales de Castilla y otros infinitos pueblos. En todas ellas eran capitanes hombres viles y de oficios bajos: tundidores, sastres, pellejeros y freneros. Cosa cierto de maravillar que dos o tres personas tan principales como Juan de Padilla, don Pedro Girón y el obispo de Zamora siguiesen el parecer de esta gente tan vil. Es grandísimo dolor de considerar la miseria en que pusieron estos reinos los que publicaban que los querían poner en libertad. Porque en poco más de once meses que duró (el descubierto que esta guerra más que civil) no se guardó justicia ni había nadie que tuviese cosa segura ni quien osase salir de su casa de noche ni caminar de día. Robábase en público, forzábanse las mujeres, saqueábanse los lugares y era tanta la discordia y disensión que en un lugar y en una misma casa y entre padres e hijos se mataban sobre si eran comuneros o reales, y guay del que no decía ¡viva la Santa comunidad! Muchos había que si les preguntárades qué querían y qué cosa era la Comunidad, no les supieron decir, ni hacían más de irse al hilo de la gente. Los caudillos de esta furia popular (que así la podemos llamar) apellidaban libertad y prometían justicia, y jamás se vio en España tan dura servidumbre ni tanta iniquidad como la que con ellos se padecía. Los caballeros y señores, por la mayor parte tomaron la voz del rey como debía, sino fue el Conde de Salvatierra, que se cegó no sé por qué; don Pedro Girón no perseveró hasta el cabo, como aquel que de mala gana se había metido en este negocio, y por desabrimientos (algo justos a su parecer) que tenía del rey días había. De estos señores que no seguían la Comunidad y tenían vasallos y pueblos, muchos de ellos corrieron peligro en las personas, porque a buen librar los echaban de los pueblos donde vivían. Echaron al Condestable, de Burgos; al marqués de Denia, de Tordesillas; al Conde don Juan y a la condesa doña María de Padilla echáronlos de Dueñas y tomáronles la fortaleza; de Palencia echaron a don Diego de Castilla y de Salamanca a casi todos los caballeros de aquella ciudad. Rebelóse Nájera contra el Duque de ella; León, Toro y Zamora ni más ni menos se pusieron en armas. Los gobernadores que deseaban sanar este daño por buenos medios y sin venir con los rebeldes a rompimiento, no dejaban de requerirles cada día con la paz, ofreciéndoles partidos honestos y prometiendo casi todo lo que ellos podían desear y principalmente que todas las veces que su Majestad hubiese de salir del Reino dejaría gobernadores naturales de él; que los oficios y beneficios y tenencias no se darían a extranjeros, que se encabezarían las rentas reales, que los del Consejo harían residencia, que se formaría el gasto de la casa Real, que no se sacarían dineros del reino ni se cargarían lanas ni hierro ni navíos extranjeros y que se refrenarían los trajes y se pondría tasa en los casamientos y, sobre todo, que visitarían a menudo las chancillerías. Todas estas eran las cosas de que ellos se agraviaban en lo público; pero como no les daban en el blanco de lo que tenían secreto en el pecho no querían dar oídos a partido alguno. Como quiera que su negocio era que a Juan de Padilla se le diese el Maestrazgo y a su mujer un título (porque moría por llamarse señoría) y al obispo de Zamora, la Iglesia de Toledo, al abad de Compludo, el obispado de Zamora y al prior de Valladolid, el de Palencia. Finalmente por no me detener, el negocio se vino a poner en rompimiento de guerra. Después que los comuneros hubieron ganado y saqueado a Monzón, a Fuentes, a Ampudia, a Torre de Lobatón y otros lugares.
[Batalla de Villalar (23 de abril de 1521)]
Estaban los gobernadores en Rioseco, y Juan de Padilla con el ejército de la Comunidad había batido a Torre de Lobatón, y querían juntar consigo 8.000 hombres, que en Toro tenía el obispo de Zamora. Sabido por los gobernadores el camino que Juan de Padilla llevaba, salieron con su gente a mas andar la vía de Toro, con intención de pelear con los enemigos, antes que se pudiese juntar con los de Toro. Y tanta priesa se dieron a caminar, que los alcanzaron junto a Villalar, cuatro leguas de la ciudad. Los comuneros tenían mayor número de infantería y los gobernadores más y mejores caballos. Como los leales alcanzaron a picar en la retaguardia de los enemigos y lo supieron Juan de Padilla y los demás capitanes (por no perder reputación) acordaron volverles el rostro y pelear varonilmente. Y para esto revolvieron su campo poniendo delante la caballería, y mandaron a la infantería que se diese de andar hasta meterse en Villalar, que estaba muy cerca. El consejo de Juan de Padilla fue más valiente que sano; porque como los del campo de los gobernadores tenían más y mejor caballería, fuéles fácil cosa desbaratar los pocos y no tan ejercitados caballos, mayormente estando desmembrados de la infantería. De esta manera con muy poco trabajo los tomaron en medio y sin que se pudiesen defender ni huir, fueron presos Juan de Padilla, Maldonado y Bravo. La infantería (como vio presos a sus capitanes, que de ella, el primer escuadrón de la vanguardia estaba ya en Villalar) no tuvieron esfuerzo para con los victoriosos y así fueron fácilmente vencidos y desbaratados, con muerte y herida de muchos de ellos. Fueran los muertos muchos más si el Almirante de lástima no mandara cesar la matanza. Con esta felicísima victoria (que Se ganó el día de San Jorge, a 23 días del mes de abril del año de 1521) se puso el deseado fin a esta intestina guerra. Otro día adelante sacarlos en sendas mulas a degollar en el rollo de Villalar, a los tres principales caudillos, Juan de Padilla, Bravo y Maldonado. Sufrió la muerte Juan de Padilla como cristiano y buen caballero, con mucha paciencia y devoción y mostrando un gran arrepentimiento de sus pecados. De Juan Bravo dicen que se mostró soberbio y poco devoto en el morir, y que cuando el pregonero dijo, esta es la justicia que manda hacer su Majestad a este hombre por traidor, dijo: “mentiis, que nunca yo tal fui” Después en el artículo de la muerte hizo y dijo cosas de hombre vano y arrogante. Tanto que se hubo de volver a él Juan de Padilla para hacerle callar. Y dicen que con rostro sereno y grave le dijo estas palabras: “señor Juan Bravo, ayer fue día de pelear como buenos caballeros, ya hoy no es tiempo sino de morir como buenos cristianos” palabras cierto dignas de la clara sangre de donde él venía. Deshiciéronse aquel día con sola esta victoria otros muchos de los capitanes comuneros y de los procuradores de la Junta, principalmente el obispo de Zamora fue preso y puesto en la fortaleza de Simancas a donde después (no tanto por lo que hizo en Comunidad, cuanto porque mató al alcalde de la misma fortaleza, por soltarse y por otros muchos insultos que había hecho) el mismo alcalde Ronquillo (según fama) le dio un garrote, con que nunca más pareció y así acabaron con su vida, triste y desastradamente sus ambiciones y deseos. Fuese luego deshaciendo como humo esta furia popular y en pocos meses no apareció lanza Enhiesta contra los gobernadores. Hiciéronse castigos en diversas partes, hasta que su Majestad el rey vino el año adelante a Castilla, y usando de su natural clemencia, dio un perdón general para todos los que le habían ofendido, exceptuando tan solamente hasta doscientas personas señaladas, que habían delinquido atrocísimamente, además de todos los que estaban sentenciados, aunque las sentencias no estuviesen ejecutadas. Con lo cual estos reinos se tornaron a su antigua quietud y sosiego y quedaron como antes en la devoción y gracia del Emperador y rey suyo. Y para lavarse de la mancilla que se les había podido pegar de un negocio tan sucio como éste, hicieron luego a su rey un notable servicio, que fue recobrar Navarra que se la habían usurpado los franceses.

[Programa de Salamanca para las Cortes de 1520 -febrero de 1520-]:
La oposición al mandato imperativo de la Corte y a la política imperial se plasmó en un manifiesto redactado por miembros del clero de Salamanca, entre ellos, los superiores de los franciscanos, agustinos y dominicos: Alonso de Medina, Antonio Ávila, Juan de Argamañón, Juan de Victoria, Juan de Jarandilla, Juan de Bilbao y el doctor Docampo.
El documento, ante todo, exigía el reemplazo de los poderes imprecisos de los diputados por otros más concretos. El punto central era que este nuevo poder (denominado «limitado») debía contener reivindicaciones que el rey estaría obligado a conceder como condición previa a la votación del servicio, el cual sería negado en caso contrario.
Así, primero se pedía la prorrogación de las Cortes por medio año, debido a la gravedad de los temas a debatir, y que además se celebrasen en Castilla («en tierra llana»). A esto seguían dos reivindicaciones clásicas: la prohibición de extraer dinero y caballos del país —más adelante se proponía rebajar la ley de la moneda para igualarla a la de los países comarcanos y evitar su salida— y la exigencia de proveer los oficios y beneficios de Castilla y sus colonias a naturales castellanos.​ Además, insistía en el mantenimiento de la casa de Contratación en Sevilla: "Que no se quite la contratación de las Yndias, yslas e tierra firme de Sevilla ni se pase a Flandes." A estas peticiones les seguía una declaración categórica, la negativa del servicio: "Que no se consienta en servicio ni en repartimiento quel rey pida al reyno."
El manifiesto también se adentró en la cuestión de la partida del rey.​ En este sentido se exigía a Carlos que aplazase el viaje al Imperio hasta haber contraído matrimonio y asegurado la sucesión del reino pues, de otro modo, se demandaría el retorno de su hermano Fernando a la península. Además, se hacía hincapié en que una vez partido, la regencia debería estar investida con poderes amplios, con el fin de evitar que se reprodujera la delicada situación de la regencia del cardenal Francisco Jiménez de Cisneros, cuando todas las decisiones se tomaban en el extranjero. En el plano religioso, el manifiesto proponía que se moderase el comercio de indulgencias —para impedir los abusos de sus vendedores— y que el dinero obtenido de ellas no se utilizase para fines diferentes del establecido.
En caso de que el rey se abstuviese de considerar estas exigencias, los procuradores le dirigirían una advertencia solemne previniéndole que las Comunidades del reino —según el contexto, las ciudades y colectividades políticas— tomarían sus responsabilidades y el papel de velar por los intereses nacionales y la independencia en contra del Imperio, negándose a contribuir financieramente a una política que consideraban no interesaba a Castilla: "Sy esto no oviere lugar, le hagan un requerimiento con tres o quatro escrívanos que si algo se hiziere conplidero al bien destos reynos de que su alteza, a parecer de los que le aconsejan la partida, no se tenga por servido, que las Comunidades destos reynos no caigan por ello en mal caso, que más obligadas son al bien destos reynos en que biben que no a lo que pareciere a los que le aconsejan la partida y más es su servicio estar en ellos a governarlos por su presencia que absentarse (...) En caso que no aproveche nada este requerimiento, pedir al rey nuestro señor tenga por bien se hagan arcas de thesoro en las Comunidades en que se guarden las rentas destos reynos para defendellos e acrescentarlos e desenpeñarlos, que no es razón Su Cesárea Magestad gaste las rentas destos reynos en las de los otros señoríos que tiene, pues cada qual dellos es bastante para si, y este no es obligado a ninguno de los otros ni subjeto ni conquistado ni defendido de gentes estrañas."
El programa de Salamanca, que preludiaba la insurrección comunera, finalizaba proponiendo al resto de las ciudades representadas en Cortes adoptar su reclamo; según los frailes, todos los brazos sociales de la ciudad (es decir, regidores, clero y población) estaban dispuestos a resisitir cualquier tipo de amenazas.​ También se instaba a los oficiales municipales a no dejarse amedrentar por los corregidores, que tan solo acataban las órdenes del monarca, aunque personalmente pudiesen discrepar y tener miradas distintas a las que buscaban imponer; incluso había un cierto interés por verlos oponerse, porque ello incentivaría a los diputados a resistir más firmemente en sus opiniones.


Burgos 1520
La revuelta comunera a través de la imprenta 
Lista de excluidos del perdón de 1522 por ciudades
Wikipedia: Revueltas antiseñoriales_durante_la_Guerra_de_las_Comunidades_de_Castilla 
La revuelta de las Comunidades en Alcalá de Henares (Wikpedia, citando a Ángel Carrasco Tezanos)

[Ángel Ganivet, Idearium español, 1897 -citado en Joseph Pérez, En torno a las Comunidades de Castilla-]:
Los comuneros no eran liberales o libertadores, como muchos quieren hacernos creer; no eran héroes románticos inflamados por ideas nuevas y generosas y vencidos en el combate de Villalar... Eran castellanos rígidos, exclusivistas, que defendían la política tradicional y nacional contra la innovadora y europea de Carlos V.

[Los Comuneros, romance de Luis López Álvarez,1972, musicado por Nuevo Mester de Juglaría, 1976]

[Alberto Marcos Martín, El mundo urbano en Castilla antes y después de las Comunidades, en Pérez, op. cit.]:
La victoria del bando imperial en la batalla de Villalar no sólo trajo graves consecuencias para el orden constitucional y dio al traste con las aspiraciones de transformación del orden social y económico que estuvieron presentes, junto con las del cambio político, en el movimiento de las Comunidades de Castilla. Villalar significó también, vistas las cosas a posteriori, el triunfo del poder de una Monarquía cada vez más centralizada y volcada en defensa de su hegemonía en el exterior (fin al que se supeditarían una y otra vez, como ya barruntaran los comuneros, los intereses económicos del país), y junto con ello, la consolidación de una organización de la sociedad estrechamente vinculada a dicho poder, la cual se estructuraba orgánicamente a partir de la preeminencia de unas clases privilegiadas provistas de enormes prerrogativas económicas y sociales. Un modelo de organización social y política, se insistirá, que si en principio permitía el florecimiento de ciertas actividades e, incluso, la formación de importantes fortunas en paralelo a la propia expansión de las ciudades, a la larga se convertía en un freno al crecimiento económico que acababa frustrando el desenvolvimiento armónico del conjunto de la economía, como el fenómeno posterior de la decadencia se iba a encargar de demostrar.


[Eulalia Durán, Aspects ideologics de les Germaníes -los hechos, de 1520-]:
Una anécdota que Martí de Viciana situa el febrer de 1520 a Valbncia és illustrativa: una dona digué al seu fill de sis anys tot ensenyant-li un cavaller que passava pel carrer "mirale bien, porque quando serás hombre digas que has visto cavallero en Valencia, porque dentro de breves días todos ñps cavalleros de Valencia perecerán y de hoy adelante no habrá más cavalleros en este reyno, y en los venideros tiempos assi se hablará de ñps cavalleros valencianos como agora de los cavalleros templarios". La mateixa idea seria reafirmada, segons Viciana el mes de juny per Guillem Sorolla, un dells líders agermanats valencians, al governador general de Valencia: "la germania ... durará más que el estado militar d'este reyno, que va ya de cayda, y no ha de quedar memoria de los cavalleros, pues que ha sido causa de moverse el pueblo". Perque aquest pronbstic s'acomplis, bé calia posar-hi les condicions idbnies. Les exclamacions dels menestrals mallorquins són grhfiques. El boter Miquel Garcia ecdix "que ell volia sopar del fetge dels homens de bés", el paraire Joan Segui ccdeya ja en los principis "que tots los mascarats y homens de he nor serien degollats". L'animadversió contra els gentilhomes s'accentuh des de la mort d'alguns d'aquests que s'havien refugiat al castell de Bellver. Així s'expressava el mercader Pere Cerdh: que [els agermanats] havien fet molt bé de matar los del castell, que puys lo poble era senyor de la terra, havia ésser senyor de las fortalesas ... que no havían de dexar home de bé en lo món." El mercader mallorquí Pere Cera havia precisat un nou pas a acomplir. No es tractava ja només de matar tots els gentilhomes sinó que el poble sobira els havia de substituir com a senyors de les fortaleses i encara afegia ccque los menestrals havien de senyoretjar,,. ccSenyoretjars, és a dir, fer els menestrals tot allb que fins aleshores feien cavallers i que els havia estat vedat: el picapedrer Antoni Guerau cccascun dia mudava de vestits,,," el carnisser Pere Muler cces féu gipó de domb carmesis,'3 el sabater Bernat Menorquí ccs'atavih molt supervament per la Germania ab una cofa d'orn,14 e1 sabater Vicens Coll ccféu-se un gipó de vellutn,'5 el botiguer Mique Guerau cccavalcava un cavall de moss&n Anglada per Ciutata,J6 el traginer Antoni Burguhs ajugava a la sortija al Born ab los altress." La reacció degué ser similar entre els agermanats valencians. Pel gener de 1520 Anghiera es feia ressb de les reivindicacions populars: aja és arribat el clar dia, -deien, segons ell- que ens puguem treure de sobre el jou d'aquests nobles insolents que fins ara ens han tractat amb tant d'orgull.. .; qualsevol menestral -comentava Anghieradeixa el seu ofici i es passa a exercitar-se en les armes,,.'


[Dieta de Worms, 1521]:
Vosotros sabéis que Yo desciendo de los emperadores cristianísimos de la noble nación de Alemania, y de los reyes católicos de España, y de los archiduques de Austria y duques de Borgoña; los cuales fueron hasta la muerte hijos fieles de la Santa Iglesia Romana, y han sido todos ellos defensores de la Fe católica y sacros cánones, decretos y ordenamientos y loables costumbres, para la honra de Dios y aumento de la Fe católica y salud de las almas. Después de la muerte, por derecho natural y hereditario, nos han dejado las dichas santas observancias católicas, para vivir y morir en ellas a su ejemplo. Las cuales, como verdadero imitador de los dichos nuestros predecesores, habemos por la gracia de Dios, guardado hasta agora. Y a esta causa, Yo estoy determinado de las guardar, según que mis predecesores y Yo las habemos guardado hasta este tiempo; especialmente, lo que ha sido ordenado por los dichos mis predecesores, ansi en el Concilio de Constancia, como en otros.
Las cuales son ciertas, y gran vergüenza y afrenta nuestra es, que un sólo fraile, contra Dios, errado en su opinión contra toda la Cristiandad, así del tiempo pasado de mil años ha, y más como del presente, nos quiera pervertir y hacer conocer, según su opinión, que toda la dicha Cristiandad seria y habría estado todas horas en error. Por lo cual, Yo estoy determinado de emplear mis Reinos y señoríos, mis amigos, mi cuerpo, mi sangre, mi vida y mi alma; porque sería gran vergüenza a mí y a vosotros, que sois la noble y muy nombrada nación de Alemania, y que somos por privilegio y preeminencia singular instituidos defensores y protectores de la Fe católica, que en nuestros tiempos no solamente heregia, mas ni suspición de ella, ni disminución [de] la Religión cristiana, por nuestra negligencia, en nosotros se sintiese, y que después de Nos quedase en los corazones de los hombres para nuestra perpetua deshonra y daño y de nuestros sucesores. Ya oísteis la respuesta pertinaz que Lutero dio ayer en presencia de todos vosotros. Yo os digo, que me arrepiento de haber tanto dilatado de proceder contra el dicho Lutero y su falsa doctrina. Estoy deliberado de no le oír hablar más, y entiendo juntamente dar forma en mandar que sea tomado, guardando el tenor de su salvoconducto, sin le preguntar ni amonestar mas de su malvada doctrina, y sin procurar que algún mandamiento se haga de como suso es dicho; e soy deliberado de me conducir y procurar contra él como contra notorio herege. Y requiero que vosotros os declareis en este hecho como buenos cristianos, y que sois tenidos de lo hacer como lo habeis prometido. Hecho en Bormes a 19 de abril de 1521, de mi mano. Yo el Rey


[Alfonso de Valdés, Diálogo de las cosas ocurridas en Roma, -los hechos, el Saco de Roma, 1527-]:
... Vos querríades, según eso. hacer un mundo nuevo... Vívame a mí el Emperador don Carlos y veréis vos si saldré con ello... Si un principe quiere castigar a su vasallo, ¿hase él de entremeter en ello? ... El Emperador es muy de veras buen cristiano y tiene todas sus cosas tan encomendadas y puestas en las manos de Dios, que todo lo toma por lo mejor, y de aquí procede que ni en la prosperidad le vemos alegrarse demasiademente ni en la adversidad entristecerse, de manera que en el semblante no se puede bien juzgar de él cosa ninguna'; mas, a lo que yo creo, tampoco dejará de conformarse con la voluntad de Dios en esto como en todas las otras cosas.


[Discurso pronunciado por Carlos V, en español, en la Sala del Consistorio del Vaticano ante el Papa Paulo III y los cardenales y embajadores extranjeros, 1539]


[Instrucciones de Palamós (de Carlos V al príncipe Felipe), 1543]:
Primera instrucción: ...
He ordenado aquí el Consejo de Aragón, y también se os harán instrucciones sobre la gobernación de los reinos de la Corona y sobre la manera del firmar, a lo cual me remito, y usaréis conforme a lo contenido en ellas y a lo susodicho. Salvo os aviso que es necesario que en ello seáis muy sobre aviso, porque más presto podríades errar en esta gobernación que en la de Castilla, así por ser los fueros y constituciones tales, como porque sus pasiones no son menores que las de otros, y ósenlas más mostrar y tienen más disculpas, y hay menos maneras de poderlas averiguar y castigar.
...
Instrucción secreta: ...
En lo del dinero, sería menester juntar Cortes, o por otra manera que mejor pareciese, para haber lo que conviniese. Yo no quiero hablar en lo de la sisa, porque tengo jurado de nunca pedirla, bien sé que vos ni yo no tenemos otra mejor forma que esa para remedio de nuestras necesidades, o sea por este efecto o por remediarnos y sostenernos en tiempo de paz y sosiego, y fuese dándole el nombre que quisiesen. Digo esto, porque en tal caso os escribiré luego en general lo que convendrá y de mi mano una palabra, diciéndoos que entonces es el tiempo a que habéis de mostrar cuanto valéis, así por lo que debéis ayudar a vuestro padre como por lo que os conviene para sacarnos de necesidad; y sobre esto podríades poner pies en pared y hablar, así en particular como en general, a todos, amonestándoles que sirvan. Y porque no se hallará otro medio bastante que la sisa, que aunque yo no propongo ésta ni otro, que queréis que sea ésta, y que no han de contradecir nadie de los que quisieren ser tenidos por buenos vasallos y criados nuestros. Con esto por acá y con lo de las Indias, si viene, con que me socorran, porque ella y lo que los de allá harán podía ser medio con que metiésemos tan bajo nuestros enemigos, que después nos diesen lugar a rehacernos y a quitarnos de los gastos en que cada día nos ponen.
Ya se os acordará de lo que os dije de las pasiones, parcialidades y casi bandos que se hacían o están hechos entre mis criados, lo cual es mucho desasosiego para ellos y mucho deservicio nuestro; por lo cual es muy necesario, que a todos deis a entender que no queréis ni os tenéis por servido de ello y que el que usara de ellos no se lo permitieres. Y porque en público se harán mil regalos y amores y en secreto lo contrario, es menester que seáis muy sobre aviso de cómo lo hicieren. Por esta causa he nombrado al cardenal de Toledo, Presidente y Cobos para que os aconsejéis de ellos en las cosas del gobierno. Y aunque ellos son las cabezas del bando, todavía los quise juntar porque no quedásedes sólo en manos del uno de ellos, cada uno ha de trabajar de haberos en manos y de necesitaros a serviros de él.
El cardenal de Toledo entrará con humildad y santidad; honradle, creedle en cosas de virtud, que él os aconsejará bien en ellas; encargadle que os aconseje bien y sin pasión en los negocios que tratare con vos y en escoger buenas personas desapasionadas en los cargos; y en lo demás no os pongáis en sus manos solas ni ahora ni en ningún tiempo ni de ningún otro, antes tratad los negocios con muchos y no os atéis ni obliguéis a uno solo, porque aunque es más descansado no conviene, principalmente a estos vuestros principios, porque luego dirían que sois gobernado y por ventura que sería verdad, y que el a quien tal crédito cayeses en las manos se ensoberbecería y se levantaría de arte que después haría mil hierros; y en fin todos los otros quedarían quejosos.
El duque de Alba quisiera entrar con ellos, y creo no fuera de bando sino del que le conviniera. Y por ser cosa del gobierno del Reino donde no es bien que entren grandes no lo quise admitir, de que no quedó poco agraviado. Yo he conocido en él, después que le he allegado a mí, que él pretende grandes cosas y crecer todo lo que él pudiere, aunque entró santiguándose muy humilde y recogido. Mirad, hijo, qué hará cabe vos que sois más mozo. De ponerle a él ni a otros grandes muy adentro en la gobernación os habéis de guardar, porque por todas vías que él y ellos susurren os ganarán la voluntad, que después os costará caro; y aunque sea por vía de mujeres creo que no lo dejará de tentar, de lo cual os ruego guardaros mucho. En lo demás, yo le empleo en lo del Estado y de la guerra; servíos de él y honradle y favorecedle pues que es el mejor que ahora tenemos en estos Reinos.
A Cobos tengo por fiel, hasta ahora ha tenido poca pasión, ahora paréceme que no le falta, no es tan gran trabajador como solía. La edad y dolencia lo causan, bien creo que la mujer le fatiga, y es causa de meterle en la pasiones y aun no deja de darle mala fama cuanto al tomar, aunque creo que no toma él cosa de importancia, basta que unos presentes pequeños que hacen a su mujer le infame. ...
En lo que a don Juan habrá poco que decir, porque le conocéis. ... En don Juan hay dos cosas a mi parecer: la una que es algo apasionado, y con Cobos principalmente, y aun con el duque de Alba, tiene mucho de la parte del Cardenal de Toledo, y el Conde de Osorno es mucho su amigo. Pienso que la pasión la tiene principalmente de no haber habido tantas mercedes como él quisiera y parecer que Cobos no le ha ayudado y se las ha acortado y ver las que he hecho a Cobos; y sobre esto, con pesar las desigualdades de linajes y medir el tiempo de los servicios. Y esto es la una cosa que tiene, que es un poco de codicia.
Al obispo de Cartagena todos lo conocemos por muy buen hombre; cierto que no ha sido ni es el que más os conviene para vuestro estudio; ha deseado contentaros demasiadamente. Plegue a Dios que no haya sido por algunos respetos particulares. Él es vuestro capellán mayor. Vos os confesáis con él. No sería bien que en lo de la conciencia os desease tanto contentar como ha hecho en el estudio. Hasta aquí no ha habido inconveniente de aquí adelante lo podría haber y muy grande. Mirad lo que os va en ello, porque no es más que el alma, y va mucho que a los principios de la edad conviene comencéis a tener buena conciencia y reformada; y así, hijo, os lo ruego y que en ello hagas durante las ausencias de vuestra mujer lo que os amonesta: y para este efecto creo que sería bien que, pues el obispo es vuestro capellán mayor, tomásedes un buen fraile por confesor.
No hablo en lo del cardenal de Sevilla, porque él está ya tal, que estaría mejor en su iglesia que en la Corte...
El Presidente es buen hombre; no es, a lo que yo alcanzo tanta cosa como sería menester para un tal Consejo, más tampoco hallo ni sé otro que le hiciese mucha ventaja. Mejor era para una Chancillería que para el Consejo, y más después que estas pasiones andan, sin las cuales a mi ver no anda, y aunque le encomendé mucho la conformidad con Cobos, paréceme que le es muy sujeto y que antes quedaría por Cobos que por él en hacer cosa que no fuese muy lícita por complacerle, y que antes él le encendería en las pasiones que no se las desharía. Mas todavía creo que no usará de su oficio sino bien.


[Instrucciones de Augsburgo (de Carlos V al príncipe Felipe), 1548]:
Ternéis advertencia que el Papa presente es cargado de años, y si falta después de mí, procuraréis todo lo que pudiéredes buenamente, que la elección de futuro Pontífice se haga como lo requiere la gran de necesidad de la Cristiandad, siguiendo da instrucción y memoria que para este efecto he enviado a mi embajador en Roma, en que no se pretende otro, ni tengo otro fin, sino que se haga buena elección y se obvie a las pláticas contrarias. Y en ésta y en las otras ocasiones debéis hacer siempre lo semejante, confiando en Dios, que con esto El mirará y aceptará vuestra sancta intención.
Tendréis con el Papa tres principales dificultades. La una, la del feudo del reino de Nápoles y el concierto que con el papa Clemente sobre él se hizo; la segunda, de la monarquía de Sicilia, y la tercera, por la pragmática fecha en Castilla;​ y en todo estaréis con advertencia para hacer de vuestra parte lo que es razón, y si otras diferencias ocurriesen las trataréis, como es dicho arriba, con la sumisión que un buen hijo de la Iglesia lo debe hacer, y sin dar a los papas justa causa de mal contentamiento vuestro; esto de manera que no se haga ni intente cosa prejudicial a las preeminencias y común bien y quietud de los dichos reinos.


[Abdicaciones de Bruselas, 1555, recogidas por Fray Prudencio de Sandoval, Historia de la vida y hechos del emperador Carlos V, 1614]:
Estando todos así congregados con gran silencio, levantóse Filiberto de Bruselas, presidente del Consejo de Flandres, y habló de esta manera:
"... Últimamente os encomienda el César a su único hijo, el rey Felipo, a quien os pide que obedezcáis y améis como a vuestro príncipe y señor natural, y hagáis con él lo que siempre habéis hecho con el César, lo cual os pide tanto por su autoridad cuanto por vuestro provecho. ..."
Con esto calló el presidente Bruselas, quedando todos admirados y con los ánimos suspensos, mirándose unos a otros sin hablar, espantados de la determinación nunca pensada del Emperador. Dolíales dejar un señor que tan valerosa y prudentemente los había gobernado y defendido. Y que los dejase en tiempo que en Francia había un rey tan belicoso y capital enemigo suyo, y cuando aquella nación belicosa, ardía con envidia y odio del bien y riquezas de aquellos Estados, contra la nación flamenca. Y esperando congojados qué fin tendría aquella junta, estaban como atónitos. Lo cual, visto por el Emperador, para más declarar lo que Bruselas había dicho, repitiendo algo de lo referido y añadiendo otras cosas que quiso que allí se entendiesen, levantóse en pie con un palo en la mano derecha, y poniendo la otra sobre el hombro de Guillermo Nasau, príncipe de Orange (que poco después de venido el Emperador inquietó aquellos Estados, revelándose como ingrato contra el rey Felipo) y habló de esta manera:
«Luego sucedió la muerte de mi abuelo, el Emperador Maximiliano, en el año de diez y nueve de mi edad, que hace agora treinta y seis años, en el cual tiempo, aunque era muy mozo, en su lugar me dieron la dignidad imperial. No la pretendí con ambición desordenada de mandar muchos reinos, sino por mirar por el bien y común salud de Alemaña, mi patria muy amada, y de los demás mis reinos, particularmente los de Flandres, y por la paz y concordia de la Cristiandad, que cuanto en mí fuese había de procurar, y para poner mis fuerzas y las de todos mis reinos en aumento de la religión cristiana contra el Turco. Mas si bien fue este mi celo, no pude ejecutarlo como quisiera, por el estorbo y embarazo que me han hecho parte de las herejías de Lutero y de los otros innovadores herejes de Alemaña, parte de los príncipes vecinos y otros, que por enemistad y envidia me han sido siempre contrarios, metiéndome en peligrosas guerras, de las cuales, con el favor divino, hasta este día he salido felizmente. Demás de esto hice con diversos príncipes varios conciertos y confederaciones, que muchas veces por industria de hombres inquietos no se guardaron y me forzaron a mudar parecer, y hacer otras jornadas de guerra y de paz. Nueve veces fui a Alemaña la Alta, seis he pasado en España, siete en Italia, diez he venido aquí a Flandres, cuatro en tiempo de paz y de guerra he entrado en Francia, dos en Inglaterra, otras dos fui contra Africa, las cuales todas son cuarenta, sin otros caminos de menos cuenta, que por visitar mis tierras tengo hechos. Y para esto he navegado ocho veces el mar Mediterráneo y tres el Océano de España, y agora será la cuarta que volveré a pasarlo para sepultarme; por manera que doce veces he padecido las molestias, y trabajos de la mar. Y no cuento con éstas la jornada que hice por Francia a estas partes, no por alguna ocasión ligera, sino muy grave, como todos sabéis.
... En lo que toca al gobierno que he tenido, confieso haber errado muchas veces, engañado con el verdor y brío de mi juventud, y poca experiencia, o por otro defecto de la flaqueza humana. Y os certifico que no hice jamás cosa en que quisiese agraviar a alguno de mis vasallos, queriéndolo o entendiéndolo, ni permití que se les hiciese agravios; y si alguno se puede de esto quejar con razón, confieso y protesto aquí delante de todos que sería agraviado sin saberlo yo, y muy contra mi voluntad, y pido y ruego a todos los que aquí estáis me perdonéis y me hagáis gracia de este yerro o de otra queja que de mí se pueda tener.»
Acabó con esto el César, y volviéndose a su hijo el rey don Felipe con abundancia de lágrimas y palabras muy tiernas le encomendó el amor que debía tener a sus súbditos, y el cuidado en el gobierno, y sobre todo la fe católica, que con tanto fervor habían guardado sus pasados. Y con esto acabó su plática, porque ya no podía tenerse en los pies, que como estaba tan flaco faltábale el aliento para pronunciar las palabras, el color del rostro con el cansancio de estar en pie y hablar tanto, se le había puesto mortal, y quedó grandemente descaído; tan grande era su mal, que es harto notable en edad de cincuenta y cinco años estar tan acabado. Podemos ver en esto cuáles fueron sus cuidados y fatigas, que son las que, como dice el sabio, secan y consumen los huesos, parte más fuerte del cuerpo humano. Oyeron todos lo que el Emperador dijo con mucha atención y lágrimas, que fueron tantas, y los sollozos y suspiros que daban, que quebraran corazones de piedra, y el mismo Emperador lloró con ellos, diciéndoles: «Quedaos a Dios, hijos; quedaos a Dios, que en el alma os llevo atravesados.»
...
Poco después de esto, estando el Emperador con voluntad de acabar de echar de sí la carga del gobierno, que ya le pesaba, por verse libre y desocupado para tratar de otros reinos de mayor importancia, llamó a su cámara todos los criados españoles que tenía, y estando en la cama les dijo la determinación que tenía de dejar los reinos de España, como había hecho, según habían visto, los de Flandres, para retirarse donde con quietud acabase lo que de la vida le restaba; que les agradecía lo que le habían seguido y servido y el amor que siempre le habían mostrado; que viesen lo que querían, o venirse con él a España, o quedar con el rey su hijo, porque de cualquier manera serían acomodados y gratificados sus servicios. Ellos le besaron la mano por la merced que les hacía, unos con lágrimas, otros con pensamientos de cómo tendrían con el nuevo príncipe el lugar, que semejantes con tanta ansia apetecen.


[Manuel Fernández Álvarez, entrevista por la publicación de Carlos V, el césar y el hombre, 2000]:
Carlos V era un emperador de la cristiandad europea. Trata de defender una Europa unida frente al enemigo exterior, el turco, y unida también espiritualmente en el interior, que empieza a mostrar fisuras en el aspecto religioso. Y eso tiene que ver con la Europa de hoy, porque si va ser una realidad y un proyecto de futuro tiene que contar con un pasado y la referencia a Carlos V es obligada en esa historia de Europa. No es el gran ausente como algunos han dicho, la recorrió desde los Países Bajos a Italia en su intento de que no se desvertebrara. Fue un gran viajero por obligación, no por placer.... Carlos V entendía que la política no podía estar disociada de la moral. Tenía un sentido ético de la existencia que le acompañó en su poder. Eso Menéndez Pidal lo vio perfectamente. Deja el poder porque se siente obligado a ello, para evitar un daño. Es un político honesto, fiel a su compromiso de quehacer imperial. Está al servicio del poder, no al revés. ¿Quién deja el poder ahora?



X - Felipe II

Inscripción del cenotafio de Felipe II en la basílica de El Escorial
Fuente. Manuel Ramírez
Traducción: Este lugar vacío le guardó quien le dexó de su grado, para el que de sus descendientes fuere mejor, en virtud de otra suerte ninguno le ocupe / [esta la intento yo] "Deo Optimo Máximo" -Para Dios, el mejor, el más grande- Felipe II reinó sobre todas las Españas, ambas Sicilias y Jerusalén, Rey Católico, Archiduque de Austria. En este sagrado templo que fundó y construyó en vida P [¿el propio Felipe?] reposan a la vez sus esposas Ana, Isabel y María, con el príncipe Carlos, su hijo primogénito.  / Este lugar queda destinado con particular y pensado cuidado de los hijos, para que sea con sus claras memorias ilustrado, quando despues de largo espacio de vida, murieren
Ver también Sara Caballero, Epigrafía en el monasterio de las Descalzas Reales de Madrid: El sepulcro de la princesa Juana de Austria


[Historia popular sobre el proceso de Agustín de Cazalla, -los hechos, 1552-1559-]:
Vivia en cierta ciudad de Castilla [Valladolid] un clérigo llamado ... Cazalia; este había sembrado entre la junta ignorante una falsa y diabólica doctrina, y los convocaba al anochecer a su casa, teniendo un portero a la puerta para que abriese a quien llamaba, y dando el nombre de Cazuela entraban en ella así hombres corno mugeres, y estando todos juntos les hacia su plática, y por remate apagando las luces decía: «Aleluya, cada uno con la suya». Y así cada hombre asía de la muger que el lance le destinaba o que la malicia le había puesto junto a si. ... fue el caso que habiendo hecho reparo un muchacho de trece a catorce años que su madre todas las noches salía de casa, sin poder averiguar adonde iba, la fue una noche siguiendo, y viendo que llegaba a la tal casa y que llamando y dando el nombre entraba ... resolvió llamar dando el mismo nombre que los demás y entrar para apurar aquel enigma. Hizolo como lo pensó, y habiendo entrado y visto todo lo que pasaba, y llegando el caso de apagar las luces, hizo lo que los demas, y le movió la curiosidad de cortar un pedazo de la basquiña de la muger que le había tocado, por ver si podía venir en conocimiento a otro día de la que había sido, y habiéndose dividido todos aquella noche, se fue el muchacho a su casa sin darse por entendido de nada de lo que había visto. Y reparando que a la basquiña de su madre le faltaba el pedazo que había cortado en la casa de Cazalla, vino en el conocimiento de que era su madre la muger que carnalmente había conocido. Alumbrole Dios de su culpa, y al día siguiente se fue a confesarla, y por este camino permitió la magestad divina que fuesen todos descubiertos, presos y castigados por el santo oficio de la Inquisicion, la casa sembrada de sal, y puesto un rótulo en una piedra que refiere el caso para ejemplo y escarmiento de los venideros siglos.


[Proceso de Constantino Ponce de la Fuente, 1557-1560, en Marcelino Menéndez y Pelayo, Historia de los heterodoxos españoles]:
Comenzaba por entonces a establecerse en Sevilla la Compañía de Jesús, y a ella estaba reservado atajar el daño de las predicaciones de Constantino, y descubrir su solapada maldad. El astuto heresiarca vió pronto el peligro, y quiso esquivarle por diversos modos. Comenzaron él y los suyos a poner lengua en la doctrina de la Compañía, en sus oraciones y ejercicios, y a calificarla de secta de herejes alumbrados , que con afectación de modestia y buena compostura, y rostros macilentos y descoloridos, querían engañar al mundo. Y esto decían, sobre todo, del apostólico varón Padre Bautista, que iba logrando maravillosas conversiones y había emprendido una obra de regeneración moral en Sevilla.
No pudo contener sus iras el astuto magistral, a pesar de su refinada prudencia, y una vez que predicaba del Evangelio de los falsos profetas, aludió tan claramente a los jesuítas, que por muchos días no se habló de otra cosa en Sevilla. «¿De dónde ha salido (dijo) esa cantera de la nueva hipocresía? Diréis que son humildes. Y lo parecen. Muy grandes ojos tenéis, aguda vista alcanzáis..., asperezas os predican extraordinarias: andad, que ya ha caducado la ley y esas son armas perdidas.»
El escándalo fué grande. Otros predicadores, amigos de Constantino, le imitaron, y con chistes, cuentecillos y donaires quisieron alborotar a aquel pueblo alegre y novelero contra los jesuítas. Constantino hizo más: tenía espías cerca de los Padres para que le informasen de su vida y costumbres. Y cuando supo que eran hombres sin vicios, y humildes con humildad no fingida [p. 99] cuentan que exclamó: «No digáis más, que si ellos son hombres de oración y no amigos de familiaridad con mujeres, ellos perseverarán en lo comenzado.» ¡Tanta es la fuerza de la verdad (exclama Martín de Roa), que aun de los enemigos saca testimonios de abono!
No se pudo contener el Padre Bautista, viendo el estrago que hacía la predicación de Constantino, y una tarde, después de haberle oído, se subió al mismo púlpito y comenzó a impugnar su doctrina y a descubrir sus marañas, aunque sin nombrarle.
Y fué tanto el calor y el brío con que habló, que los contrarios se aterraron y entraron en recelo los indiferentes.
Animados con esto los Maestros Salas y Burgos, de la Orden de Santo Domingo, y algunos otros religiosos y gente docta, empezaron a advertir con más cuidado las palabras y acciones de los nuevos apóstoles, tras de los cuales iba embobado el vulgo «con el gusto de su lenguaje y palabras sabrosas, como tras los cantos de las sirenas».
Y aconteció un día que al salir de un sermón de Constantino el magnífico caballero Pedro Megía, veinticuatro de Sevilla (antiguo amigo y corresponsal de Erasmo, hombre de varia erudición y escritor de agradable estilo en su Silva, Historia de los Césares, Diálogos e Historia del Emperador , a todo lo cual se juntaba el ser católico rancio y a macha martillo), dijo en alta voz, y de suerte que todos le oyeron: «Vive Dios, que no es esta doctrina buena, ni es esto lo que nos enseñaron nuestros padres.» Causó gran extrañeza esta frase, e hizo reparar a muchos, por ser de persona tan respetada en Sevilla, a quien comúnmente llamaban el filósofo . Y como por el mismo tiempo hubiera venido a Sevilla San Francisco de Borja, repetido, al oír otro sermón de Constantino, aquel verso de Virgilio: Aut aliquis latet error: equo ne credite, Teucri,perdieron algunos el miedo y arrojáronse a decir en público que Constantino era hereje. Algunos le delataron a la Inquisición, y con esto le fueron abandonando sus amigos.
Los inquisidores le llamaron varias veces al castillo de Triana, pero no pudieron probarle nada, y él solía decir: «Quiérenme quemar estos señores, pero me hallan muy verde.»
...
Tenía depositados sus libros prohibidos y papeles heréticos en casa de una viuda, Isabel Martínez, afiliada a la secta; pero habiéndola encarcelado la Inquisición, se procedió al embargo de sus [p. 102] bienes, encargándose de ello al alguacil Luis Sotelo. Dirigióse éste a casa de Francisco Beltrán, hijo de la Martínez, y aturdido él con la improvisa nueva, pensó que venían, no por las alhajas de su madre, sino por los libros del Dr. Constantino, y derribando un tabique de ladrillo, mostró al alguacil el recatado tesoro . Por tal manera, y tan inesperada, vinieron a manos de los inquisidores las obras inéditas de Constantino. Había entre ellas un gran volumen, en que se trataba. Del estado de la Iglesia, del Papa (a quien decía Anticristo ), de la Eucaristía, de la Misa, de la Justificación, del Purgatorio (que llamaba cabeza de lobo, inventada por los frailes para tener que comer ), de las Bulas e Indulgencias, de la vanidad de las obras, etc.
En vano quiso negar Constantino su letra; al cabo fué confeso y convicto; se le encarceló en las prisiones del castillo de Triana, y allí pasó dos años, en que las enfermedades, la incomodidad del encierro y la melancolía le pusieron en trance de muerte. [1] Algunas relaciones del tiempo añaden que se suicidó, introduciendo en la garganta los pedazos del vaso en que le servían el vino. [2] Los protestantes lo niegan, y Cipriano de Valera llega a decir que el rumor del suicidio fué « fama echada por los hijos de la mentira ».
Así Luis Cabrera de Córdoba, como Gonzalo de Illescas, dicen contestes que el doctor fué bígamo, y que vivían aún sus dos mujeres cuando tomó las Órdenes. Semejante tejido de sacrilegios [p. 103] parece increíble; pero, en parte, está confirmado por el requerimiento del provisor de Sevilla, que antes extractamos. Reinaldo González de Montes sólo dice que contrajo matrimonio antes de ordenarse.
En el auto de fe de 22 de diciembre de 1560 salió en estatua Constantino, y fueron quemados sus huesos.
Cuentan que Carlos V había exclamado, al saber la prisión de su antiguo capellán: «Si Constantino es hereje, será grande hereje.» Y como hubieran procesado por entonces a un tal Fray Domingo de Guzmán, añadió, no sin gracia: «A ese por bobo le pueden prender.»


[Quiebras de Felipe II, 1557]
https://es.wikipedia.org/wiki/Quiebras_de_Felipe_II
https://es.wikipedia.org/wiki/Quiebras_de_la_Monarqu%C3%ADa_Hisp%C3%A1nica
Un "arbitrio" enviado a Felipe II, localizado por Alfredo Alvar Ezquerra. Real Biblioteca de El Escorial L-I-12 (La Razón)



[Prohibición de estudiar en universidades extranjeras, 1559]:
Porque somos informados que, como quiera que en estos nuestros Reinos hay insignes Universidades y Estudios y Colegios donde se enseñan y aprenden y estudian todas artes y facultades y ciencias, en las cuales hay personas muy doctas y suficientes en todas ciencias que leen y enseñan las dichas facultades, todavía muchos de los nuestros súbditos y naturales, frailes, clérigos y legos, salen y van a estudiar y aprender a otras Universidades fuera de estos Reinos, de que ha resultado que en las Universidades y Estudios de ellas no hay el concurso y frecuencia de estudiantes que habría, y que las dichas Universidades van de cada día en gran disminución y quiebra; y otrosí, los dichos nuestros súbditos que salen fuera de estos Reinos, allende el trabajo, costas y peligros, con la comunicación de los extranjeros y otras Naciones, se distraen y divierten, y viven en otros inconvenientes; y que ansimesmo la cantidad de dineros que por esta causa se sacan y se expenden fuera de estos Reinos es grande, de que al bien público de este Reino se sigue daño y perjuicio notable.


La Casa Grande era simplemente una casa de labor, que con sus más de 2.000 Has. abastecía al Colegio Imperial de los Austrias. Fundada por la Emperatriz María de Austria, nombró a la Compañía de Jesus Administradora de la vasta hacienda, para que ésta surtiese ... de vino, queso aceite, miel, etc., a la vez que en otras dependencias anexas, hoy desaparecidas, los padres jesuitas, hábiles arquitectos fabricaban ladrillos, tejas y tinajas que iban destinados a las grandes obras que en Madrid y sus alrededores se estaban construyendo, bajo el patrocinio de la dinámica Familia Imperial de los Austrias.
La Casa Grande es, según manifestaba el Marqués de Lozoya, un monumento único, ejemplar valiosísimo, apto para conocer en toda su magnificencia la arquitectura de las grandes explotaciones agrícolas de la Meseta Central, y consideró, según escribió el gran historiador: “el hallazgo de La casa Grande supera en interés a la revelación de una Iglesia Románica o un Palacio Gótico, porque iglesias románicas y palacios góticos hay muchos en España, pero esta antigua Granja, que fue regentada por la Compañía de Jesús durante más de dos siglos, no tiene parangón en nuestra península”.
El historiador jesuita, padre Rafael Ceñal, es tal vez el mejor conocedor de la vida de su fundadora María de Austria y escribe: “Ella era una mujer de grandes proyectos y recios pensamientos, su hermano Felipe II, construyó el Monasterio de El Escorial, si hermana doña Juana fundó la Descalzas Reales de Santa Clara de Madrid ¿qué obra fulguraba en su mente? Ella fundaría el Colegio Imperial, donde se formaría en “virtud y letras” la flor y nata de la nobleza de Madrid. Pero el Colegio Imperial fue la fundación de fundaciones, de ahí surgió La Casa Grande de Torrejón, maravillosa casa de labor del siglo XVI, que abastecía como Granja y fábrica de cerámica al Colegio Imperial”.


[Disturbios previos a la rebelión de Flandes - Citado en Modesto Lafuente, Historia General de España]:
Tal llegó á ser el convencimiento del odio con que era mirada la Inquisición en Flandes, que el mismo cardenal Granvela, desde Roma, donde había ido de orden del rey, le decía al secretario Gonzalo [sic, Antonio] Pérez: "Es muy necesario que S. M. escriba luego para quitar esta opinión de Inquisición, y no hay que pensar de ponerla en Flandes, ni á Ñapóles ni á Milán, so pena de cierto alboroto." — De Roma, 1.° de febrero, 1566.

[Correspondencia del Duque de Albacon Felipe II, citada y glosada por César Cervera El humor negro del mejor general español de la historia y el más odiado en Holanda, 2020 -los hechos, 1567-1571-]:
El noble rogó que Felipe II le reemplazara en Flandes de una vez por todas: «Por el amor de Dios, libradme de este gobierno y sacadme de él, y cuando no pueda hacerse de otro modo, hacedlo enviando a alguien que me dispare con un arcabuz»... Las primeras palabras del noble castellano a su llegada a los Países Bajos en 1567 tras un largo y polvoriento viaje han pasado a la historia de lo macabro. «Veis aquí un gran hereje», enunció al saludar al Conde de Egmont, un noble católico hasta entonces leal al Rey. Fernando Álvarez de Toledo consiguió pasar aquellas palabras por una broma, simplemente poco adecuada, pero en secreto aguardaba poner en marcha las órdenes del Monarca. El 9 de septiembre de 1567 invitó a Egmont y Horn a un banquete donde fueron apresados y en los siguientes meses ejecutados acusados de estar de parte de la nobleza rebelde a Felipe II. A pesar de su admiración personal hacia Egmont, también un brillante militar, Alba no albergaba dudas de su implicación en la revuelta de nobles junto a Hornes y Guillermo de Orange: «Siempre que veo las cartas de esos tres señores, me ahoga la cólera en términos que, si no me esforzara en reprimirla, creo que mi opinión parecería a Su Majestad la de un hombre frenético». No fue, sin embargo, la única vez que Alba mostró una actitud en exceso beligerante durante su gobierno en Flandes, donde la estrategia represiva debía dejar paso a un perdón general por parte del Rey que nunca tuvo lugar. Desesperado por la falta de medios para continuar la guerra y la proliferación de traidores en su propio consejo, el castellano mostró en 1571 su rostro más extremo frente a los que se negaran a acatar el pago de nuevos impuestos: «...al igual que Su Majestad me había enviado aquí para cortar la cabeza de los desobedientes y de los que habían sublevado al país, podía cortar la de los que me inquietaban de esta otra manera, y cuando el mundo entero se hubiera perdido, podía cortar los diques e inundarlo todo, porque Su Majestad prefería un país perdido y ahogado a uno conservado y desobediente».

[Cartas del conde de Egmont y del Duque de Alba a Felipe II sobre la ejecución del propio Egmont y Horn, 1568 -recogidas en Fernando Garrido, Historia de las persecuciones políticas y religiosas..., 1864-]:
«Señor: esta mañana he entendido la sentencia que V. M. ha sido servido de hacer pronunciar contra mí, y aunque jamás mi intención fué de tratar ni hacer cosa contra la persona ni el servicio de V. M., ni contra nuestra verdadera, antigua y católica religión, todavía yo tomo en paciencia la que place á mi buen Dios de enviarme; y si durante estas alteraciones he aconsejado ó permitido que se hiciese alguna cosa que parezca diferente, ha sido siempre con una verdadera y buena intención al servicio de Dios y de V. M., y por la necesidad del tiempo, y asi ruego á V. M. me lo perdone, y quiera tener piedad de mi pobre mujer, hijos y criados, acordándose de mis servicios pasados, y con esta confianza me voy á encomendar a la misericordia de Dios. De Bruselas, muy cerca de la muerte, hoy 5 de junio, 1568. — De V. M. muy humilde y leal vasallo y servidor. — Lamoral d'Egmont.
Entregó esta carta al obispo de Iprés, con quien se confesó muy cristiana y devotamente, y lo mismo hizo después el de Horn. En la plaza del Sablón de Bruselas, cubierta toda de paños negros, se había levantada el cadalso: rodeábale el tercio del capitán Julián Romero: al mediodía fueron llevados los ilustres presos, acompañados del obispo de Iprés: Egmont habló un poco con el prelado, se quitó su sombrero y su sobreveste de damasco, se arrodilló y oró delante del Crucifijo, se cubrió el rostro con un velo, y entregó su cabeza al verdugo. Lo mismo ejecutó inmediatamente el de Horn, y las dos cabezas, clavadas en dos escarpias de hierro, estuvieron expuestas por espacio de algunas horas al público. 
Indignación y rabia, más todavía que dolor y llanto, excitaron estas ejecuciones en los flamencos. Hubo algunos, que atropellando por todo, empaparon sus pañuelos en la sangre de Egmont, y los guardaban como una preciosa reliquia; otros besaban la caja de plomo que había de guardar su cuerpo; no pocos juraban venganza ; maldecían muchos el nombre del de Alba, y protestaban que pronto envolverían á Flandes nuevos tumultos: difundióse por el pueblo la voz de que en tierra de Lovaina había llovido sangre, y sacaban de aquí los más fatídicos pronósticos: el embajador francés escribió al rey Carlos que había visto derribadas las dos cabezas que habían hecho estremecer dos veces la Francia, y el terror mezclado con la ira se apoderó de todos los ánimos de los flamencos. 
De haberse ejecutado estas sentencias daba parte y conocimiento el duque de Alba al rey en los términos siguientes (9 de junio): «S. C. R. M... Los procesos de los señores ausentes y presentes se han acabado, y no se ha hecho poco según los letrados de este país son tardíos ; de cuyas sentencias envío á y. M. copia: á mí me duele en el alma que siendo personas tan principales, y habiéndoles V. M. hecho la merced y regalo que todo el mundo sabe, hayan sabido tan mal gobernarse que haya sido necesario llegar con ellos á tal punto. El martes 1º de éste se degollaron en la plaza del Samblón diez y ocho de los que estaban presos en Vilvorde. al día siguiente tres: los dos que se tomaron con las armas en la mano cerca de Dalen. El sábado á los 5 se degollaron en la plaza de la villa los condes de Horn y Agamont [sic, Egmont], como V. M. verá más particularmente por la copia de las sentencias: yo he grandísima compasión á la condesa de Agamont y á tanta gente pobre como deja. Suplico á V. M. se apiade de ellos, y les haga merced con que puedan sustentarse, porque en el dote de la condesa no tienen para comer un año; y V. M. me perdone el adelantarme á darle parecer antes que me lo mande. La condesa tienen aquí por una santa mujer, y es cierto que después que está su marido preso han sido pocas noches las que ella y sus hijas no han salido cubiertas, descalzas, á andar cuantas estaciones tienen por devotas en este lugar, y antes de agora tiene muy buena opinión, y V. M. no puede en ninguna manera del mundo, según su virtud y su piedad, dejar de dar de comer á ella y á sus hijos, y sería, ámi parecer, el mejor término para dárselo, que V. M. enviase á mandar que ella se fuese en España con sus hijos todos, que Vuestra Majestad quería hacerles merced y entretenerlos, y á ella en algún lugar ó monesterio, si le quisiese, dalle con que pueda vivir, y sus hijas meterlas monjas, ó tenerlas consigo, si allá no les saliese algún casamiento que V. M. viese para ellas. A los mochachos hacellos estudiar, y saliendo para ello, darles V. M. de comer por la Iglesia, porque tan desamparada casa como esta queda yo creo que no la hay en la tierra, que yo prometo á V. M. que no sé de dónde tengan para cenar esta noche, y yo creo que llevar allá toda esta familia, que de más de la obra tan virtuosa, para quitar muchos inconvenientes, sería de gran fruto; y llevarlos por otra vía que por esta, parece que aunque haya causa, la justicia no alcanza á que se pueda hacer. Cosa de grande admiración ha sido en estos Estados el castigo hecho en Agamont, y cuanto es mayor la admiración, será de más fruto á lo que se pretende el ejemplo. . (Archivo de Simancas, Estado, leg. núm 639.)


[Rebelión de las Alpujarras, 1568 - Memorial del canónigo Torrijos al rey - Recogido en Javier Castillo, El sacerdote morisco Francisco de Torrijos un testigo de excepción en la rebelión de Las Alpujarras]:
... de los lugares levantados no se a de tratar y de los que no se levantaron serán muy pocos los que dexarán de ser culpados, antes según lo que se entendió, vio y trató todos jeneralmente lo fueron. Y esto, Católica Magestad, nadie lo puede saber mejor que yo pues lo vi, traté, supe y entendí. Y en diversas vezes avisé dello, como a Vuestra Magestad le costa, a los ministros que a la sazón lo podían remediar y se adbirtió por la vías que pude y me fueron lícitas. Y que esto sea verdad, sin buscar proçesos ni provanças, pareçe claro por las razones siguientes: Lo primero que la causa prinçipal del levantamiento fue las premáticas con las quales Vuestra Magestad deseava y pretendía hazellos christianos, las quales tocavan a todos. Y ansí todos se juntaron pública y secretamente para enviar a Vuestra Magestad personas que tratasen de que se revocasen y que no se executasen, y hizieron para ello munchos ofreçimientos. En las quales juntas me hallé en munchas de ellas, ansí en esta ciudad como en las Alpuxarras adonde a la sazón yo residía. Y ansí fui uno de los nonbrados en las dichas juntas para el dicho efeto. Y en las dichas juntas y tratos públicos y secretos entendí los dañados ánimos que en todo mostravan y aun publicavan. Lo segundo que todos éstos eran de una naçión, de un apellido y de una opinión. Lo terçero que el levantamiento fue jeneral, de una provinçia y reyno entero// y de donde fueron muy pocos los pueblos y lugares que dexaron de levantarse. Y los que no lo hizieron fue por estar en partes donde corrieran gran riesgo sus bidas, por ser lugares llanos y juntos a çiudades y pueblos que con façilidad la jente de a cavallo y de a pie los pudieran destruir. La quarta que todos lo supieron jeneralmente y en casi dos años que se trató entre ellos el negoçio ninguno y en ninguna manera pública ni secretamente lo abisó, ni declaró, ni lo estorbó, ni dieron abiso para que se remediase, pues tanto les yva en ello. Con lo qual concuerda la evidençia del hecho, el término y orden con que lo cometieron, que por evitar prolixidad a Vuestra Magestad no lo pongo aquí y lo significaré en su lugar. Lo qual es inposible que lo osaran hazer ni intentar si no fuera de acuerdo de todos, ni aun se atrevieran a entrar en Granada a levantalla çinquenta descalços, como lo hizieron, si no supieran y estuvieran çiertos que los avían de faborçer y ayudar todos los demás. Y si lo dexaron de hazer fue por venir tan pocos y en otro día del que tenían conçertado, espeçialmente constándoles a todos la obligaçión que tenían de dar los dañadores o pagar los daños que se hiziesen en sus términos, como se dispone por una probisión de la reyna doña Juana, nuestra señora, usada y guardada en este reyno. Y ansí no abrá quien de ellos pueda dezir que no fue culpado pues parege inposible: que ninguno puede provar que la causa no le tocava o que no lo supo o que no habló en ello o que no dio consejo o que no aprovó el hecho...


[Carta de Felipe II al Duque de Alba, Madrid, 14 de septiembre de 1571 - Memorias de la RAH, 1832 - Documento 20]:
...deseo tan de veras el efecto de este negocio, y estoy así tocado en el alma dél, y he entrado en una confianza tal, Dios nuestro Señor la ha de guiar como causa suya, que no me puedo disuadir ni satisfacer ni aquietar de lo contrario... los beneficios y provechos que se conseguirían del buen suceso ni se puede negar ni dubdar que en lo de la religión y del Estado y de la reputación y de todos los otros fines a que Yo puedo y debo atender, no sean así grande y evidentes, que no solo justamente me inclinen y aficionen a la causa, mas aún me obliguen y casi fuercen a asistir a ella, aunque sea aventurando mucho de lo que se representa que se aventura... viendo el estado y la disposición en que las cosas de Inglaterra se hallan de parte de los hombres y de la misma tierra... la Reina de Inglaterra con la autoridad y mano que tendrá, y con la pasión y temor, y entender que desto depende su seguridad y quietud, ha de acabar los católicos o con sangre, o saliéndose ellos de la tierra, o rediciéndolos a su falsa opinión... Pues en lo que toca a Estado... si se concluye el casamiento de la Reina con el de Anjou, o ya que no se concluya, si el trato de la liga... viene en efecto, y que cuando ni lo uno ni lo otro se hiciese, siendo aquella Reina la que es, y su ánimo tan dañado y tan enconado, y estando coligada y correspondiente con nuestro enemigos ¿quién dubda que en todas las ocasiones nos ha de maquinar y procurar todo daño, sin esperar q que Nos le demos otra causa más de la de su ánimo y dañada intención... Y por lo que toca a franceses... si depende el movernos la guerra de dárseles de nuestra parte esta ocasión, o si ellos y la Reina de Inglaterra y los que le responden en Alemania, no la moverán o dejarán de mover aunque nos estemos quedos, ... habíamos de asistir o ayudar al Duque de Norforlk y su coligados, o cuando aquellos no sucediesen o no se emprendiesen.. que con nuestra ayuda y con la proclamación de la Reina de Escocia, se pudiese esperar el buen suceso de la empresa.


[La "furia española" en el Saco de Amberes, 1576]
https://es.wikipedia.org/wiki/Saqueo_de_Amberes
https://www.abc.es/historia/abci-brutal-saqueo-amberes-desencadeno-furia-espanola-tercios-201511050228_noticia.html
https://www.xn--elcaminoespaol-1nb.com/blog/264-el-saco-de-amberes-20-000-libertadores-contra-3-000-condenados-a-muerte-espanoles-para-mas-datos/

Pedestal de la estatua de Álvaro de Bazán (1888),
con texto de Lope de Vega.
[Cervantes en la batalla de Lepanto y el cautiverio de Argel, 1580]:
A la muerte de Carlos V, su hijo Felipe II controla Malta, Sicilia, Ñapóles y el fuerte de La Goleta en Túnez. No obstante, los turcos avanzan, capturando importantes puestos Mediterráneos. Ante la embestida del Islam, las fuerzas de la Santa Liga, conformada por España, Venecia y la Santa Sede, se agrupan en Mesina en 1571, bajo el mando de Don Juan de Austria. Entre los soldados de la galera Marquesa, va el arcabucero Miguel de Cervantes. «Convertido en soldado de Felipe II, el autor del Quijote penetra en la gran Historia». 
La impresionante armada de la Liga se enfrenta a la flota otomana en Lepanto, el 7 de octubre de 1571. Entre las naves venecianas se halla La Marquesa, en la que se bate Cervantes. A pesar de estar enfermo y con fiebre, el soldado se presenta en el puente para el combate. Así -afirma un testigo- «peleó como valiente soldado, con los dichos turcos en la dicha batalla, en el lugar del esquife, como su capitán lo mandó». La Marquesa sufre cuarenta muertos y ciento veinte heridos. Cervantes recibe tres disparos de arcabuz: dos en el pecho y otro en la mano izquierda. Más tarde dirá que, aunque esta herida puede parecer fea, «él la tiene por hermosa, por haberla cobrado en la más memorable y alta ocasión que vieron los pasados siglos, ...militando debajo de las vencedoras banderas del hijo del rayo de la guerra, Carlos Quinto, de felice memoria».
Aunque ha perdido el uso de su mano izquierda, el soldado se reincorpora al servicio militar y participa en los años siguientes en varias campañas contra el Turco. Después de Lepanto y de cuatro años de ejercicio militar, decide regresar a España. Ascendido a «soldado aventajado» por su valor, obtiene cartas de recomendación de Don Juan de Austria. En septiembre de 1575, se embarca en Nápoles, con su hermano Rodrigo, soldado como él, en la galera Sol. Sol es una de las cuatro naves que zarpa rumbo a Barcelona, bajo el mando de don Sancho de Leiva. A los pocos días, una tempestad dispersa los navios españoles. El 26 de septiembre de 1575, la galera Sol es atacada por corsarios berberiscos y los sobrevivientes, llevados cautivos a Argel.
Las cartas de recomendación de Don Juan de Austria, halladas sobre Cervantes, hacen creer a los corsarios que se trata de un personaje que merece un alto rescate. Miguel cae en manos de Dalí Mamí, quien fija su rescate en la suma de 500 escudos en oro. La imagen de su arribo a Argel quedará grabada para siempre en la memoria de Cervantes: «Cuando llegué cautivo, y vi esta tierra / tan nombrada en el mundo, que en su seno / tantos piratas cubre, acoge y cierra / no pude al llanto detener el freno». Son palabras de Saavedra, en El Trato de Argel. En esta pujante ciudad que vive del corso, hay entonces entre veinte y veinticinco mil cautivos cristianos.


[Felipe II y la longitud geográfica: El primer Plan de Observación Astronómica a Gran Escala del mundo, en El camino español -los hechos, de 1567 a 1584-]:
Nadie duda de la importancia de conocer la longitud geográfica para dominar los Océanos. Bien lo saben los ingleses que tuvieron que esperar al siglo XVIII para empezar a navegarlos con un poco de soltura. Pero para los españoles no era solo una cuestión de dominar los Océanos. En el conocimiento de la longitud geográfica se asentaban otros intereses absolutamente fundamentales para poder gestionar y coordinar un Imperio que se precie de serlo y que se despliegue por cuatro Continentes.
Por lo pronto, era la manera de conocer con precisión el tamaño del Imperio y también sus fronteras. De esa manera Felipe II podría, de una vez por todas, zanjar las disputas entre españoles y portugueses (ambos bajo su corona a partir de 1580), como consecuencia de las tensiones sobre las líneas de demarcación que delimitaban los territorios portugueses y españoles en el Continente americano (Tratado de Tordesillas) y en las Molucas, situadas en Asia (Tratado de Zaragoza); Esas líneas imaginarias eran claves, y conocer latitud y longitud esenciales para poder trazar la frontera entre ambos países.
Había un segundo motivo por el que Felipe II estaba muy interesado. Él había diseñado y puesto en marcha una legión de «letrados», salidos de las pobladas universidades españolas gracias a su Pragmática de 1559 , que eran la base humana para articular el Imperio. Estos letrados, para hacer su trabajo, no necesitaban una posición geográfica exacta, pero sí poder definir con razonable precisión las jurisdicciones políticas que eran las que posibilitaban estructurar y desarrollar los Virreinatos. Para ello también era necesario la longitud.
Aún quedaba otro motivo por el que Felipe II estaba interesado en la longitud. Uno más personal aunque el menos relevante: Era un apasionado de la Cosmografía. Esa ciencia, evolucionada en la Casa de Contratación de Sevilla (CCS), que estaba arrojando luz sobre los desconocidos Océanos combinando Geografía, Astronomía y Matemática y que destilaba mapas donde plasmaba todo ese conocimiento.
Así que sí, la longitud era clave para la navegación. Pero para el Imperio Español no únicamente para la navegación. Era fundamental para el desarrollo correcto del propio Imperio, y Felipe II era muy consciente de ello. Es por eso que puso en marcha, en 1567, un premio (el primero de la historia) para el que averiguara un método exacto para conocer la longitud. Galileo Galilei fue uno de los participantes. No ganó. Nadie lo hizo.
Aún así, el objetivo no cambiaba y en la CCS muchos esfuerzos se iban en calcular esa incógnita. Había dos métodos principales conocidos por la «comunidad científica» de entonces:
Medir exactamente el tiempo transcurrido. De esa olvidaos porque estamos a mediados del siglo XVI y hasta finales, muy finales, del XVIII no se sube a un barco un cronómetro para cruzar de verdad un Océano. Y mira que lo intentaron muchos
Aproximar a través de eclipses lunares. Se trataba de observación desde varios puntos del mismo hecho. Sería una aproximación relativa para una navegación puntual pero servía para situar geográficamente (latitud y longitud) todos los territorios y la ubicación de unos con respecto a otros.
El primero que planteó y dejó por escrito el proyecto de observar un fenómeno celeste desde varios puntos de los territorios de la Monarquía donde no se ponía el sol, fue el gran Alonso de Santa Cruz, Piloto Mayor de la CCS. Es decir, su mejor cosmógrafo y por lo tanto el mejor cosmógrafo la época.
A su muerte le relevó, Juan López de Velasco.  Seguramente no alcanzaba la excelencia de Santa Cruz en Cosmografía pero era un gestor absolutamente impresionante. El papel lo podía aguantar todo, pero López de Velasco estaba dispuesto a llevar a cabo lo que planteó en su momento Alonso de Santa Cruz.
Con el interés de los marinos españoles, de los letrados, el impulso propio rey Felipe II y la gestión de la CCS, el Imperio Español pone en marcha del primer Plan de Observación Astronómica a Gran Escala en el mundo. Nuevamente, pioneros.
La gestión y ejecución del Plan de Observación: López de Velasco
El proyecto fue llevado a cabo por varias decenas de cosmógrafos reales, matemáticos y otros funcionarios en todos los dominios de Felipe II durante años, siguiendo las instrucciones dictadas por López de Velasco.
Los observadores debían registrar cuantas circunstancias rodearan el eclipse que contemplaban, como la hora de inicio, la duración, la intensidad —total o parcial— y la sombra sobre un instrumento. Y todo esto para cada uno de los eclipses previstos en adelante. La Astronomía se había convertido en cuestión de Estado (¿no pasó eso con Estados Unidos y la luna?).
No hay precedente similar sobre la descripción detallada de los instrumentos, del protocolo específico para su construcción y del registro de la observación, como el procedimiento explicitado por López de Velasco en la Instrucción de los eclipses. Ni mucho menos en el alcance global del proyecto.
Seguramente López de Velasco tomara de Alonso de Santa Cruz las descripciones de cómo llevar a cabo las mediciones. No importa. En realidad eso hace que ambos compartan la gloria de haber sido los primeros en la ejecución de este método científico; tan habitual ahora en los tiempos de la comunicación e Internet (medir el mismo hecho ocurrido en el espacio desde varios telescopios situados en varios puntos del planeta).
En el Archivo General de Indias se conservan dos juegos de documentos que constituyen, lamentablemente, la única documentación gráfica sobre la observación de los eclipses de Luna que ha sobrevivido hasta nuestros días. Se trata de los registros correspondientes a una observación de eclipses realizada en Ciudad de México y otra en Puerto Rico.
La observación del eclipse en la Ciudad de México tuvo lugar el día 17 de noviembre de 1584. La llevó a cabo, con todo el cariño que exigía ese momento, un grupo compuesto por: los cosmógrafos Jaime Juan —responsable de la misión— y Francisco Domínguez, el doctor Pedro Farfán y el armero real Cristóbal Gudiel.
Con todo el cariño… y con toda la ceremonia. Recordemos que el propio Felipe II estaba detrás de esto, así que la observación tuvo lugar en la azotea de las casas reales, en presencia del arzobispo Pedro Moya de Contreras (virrey de Nueva España).
De ellos  dejamos aquí sus nombres como modesto homenaje a todos esos miles de hombres desconocidos que hicieron de los territorios de la Monarquía Española un lugar también de ciencia y de conocimiento.


[JURAMENTO DOS REIS DA ESPANHA PERANTE AS CORTES PORTUGUESAS DE TOMAR, 1582 -Reproduction du document original en portugais de l’Archive Général de Simancas (AGS, près de Valladolid), tiré du livre de P. NUÑEZ ARCA, A ação da Espanha filipina..., citado en Caroline Candeias, memoria de master, 2007-]:
Graças e mercês que o Rei Filipe II concedera a êste reino (Portugal) quando fôr reconhecido
por deu principe e Senhor...:
1- Que sua Magestade fara juras em forma de guardar todos os fôros e costumes, privilégios e insenções concedidas a êstes reinos por seus Reis.
2- Quando houver Côrtes dêste reino, serao dentro dele, a que em nenhumas outras se podera tratar nem determinar alguna coisa que lhe diga respeito.
3- Que pondo-se Vice-rei ou pessoas que debaixo de outro qualquer título governem êste reino, serao
portuguesas.
4- Que todos os cargos superiores e inferiores de justiçia e fazenda e qualquer outro govêrno, somente poderao dar-se a portugueses.
5- Que nestes reinos havera sempre todos os oficios agora existentes e serao sempre providos por
portugueses.
6- Que o mesmo se dara com todos os cargos de mar e terra e que as guarnições de soldados nas praças serao portugueses.
7- Que nao se interrompam os comércios da India e outras conquistas dêstes reinos jà descobertas ou
que venram a descobrirse, e que todos os mandos sejam portugueses e naveguem em navios portugueses.
8- Que o curo e a prata que se faça em moeda, que sera tudo o que vier ao reino de seus dominios, nao tera outra nota que as armas de Portugal.
9- Que todos os beneficios eclesiasticos se darao a portugueses da mesma forma que os oficios seglares.
10- Que nao havera intervençao na igreja portuguesa.
11- Que nao se dara vila, cidade, lugar, jurisdiçao nem direitos reais a pessoa que nao seja portuguesa.
12- Que as Ordens Militares portuguesas serao conservadas.
13- Que os fidalgos poderao servir ao Rei e os que nao tiverem fôro de fidalgos poderao servir na
armada do reino.
14- Que quando Sua Magestade e seus sucessores vieren a este reino, nao se tomarao casas nem
aposentos como se usa na Castela, senao conforme é costume em Portugal.
15- Que estando Sua Magestade fora dêste reino, estara sempre consigo um Conselho de Portugal
formado por portugueses, para despachar as coisas dêste reino, e todos os escritos serao feitos em
português.
16- Que todos os cargos de justiçia serao providos como agora.
17- Que tôdas as causas de qualquer qualidade que sejam, se determinarao e executarao neste reino.
18- Que Sua Magestade e seus sucessores terao capela em Lisboa, como os Reis passados, para os
oficios divinos.
19- Que admitira Sua Magestade os portugueses na sua casa real da mesma forma que aos castelhanos e doutras naçoes.
20- Que a Rainha se servira de senhoras e damas portuguesas e que as casara na patria e na Castela.
21- Que para que aumente o comércio se abrirao os pôrtos e fronteiras de ambos os reinos e passarao os navios.
22- Que se dara todo favor para entrar pao de Castela.
23- Que dara 300.000 ducados, sendo 120 para resgatar cativos portugueses, 150 para depositos e 30
para debelar a peste.
24- Que para a defensa da India, do reino e castigo de corsarios, Sua Magestade ajudara
convenientemente, ainda que seja com o maior custo da sua fazenda real.
25- Que procurara estar neste reino o maior tempo possivel e se fôr estôrvo ficara o Principe nele ».


[Instrucciones de Alejandro Farnesio al capitán Leonardo Rótulo Carrillo, 1587 -en El Camino Español-]:
Concertaréis los precios de las raciones de personas y caballos, lo más barato que se os permitieren en el tiempo y ocasiones que corren; y para que lo podáis hacer con alguna claridad y satisfacción de que no salgan excesivos, os informaréis, al pasar por las plazas circunvecinas, con mucha disimulación, del valor que tienen, en cuya conformidad haréis el asiento: bien entendido que una parte del pagamento de él ha de ser de contado, y las otras, á los plazos que concertárades puntualmente, en que procuraréis tomar la más larga que pudiéredes, gobernándoos en todo según el dinero que mandaremos proveer de presente. ...
En cada una de las dichas estaplas pondréis una persona de recaudo y confianza, con el sueldo acostumbrado, que asista al que repartiere las municiones, para que los oficiales y soldados no le molesten ni hagan agravio á tiempo de recibillas, sino que en tomando lo que les toca se contenten; y asimismo solicite que las vituallas estén á punto para el dia que la gente hubiere de llegar, y que sean de la bondad, calidad, peso y medida que se concertaren, en cuya distribución y repartimiento os gobernaréis por la memoria que se os da de lo que se ha hecho otras veces, y señaladamente esta última.


[Constitutions y altres Drets de Cathalunya compilats en virtut del cap. de cort XXIIII. de las Corts per la S. C. y Reyal Maiestat del Rey Don Philip Nostre Senyor celebradas en la vila de Montso any M.D.LXXXV.]:
En nom de Nostre Senyor Deu Iesu Christ comença la nova compilatió dels Usatges de Barcelona, Constitutions, Capitols, y Actes de Cort y altras Leys de Cathalunya.
Ferrando primer en la Cort de Barcelona, any mccccxiij Cap. xxxiiij Per tal que las leys del Principat de Cathaluña [sic, con "ñ"], per nostres illustres predecessors promulgadas, sien pus manifestas e intelligibles a tots nostres sotsmesos, axi letrats, como no letrats, e mers lecs, e por conseguent, mils puxen saber Ius dret, e justitia en las causas ques menaran, proveim, e ordenam a supplicatio de la Cort general, e de assentiment de aquella, que de present sien elegidas per nos, e ab assentiment de la Cort, tres bona e idoneas personas, e un apte notari, las quals comproven be los usatges, o libres dels usatges de Barcelona, e las Constitutions generals de Cathalunya, apres dels dits usatges, tro ara promulgadas en lati, e capitols de Cort, segons vuy estan, no mudant substantia dictio, seny o letra ... reduescan de lati en lengua vulgar Cathalana, la pus propriament que poran e sabran sens mudar ne alterar lo seny e sententia de aquells ... a fi, que ... haja, e deja esser jutjat de aci avant en las corts, e audientias nostra, e de nostre Primogenit, e en las altras corts, e juys de dit Principat de Cathalunya...e sien mesas, e recondidas en lo Archiu de nostre palau major de Barcelona, dels quals, e encara axi comprovats, sien sets translats vertaders, e autentics, los quals sien recondits en la casa de la Deputatio de Cathalunya...


[Discurso de Felipe II a las Cortes de Castilla, enero de 1588]:
Ya conocéis todos la empresa en que me he puesto por el servicio de Dios y aumento de nuestra santa fe católica y beneficio de estos reinos [...] Esto obliga a muy grandes y excesivos gastos, pues no va en ello menos que la seguridad del mar y de las Indias y aun de las propias casas.


[Carta del duque de Medina Sidonia a Juan Idiáquez -glosada por Jorge Calvar, La batalla del Mar Océano en documentos en La Gran Armada, simposio hispano-británico, 1988-]:
Los errores apreciados en la transcripción de muchos documentos ... han influido en la tergiversación de no pocos hechos e, incluso, en la deformación de las cualidades humanas de los personajes que los protagonizaron ... solemos poner el ejemplo, ya un tanto manido, del "seasick" del duque de Medina Sidonia. Lo recordaré en pocas palabras. El duque escribe don Juan de Idiáquez en términos de tímida renuncia [sic, renuencia] a sustituir al fallecido marqués de Santa Cruz en el mando de la Armada reunida en Lisboa, le comenta: "Yo no me hallo con salud para embarcarme, porque tengo experiencia de lo poco que he andado en la mar, que me mata, porque tengo muchas reumas"; Fernández Duro transcribe en lugar de que me mata, que me mareo; Hume, y basado en él todos los historiadores extranjeros, traducen: "I have not health for the sea, for know by the small experience that have had afloat that soon become sea-sick, and have many humours". Este error dio pie la falsa leyenda de que el duque se mareaba; pero lo grave es que indujo a juzgar Felipe II, en cierto modo, de caprichoso imprudente, al decidirse por el duque para el mando de la Armada, cuando lo cierto es que el duque gozaba de gran prestigio, era un organizador nato, hasta el punto de haber elevado al Rey valiosos estudios sobre los tipos de barcos más apropiados para constituir las diferentes armadas, es él quien organiza la defensa de los puertos de las Indias Occidentales y, además, pensar que el Rey se habría mantenido en sus trece otorgándole el mando de la Armada para la invasión de Inglaterra, siendo consciente de que al duque le afectaba el mal estado de la mar, es no comprender el modo de obrar del Rey.


[La frase que Baltasar Porreño colocó en boca de Felipe II 40 años después de la derrota:]
«Yo no mandé a mis barcos a luchar contra los elementos»
Artículo periodístico
https://www.armadainvencible.org/la-armada-invencible/


[Lupercio de Argensola, sobre las "alteraciones aragonesas" de 1591]:
"Está en Aragón prohibido el averiguar los delitos por tormento.... No se puede en Aragón inquirir por justicia la vida ni costumbres de ninguno por no topar con las miserias humanas...No quisieron aquí que los castigos se dilatasen contra las cosas que carecen de sentido, y así no hay confiscación de bienes.... Otras muchas leyes pudiera referir; conténgome por no salir de mi intento. Van estas leyes encaminadas a limitar el poder de los hombres, a mansedumbre y emienda; y sí se llaman fueros, libertades, observancias, usos y costumbres del reino de Aragón..." Sin embargo, Lupercio deja también claro en su relato que no debía dudarse del sentido de equidad del monarca: «el rei puede libremente todo lo que quiere contra sus ministros y criados, porque mas se ha de esperar que un hombre a quien Dios tanto favorece sea justo, que muchos hombres a quien él elige sin conocerlos las mas veces» (p. 70), mientras insiste en que «debajo de la disciplina de estas leyes estaban criados los aragoneses, y estos humores prevalecían en el reino» cuando se presenta el prófugo, Antonio Pérez, quien conquista al pueblo con su historia de «fortuna pasada» y presentes miserias, hasta conseguir el apoyo de numerosos nobles y burgueses.


[Dicho popular durante los últimos meses de vida de Felipe II, 1598 -citado por Joseph Pérez, en Memorial de Cellorigo, Atalayas del Guzmán de Alfarache, Seminario sobre Mateo Alemán-]
Si el rey no muere, el reino muere.


[Juan de Mariana, De rege et regendi ratione -glosado en elblogdelantropologo-]:
... al pasar la Edad Media y llegar al siglo XVI, los teólogos jesuitas Domingo de Soto, Molina, Suárez, Belarmino, y, sobre todo, Juan de Mariana definieron al tirano no en función de su legitimidad, sino en función del deber de ejercer el poder para el bien de los súbditos y así justificaron la resistencia armada contra el monarca tirano y el tiranicidio.
De todos los escritos que trataron el tiranicidio fue el capítulo sexto de Juan de Mariana en su De rege et regis institutione el que alcanzó mayor fama.
Es en este capítulo sexto en el que Mariana muestra que los antiguos republicanos romanos amaban por encima de todo su libertad y su patria, estando dispuestos a acabar con el tirano que las quiera oprimir. 
En su obra, Juan de Mariana defiende principios tan "modernos" como la soberanía popular:
        "la potestad real tiene su origen en la voluntad de la república, y por lo tanto, si así lo piden las cosas, no tan solo hay derecho para traer al rey á razón, sí que también para despojarle del cetro"
O el deber del príncipe de estar sujeto a las leyes, aunque su poder sea legítimo:
       "Mas si el príncipe reina por consentimiento del pueblo ó por derecho hereditario, tengo para mí que ha de sufrírsele con todos sus vicios, mientras no huelle las leyes á que se sujetara á su encumbramiento"



Vista de la ciudad de Sevilla (atribuido a Alonso Sánchez Coello, finales del siglo XVI) Museo del Prado


XI - Austrias menores - Decadencia


[Bando general de expulsión de los moriscos, 22 de septiembre de 1609]:
Entendido tenéis lo que por tan largo discurso de años he procurado la conversión de los moriscos de ese reino de Valencia y del de Castilla, y los edictos de gracia que se les concedieron y las diligencias que se han hecho para convertidos a nuestra santa fe, y lo poco que todo ello ha aprovechado (...), he resuelto que se saquen todos los moriscos de ese reino y que se echen en Berbería. Y para que ejecute lo que S.M. manda, hemos mandado publicar el bando siguiente: Primeramente, que todos los moriscos de este reino, así hombres como mujeres, con sus hijos, dentro de tres días de como fuere publicado este bando en los lugares donde cada uno vive y tiene y tiene su casa, salgan de él y vayan a embarcarse a la arte donde el comisario les ordenare, llevando consigo de sus haciendas los muebles, los que pudieren en sus personas, para embarcarse en las galeras y navíos que están aprestados para pasarlos en Berbería, adonde los desembarcarán sin que reciban mal tratamiento ni molestia en sus personas. Y el que no lo cumpliere incurra en pena de la vida, que se ejecutara irremisiblemente. Que cualquiera de los dichos moriscos que, publicado este bando, y cumplidos los tres días, fuese hallado fuera de su propio lugar, pueda cualquier persona, sin incurrir en pena alguna, prenderle y desvalijarle, entregándole al Justicia del lugar mas cercano, y si se defendiere lo pueda matar. Que cualquiera de los dichos moriscos que escondiere o enterrase alguna de la hacienda que tuviere o no la poder llevar consigo o pusiese fuego a las casas, sembrados, huertas o arboledas, incurran en la dicha pena de muerte los vecinos del lugar donde esto sucediere, por cuando S.M. ha tenido por bien de hacer merced de estas haciendas que no pueden llevar consigo a los señores cuyos vasallos fueren.

Escudo de la Inquisición en la iglesia del convento del Valle de Sevilla
Fuente: ABC

[Julio Caro Baroja, El ballet del inquisidor y la bruja -el proceso de Zugarramurdi, 1610-]:
Los niños, en las escuelas, fabrican ya bulos alarmantes sobre exámenes que han de ocurrir en condiciones que asustan. Las comadres en los mercados también los elaboran. Cuando hay un momento de tensión política o religiosa el bulo domina sobre multitudes. Durante la República todos oímos hablar de ciertos caramelos envenenados que produjeron irritación popular y nuestros bisabuelos hubieron de oír los bulos que corrieron cuando el cólera de 1834. Se envenenan las aguas, se produce la muerte de inocentes. Los responsables son gentes odiadas: los beatos, en un momento, los jesuitas, en otro; en otro, los masones, los judíos, en fin. A lo largo de la historia de Europa este triste bulo de los envenenamientos ha producido terrores parecidos.
  Pero lo grave es que la gente de autoridad le dé crédito y se planteen situaciones como la que se dio en Milán el verano de 1630, cuando la peste famosa. Manzoni en «I Promessi Sposi», dio una descripción dramática de la situación que, en general, parece que está de acuerdo con lo que los eruditos italianos han averiguado sobre el asunto. 
...
La literatura en lengua castellana no es de las más descomedidas y, a lo largo de los siglos, hay teólogos que defienden la vieja tesis del ensueño: esto, en pleno siglo XV, en pleno siglo XVI. El parecer de los inquisidores es vario. En unos momentos, hay procesos en que se acepta la doctrina de la realidad. Esto ocurre, por ejemplo, en Navarra, poco después de que las tropas de Carlos V entraran en el antiguo reino. También cuando en tiempo de Felipe III se celebraba el escandaloso auto de fe de Logroño del que corrió una relación que produjo estupor. Pero, en otros casos que se dan escalonados, parece que los inquisidores procuran frenar las pasiones populares e incluso la acción de señores rurales, corregidores y otras autoridades, lanzadas a administrar justicia por su cuenta. Pase el negocio por donde tiene que pasar. Mucho papeleo. Mucha deliberación. Consultas a la Suprema. Al final incluso, sobreseimientos o silencios.
  No nos imaginemos, pues, grandes hogueras con brujas ardiendo vivas ni otras escenas horribles y estereotipadas de esta clase, pero sí a muchas pobres mujeres y hombres encarcelados, llevados de aquí a allá, esperando la sentencia y muriendo, a veces, mientras llega. Pensemos también en familias afrentadas, en matrimonios deshechos, en vecindades destruidas por el odio. En pequeñas autoridades locales ejerciendo un poder con sadismo e histeria. Cada vez se abre un foso mayor entre los que creen y los que no creen, pero los padecimientos no cesan porque haya hombres de cabeza que defienden la «teoría» tal, frente a la «teoría» cual: irrealidad frente a realidad.
Llegó, sin embargo. un momento en que las cosas llegaron a su límite. El citado auto de fe de Logroño, celebrado los días 7 y 8 de diciembre de 1610, fue objeto de una «relación» impresa, como otros. Pero no era esta una relación sucinta de delitos y castigos, sino una larga descripción de los horrores que llevaban a cabo los brujos y brujas allá en la Montaña atlántica de Navarra, en mis tierras familiares de Vera, Lesaca. Zugarramurdi, el Baztán, el valle de Santesteban. El que escribió el relato. utilizó parte del proceso. pero bordó otra. Ha sido una de las piezas de mayor descrédito contra la Inquisición que se utilizaron en el momento en que se abolió. Como es sabido, Moratín hijo, publicó una edición con notas burlescas de la que se hicieron bastantes reimpresiones a lo largo del siglo XIX.
   En ella quedaban en muy triste lugar don Alonso Becerra Holguín, del hábito de Alcántara; don Juan Valle Alvarado y don Alonso de Salazar y Frías, inquisidores apostólicos. En realidad, los responsables de lo ocurrido fueron los dos primeros. El tercero actuó. pero de una manera que no ha sido conocida hasta mucho después.  En la zarabanda o baile convulsivo final con que podría terminar nuestro «ballet», bailan de manera feroz y descompuesta Becerra Holguín y Valle Alvarado. Bailan también brujos y brujas. testigos, niños, sapos con cogulla, machos cabríos. Todos en su ámbito propio, en la cueva infernal, con el púlpito en que predican los doctores de la secta y el «Infernako erreka» atravesándola. Todo es verdad. Vuelos, metamorfosis. «untos» tan terribles como los de Milán, sortilegios de todas clases dentro de una organización que es como la «Contraiglesia», la inversión total del Cristianismo. Participan en tales actos, señoras y sacristanes, molineros. viejos caseros y caseras, hidalgos de pueblo. iQuién lo diría!
  ¿Se puede creer todo esto y darlo a la publicidad? Don Alonso de Salazar y Frías, un sacerdote más jurista que teólogo. que había estado en Roma y que murió casi a la vez que Lope. de canónigo de Jaén, dudó, al parecer, desde el principio. Los señores de la Suprema, en Madrid, también. Pidieron dictamen a eruditos como Pedro de Valencia. Al fin comisionaron al mismo Salazar para que, con un «edicto de gracia» en mano, revisara todo lo ocurrido.
  Y aquí termina el «ballet». A unos movimientos furiosos sigue una paralización total. El inquisidor se sienta. Los brujos también. Hablan sin levantar la voz. Todo lo dicho antes es mentira. No ha habido ni hay juntas, ni machos cabríos, ni unciones y metamorfosis, ni sapos vestidos de fraile, ni niños cuidándolos. Todo lo declarado ha sido producto del terror colectivo, del miedo: del «bulo», en fin. Para que no vuelva a pasar lo ocurrido, lo mejor es no hablar de ello. Tal es el último dictamen del licenciado Salazar y Frías.
   Lo malo es que se siguió hablando. Sin embargo, sus informes surtieron cierto efecto porque, por lo menos en los países teatro de las persecuciones, no volvió a haber grandes procesos. Lo cual no quita para que literatos de mayor o menor renombre siguieran aludiendo a la brujería vascónica como a cosa conocida y para que hoy todavía haya gente que, por temperamento, prefiera creer en que las brujas vuelan y sostengan que los inquisidores deben aceptar todos los testimonios como buenos, a pensar que «el sueño de la razón produce monstruos».


[Interrogatorio de la Inquisición, 1624, recogido en Bartolomé y Lucille Bennassar, Los cristianos de Alá. La fascinante aventura de los renegados, 1989, recogido en iesmardearagon- ]:
En el Real Castillo de Sasser [Cerdeña] a cinco días del mes de junio de 1624. [...] Y les aviendo
el dicho Juan Batista Castellano oydo la dicha sentencia dixo que ya ha dicho la verdad y que no tenía
otra cosa más que decir. Y con tanto fue mandado llevar a la cámara del tormento el dicho Juan Batista Castellano, donde fue el dicho señor ynquisidor y ordinario a las nueve y media de la mañana, donde fue amonestado por el dicho señor ynquisidor que, por amor de Dios, diga la verdad y no se quiera ver en tanto trabaxo. El qual dixo que ha venido a este reyno para ser cristiano, y el dicho señor ynquisidor y ordinario le mandaron desnudar [...] y, amonestado que diga la verdad, le mandaron subir, y amonestado que diga la verdad, dixo:
—Ya la he dicho—, y amonestado que diga la verdad no respondió nada, y amonestado, dixo —
sea por amor de Dios que por la fee de Cristo quiero padecer estas cosas, Nuestra Señora del Carmen
me ayude—, y decía algunas palabras entresí que no se podían oyr, y amonestado diga la verdad, dixo
—señora mía, como he venido con buen corazón a la fee de Cristo ¡ayudadme!—, y amonestado que
diga la verdad calló, y después habló entre dientes y no se podía oyr, —¡Santiago de Galicia
ayudadme, y como me librastes Dios de los turcos, libradme deste tormento! Y amonestado que diga la verdad, llamándole tres veces por su nombre, no respondió, y diciéndole:
—Juan Batista diga la verdad—, dixo:
—Señor, el Ángel que Dios me mandó para sacarme de Berbería me saque deste tormento [...]. Y
después de quarto y medio le mandaron poner una pesa, y amonestado que diga la verdad, respondió
—ya he dicho todo a Jesús nazareno, él me ayude, por el e venido aquí, sea por Amor de Dios todo
este martirio, Jesús! la espalda siniestra se es rompida. [...], y amonestado que diga la verdad, dixo —
¡ha, ha!, María Virgen, patrona mía. Santa María del Carmen, Señor mío, abran los ojos, que si me
muero aquí, muero sin confesar. [...]
[Varios días después, en la segunda sesión de tormento:]
Fue mandado llevar a la cámara del tormento, donde fueron los dichos señores Inquisidor y ordinario, y estando en ella, que es a las nueve dadas y medio quatro minutos más de la mañana, fue amonestado el dicho Juan Batista Castellano que por amor de Dios diga la verdad y no se quiera ver en tanto trabaxo, dixo:
—A lo menos déxenme confessar, Señor mío, no puedo decir otra cosa.
Y los dichos señores Ynquisidor y ordinario le mandaron desnudar y ligar los brazos con catorce vueltas de cordel, y assí lo mandaron poner en el potro, y le ligaron las piernas, cabeza y brazos y pusieron los garrotes, y mandaron apresar dando quatro bueltas a cada garrote, y, mientras esto se hacía, el dicho Juan Batista Castellano decía:
—Credo, credo, credo, madona mía del Carmen gloriosa, ayudadme, no me heches de la fe de Dios, yo soy Cristiano, ayudadme nombre de Jesús—, y le mandaron apresar los brazos y decía — credo, credo, credo, nombre de Jesús, madona mía del Carmen, ayudadme señora mía, como he venido de buen corazón, madona mía del Carmen, nombre de Jesús, ayudadme ¡señor, qué tormento es esto!,
pecador, misericordia, credo, credo—, [...]
—¡Á!, Señor mío, los turcos me han comido la carne y los huessos, misericordia, madona mía, Santa María de Itria, San Francisco de Paula, San Francisco de Assisi, ayudadme, ayudadme, Señora mía, ayudadme Spíritu Santo, Señor, un poco di pietá, un poco de misericordia, madona mía, gloriosa Vergine María, ¡ay, ay!— dando muestras como que llorase aunque no le salían lágrimas —credo, credo, credo en Dios padre—, [...] y amonestado diga la verdad, dixo:
—¿Qué he de dezir? yo digo la verdad y no me quieren creher, Señor mío—, y mandaron dar dos bueltas al garrote de la pierna izquierda, y decía —misericordia, ¡ay, ay, ay!, misericordia, misericordia, no havesti pietati, credo, credo, padre santo, ayudadme, perdón, misericordia, misericordia, misericordia, qué cruel tormento es esto, María del Carmen, Santa María de Monserrate, nuestra señora de buen ayre, ¡hié! ¡heu!, ¡ay, ay!, misericordia, credo. [...]
Y los dichos Señor Ynquisidor y ordinario le mandaron poner la toca y se le (hecharon) quatro
jarros pequeños de agua que todo ello será como un azumbre, y dixo:
—Credo, credo, ¡ay!—, y amonestado diga la verdad, —credo, credo, por amor de Dios que he
de decir la verdad, desátenme que no puedo ablar assí, signori, que volesti que parli, desátenme, que
no puedo ablar assí—, y amonestado que diga la verdad, que le mandaran desatar, dixo —desátenme,
que la diré en confessión, no puedo ablar, denme misericordia, todo lo que dizen que tengo hecho, he
hecho, venga aquí padre santo, yo he venido aquí, pónganme una piedra debaxo de la cabeza que
ablaré. [A partir de este momento reconoce los hechos de los que se le acusa].





[Miguel de Cervantes, La elección de los alcaldes de Daganzo, 1615]:
HUMILLOS - De que vaya tan a la larga nuestro nombramiento. ¿Hémoslo de comprar a gallipavos, a cántaros de arrope y a abiervadas, y botas de lo añejo tan crecidas, que se arremetan a ser cueros? Díganlo,
y pondráse remedio y diligencia.
BACHILLER - No hay sobornos aquí; todos estamos de un común parecer, y es que el que fuere más hábil para alcalde, ése se tenga por escogido y por llamado.
...
HUMILLOS - De examen venga.
BACHILLER - ¿Sabéis leer, Humillos?
HUMILLOS - No, por cierto, ni tal se probará que en mi linaje haya persona tan de poco asiento, que se ponga a aprender esas quimeras, que llevan a los hombres al brasero, y a las mujeres, a la casa llana. Leer no sé, mas sé otras cosas tales que llevan al leer ventajas muchas. BACHILLER Y ¿cuáles cosas son? HUMILLOS Sé de memoria todas cuatro oraciones, y las rezo cada semana cuatro y cinco veces.
RANA - Y ¿con eso pensáis de ser alcalde?
HUMILLOS - Con esto, y con ser yo cristiano viejo, me atrevo a ser un senador romano.
BACHILLER - Está muy bien.


[Miguel de Cervantes, Don Quijote, II parte, 1615]:
—¿Quién es aquí mi secretario?
Y uno de los que presentes estaban respondió:
—Yo, señor, porque sé leer y escribir, y soy vizcaíno.
—Con esa añadidura —dijo Sancho— bien podéis ser secretario del mismo emperador. Abrid ese pliego y mirad lo que dice.


[Caída del duque de Lerma, 1618]:
Para no morir ahorcado, el mayor ladrón de España se viste de colorado.
https://www.abc.es/espana/20141113/abci-duque-lerma-caso-corrupcion-201411121704.html


[Sancho de Moncada, Restauración política de España, 1619]:
El medio dado de que V. M. mande prohibir sacar materiales podría ser dañoso si los extranjeros buscasen materiales de otras partes y los trajesen acá labrados: y así es único y solo remedio de España prohibir entrar en España ninguna mercadería labrada. (...)
La ociosidad, y la holgazanería, es vicio de los españoles bien conocido de extranjeros, y ellos (...) traen todo lo necesario hecho, de modo que no hay ya en qué trabajar (...). A este intento se debe prohibir sacar los materiales y entrar las mercaderías labradas, porque no entrando en España otras, ni teniendo los materiales otro gasto, se labren.
(...) Digo que caso que V. M. no se resuelva a prohibir las mercaderías extranjeras, es suave modo de prohibirlas cargarles tan grandes impuestos que no se compren de caras, y lo mismo a los materiales que quieran sacar de España (...).
Porque España hace al revés, porque vende la lana, y compra las telas hechas, con que ha de traer su familia desnuda en breve. Y hay experiencia que vemos que repúblicas que solían ser muy pobres han medrado labrando mercaderías, como son Francia, Flandes, Génova y Venecia. Y vemos que España rica de frutos y flotas ha empobrecido por no labrarlas. (...) La razón de haber empobrecido España es porque gastando ellos sus mercaderías, han arrinconado todos los tratos y comercios de España, cuyas caídas experimentamos en Toledo, Burgos, Medina, Sevilla y otros lugares mercantiles, y están ricos los de las contrataciones de Reinos vecinos, porque sus tratos son de extranjeros, como San Sebastián, Bilbao, y otros. (...).Y comunicando yo esto con hombres prácticos en negocios, dicen que los extranjeros negocian en España de seis partes las cinco de cuanto se negocia en ella, y en las Indias de diez partes, las nueve: de modo que las Indias son para ellos.


[Conde de Villamediana, sobre el proceso de Rodrigo Calderón, 1621]:
Éste que en la fortuna más subida
no cupo en sí, ni cupo en él su suerte,
viviendo pareció digno de muerte,
muriendo pareció digno en vida


[José I. García de Paso, El problema del vellón en "El chitón de las tarabillas"]:
A lo largo del siglo XVI, el precio internacional del oro y de la plata cayó en términos de los bienes de consumo (como consecuencia de una disminución en el coste de extracción de ambos metales, debido a la combinación de una tecnología más avanzada junto con el descubrimiento de nuevos yacimientos). Las minas peruana de Potosí y mejicana de Zacatecas (descubiertas en 1545 y 1546, respectivamente) fueron extremadamente fértiles y además el proceso de extracción del mineral mediante la amalgama de mercurio, descubierto en 1540 por el italiano Vannoccio Biringuccio, redujo sustancialmente el coste de producción de la plata americana. Junto con esto, y además del mercurio procedente de Almadén e Idria y exportado a América, Castilla contó con una oferta adecuada de mercurio tras el descubrimiento en 1563 del yacimiento de Huancavélica en Perú. La producción americana incrementó en gran medida la oferta de plata inundando los mercados y, en consecuencia, redujo su precio, expulsando incluso de la producción a las minas de plata centroeuropeas.
Como consecuencia de este proceso, el valor en el mercado internacional de la pasta de plata y de oro cayó, lo que implicaba también una disminución del poder adquisitivo del oro y de la plata amonedados. Es decir, un incremento de los precios de los bienes expresados en moneda de plata y de oro. Resumiendo, la cantidad nominal de dinero en circulación aumentó previamente, dado el incentivo de acuñar pasta de plata y de oro debido a su abundancia, lo que terminó implicando un incremento del nivel de precios expresado tanto en moneda de plata como de oro. Este es el origen del proceso inflacionista que se aprecia en Castilla y en el resto de Europa durante el siglo XVI y que se ha conocido con el nombre de «La Revolución de los precios».
...
A tenor de las solicitudes de las Cortes a la Corona, en la primera parte de la década de 1580 se sentía escasez de moneda de vellón para la realización de las transacciones menudas. Como resultado de estas peticiones de las Cortes o por deseo propio de la Corona, Felipe II concedió licencias de acuñación de vellón en 1584 que posteriormente canceló en 1591. Pronto cambió de opinión Felipe II al darse cuenta del potencial de financiación que supondría la acuñación de vellón con el nuevo sistema de laminadores movidos por fuerza hidráulica (conocido en Castilla como el sistema «de molinos») importado del Tirol, instalado en 1586 en la ceca del «Nuevo Ingenio» de Segovia. Dado que las monedas acuñadas en el «Ingenio» eran mucho más uniformes y redondeadas que las realizadas mediante el procedimiento tradicional de martillo, Felipe II comprendió que con la acuñación de vellón en el «Ingenio» podría suprimir su contenido en plata sin modificar su valor facial legal, con lo que la Corona podría obtener unos importantes ingresos por señoreaje neto. Así, dado que el valor legal se mantenía pero el coste del metal a acuñar se reducía sustancialmente, el beneficio de la acuñación se incrementaría en gran medida. En consecuencia, al contar con una nueva tecnología de difícil imitación por falsificadores o por monarcas circundantes, Felipe II estaba dispuesto a eliminar de la circulación la moneda de vellón vieja acuñada a martillo y sustituirla por la nueva moneda de vellón «de molinos» con el fin de ahorrarse el coste de la plata en cada marco de vellón acuñado.
Manteniendo constante el valor facial de la moneda de vellón, esa reducción de coste ingresaría en las arcas de la Corona en forma de señoreaje adicional. Así, el procedimiento consistiría en recoger cada año vellón antiguo por valor de 100000 ducados que se fundiría después para extraer la plata que contenía y se pagaría a los particulares con la nueva moneda de vellón acuñada. No obstante, la eliminación total de la plata de la moneda de vellón suscitó reacciones adversas en las Cortes y Felipe II se vio obligado un mes después, el 1 de febrero de 1597, a ordenar que se pusiera una pequeña cantidad de plata de forma que la ley del vellón alcanzaba el 0,35%.
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De acuerdo con los datos que disponemos, parece claro que durante el siglo XVI la proporción que la moneda de vellón suponía sobre la oferta monetaria total fue pequeña. Domínguez Ortiz estima que en el periodo 1497-1566 la acuñación de vellón fue de unos 2,5 millones de ducados a los que se sumó otro medio millón de ducados después de 1566, por lo que la acuñación total antes de 1597 habría sido de unos 3 millones de ducados, y que esta cantidad apenas fue suficiente para financiar las pequeñas transacciones corrientes. De modo que estimamos que, hacia 1597, la oferta monetaria total (unos 20 millones de ducados) se componía de unos 17 millones de ducados en moneda de plata y de unos 3 millones de ducados en moneda de vellón.
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A pesar de las protestas de las Cortes, Felipe II y, a partir de 1598, Felipe III permitieron seguir con las acuñaciones de vellón, tanto en el «Ingenio» de Segovia como en la ceca de Cuenca. En julio de 1600, las Cortes pusieron a Felipe III la condición de no acuñar más vellón para el otorgamiento de un servicio (un ingreso procedente de la implantación de impuestos extraordinarios) de 18 millones de ducados. Sin embargo, Felipe III se negó y el servicio fue aprobado sin la citada condición. Entre 1597 y 1602 se acuñaron unos 750000 ducados, con un señoreaje neto de unos 350000 ducados. La información disponible evidencia que la acuñación de moneda de vellón fue un arbitrio utilizado con la finalidad de obtener rápidos ingresos para la hacienda real. Un aspecto importante a resaltar es que, a pesar de las dificultades financieras por las que pasaron Carlos V y Felipe II (que dieron origen a las «quiebras» de 1557, 1575 y 1596), no fue hasta finales del siglo XVI cuando Felipe II se sintió impelido a utilizar la moneda de vellón con el fin de obtener financiación mediante el señoreaje de la moneda. El 3 de junio de 1602, Felipe III decidió eliminar la escasa plata que tenía el vellón y, al mismo tiempo, redujo a la mitad el peso de la nueva moneda de vellón a acuñar (ya de cobre puro, al no incorporar plata alguna). El argumento esgrimido por la Corona es que el auténtico valor de estas pequeñas monedas en la circulación monetaria no era su valor intrínseco, determinado por su contenido metálico, sino el valor facial legal (valor extrínseco) que en ellas se estampaba —desde 1597— cuando se acuñaban, por lo que con la medida se conseguiría reducir el coste y el manejo del vellón.
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El 18 de septiembre de 1603, Felipe III ordenó que las monedas de vellón —anteriores a la acuñación de cobre puro en 1602— y denominadas «calderilla» fuesen llevadas a las casas de moneda para ser reselladas con un valor facial doble de su denominación previa. ... esta operación de resello implicaba que la Corona obtenía un beneficio de alrededor del 92% del valor nominal de toda la calderilla que los particulares llevasen a resellar a las cecas. El volumen resellado alcanzó los 2,3 millones de ducados. Esta orden de resello puso en alerta a las Cortes, que el 4 de diciembre de 1603 solicitaron al rey la paralización de las acuñaciones de cobre y del resello de la calderilla.
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Después de una negociación entre la Corona y las Cortes para la concesión de un nuevo servicio de 17,5 millones de ducados (2,5 millones al año durante 7 años), Felipe III aceptó por fin el 2 de noviembre de 1608 la condición de no acuñar más vellón, con o sin liga de plata, durante un periodo de veinte años. En 1617, el Rey pide a las Cortes poder acuñar 600000 ducados de vellón para atender a las necesidades de Italia. Las Cortes debaten la situación y deciden el 17 de julio de 1617 autorizar la acuñación de 800000 ducados (200000 iban destinados a sufragar los costes de la acuñación).
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Felipe III murió el 31 de marzo de 1621 y nueve días más tarde, el 9 de abril de 1621, finalizaba la tregua con las Provincias Unidas que estaba en vigor desde 1609. La situación financiera de la Corona era muy delicada ya que para el periodo anual de noviembre de 1621 a octubre de 1622 se presupuestaban unos gastos de 8276524 ducados. La inmensa mayoría de los ingresos estaban afectos al pago de los juros (títulos de deuda pública) de modo que los ingresos de 1621 no afectos a dichos pagos sólo ascendían a 466236 ducados (un 5,63% del gasto previsto). Incluso apelando a los ingresos no afectos de los años 1622-1625, seguía habiendo un desequilibrio de casi 2,5 millones de ducados sólo para el año 1621. Es decir, alrededor de un 30% del gasto presupuestado no podría cubrirse. Así pues, se trató de salir adelante recurriendo al señoreaje obtenido mediante la labra de nueva moneda de vellón, de forma que uno de los primeros decretos firmados por Felipe IV (de 24 de junio de 1621) ordenaba la acuñación de otros 4 millones de ducados. La situación presupuestaria no mejoró con el paso del tiempo, sino que incluso fue a peor. La deuda de la Corona de Castilla alcanzó en 1623 los 112 millones de ducados, el equivalente a unos diez años de ingresos totales. La Corona no halló solución mejor que continuar con la acuñación de moneda de cobre con el fin de taponar, siquiera parcialmente, los enormes desequilibrios presupuestarios en los que iba incurriendo año tras año. De modo que estas acuñaciones de cobre continuaron en los años sucesivos hasta que fueron paralizadas mediante un pregón de 8 de mayo de 1626.  En el periodo 1621-1626 se labraron 18 millones de ducados, con un señoreaje neto de 12,4 millones. La importancia de las acuñaciones castellanas de cobre puede apreciarse en el hecho de que Castilla labró unas 700 toneladas de cobre en promedio anual durante el periodo 1618-1626, lo que significaba casi el 50% de la producción anual de Suecia, el mayor productor de cobre de Europa. El efecto de estas acuñaciones se hizo notar claramente en el precio del cobre en Europa.
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Las acuñaciones de cobre de la primera década del siglo XVII, junto con el resello de la calderilla de 1603-1604, incrementaron la oferta nominal de vellón desde unos 3 millones de ducados hasta unos 10 millones. Dado que la economía castellana no se encontraba en una fase expansiva (y posiblemente se hallaba en recesión, tanto económica como demográfica), la demanda de saldos reales de dinero no aumentó. En consecuencia, la oferta de saldos reales tampoco lo hizo y el resultado fue que los precios no subieron
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...a pesar de que las acuñaciones se aceleran en 1625, el premio de la plata aumenta más rápido y el volumen de vellón expresado en plata cae. Hacia esa fecha, la plata ha desaparecido casi por completo de la circulación (un arbitrista anónimo que escribe en 1625 estima que el porcentaje de la moneda de plata en circulación ronda el 1,6%, siendo el resto vellón). El nivel general de precios de los bienes de consumo expresados en moneda de vellón se mantiene aproximadamente constante —si bien con fluctuaciones— durante las dos primeras décadas del siglo XVII. Sin embargo, a partir de 1623-1624 comienza un fuerte proceso alcista, como resultado de la saturación de vellón que experimentó la economía castellana.
... a medida que se acuñaba más cobre en los primeros años del reinado de Felipe IV, el beneficio obtenido de acuñar un marco de cobre cada vez se reducía más y más, por tres motivos. El primero era, como ya hemos indicado, la multiplicación del precio del cobre en Europa en términos de plata. El segundo era que las acuñaciones de vellón generaban poder adquisitivo en vellón, que había que transformar en plata, dado que la mayor parte de los gastos bélicos de la Corona había que efectuarlos en plata, mientras que la mayoría de sus ingresos eran en vellón. Así pues, a medida que subía el premio de la plata, el poder adquisitivo de las acuñaciones de vellón caía. Por último, y dado el citado desajuste entre gastos en plata e ingresos en vellón, cuanto mayor fuese el premio de la plata, ese desajuste se iría agrandando, lo que implicaba que o aumentaba la cifra de impuestos cobrada en vellón o había que reducir la cifra de gastos efectuada en plata. De cada real de vellón acuñado en el periodo 1617-1622, la Corona obtenía aproximadamente como beneficio dos tercios de real de plata (unos 23 maravedís de plata). Sin embargo, el encarecimiento del cobre y el incremento del premio de la plata hicieron que cuando se decidió paralizar las acuñaciones en la primavera de 1626, ese beneficio hubiese caído a alrededor de 2 maravedís de plata. Dada esta trayectoria de disminución acelerada de los beneficios de la acuñación, finalmente se decidió paralizar ésta. ... Dados los déficits perennes de las finanzas públicas castellanas, esta situación no podía sostenerse durante mucho tiempo. Así, tanto la Corona como las Cortes estuvieron intentando ya desde 1625 dar con una solución al problema que se había generado. El método que se había utilizado en otros lugares y en otras épocas (por ejemplo, en la misma Castilla en 1442 o en 1464) había sido la devaluación legal del valor nominal de la moneda de cobre. Dado que éste era el método con mayor probabilidad de ser puesto en práctica, la demanda relativa de vellón frente a plata (y frente a bienes duraderos) cayó, lo que supuso un incremento del premio de la plata y un aumento del nivel de precios de los bienes. ...  en agosto de 1628 se decretó la reducción a la mitad del valor nominal de todo el vellón en circulación.
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A pesar de que Felipe IV se comprometió a no acuñar nueva moneda de vellón en 20 años, las promesas similares rotas tanto por su padre como por él mismo en años anteriores, así como las expectativas de ulteriores devaluaciones de vellón (pudiendo llegar incluso a una eventual desmonetización de esta especie), condujeron a una abrupta caída de la demanda de saldos de vellón expresados en plata en el momento de la devaluación de agosto de 1628. ...  El efecto sobre los precios de los bienes también fue deflacionista, si bien más lento. Los precios se incrementaron un 5% en 1628 y un 1% en 1629, se mantuvieron constantes en 1630, subieron un 9% en 1631 y luego bajaron hasta 1635 a una tasa anual del 4,5%. Así pues, entre 1628 y 1635, la caída global de los precios fue de un 14%.
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En consecuencia, y a pesar de que la cantidad de vellón en circulación se redujo a la mitad, el nivel de precios no cayó en la misma proporción ni se eliminó por completo el premio de la plata. Es decir, los objetivos perseguidos por la Corona se cumplieron, pero sólo parcialmente. En cuanto a sus efectos sobre la población, cabe reconocer que no fueron neutrales. Tras la devaluación, el poder adquisitivo del vellón en términos de bienes y de plata disminuyó, de forma que los poseedores de vellón se vieron perjudicados por la medida. Evidentemente, lo contrario pasó con los poseedores de bienes susceptibles de venta y con los poseedores de plata.


[Francisco de Quevedo, El chitón de las tarabillas, ca. 1630]
... nos hallemos con moneda que no hay bolsa que no tenga asco della, y que se indigna aun de andar en talegos, y que los rincones de los aposentos se hallan con la basura más limpios y menos cargados y con menor ruido. Moneda que el que la paga se limpia y desembaraza, y el que la cobra se ensucia y confunde; más vale su incomodidad en trajinarla que su valor: Mil reales, caudal que cualquiera gasta en doce días de camino, son peso para una bestia sola, y poco antes que se subieran, se llevaban en oro, en nóminas, en traje de reliquias, o se escamaban con escudos los jubones, y quinientos añadían poco peso más a la lana; y hoy en esta moneda dan que hacer a una albarda, y hace más mataduras el dinero que los barriles. ...
... hacienda arrinconada, que no pasa de Castilla, de quien se guardan los otros reinos como de peste acuñada.
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Del doblón y del real de a ocho se hablaba como de los difuntos, y se decía: «El oro, que pudre; la plata, que Dios tenga».
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¿puedes negar que el que metió los moros en Castilla (fuera de la religión) hizo menos daño a los reinos que aquel maldito, Cava barbado de los cuartos, que doblándolos los metió en las bolsas? De aquella furia quedaron fuera las montañas; desta maldad todo el reino se inundó, sin haber contra ella asilo ni aun silo.
Allí Pelayo empezó a restaurar con los pocos que quedaron libres, y le ayudaron. Aquí el Rey  [Felipe IV] ha hecho la restauración y curado el enfermo a su pesar, pues fue contradicho de todos cuantos padecían esta miseria; y es mayor gloria la suya y la del ministro [el Conde Duque de Olivares] cuanto tuvieron menos que los asistiesen, porque contra su parecer se juntaron los enemigos todos a meter vellón, y los propios, todos a contradecir que no se bajase, que era, fue y será el solo remedio, y los caudales daban voces contra la restauración de las bolsas, que, renegadas del buen metal, se habían metido a calderas, y si algún real se hallaba era mestizo de cascajo y real sencillo.


[Machinadas de Vizcaya, 1631-1804]
http://aunamendi.eusko-ikaskuntza.eus/es/matxinadas/ar-93531/



[Eduardo Montagut, La conflictividad social urbana en la época de los Austrias, 2015]:
La conflictividad social en las ciudades españolas durante la época de los Austrias se dirigió fundamentalmente contra las medidas que adoptaban las autoridades en contra de la tradición o costumbre, por lo que no derivaban en un cuestionamiento del orden establecido con propuestas de un orden alternativo, sino en la necesidad de volver a la situación previa a la alteración. En este sentido la motivación fiscal fue la más importante hasta mediados del siglo XVII, aunque no con el protagonismo que se puede comprobar en la Francia de la época donde la presión fiscal de la Monarquía generó no pocos conflictos, especialmente relacionados con la gabela, el impuesto de la sal. En la Castilla de Felipe II se pueden citar las alteraciones que se produjeron en 1591 cuando se aprobó el impuesto de los Millones, y que fueron acompañadas después por las protestas de no pocos procuradores en las Cortes que, como bien sabemos, representaban a las ciudades que tenían derecho al voto en las mismas. En tiempos de Felipe IV estallaron motines por los impuestos nuevos sobre el vino en zonas de La Rioja, Palencia y La Mancha. En Vizcaya se produjo el más importante conflicto de tipo fiscal, el motín de la sal del año 1632, provocado por el establecimiento del estanco de la sal en un territorio que tenía privilegios por su régimen foral. La principal consecuencia fue que subió el precio de la sal, provocando la protesta de la Junta General que se vio empujada por el clamor popular. El conflicto duró dos años y adquirió connotaciones políticas, por lo que fue uno de los más importantes que se dieron en la Monarquía Hispánica de los Austrias.
A partir de esa segunda mitad del siglo del Barroco, sin que desapareciera la causa fiscal, primaría más la cuestión del encarecimiento del pan y de otros productos básicos, motivación que sería la más destacada posteriormente en el siglo XVIII. En 1647, Andalucía comenzó a arder por la carestía del precio del pan que escaseaba por una sucesión de malas cosechas. Los motines de este tipo estallaban en las economías preindustriales como consecuencia de las periódicas crisis de subsistencia. La estructura de la propiedad y el consiguiente atraso tecnológico unido a los problemas derivados de la meteorología producían escasos rendimientos y frecuentes caídas de la producción. Por consiguiente, el trigo escaseaba y el pan se encarecía. Las agitaciones andaluzas que duraron varios años se complicaron por la creciente presión fiscal derivada de las necesidades financieras de la Monarquía provocadas por la Guerra de los Treinta Años y por la continuación de la guerra con Francia, y con el aumento de las levas militares. Además aparecieron otros factores que agudizaron la tensión en Andalucía: la peste, las devaluaciones monetarias que subieron más los precios y la evidente decadencia artesanal y comercial de toda la zona, especialmente de la otrora deslumbrante Sevilla.
En el reinado de Carlos II, en plena crisis sucesoria, el elevado precio del pan volvió a subir de forma clara, por lo que, junto con un aumento de la miseria, estallaron motines en Madrid, Toledo y Valladolid.
Otras causas que generaron motines y que podían cruzarse con las anteriores tuvieron que ver contra el monopolio o abuso de poder de los gobernantes y las élites locales y hasta con la presencia de extranjeros en esos resortes del poder. No fueron muy frecuentes pero sí hay algunos casos que se pueden citar, como los acontecidos en la segunda mitad del siglo XVII en Tudela, Calahorra, Sitges y Úbeda.
Casi todos los motines en la España del Antiguo Régimen fueron muy espontáneos, aislados y locales, lo que facilitó su fácil represión. Hubo excepciones, como las agitaciones que hemos estudiado en la Andalucía de mediados del siglo XVII, y después en el siglo XVIII con los motines de 1766.


[Vicente de la Fuente, La sopa de los conventos: ó sea Tratado de Economia politica en estilo jocoso, 1868]:
Tratóse á principios del siglo XVII de fundar un convento en Valencia; y con arreglo á las disposiciones municipales, era preciso discutir aquel asunto públicamente. Habia oposicion contra la creacion de aquel nuevo convento, aunque debia ser de pocos frailes... entre las razones que se alegaban en contra era una de ellas que aquellos frailes nuevos nada harían, y se disminuirían las limosnas para otros pobres. Presentóse entonces en medio de la reunion uno á quien nadie conocia, y encarándose con los más opuestos á la nueva fundacion, les dijo: - ¿Cuántos holgazanes hay en Valencia? Nadie se atrevió á responder. El desconocido continuó: - Teneis en Valencia más de 500 holgazanes, que ni se acuerdan de Dios ni de trabajar, y echais en cara á doce pobres frailes que van á que van á trabajar en su santificacion y en la vuestra, el que son holgazanes. Todos callaron, y el convento  se fundó.


El honor en el Siglo de Oro

[Lope de Vega, Fuenteovejuna, 1619, Pedro Calderón de la Barca, El alcalde de Zalamea, 1636; sigue el artículo de Robert Lauer, Revaloración del concepto del honor en el teatro español del Siglo de Oro, 2017]:
JUAN ROJO:     ¡Rompe, derriba, hunde, quema, abrasa!
ORTUNO:        Un popular motín mal se detiene.
COMENDADOR:    ¿El pueblo contra mí?
FLORES:        La furia: pasa
               tan adelante, que las puertas tiene
               echadas por la tierra.
...
FLORES:        Cuando se alteran
               los pueblos agraviados, y resuelven,
               nunca sin sangre o sin venganza vuelven.
ESTEBAN:       Ya el tirano y los cómplices miramos.
               ¡Fuenteovejuna, y los tiranos mueran!
Salen todos
COMENDADOR:    Pueblo, esperad.
TODOS:         Agravios nunca esperan.
COMENDADOR:    Decídmelos a mí, que iré pagando
               a fe de caballero esos errores.
TODOS:         ¡Fuenteovejuna!  ¡Viva el rey Fernando!
               ¡Mueran malos cristianos y traidores!   
COMENDADOR:    ¿No me queréis oír?  Yo estoy hablando,
               yo soy vuestro señor.
TODOS:         Nuestros señores
               son los reyes católicos.
COMENDADOR:    Espera.
TODOS:         ¡Fuenteovejuna, y Fernán Gómez muera!
...
Salen los labradores y las labradoras con la cabeza de FERNÁN GÓMEZ en una lanza. Cantan
MÚSICOS:       "¡Muchos años vivan         
               Isabel y Fernando,
               y mueran los tiranos!"
BARRILDO:      Diga su copla Frondoso.
FRONDOSO:      Ya va mi copla, a la fe;
               si le faltare algún pie,         
               enmiéndelos el más curioso.
               "¡Vivan la bella Isabel,
               y Fernando de Aragón,        
               pues que para en uno son,
               él con ella, ella con él!
               A los cielos San Miguel       
               lleve a los dos de las manos.
               ¡Vivan muchos años,
               y mueran los tiranos!"
ESTEBAN:       ¡Vivan Castilla y León,
               y las barras de Aragón,          
               y muera la tiranía!
               Advertid, Fuenteovejuna,
               a las palabras de un viejo;
               que el admitir su consejo
               no ha dañado vez ninguna.        
               Los reyes han de querer
               averiguar este caso,
               y más tan cerca del paso
               y jornada que han de hacer.
               Concertaos todos a una          
               en lo que habéis de decir.
FRONDOSO:      ¿Qué es tu consejo?
ESTEBAN:       Morir
               diciendo "Fuenteovejuna,"
               y a nadie saquen de aquí.
FRONDOSO:      Es el camino derecho.         
               Fuenteovejuna lo ha hecho.
ESTEBAN:       ¿Queréis responder así? 
TODOS:         Sí.
...
JUEZ:          Ese muchacho
               aprieta.  Perro, yo sé
               que lo sabes.  Di quién fue.
               ¿Callas?  Aprieta, borracho.       
NIÑO:         Fuenteovejuna, señor.
JUEZ:          ¡Por vida del rey, villanos,
               que os ahorque con mis manos!
               ¿Quién mató al comendador?
FRONDOSO:      ¡Que a un niño le den tormento     
               y niegue de aquesta suerte!
LAURENCIA:     ¡Bravo pueblo!
FRONDOSO:      Bravo y fuerte.
...
JUEZ:          Que os he de matar, creed,
               en este potro, villanos.
               ¿Quién mató al comendador?
PASCUALA:      Fuenteovejuna, señor.
...
ISABEL:        ¿Los agresores son éstos?
ESTEBAN:       Fuenteovejuna, señora,
               que humildes llegan agora
               para serviros dispuestos.          
               La sobrada tiranía
               y el insufrible rigor
               del muerto comendador,
               que mil insultos hacía
               fue el autor de tanto daño.        
               Las haciendas nos robaba
               y las doncellas forzaba,
               siendo de piedad extraño.
FRONDOSO:      Tanto, que aquesta Zagala,
               que el cielo me ha concedido,      
               en que tan dichoso he sido
               que nadie en dicha me iguala, 
               cuando conmigo casó,
               aquella noche primera,
               mejor que si suya fuera,      
               a su casa la llevó;
...
ESTEBAN:       Señor, tuyos ser queremos.
               Rey nuestro eres natural,
               y con título de tal
               ya tus armas puesto habemos.
               Esperamos tu clemencia          
               y que veas esperamos
               que en este caso te damos
               por abono la inocencia.
REY:           Pues no puede averiguarse
               el suceso por escrito,        
               aunque fue grave el delito,
               por fuerza ha de perdonarse.
               Y la villa es bien se quede
               en mí, pues de mí se vale,
               hasta ver si acaso sale       
               comendador que la herede.
FRONDOSO:      Su majestad habla, en fin,
               como quien tanto ha acertado.
               Y aquí, discreto senado,
               Fuenteovejuna da fin.    
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Al rey la hacienda y la vida / se ha de dar, pero el honor / es patrimonio del alma, / y el alma sólo es de Dios...
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Un problema en la amplia bibliografía sobre el honor consiste en la interpretación de este término y su aplicación en relación al teatro áureo. Américo Castro se queja en 1916 de que los historiadores no han distinguido «el concepto y el sentimiento de la honra». En De la edad conflictiva trata de establecer una diferencia entre honor y honra, postulando que el honor no es un concepto sino una «dimensión de vida, individualmente singularizada». Sin embargo, inmediatamente después, se refiere al honor como «una noción ideal y objetiva» (un concepto), llamando la honra una «palabra […] más adherida al alma» (por ende, un sentimiento). Posteriormente, Ramón Menéndez Pidal, seguido de otros críticos, sugiere, partiendo de las Partidas y la Summa theologica, que el honor es loor, reverencia o consideración que el hombre se gana por su virtud o buenos hechos. Esta definición aclara en parte el significado del término honor; no obstante, se limita a solo dos de sus varios aspectos, el legal y el teológico, sin tomar en cuenta sentidos léxicos, naturales, morales, filosóficos, antropológicos y psicológicos. Menéndez Pidal enfatiza a la vez el estamento, afirmando que «el honor es en el teatro patrimonio exclusivo de la clase noble».
Honor es en efecto el reconocimiento de algo notable o digno. Como bien afirma Guzmán de Alfarache, «la honra es hija de la virtud». O sea, lo notable aquí es la virtud (la ‘madre’). La honra (su ‘hija’) es solo la señal o confirmación de que la virtud es cognoscible, de la misma forma que una hija, por su apariencia, demuestra descender de su progenitora. En latín, como ya se ha indicado, el ser honestus es el que tiene honos (un cargo político), pero ese cargo se (ob)tiene por reconocérsele virtudes cívicas (rectitud o decencia) importantes para su desempeño. Por ende, la virtud es anterior al cargo, pues éste es solo la confirmación de que el hombre honestus es honorable o digno merecedor de su puesto.
...
Respecto a la valoración del término honor en relación al teatro áureo, la crítica ha optado por definiciones bipartitas o únicas. Por ejemplo, Américo Castro, como ya hemos visto, diferencia entre honor (un concepto ideal de comportamiento) y honra (un sentimiento vital). Gustavo Correa, como ya se ha indicado, considera que el honor puede ser vertical (jerarquizado) u horizontal (personal), sin precisar exactamente los componentes del segundo. P. N. Dunn considera que solo hay un tipo de honor: el de virtud, asociado por este crítico con el cristianismo. Para este crítico, el honor calderoniano, junto con el amor cortés, serían, por ende, dioses falsos. Ramón Menéndez Pidal, aunque reconoce la existencia de un tipo de honor teológico y otro legal, juzga la honra en forma social, asociándola con el patrimonio exclusivo de la aristocracia. José Antonio Maravall considera el honor no como una cualidad personal de tipo burgués sino como una condición social aristocrática: «tengo honor porque soy caballero». Por ende, discusiones de honor sobre la pureza o impureza de sangre respecto a cristianos viejos o nuevos serían inútiles.
en una sociedad estamental que valora solo su estable posición y abundante riqueza. Contemporáneamente, Melveena McKendrick afirma que hay dos tipos de honor: uno basado en virtud y otro en reputación. No obstante, considera que el teatro áureo compensa la supuesta obsesión española por problemas de limpieza de sangre por sanguinarias venganzas contra mujeres en los dramas de honor sobre el uxoricidio. Esta idea ha impactado negativamente la forma de leer la comedia española, pues un concepto popular como la honra, generalmente percibido como positivo a lo largo de la historia, adquiere en el presente una particularidad negativa, clasista e inhumana. En 2002, Peter N. Dunn, en un influyente diccionario de la comedia sobre el Siglo de Oro, afirma que honor y honra corresponden, el primero, a la categoría social y la preeminencia propias de la nobleza de sangre o de título y, el segundo, a la fama o reputación en que se es tenido (honra). En el teatro áureo, como indica Lope de Vega, «los casos de la honra son mejores / porque mueven con fuerza a toda gente». Se declara aquí la popularidad de un género dramático que versa sobre cuestiones de honor. Aunque valdría analizar con precisión el léxico de estos dos versos, se pasará ahora a un análisis breve de tres casos de honor en obras de tema villanesco: dos de Lope de Vega y una de Pedro Calderón de la Barca: FuenteovejunaPeribáñez y el comendador de Ocaña y El alcalde de Zalamea (El garrote más bien dado). En el segundo acto de Fuenteovejuna, el comendador mayor de Calatrava, Fernán Gómez de Guzmán, pide a los villanos de Fuenteovejuna que se sienten después de haberse levantado en su presencia. Esteban, alcalde de la villa, explica la razón por qué prefiere quedarse parado enfrente de un superior: «De los buenos es honrar». Se implica que él y los villanos, por el hecho de ser entes humanos y poseer honor (dignidad moral), honran o reconocen, como buenos individuos que son, la superioridad estamental del dignatario al mostrarle el respeto apropiado quedándose parados. También se indica que son leales vasallos que no se alzarán contra su señor natural, a pesar de su comportamiento. Cuando subsiguientemente el comendador expresa su interés en Laurencia, hija del alcalde Esteban, éste responde que la villa desea vivir (en paz) bajo su honor. Aquí, el término significaría patrimonio o heredad, pues los villanos desean vivir tranquilamente bajo su protección en el lugar que Fernán Gómez rige. Más adelante, cuando el comendador alude a otras mujeres, un regidor le advierte que «no es justo / que nos quitéis el honor». El contexto indica que el regidor se refiere a la dignidad moral de la villa que el comendador piensa incomodar. Cuando el comendador responde asombrado «¿Vosotros honor tenéis? / ¡Qué freiles de Calatrava!» y afirma que si juntara su sangre con la de las villanas, sus mujeres se honrarían, está usando el término honor en un sentido estamental o civil. Solo él tiene honor (recibido de su superior, el Maestre Rodrigo Téllez Girón). Este tipo de honor o nobleza civil es transmisible; por ende, cualquier vástago que naciera de una unión entre él y una villana sería honrado. El conflicto aquí, pues, es reflexivo, pues se disputa el honor desde dos puntos de vista irreconciliables: el honor como dignidad humana (moral) y el honor como estamento (cívico). El conflicto de honor es también reflejado o transferible, pues la(s) villana(s) se convierte(n) en sinécdoque(s) de la comunidad, de la cual el alcalde y los regidores son, como guardianes, responsables: un acoso contra ella(s) los afectaría a ellos y a la comunidad entera. En El alcalde de Zalamea, el villano Pedro Crespo le pide al capitán don Álvaro de Ataide que le restituya su honor, que ha sido quebrantado: «¿Qué os pido? Un honor os pido / que me quitastes vos mesmo». También le explica que él no perdería honor casándose con su villana hija, a quien éste ha violado: No creo que desluzcáis vuestro honor, porque los merecimientos que vuestros hijos, señor, perdieren por ser mis nietos, ganarán con más ventaja, señor, con ser hijos vuestros. El conflicto aquí es similar al anterior, con la diferencia que es ahora un villano que desea emparentarse con un noble. El noble no perdería dignidad (honra civil), pues el honor en matrimonios desiguales es transmisible si pasa del varón a la hembra. En efecto, tanto sus hijos como la villana recibirían honor: los primeros por la sangre del aristócrata; la segunda por afinidad. Asimismo, Crespo, al pedir que se le restituya su honra (no solo la de su hija), en efecto está hablando en forma reflejada o transferible, pues la deshonra de Isabel lo afecta a él por ser su guardián y no haber podido evitar su violación. En Peribáñez y el comendador de Ocaña, el villano homónimo mata a su superior, el comendador don Fadrique, en el momento en qué éste está a punto de violentar a su esposa: «¡Ay honra! ¿Qué aguardo aquí? Mas soy pobre labrador… bien será mejor hablalle… pero mejor es matalle. [Adelantándose con la espada desenvainada.] Perdonad, Comendador; que la honra es encomienda de mayor autoridad. [Hiere al Comendador]»
Cuando Leonardo, criado de don Fadrique, está dispuesto a vengar al comendador, éste exclama «Yo le abono. / No es villano, es caballero», por haberle ceñido la espada anteriormente. Aquí, el honor es, como en los casos anteriores, reflexivo. El propio Peribáñez duda respecto a cómo debiera actuar. Reconoce la diferencia estamental entre ellos y que la mejor opción sería hablar con el señor. Sin embargo, don Fadrique es quien resuelve esta discrepancia, pues al haberlo armado, el conflicto entre ellos es entre «iguales». El honor que don Fadrique le concedió a Peribáñez es de naturaleza civil. No obstante, al herir éste último al primero, aquél declara que la honra es encomienda de mayor autoridad (que la civil, en este caso). En efecto, Peribáñez recurre a la nobleza moral (como defensa de honor), la cual es universal y, como ya se ha notado, superior a la civil. Como hemos visto, en forma breve y concisa, la honra es un término de múltiples significados (teológicos, morales, naturales, filosóficos, léxicos, legales, antropológicos y psicológicos) y de una larga tradición clásica, medieval, moderna y contemporánea. Insistir en definir el honor de forma única (como estamento) o bipartita (como virtud u opinión), o, incluso, atribuir su existencia solo a un reino, España, cuando el concepto es universal y acaso innato, como sugiere Schopenhauer, es limitar las innumerables posibilidades de la comedia, un género literario que se vale precisamente de este concepto y sentimiento tan humano y cognoscible para así mover «con fuerza a toda gente».


Poesía de Francisco de Quevedo

[Soneto publicado en Heráclito cristiano, 1613]:

Miré los muros de la patria mía,
si un tiempo fuertes ya desmoronados,
de la carrera de la edad cansados,
por quien caduca ya su valentía.

Salime al campo. Vi que el sol bebía
los arroyos del hielo desatados,
y del monte quejosos los ganados
que con sombras hurtó su luz al día.

Entré en mi casa. Vi que, amancillada,
de anciana habitación era despojos;
mi báculo, más corvo y menos fuerte.

Vencida de la edad sentí mi espada,
y no hallé cosa en que poner los ojos
que no fuese recuerdo de la muerte.

[Epístola satírica y censoria contra las actuales costumbres de los castellanos, escrita a don Gaspar de Guzmán, conde de Olivares, en su valimiento (publicada póstumamente en El Parnaso Español)]:

No he de callar por más que con el dedo,
ya tocando la boca o ya la frente,
silencio avises o amenaces miedo.

¿No ha de haber un espíritu valiente?
¿Siempre se ha de sentir lo que se dice?
¿Nunca se ha de decir lo que se siente?
...

[Letrilla XIX "don Dinero", publicada póstumamente en El Parnaso Español]:

Madre, yo al oro me humillo,
Él es mi amante y mi amado,
Pues de puro enamorado
De continuo anda amarillo.
Que pues doblón o sencillo
Hace todo cuanto quiero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.

Nace en las Indias honrado,
Donde el mundo le acompaña;
Viene a morir en España,
Y es en Génova enterrado.
Y pues quien le trae al lado
Es hermoso, aunque sea fiero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.

Son sus padres principales,
Y es de nobles descendiente,
Porque en las venas de Oriente
Todas las sangres son Reales.
Y pues es quien hace iguales
Al rico y al pordiosero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.

¿A quién no le maravilla
Ver en su gloria, sin tasa,
Que es lo más ruin de su casa
Doña Blanca de Castilla?
Mas pues que su fuerza humilla
Al cobarde y al guerrero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.

Es tanta su majestad,
Aunque son sus duelos hartos,
Que aun con estar hecho cuartos
No pierde su calidad.
Pero pues da autoridad
Al gañán y al jornalero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.

Más valen en cualquier tierra
(Mirad si es harto sagaz)
Sus escudos en la paz
Que rodelas en la guerra.
Pues al natural destierra
Y hace propio al forastero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.

Citado por Jesús Torbado:
En Navarra y Aragón 
no hay quien tribute ya un real;
Cataluña y Portugal
son de la misma opinión;
sólo Castilla y León
y el noble pueblo andaluz 
llevan a cuestas la cruz


[Gran memorial o Memorial secreto del conde-duque de Olivares a Felipe IV, 1624]:
Tenga Vuestra Majestad por el negocio más importante de su monarquía el hacerse rey de España; quiero decir, Señor, que no se contente Vuestra Majestad con ser rey de Portugal, de Aragón, de Valencia, conde de Barcelona, sino que trabaje y piense con consejo maduro y secreto por reducir estos reinos de que se compone España al estilo y las leyes de Castilla [...]
conociendo que la división presente de leyes y fueros enflaquece su poder y le estorba conseguir fin tan justo y glorioso, [...] reciben alteración por la diversidad de los tiempos y por mayores conveniencias se alteran cada día y los mismos naturales lo pueden hacer en sus cortes, ... se procure el remedio por los caminos que se pueda [...]
Tres son, Señor, los caminos que a Vuestra Majestad le puede ofrecer la ocasión y la atención en esta parte  [...]
El primero, señor, y el más dificultoso de conseguir, pero el mejor pudiendo ser, sería que Vuestra Majestad favoreciese [a] los de aquellos reinos introduciéndolos en Castilla, casándolos en ella y los de acá allá. [...] por la admisión a los oficios y dignidades de Castilla se olvidasen de [...] aquellos privilegios [...]
El segundo sería si hallándose Vuestra Majestad con alguna gruesa armada y gente desocupada introdujese el tratar de estas materias por vía de negociación, dándole la mano a aquel poder con la inteligencia y procurando que, obrando mucho la fuerza, se desconozca lo más que se pudiere, disponiendo como sucedido acaso, lo que tocare a las armas y al poder.
El tercer camino, aunque no con medio tan justificadero pero el más eficaz, sería que, hallándose Vuestra Majestad con esta fuerza que dije, fuera en persona como a visitar aquel reino donde hubiere de hacer el efecto y hacer que se ocasione algún tumulto popular grande, y con este pretexto meter la gente, y con ocasión de sosiego general y prevención en adelante, como por nueva conquista, asentar y disponer las leyes en la conformidad de las de Castilla, y de esta misma manera irlo ejecutando en los otros reinos.

[El desengaño del Imperio Español: Entrevista de Enrque Krauze a John Elliot]:
... Tal vez mi interés por la historia de España en el siglo diecisiete surgió de mis propias experiencias como joven de la Inglaterra de fines de la Segunda Guerra Mundial, cuando, a pesar de la gran reputación de mi país, ya se vislumbraba el ocaso del Imperio.
     Cuando empecé a estudiar la España del Conde Duque de Olivares, surgieron enseguida ciertas resonancias entre lo que veía en la documentación del siglo diecisiete y lo que sucedía en mi propio país: la gente comenzaba a hablar de la decadencia. Y aún más en los años sesenta, cuando estaba preparando mis libros. Fue muy interesante, porque me di cuenta de que los españoles del siglo diecisiete eran muy conscientes de lo que estaba pasando. Tenían una clara percepción en aquel momento, y dediqué muchas investigaciones y análisis a los problemas de Castilla —más que todo económicos—, buscando una solución para lo que sucedía en Inglaterra. Fue una búsqueda frenética. Estudiaba al Conde Duque de Olivares, un hombre con grandes proyectos para frenar la decadencia, y por entonces también empezaban los estadistas ingleses con sus proyectos para frenarla, y descubrí ciertos paralelos. Tal vez eso me generó una mayor empatía con lo que había sufrido la España del diecisiete y, al mismo tiempo, me aclaraba lo que estaba ocurriendo en mi propio país.
     Lo más curioso es que algunos estadistas ingleses de los años sesenta y setenta, después de publicado mi libro sobre la España imperial, decían que teníamos que evitar la situación de la España del siglo diecisiete. Es curioso porque, mientras escribía mi libro, también pensaba en el diálogo y en el discurso político de mi país en aquellos años.
... es, sobre todo, un asunto de adaptación. Sucede que una sociedad se propone ciertos objetivos, determinadas metas. Para España, la medida del criterio para el éxito se da principalmente en la guerra. La fama o la reputación son palabras que aparecen continuamente: "Por nuestra reputación, no podemos dejar los Países Bajos", por ejemplo. Y eso aparece incluso en el Conde Duque de Olivares, quien, con todos sus proyectos reformistas, no podía abandonar esas antiguas metas. Así se llega a lo que Paul Kennedy, en su famoso libro, denominó imperial overstretch, es decir, cuando una sociedad está intentando abarcar demasiado y luego resulta muy difícil corregir el rumbo.
     El éxito pasaba de una sociedad como España, con sus grandes objetivos y su imperio enorme, a países más pequeños, como Holanda, dotados de nuevas ideas para organizar la riqueza, el poder y el comercio; y España no logró adaptarse a ese nuevo mundo. Cambiar significaba un costo excesivo, porque resultaba muy difícil para las clases gobernantes variar el rumbo. Me parece que sucedió lo mismo con la Inglaterra del siglo veinte: todavía tenemos la idea de una tendencia imperial por todo el mundo, y por eso el desastre del Canal de Suez, cuando ya no teníamos la fuerza para soportar o defender un imperio o ni siquiera pretensiones imperiales de ese tipo.
... En parte se relaciona con la mentalidad del siglo diecisiete, es decir, por lo que hace al asunto de lo que es real y lo que no lo es. Hay todo un mundo barroco en el cual participa España con la idea de que, en el fondo, la vida es sueño. Eso sin duda influye, y más cuando uno constata que aquello que se creía era la riqueza —el oro, la plata— no lo es, y que la riqueza —como dice González de Cellorigo1— la genera el trabajo, por ejemplo, porque había la sensación de que todo estaba en el aire, y que nada era lo que parecía ser.
     Desengaño es la palabra clave para el siglo diecisiete español, porque habían llegado a la conclusión de que nada es lo que parece. Los gigantes resultaron ser molinos de viento. Llegó el momento de despertar, y ya era demasiado tarde para los españoles.
... Fueron fundamentales los reveses del siglo diecisiete: una sociedad acostumbrada al éxito se vio condenada al fracaso, y el peso de ese fracaso ha sido tan fuerte en estos últimos tres siglos que ha reforzado aquella "Leyenda Negra" que la gente de fuera había construido sobre España. Se fue instalando una tendencia a denostar lo propio que pervive todavía incluso en la España posfranquista —lo que me parece fundamental—, aunque se va superando poco a poco.
... Es muy difícil hablar de "los españoles". Es otro problema, pero los castellanos se veían a sí mismos como la gente escogida por Dios en el siglo dieciséis. Aquel sentimiento providencial de la misión de Castilla fue muy importante, y creo que eso ha sucedido siempre con los grandes países imperialistas, e igual ocurrió con los ingleses: durante el siglo diecinueve nos sentimos superiores, y ese es un sentimiento que ha sobrevivido a la pérdida del imperio. Va cambiando, pero siempre hay esta ambigüedad de identidad.
     Me parece que a un país que ha tenido grandes éxitos y algunas fallas le queda después su herencia imperialista de superioridad, de providencialismo, y al mismo tiempo el sentimiento de que al final "Dios nos ha abandonado". Pero Dios no es español ni inglés, y hay que adaptarse a eso y superarlo, lo que a mi modo de ver está pasando en la España actual, después de tres siglos.
...
[Pregunta de Krauze] Esto me lleva a la pregunta sobre la gravitación de los historiadores ingleses sobre España; se me ocurren muchos nombres, y al mismo tiempo da la impresión, a lo mejor equivocada, de que durante una o dos generaciones hubo un crepúsculo de historiadores españoles. En otras palabras, los ingleses llenaron un vacío: Hugh Thomas, Carr, Preston, etcétera, son muchos nombres para ser una casualidad. ¿Es un "imperialismo historiográfico inglés" sobre España?
     Sí, hubo un vacío durante la época de Franco, en parte por el exilio de los grandes historiadores, incluso a México, y también por la historiografía oficial de la época franquista, con ese estribillo permanente sobre los valores trascendentales de España, que no era historia, sino mitología del régimen. También debemos tener en cuenta la falta de recursos económicos para los jóvenes historiadores. Sin embargo, había dos o tres muy buenos cuando llegué a España: Vicens Vives, Antonio Domínguez Ortiz y José Antonio Maravall; ellos ya estaban intentando renovar la historia de su país, aunque con muchísimas dificultades. Vicens Vives, en parte por la beligerancia de los nacionalistas catalanes, en parte por problemas políticos suyos; Domínguez Ortiz porque estaba marginado; Maravall porque en ese momento estaba en París, si no recuerdo mal.
     Hubo un vacío. Yo he tenido éxito porque la gente —aparte de esos tres— no estaba trabajando sino haciendo cosas flojitas, pero se veía en ciernes una renovación; tuve la gran suerte de pasar un año entero con Vicens Vives en Barcelona, cuando estaba formando su propia escuela y luchábamos para renovar la historia de Cataluña, salvarla del nacionalismo catalán del siglo diecinueve y de su historia romántica.
     Estaba aprendiendo catalán con una familia; tenía simpatía por esa nacionalidad sofocada por el régimen, y cada día me sentía más catalanista. Al mismo tiempo, frente a la documentación del siglo diecisiete sobre la rebelión de los catalanes, vi que su historia tradicional era mitológica, romántica, y que no casaba con los documentos. En ese momento empecé a entender la fuerza del nacionalismo; le tenía mucha simpatía, pero al mismo tiempo me daba cuenta de que un historiador tiene que hacer lo que debe: explicar en la medida de sus posibilidades lo que percibe en los documentos y, si hay un choque entre la mitología y la verdad, tiene que decir la verdad.
     Me puse en una situación difícil con mis amigos, pero llegué en un momento que resultó magnífico y empecé a formar una nueva generación de gente joven. En España tuvimos una gran acogida en los archivos; los archivistas fueron muy generosos. Empezamos a renovar la historia de España y comenzaron las nuevas generaciones españolas a seguir esa pista. Ha sido en parte casualidad, en parte una cuestión de saber captar el momento. Tal vez la generación inglesa anterior a la mía no quiso ir a la España de Franco, pero yo no había vivido la Guerra Civil española. Era inocente, y fui porque me parecía un territorio nuevo por conquistar para un historiador.
...
El gran logro de los españoles del siglo dieciséis fue, sencillamente y a pesar de todo, querer incorporar de un modo u otro a los indios dentro de la sociedad que estaban creando, porque, como dijeron los escolásticos de la escuela de Salamanca, estas sociedades tenían su propia viabilidad como sociedades, eran hombres con almas susceptibles de salvarse, y de ahí el gran empeño para incorporar a los indios. A pesar de todos los malos tratos, las matanzas, etcétera, siempre hubo una política de protección a la república de los indios, y a su vez los indios fueron capaces de utilizar esto para salvarse hasta cierto punto, para proteger algo de su herencia.
     Fue muy distinto con las sociedades del norte del continente, donde había una menor densidad de población. Los ingleses llegaron, como los españoles, con la voluntad de salvar las almas, pero como no existían poblaciones tan vastas, ni tampoco un empeño por parte de la Iglesia Anglicana para salvar a esta gente, hubo mucho menos interés desde el punto de vista de la evangelización; y, al mismo tiempo, los indios de ahí no se prestaban al trabajo en el campo, no estaban hechos para eso, y los ingleses tuvieron que incorporar a los negros en lugar de los indios.
     En mi opinión, influyó mucho la cuestión irlandesa en el comportamiento de los ingleses del siglo diecisiete, porque trataron del mismo modo a los irlandeses y a los indios. Es muy peculiar: hablaban de los indios en los mismos términos en que se referían a los irlandeses y, al igual que en Irlanda, donde desde el siglo trece hubo leyes contra matrimonios entre ingleses e irlandeses, hubo muy poca cohabitación, o de plano ninguna, con la población india de la América británica. Resulta muy notable en comparación con lo que pasaba en México. En las zonas británicas expulsaron a los indios a los márgenes de las colonias, y cada vez que llegaban nuevos inmigrantes de Inglaterra, las fronteras avanzaban hacia el Oeste, mientras los indios eran expulsados más allá. Además, el exterminio fue inclemente durante el siglo diecinueve, cuando los estadounidenses llegaron a la costa de California. De modo que nunca se dio ese esfuerzo de incorporación, ni tampoco el mismo intento de evangelizar. Por eso los indios tuvieron menos oportunidades para salvar sus sociedades en el norte que en la América española.
     Lo que estamos viendo ahora en la América española es la recuperación de la herencia de las sociedades indígenas, su incorporación por vía del mestizaje, de la política, mientras que en el Norte vemos un intento de salvar lo que se pueda. Pero ya es muy tarde. Hay que decir que la política estadounidense ha sido un desastre por lo que hace a los indios.


[Discurso de Pau Claris en la Generalitat, 1640, recreado en Historia de los movimientos, separación y guerra de Cataluña, en tiempo de Felipe IV, de Francisco Manuel de Melo]
... los hombres hiciéron á los reyes, que no los reyes á los hombres... para el vasallo aflixido viene á ser lo mismo que el gobierno se extrague por malicia ó ignorancia. Para nosotros, Señores, tales son los efectos, aquí no disputamos de la causa. Pues si vemos que por los modos fáciles caminamos á nuestra perdicion, mudemos la via. Ya no es menester ventilar si debemos defendernos (eso tiene determinado la furia del que viene á buscarnos), sino creer que no solamente es conveniencia temporal, mas ántes obligacion en que la naturaleza nos ha puesto; ... en toda España son comunes las fatigas de este imperio, ¿cómo dudaremos que tambien sea comun el desplacer de todas sus provincias? Una debe ser la primera que se queje, y una la primera que rompa los lazos de la esclavitud: á esta seguirán las mas: ¡oh no os excuseis vosotros de la gloria de comenzar primero! Vizcaya y Portugal ya os han hecho señas, no es de creer callen ahora de satisfechos, sino de respetosos; tambien su redencion está á cargo de vuestra osadia: Aragon, Valencia y Navarra bien es verdad que disimulan las voces, mas no los suspiros. Lloran tácitamente su ruina; ¿y quién duda, que quando parece están mas humildes, estén mas cerca de la desesperacion? Castilla soberbia y miserable no logra un pequeño triunfo sin largas opresiones; preguntad á sus moradores si viven envidiosos de la accion que tenemos á nuestra libertad y defensa. Pues si esta consideracion os promete aplauso y alianza de los reynos de España, no tengo por mas difícil la de los auxliares. ¿Dudais del amparo de Francia, siendo cosa indubitable?
Ver más breve en  actividad de libro de texto


[Luis Vélez de Guevara, El diablo cojuelo, 1641]:
Ya comenzaban en el puchero humano de la Corte a hervir hombres y mujeres, unos hacia arriba y otros hacia abajo, y otros de través, haciendo un cruzado al son de su misma confusión, y el piélago racional de Madrid a sembrarse de ballenas con ruedas, que por otro nombre llaman coches, trabándose la batalla del día, cada uno con designio y negocio diferente, y pretendiéndose engañar los unos a los otros, levantándose una polvareda de embustes y mentiras, que no se descubría una brizna de verdad por un ojo de la cara, y don Cleofás [un estudiante de Alcalá] iba siguiendo a su camarada [el diablo Cojuelo], que le había metido por una calle algo angosta, llena de espejos por una parte y por otra, donde estaban muchas damas y lindos mirándose y poniéndose de diferentes posturas de bocas, guedejas y semblantes, ojos, bigotes, brazos y manos, haciéndose cocos a ellos mismos. Preguntole don Cleofás qué calle era aquella, que le parecía que no la había visto en Madrid, y respondiole el Cojuelo:
-Esta se llama la calle de los Gestos, que solamente saben a ella estas figuras de la baraja de la Corte, que vienen aquí a tomar el gesto con que han de andar aquel día, y salen con perlesía de lindeza, unos con la boquita de riñón, otros con los ojitos dormidos, roncando hermosura, y todos con los dos dedos de las manos, índice y meñique, levantados, y esos otros, de Gloria Patri. Pero salgámonos muy aprisa de aquí; que con tener estómago de demonio y no haberme mareado las maretas del infierno, me le han revuelto estas sabandijas, que nacieron para desacreditar la naturaleza y el rentoy.
Con esto, salieron de esta calle a una plazuela donde había gran concurso de viejas que habían sido damas cortesanas, y mozas que entraban a ser lo que ellas habían sido, en grande contratación unas con otras. Preguntó el Estudiante a su camarada qué sitio era aquel, que tampoco le había visto, y él le respondió:
-Este es el baratillo de los apellidos, que aquellas damas pasas truecan con estas mozas albillas por medias traídas, por zapatos viejos, valonas, tocas y ligas, como ya no las han menester; que el Guzmán, el Mendoza, el Enríquez, el Cerda, el Cueva, el Silva, el Castro, el Girón, el Toledo, el Pacheco, el Córdoba, el Manrique de Lara, el Osorio, el Aragón, el Guevara y otros generosos apellidos los ceden a quien los ha menester ahora para el oficio que comienza, y ellas se quedan con sus patronímicos primeros de Hernández, Martínez, López, Rodríguez, Pérez, González, etcétera; porque al fin de los años mil, vuelven los nombres por donde solían ir.
-Cada día -dijo el Estudiante- hay cosas nuevas en la Corte.



[Batalla de Rocroi, 1643]:
Comic de Roberto Corroto y Román López-Cabrera

Paz de Westfalia

[Tratado de Osnabrück, 1648  -recogido en el repertorio de textos ccsocialesafapinto-]:
Habrá una paz cristiana y universal y una amistad sincera, auténtica y perpetua entre ... todos y cada uno ... Que esta paz y amistad sea observada y cultivada con tal sinceridad y celo, que cada parte se esforzará en procurar el beneficio, honor y ventaja del otro ... Habrá en un lado y en el otro un olvido perpetuo, amnistía o perdón de todo lo que ha sido cometido desde el inicio de estos problemas ...; todo lo que ha pasado en un lado y en el otro ..., daños y gastos ..., serán enterrados en el olvido eterno.
Que el Círculo de Borgoña será y continuará siendo un miembro del Imperio, después de que las disputas entre Francia y España terminen. Que, sin embargo, ni el emperador, ni ninguno de los Estados del Imperio, se implicará en las guerras que hay ahora en pie entre ellos...
Aquellos de la confesión de Habsburgo [sic, Augsburgo] ... serán puestos en posesión otra vez de sus iglesias y estados eclesiásticos, como era en el año 1624, como también que todos los otros de la dicha confesión de Habsburgo [sic, Augsburgo] que lo demanden, tendrán el ejercicio libre de su religión, así en iglesias públicas a las horas convenidas, como en sus propias casas privadas o en otras elegidas para este propósito... [compárese con el texto completo: "Se conservarà el Estado Eclesiastico del año de 1624. à los Associados de la Confession de Auxbourg, que estaban en possession de sus Templos; y entre ellos à los Ciudadanos, y Habitantes de Oppenheim; y serà libre el exercicio de la Confession de Auxbourg à todos los demàs que lo deseen, assi en público en los Templos à las horas establecidas, como privadamente en sus proprias casas, y en otras destinadas para este uso por los Ministros de la palabra Divina suyos, ò vecinos."]
Todos los oficiales, así como militares, consejeros, togados ..., con sus mujeres, hijos, herederos ... serán restaurados por todas las partes en su estado de vida, honor, renombre, libertad de consciencia, derechos y privilegios que disfrutaron antes de los desórdenes arriba mencionados ...
... los Estados que hayan sido tomados por las armas por Francia o Suecia ... serán retornados a la situación en que se encuentran y eso sin ninguna compensación por provecho o daño.
... y puesto que para la mayor tranquilidad del Imperio, en su asamblea general de paz, se ha hecho un acuerdo ... referente a las diferencias sobre tierras eclesiásticas y la libertad de ejercicio de la religión, se ha encontrado oportuno confirmarlo y ratificarlo por el presente tratado ...
... la ciudad de Basilea y otros cantones suizos sean como si estuviesen en posesión de su completa libertad y exención del Imperio; de manera que no están bajo ningún concepto sujetos a las judicaturas o juicios del Imperio ...
... todos y cada uno de los Electores, Príncipes y Estados del Imperio Romano son así establecidos y confirmados en sus antiguos derechos, prerrogativas, libertades ..., ejercicio libre de derechos eclesiásticos ...
Disfrutarán sin contradicción el derecho de sufragio en todas las deliberaciones referentes a los asuntos del Imperio [...] serán libres perpetuamente de establecer alianzas con extranjeros para su preservación y seguridad ...
... Que el dominio principal, derecho de soberanía, y todos los otros derechos sobre los arzobispados de Metz, Toul y Verdún, y sobre las ciudades de ese nombre y sus diócesis, particularmente sobre Mayenvick ... pertenecerán en el futuro a la corona de Francia y serán irrevocablemente incorporados allí por siempre ...
... Que para el futuro, el comercio y el transporte serán libres para los habitantes a ambos lados del Rin y las provincias adyacentes. Sobre todo, la navegación del Rin será libre ... y no será permitido imponer sobre el Rin nuevos y no deseados peajes, aduanas, tasas, ... pero una y otra parte se contentarán con los tributos, derechos y peajes que eran pagados antes de estas guerras ...
En testimonio de todas y cada una de estas cosas, y para su mayor validez, los embajadores de sus majestades Imperial y Cristianísima, y los representantes, en el nombre de todos los Electores, Príncipes, y Estados del Imperio, enviados particularmente para este fin ... con sus propias manos y sellos han firmado y sellado este presente Tratado de Paz, ... y eso con la condición de que por la suscripción de los embajadores y representantes arriba mencionados, todos y cada uno de los otros Estados que se abstengan de firmar y ratificar el presente tratado, estarán no menos obligados a mantener y observar lo que se contiene en este presente Tratado de Pacificación, que si lo hubiesen suscrito y ratificado...
Véase texto completo [El tratado de paz del Emperador con Suecia, el llamado Instrumentum Pacis Osnabrugensis, regula los temas de disputa entre las dos potencias contratantes y los problemas de la estructura interna del Sacro Imperio Romano en diecisiete artículos contados en Roma. El núcleo de este contrato son los Art. V y VII sobre la Ley Religiosa del Reich. El tratado de paz del Emperador con Francia, el llamado Instrumentum Pacis Monasteriensis, comprende 120 párrafos según el recuento que se ha vuelto común hoy en día. En muchos sentidos, se refiere al primer contrato y declara vinculante su reglamento. Además, aquí se abordan las preguntas directamente relacionadas con Francia. La parte más conocida son las disposiciones sobre la cesión de las diócesis de Lorena, Alsacia y Sundgau a Francia.]

[Tratado de Münster, 1648]:
Tratado definitivo de paz y comercio ajustado entre S. M. C. y los Estados Generales de las Provincias Unidas. Firmado en Münster, 30 de enero de 1648
Don Felipe IV, por la gracia de Dios, Rey de Castilla, de León de Aragón, etc., etc. A todos los que las presentes letras vieren, salud.
Por cuanto que para librar a las provincias de los Países Bajos de la guerra que por tantos años las ha afligido, aliviar las de las miserias y calamidades de ella, y restituirlas a su quietud, esplendor y prosperidad, como también para terminar las guerras que se han extendido a otros países y mares remotos, hemos deseado mucho tiempo ha, llegar a una buena paz con los Señores Estados Generales de las Provincias Unidas libres del País Bajo, Para alivio de todos aquellos que de una y otra parte sienten las calamidades de la dicha Guerra: Y habiéndose elegido de común acuerdo la ciudad de Münster en Westfalia para el Congreso y Tratado de Paz, han tenido las cosas en éste lugar tan favorable éxito, que nuestros Embajadores Extraordinarios y Plenipotenciarios en virtud de nuestros Poderes, han hecho y concluido con los Embajadores Extraordinarios y Plenipotenciarios de los dichos Señores Estados el Tratado de Paz inserto aquí a la letra.
En nombre y gloria de Dios. Sea notorio a todos, que después del largo curso de sangrientas Guerras, que han afligido por tantos años a los Pueblos, Súbdito, Reinos y Países de la obediencia de los Señores Rey de las Españas, y Estados Generales de las Provincias Unidas del País Bajo, los dichos señores Rey y Estados, movidos de cristiana compasión, y deseando por fin a las calamidades públicas, y atajar las deplorables consecuencias, inconvenientes, daños y peligros, que la ulterior continuación de las dichas Guerras de los Países Bajos puede traer consigo, particularmente habiéndose extendido a otros Estados, Países, Tierras y Mares más distantes; y convertir los siniestros efectos de ella en los muy agradables de una buena y sincera pacificación de una y otra parte, y en los dulces frutos de una, total y firme quietud, para consuelo de los dichos Pueblos y Estados de su obediencia, y para la indemnización de los daños padecidos, en bien común, no sólo, de los Países Bajos, sino de toda la cristiandad, convidando y pidiendo a los demás Príncipes y Potentados de ella, que mediante la gracia de Dios, se muevan a la misma compasión, y aversión a las desdichas, ruinas y desórdenes que por tanto tiempo y tan cruelmente ha hecho experimentar el pesado azote de la Guerra, para lograr un fin tan bueno y deseable, los dichos Señores Rey de las Españas Don Felipe IV, y Estados Generales de las Provincias Unidas del País Bajo, han nombrado y diputado, a saber: el dicho Señor Rey a Don Gaspar de Bracamonte y Guzmán, Conde de Peñaranda, Señor de Aldea Seca de la Frontera, etc., etc., y al señor Antonio Brun, Caballero Consejero de S. M. C. en Su Consejo de Estado y Supremo para los negocios de los Países Bajos, etc. y los dichos Señores Estados Generales de las Provincias Unidas del País Bajo, el señor Bartholt de Gent, señor de Loenen y Meinerswich, etc.; al señor Juan Mathenesse, Señor de Mathenesse, Riviere, etc.; al señor Juan de Knuyt, Caballero y Señor del Viejo y Nuevo Vosmar, etc.; al señor Adrián Paw, Caballero y Señor de Heemstede, etc.; al señor Godart de Reede, Señor de Nederhorst, Vredeland, etc.; al señor Francisco de Donia, Señor de Hineema en Hielsum, etc.; al señor Guillermo Ripperda, Señor de Hengeloo, Boxbergen, etc., y al señor Adrián Cland de Stedum, Señor de Nittersum, etc., etc.; todos Embajadores Extraordinarios a Alemania y Plenipotenciarios de los dichos Señores Estados Generales para los Tratados de la Paz General, y todos autorizados con poderes suficientes, que se insertarán al fin de las presentes; los cuales habiéndose juntado en la ciudad de Münster en Westfalia, destinada de común acuerdo para el Tratado general de la Paz de la Cristiandad, en virtud de sus dichos Poderes, han hecho, concluido y ajustado por los dichos Señores Rey y Estados, y en nombre de ellos los artículos siguientes
I.   Primeramente, el dicho Señor Rey declara y reconoce, que los, dichos Señores Estados Generales de los Países ajos Unidos y las Provincias de ellos respectivamente, con todos sus Países asociados, Ciudades y Tierras de su pertenencia, son Estados, Provincias y Países libres y Soberanos, sobre los cuales, ni sobre sus Países, Ciudades y Tierras Asociadas, como se ha expresado, el dicho Señor Rey no Pretende nada, y que al presente, o de aquí adelante, no pretenderá cosa alguna para sí, sus Herederos y Sucesores; y que a consecuencia de esto tiene a bien tratar con los dichos Señores Estados como lo hace al presente, una Paz perpetua con las condiciones escritas y declaradas aquí abajo.
...
III. Cada uno quedará en posesión y gozará efectivamente de los Países, Ciudades, Plazas, Tierras y Señoríos que tiene y posee al presente, sin ser turbado ni inquietado cm ellos, directa ni indirectamente de cualquier manera que sea...
...
V. La navegación y tráfico de las Indias Orientales y Occidentales será mantenida según y en conformidad de las concesiones hechas sobre esto o que se hicieren de aquí en adelante; para cuya seguridad servirá el presente Tratado y la ratificación de él, que se procurará de una y otra parte; y serán comprendidos en el dicho Tratado todos los Potentados, Naciones y Pueblos, con los cuales los dichos Señores Estados. o los de la Compañía de las Indias Orientales y Occidentales en su nombre, dentro de los límites de las dichas concesiones, tienen amistad y alianza; y cada uno es a saber, los sobredichos Señores Rey y Estados respectivamente, quedarán en posesión y goce de aquellos Señoríos, Ciudades, Castillos, Fortalezas, Comercio y Países de las Indias Orientales y Occidentales, como también en el Brasil, y en las costas de Asia, África y América respectivamente, que los dichos Señores Rey y Estados respectivamente tienen y poseen, comprendiendo en esto especialmente los Lugares y Plazas que los portugueses han tornado y ocupado a los dichos Señores Estados desde el año 1641; como también los Lugares y Plazas que los dichos Señores Estados llegasen a conquistar y poseer de aquí en adelante sin contravenir al presente Tratado. Y los Directores de las Compañías de Indias así Orientales como Occidentales, de las Provincias Unidas; como también los Ministros, Oficiales Superiores o Inferiores, Soldados y Marineros, que están actualmente en servicio de una u otra de dichas dos Compañías o hayan estado en él, como asimismo aquellos que fuera de su servicio continúan aún, o pudieren de aquí en adelante ser empleados, así en este País, como en el distrito de las dichas dos Compañías respectivamente; serán y quedarán libres, y sin molestia en todos los Países, que estén bajo la obediencia de dicho Señor Rey en Europa; y podrán viajar, traficar, frecuentarlos corno todos los demás habitantes de los Países de dichos Señores Estados, y además de esto, se ha tratado y estipulado, que los españoles mantendrán su navegación del modo que la tienen al presente en las Indias Orientales, sin poder extenderse más adelante, como también los habitantes de los Países Bajos se abstendrán de la frecuentación de las Plazas, que los castellanos tienen en las Indias Orientales.
VI.  Y en cuanto a las Indias Occidentales, los Súbditos y Habitantes de los Reinos, Provincias y Tierras de los dichos Señores Rey y Estados respectivamente, se abstendrán de navegar y traficar en todos los Puertos, Lugares y Plazas guarnecidas de Fuertes, Lonjas o Castillos. y en todas las demás poseídas por una u otra parte, es a saber. que los Súbditos de dicho Señor Rey no navegarán, ni traficarán en las ocupadas por los dichos Señores Estados, ni 1os Súbditos de los dichos Señores Estados en las tenidas por dicho Señor Rey; y entre las Plazas tenidas por dichos Señores Estados serán comprendidas las que los Portugueses han ocupado en el Brasil a los dichos Señores Estados desde el año de 16,41; como también todas las demás Plazas que poseen al presente, mientras las ocupen los dichos Portugueses, sin que el artículo antecedente pueda derogar el contenido del presente.
...
XIX.  Los Súbditos y Habitantes de los Países de dicho Señor Rey, que vinieren a los Países y Tierras de los dichos Señores Estados, deberán, por lo que mira al ejercicio público de la Religión, gobernarse y portarse con toda modestia, sin dar escándalo de palabra o de hecho, ni proferir blasfemias, y lo mismo se hará y observará por los Súbditos y Habitantes de los Países de los dichos Señores Estados, que vinieren a las Tierras de su dicha Majestad.




Anónimo, Peste de Sevilla de 1649
Fuente: ABC



[Tratado de los Pirineos, 1659]:
TRATADO DEFINITIVO de PAZ y COMERCIO entre las Coronas de España y Francia, comunmente llamado de los Pirineos; por el cual, y sobre el fundamento, y basa del matrimonio de la Serenisima Señora Infanta de España, Doña Maria Teresa, con la Magestad Christianissima de Luis XIV., se ajustan las antiguas y graves controversias sobre diferentes Dominios y Territorios, estableciéndose por límites de ambos Reinos los Montes Pyrineos; se toma un nuevo temperamento por lo tocante al Reyno de Portugal; y se regla el estado en que deben quedar diferentes Príncipes Aliados de una y otra Corona: ajustado por D.Luis Méndez de Haro y el Cardenal Mazarini, plenipotenciarios de Sus Majestades Catolica y Cristianisima, en la Isla de los Faysanes en el Río Vidasoa a 7 de noviembre de 1659; y ratificado por su dicha MAGESTAD CRISTIANISIMA en Tolosa a 27 del mismo mes y año; bajo de cuya ratificación se inserta el Tratado
... En nombre de Dios Creador. A todos los presentes y futuros sea notorio, que por cuanto una larga y sangrienta guerra ha hecho padecer de muchos años a esta parte grandes trabajos y opresiones a los Pueblos, Reinos, Países y Estados, que están sujetos a la obediencia de los muy Altos, muy Excelentes y muy Poderosos Príncipes Luis XIV. Por la Gracia de Dios Rey Cristianísimo de Francia y Navarra; y Felipe IV, por la misma Gracia de Dios, Rey Católico de las Españas; en cuya Guerra, habiéndose mezclado también otros Príncipes y Repúblicas, sus Vecinos y Aliados, muchas Ciudades, Plazas y Países de cada uno de los Partidos, han sido expuestos a grandes males, miserias, ruinas y desolaciones... Y habiendo los dichos Señores Reyes ordenado para este fin al Eminentísimo Señor, el Señor Julio Mazarini, Cardenal de la Santa Iglesia Romana, Duque de Mayenna, Presidente de los Consejos del Rey Cristianisimo, etc.; y al Excelentísimo Señor Don Luis Méndez de Haro y Guzmán, Marqués del Carpio, Conde Duque de Olivares, Alcaide perpetuo de los Reales Alcázares y Atarazanas de la Ciudad de Sevilla, Gran Canciller perpetuo de las Indias, del Consejo de Estado de S.M. Católica, Comendador Mayor de la Órden de Alcántara, Gentil-Hombre de la Cámara de su dicha Majestad, y su Cavallero Mayor, sus dos primeros y principales Ministros, que se juntasen en los Confines de ambos Reinos por la parte de los Montes Pyrineos, como que eran las dos personas más bien informadas de sus santas intenciones, de sus intereses, y de los más íntimos secretos de sus corazones, y por consiguiente las más capaces de hallar los medios necesarios para terminar sus diferencias, y habiéndoseles dado para terminar sus diferencias, y habiéndoseles dado para este efecto muy amplios poderes, cuyas copias se insertarán al fin de las presentes: Por tanto los dichos dos Ministros, en virtud de sus dichos Poderes, reconocidos de una y otra parte por suficientes, han acordado, establecido y asentado los Artículos siguientes.

[Tratado de Lisboa, 1668]:
TRATADO DE PAZ ENTRE EL-REI O SENHOR D. AFFONSO VI E CARLOS II REI DE HESPANHA, POR MEDIAÇÃO DE CARLOS II REI DA GRAN-BRETANHA, FEITO E CONCLU1DO NO CONVENTO DE SANTO ELOY DA CIDADE DE LISBOA, A 13 DE FEVEREIRIO DE 1668; RATIFICADO POR PARTE DE PORTUGAL, EM 3 DE MARÇO, E PELA DE HESPANHA, EM 23 DE FEVEREIRO DO DITO ANNO.
Dom Affonso por graça de Deos Rey de Portugal, & dos Algarves, daquem, dalea Mar em Africa, Senhor de Guinea, & da India &c. Faço saber ... que... se ajustou, concluio, & assinou hum tratado de paz entre mim, & meus successores, & meus Reynos, & o Muito Alto, & Serenissimo Principe D. Carlos II Rey Catolico das Espanhas, seus successores, & seus Reynos, com D. Gaspar de Haro, Gusmao & Aragao, Marquez del Carpio, Comissario deputado para este effeito, em virtude do poder, & procuraçao da muito Alta, & Serenissima Rainha D. Maria Anna de Austria, como tutora da Real Pessoa de el Rey Catolico seu filho & Governadora de todos seus Reynos & Senhorrios, de huna parte, & da outra os Comissarios deputados por mim, abaixo declarados, intervindo tambem como mediator, & fiador do dito Tratado, em nome do muito Alto, & Serenissimo Principe Carlos II Rey da Gram Bretanha meu bom Irmao, o Conde da Sanduick seu Embaixador Extraordinario, com poder que para o dito effeito apresentou, do qual dito Tratado reduzido a treze artigos, & poderes o teor he o que se segue.
...
Art. I Primeiramente declarao os Sehores Reys Catholico & de Portugal, que pello presente Tratado fazem, & estabelecem em seus nomes, de suas Coroas, & de seus Vasallos, huna Paz perpetua, boa, firme, & inviolavel, que começará do dia da publicaçao deste Tratado, que se fará en temo de quinze dias, cessando desde logo todos os actos de hostilidade, de qualquer maneira que sejao, entre suas Coroas, por terra, & por  mar, em todos seus Reynos, Senhorios, & Vassallos, de qualquer qualidade, & condiçao que sejao, sem exceiçao de lugares, nem de pessoas; E se declara que hao de ser quinze dias para ratificar o Tratado, & quinze para se publicar.
Art. II. ... se acordou em restituirem a Portugal as Praças, que durando a guerra lhe tomarao as armas de El Rey Catholico, & a El Rey Catholico as que durando a guerra, lhe tomarao as armas de Portugal, com todos seus termos, ... nem por isso poderao pedir as danificaçoes, que se atribuem a guerra, & ficará nas Praças a artilharia que tinhao, quando se occuparao, & os moradores, que nao quizerem ficar, poderao levar todo o movel, & vencerao os frutctos do que tiverem semado, ao tempo da publicaçao da paz... Decalrao porem, que nesta restituçao das Praças nao entra a cidade de Ceuta, que ha de ficar em poder de El Rey Catholico, pellas razoens que para isso se considerarao. E se declara, que as fazendas que se possuirem com outro titulo, que nao seja o de guerra, poderao dispor dellas seus donos livremente.
...
Art X. A Coroa de Portugal pellos interesses, que reciproca & inseparavelmente tem com a de Inglaterra, poderá entrar a parte de qual quer Liga, ou Ligas offensiva, & deffensiva, que as ditas Coroas de Inglaterra, & Catholica fizerem entre si, juntamente com quaesquer confederados seus, & as condiçoes & obrigaçoes reciprocas, que em tal caso se ajustarem, ...



La estatua ecuestre de Felipe IV (Pietro Tacca, 1640), en su ubicación original: el Jardín de la Reina, uno de los patios del Palacio del Buen Retiro. Posteriormente, fue trasladada al frontispicio o cornisa del Real Alcázar de Madrid. En 1677, durante el gobierno de Juan José de Austria, la estatua fue apeada de lo alto del Alcázar y nuevamente colocada en su ubicación original (Wikipedia). Grabado de Pieter van den Berge, 1701

[Pasquín fijado en la Plaza Mayor de Madrid, 1677]:
¿A qué vino el Sr. D. Juan?
A bajar el caballo y subir el Pan.
Pan y carne a quince y once,
Como fue el año pasado;
Con que nada se ha bajado
Sino el caballo de bronce.



[María Elvira Roca: Carlos II, el desconocido, y sus economistas]


[Juan de Cabriada, Carta filosofica-medico-chemica, 1687]:
No puedo dejar de decir con harto sentimiento mío que, habiendo Dios favorecido tanto a este clima de España que le ha dotado y enriquecido de cuanto es necesario para la vida humana y que diciendo su verdad infalible por el Eclesiástico que crió la Medicina de la Tierra y que ésta en sí misma encierra simples, hierbas, piedras, minerales y animales, que haya llegado a tanto extremo nuestra pobreza y flojedad, que será rarísimo el que gaste el tiempo en hacer experimentos prácticos en el dilatado campo de los tres reinos, vegetal, animal y mineral, que es donde están los arcanos arcanísimos y la verdadera medicina para poder lograr la caridad cristiana, el alivio y consuelo de sus hermanos los prójimos. Y que todo este dilatado campo se haya de ceñir y estrechar, por la mayor parte, a la sangría ¿no es cosa lamentable? ¿No es de lastimar, que los rústicos trabajen en inquirir la virtud de esta o la otra hierba para esta o la otra dolencia y que por este medio consigan algunas veces raras curaciones, y que nosotros, a quien toca esto tan de cerca, es de lo que menos cuidamos, fiándonos los más en la sangría como si fuera medicina universal?... Me ha sucedido en algunas juntas proponer algún remedio químico o algunas doctrinas nuevas anatómicas y entrar luego los médicos, que se siguen hablando, y decir: dejémonos de químicas, que nuestros antepasados curaron sin estas novedades... Sólo mi deseo es que se adelante el conocimiento de la verdad, que sacudamos el yugo de la servidumbre antigua para poder con libertad elegir lo mejor. Que abramos los ojos, para poder ver las amenas y deliciosas provincias, que los escritores modernos, nuevos Colones y Pizarros, han descubierto por medio de sus experimentos, así en el macro como en el microcosmo. Y que sepamos que hay otro nuevo mundo, esto es, otra medicina más que la galénica, y otras firmísimas hipótesis sobre que poder filosofar. Que es lastimosa y aún vergonzosa cosa que, como si fuéramos indios, hayamos de ser los últimos en percibir las noticias y luces públicas que ya están esparcidas por toda Europa. Y asimismo que hombres a quienes tocaba saber todo esto se ofendan con la advertencia y se enconen con el desengaño. ¡Oh, y qué cierto es que intentar apartar el dictamen de una opinión anticuada es de lo más difícil que se pretende en los hombres!...



[Primer testamento de Carlos II, elaborado por el Consejo de Estado el 13 de junio de 1696, impulsado por el cardenal Portocarrero y firmado por el rey en septiembre y en octubre de ese año, y de nuevo en 1698 -fuente: Gabriel Maura Gamazo, Duque de Maura, Documentos inéditos referentes a las postrimerías de la Casa de Austria en España (1678-1703), citado en Wikipedia-, "Cláusula de declaración de sucesor y heredero de la Corona de España"]:
Declaro por mi legítimo sucesor en todos mis Reinos, Estados y Señoríos al Príncipe Electoral Joseph Maximiliano, hijo único de la Archiduquesa María Antonia, mi sobrina, y del Elector Duque de Baviera, hija también única que fue de la Emperatriz Margarita, mi hermana, que casó con el Emperador, mi tío, primera llamada a la sucesión de todos mis Reinos por el testamento del Rey mi señor y mi padre, por las leyes de ellos; supuesta, como dicho es, la exclusión de la Reina de Francia mi hermana; por lo cual el dicho Príncipe Electoral Joseph Maximiliano como único heredero de este derecho, varón más propíncuo a mí y de la más inmediata línea, es mi legítimo sucesor en todos ellos...

[Segundo testamento de Carlos II, presentado al Consejo de Estado el 1 de octubre de 1700, impulsado por el cardenal Portocarrero y firmado por el rey ese mismo día (murió el 1 de noviembre del mismo año) -fuente: José Sabau, Tablas cronológicas..., continuación de la Historia General de España del Padre Mariana, citado en Wikipedia- Cáusulas 13 y 14]:
Reconociendo, conforme a diversas consultas de ministro de Estado y Justicia, que la razón en que se funda la renuncia de las señoras doña Ana y doña María Teresa, reinas de Francia, mi tía y mi hermana, a la sucesión de estos reinos, fue evitar el perjuicio de unirse a la Corona de Francia; y reconociendo que, viniendo a cesar este motivo fundamental, subsiste el derecho de la sucesión en el pariente más inmediato, conforme a las leyes de estos Reinos, y que hoy se verifica este caso en el hijo segundo del Delfín de Francia: por tanto, arreglándome a dichas leyes, declaro ser mi sucesor, en caso de que Dios me lleve sin dejar hijos, al Duque de Anjou, hijo segundo del Delfín, y como tal le llamo a la sucesión de todos mis Reinos y dominios, sin excepción de ninguna parte de ellos. Y mando y ordeno a todos mis súbditos y vasallos de todos mis Reinos y señoríos que en el caso referido de que Dios me lleve sin sucesión legítima le tengan y reconozcan por su rey y señor natural, y se le dé luego, y sin la menor dilación, la posesión actual, precediendo el juramento que debe hacer de observar las leyes, fueros y costumbres de dichos mis Reinos y señoríos.



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