Cortas


PREGUNTAS CORTAS (1 PUNTO)

En la coordinación EVAU indican que deben contestarse en unas diez líneas, cosa imposible para casi todas ellas. En estas propuestas se ha intentado resumir la información lo mejor que se ha podido y en casi todas se ha llegado a superar el doble de esa cantidad; sobre ello se ha intentado restringir al mínimo, en lo marcado en azul, QUE NO ES GARANTÍA DE UNA BUENA CALIFICACIÓN, SOBRE TODO SI AL REDACTARLO COMETES ERRORES O DEMUESTRAS NO HABER ENTENDIDO CONCEPTOS ESENCIALES.

Para que puedas comparar con otras propuestas de respuesta, al final de cada pregunta o bloque, se incluyen enlaces (SEK, yestoquienlopaga, IES Juan Ramón Jiménez, etc.); puedes ver muchos otros en la página de presentación de la prueba EVAU.



BLOQUE 1. La Península Ibérica desde los primeros humanos hasta la desaparición de la monarquía visigoda (711) [son cuatro preguntas, y cae una en cada opción del examen EVAU]

1.1. Sociedad y economía en el Paleolítico y Neolítico. La pintura rupestre.


Los yacimientos de la península ibérica están entre los más importantes del mundo en todas las épocas de la Prehistoria: en el Paleolítico Inferior Atapuerca, Orce o Torralba; en el Paleolítico Medio Gibraltar o Bañolas; y en el Paleolítico Superior las cuevas de la zona franco-cantábrica (Altamira, Tito Bustillo), con pinturas rupestres caracterizadas por la representación realista y polícroma de figuras aisladas y estáticas de animales.

El modo de vida depredador del Paleolítico (pequeños grupos nómadas de cazadores-recolectores) dio paso tras el cambio climático del Holoceno a un modo de vida productor (agricultura y ganadería en núcleos sedentarios). Se debate si esta "Revolución Neolítica" llegó por difusión desde el "creciente fértil" del Próximo Oriente o surgió endógenamente. La primera zona en desarrollarlo fue el sureste (Cultura de Almería, cerámica cardial), en torno al V milenio a. C. En esa misma zona comenzó a partir del III milenio a. C. la Edad del Bronce, con sociedades complejas (Cultura de los Millares, El Argar, vaso campaniforme, megalitos). Las pinturas de los abrigos de la zona levantina (Parpalló, Morella) son esquemáticas y monócromas, representan escenas dinámicas que incluyen figuras humanas.
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1.2. Los pueblos prerromanos. Las colonizaciones históricas: fenicios y griegos. Tartesos.

En la primera mitad del I milenio a. C. fenicios y griegos, pueblos colonizadores del Mediterráneo Oriental que buscaban metales (cobre y estaño) y ofrecían sus productos de lujo, fundaron factorías comerciales en puertos estratégicos (islas cercanas a la costa). Su presencia significó el inicio de la protohistoria peninsular, estimulando la formación de élites locales que se beneficiaban del intercambio y podían permitirse costosas armas de bronce y caballos de guerra. Se introducen la vid, el olivo, el torno alfarero, la escritura, la moneda...

En el suroeste, en torno a la colonia fenicia de Gadir (actual Cádiz) se formó un verdadero Estado indígena, del que las fuentes griegas recogieron su denominación (Tartessos) así como la de sus primeros reyes (Gerión, Gárgoris y Habis -míticos-, Argantonio -datable a finales del siglo VII a. C.-) y rasgos culturales (riqueza minera y agropecuaria, leyes en verso, prohibición del trabajo a los ciudadanos). La competencia con los fenicios relegó a los griegos a la costa norte del Mediterráneo, de menor riqueza (Emporion -actual Ampurias-). A partir del siglo VI a. C. deja de haber menciones a Tartessos, coincidiendo con la pérdida de independencia de las metrópolis fenicias (sometidas a Babilonia y Persia) y el cambio de estrategia colonial, que pasó a ser imperial, con centro en la hasta entonces colonia fenicia de Cartago, enfrentada con Roma en su expansión militar.

Los pueblos indígenas de mayor contacto con los colonizadores fueron llamados iberos por los griegos; habitaban el Este, el Sur y el Valle del Ebro (el río que les da nombre). Desarrollaron sociedades complejas con élite militar dirigente, servidumbre colectiva y esclavos, ciudades de plano regular fortificadas en eminencias naturales (oppidum), sistemas monetarios, un arte de influencia oriental y una escritura alfabética que ha permitido identificar sus lenguas como preindoeuropeas, emparentadas con el actual euskera.

Al mismo tiempo que en esa zona se produce ese proceso de "iberización", se produce en el resto de la península un proceso de "celtización". Desde el Centro de Europa llegaron los pueblos celtas o su influencia cultural: poblados de tipo "castro" (cabañas circulares, también fortificados) y armas de hierro, una estructura social más igualitaria, muy diferente de la de iberos y colonizadores (impropiamente fue calificada de "matriarcado"), y lenguas indoeuropeas. Se asentaron en el Norte, el Oeste y la Meseta.

Los pueblos celtas de mayor nivel de desarrollo (ciudades, escritura) fueron los denominados celtíberos, en la zona entre el Valle del Ebro y el centro de la Meseta.
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1.3. Conquista y romanización de la Península Ibérica. Principales aportaciones romanas en los ámbitos social, económico y cultural.

La Segunda Guerra Púnica, a finales del siglo III a. C., comenzó con el desembarco de las tropas romanas de Escipión en la colonia griega de Ampurias; respuesta al avance del cartaginés Aníbal, que tras tomar Sagunto y cruzar los Pirineos y los Alpes, amenazaba la propia Roma. Escipión tomó Cartago Nova, la principal colonia cartaginesa, y obtuvo la fidelidad de muchos pueblos iberos al liberar a los rehenes que allí se encontraban. Los pactos con las élites dirigentes permitieron una conquista rápida del Este y Sur peninsular y el Valle del Ebro, que se incorporaron con relativa facilidad a la civilización romana.

A lo largo del siglo II a. C. se conquistó el Centro y el Oeste peninsular mediante las guerras lusitanas (Viriato, traicionado por dos de sus seguidores, 139 a. C.) y celtíberas (asedio de Numancia -por un general también llamado Escipión, como su antepasado-, 133 a. C.), ante pueblos belicosos de más difícil asimilación, que ofrecieron fuerte resistencia.

Las guerras civiles del siglo I a. C. (Mario y Sila -academia de Sertorio en Osca, Huesca-, César y Pompeyo -fundación de Pompaelo, Pamplona, batalla de Munda-) se libraron en parte en las provincias hispanas (Ulterior y Citerior -posteriormente divididas y redenominadas-), explotadas como fuente de recursos. Posteriormente, el emperador Augusto y el general Agripa vencieron en las guerras cántabras a los pueblos del Norte peninsular; aunque (a pesar de la proclamación de la Pax Augusta, 24 a. C.) no fueron completamente romanizados, habiendo de mantenerse frente a ellos una red de campamentos (Legio VII -León-, Asturica Augusta -Astorga-, Lucus Augusti -Lugo-, Bracara Augusta -Braga-).

El resto de la Península sí experimentó una profunda romanización, incorporando el latín, el Derecho romano, la religión y cultura greco-romanas, la explotación de la riqueza minera y agrícola, todo tipo de obras públicas (calzadas, puentes, acueductos, teatros, anfiteatros, termas); fueron características de un modo de vida urbano (colonias de soldados veteranos: Italica -junto a Hispalis, actual Sevilla-, Emerita Augusta -Mérida-, Caesar Augusta -Zaragoza-, Tarraco -Tarragona-) que a partir del siglo III entró en crisis, creciendo en importancia las villas rurales. A partir del siglo IV se produjo la cristianización. Hubo hispanos emperadores (Trajano y Adriano en el siglo II y Teodosio en el IV) e importantes intelectuales (Séneca, Columela, Marcial, Osio, Orosio, Prisciliano).
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1.4. El reino visigodo: origen y organización política. Los concilios.

A comienzos del siglo V, las invasiones bárbaras de suevos, vándalos y alanos anularon la autoridad romana en las provincias de Hispania y Galia. Para restablecerla, Roma pactó la intervención de los visigodos, un pueblo germánico ya muy romanizado por su presencia de varios siglos en el interior del Imperio. En realidad, lo que se produjo fue el establecimiento de un reino visigodo independiente con capital en Tolosa (sur de la actual Francia). Los suevos formaron su propio reino en el noroeste peninsular, con capital en Braga. Vándalos y alanos cruzaron el estrecho y se establecieron en África.

Los visigodos, demográficamente una minoría (menos del 5% de la población), se mantuvieron como casta militar dominante diferenciada por la religión: eran cristianos arrianos, lo que les separaba de los hispano-romanos, que eran cristianos católicos; y un código legislativo propio (Código de Eurico), prohibiendo los matrimonios mixtos.

A comienzos del siglo VI, la derrota militar ante los francos (batalla de Vouillé) obligó a los visigodos a centrar su territorio al otro lado de los Pirineos, estableciendo su capital en Toledo. Por su parte, los bizantinos restablecieron la autoridad imperial en una extensa zona del sur peninsular.

En la segunda mitad del siglo VI, Leovigildo redujo la presencia de los bizantinos del sur, conquistó el reino suevo del noroeste y estableció un mayor control en la zona norte (fundación de Victoriacum -Vitoria- en territorio de los vascones); en el centro fundó Recópolis. A pesar de suavizar la política de segregación frente a los hispano-romanos (permitió los matrimonios mixtos), mantuvo la separación religiosa y ordenó la muerte de su rebelde hijo Hermenegildo, casado con una hispano-romana católica y convertido al catolicismo. El siguiente rey, Recaredo (hijo de Leovigildo y hermano de Hermenegildo), optó por la unificación religiosa obligando a la convertirse al catolicismo a todos los visigodos en el III Concilio de Toledo (589), precedente de las siguientes asambleas de ese nombre que se consolidaron como la principal institución política y religiosa para todo tipo de temas, compuestas por obispos y altos cargos y presididas por el rey.

El inicial igualitarismo germánico (asamblea de guerreros libres) dio paso al predominio de una nobleza mixta hispano-romano-visigoda y un alto clero que se reclutaba en esas mismas familias. En el siglo VII Recesvinto decretó la unificación legislativa (Liber Iudicorum) y Suintila expulsó a los bizantinos, con lo que el reino se extendía a la totalidad de la península ibérica. La monarquía siguió siendo electiva, con constantes enfrentamientos entre los pretendientes al trono, lo que llevó al reino a su destrucción a comienzos del siglo VIII (guerra civil entre los partidarios de Rodrigo y los de los hijos de Witiza).

https://sekelcastillohistoriadeespana.files.wordpress.com/2017/09/b-1la-penc3adnsula-ibc3a9rica-desde-los-primeros-humanos-hasta-la-desaparicic3b3n-de-la-monarquc3ada-visigoda-711.pdf


BLOQUE 2. La Edad Media: Tres culturas y un mapa político en constante cambio (711-1474) [son seis preguntas, y caen dos en cada opción del examen EVAU]

2.1. Al Ándalus: la conquista musulmana de la Península Ibérica. Emirato y califato de Córdoba.


Las tropas de Tarik, un bereber islamizado, cruzaron el estrecho en apoyo del bando witizano en la guerra civil visigoda, consiguiendo la destrucción del ejército de Rodrigo (batalla de Guadalete, 711). En pocos años, rivalizando con su superior, el árabe Muza, conquistaron la práctica totalidad de la península, estableciendo pactos con nobles locales a los que se permitía seguir siendo cristianos si mantenían fidelidad y pagaban tributos (mozárabes, como Tudmir -Teodomiro- en el sureste), mientras que otros optaron por convertirse al islam (muladíes, como los Banu Qasi -hijos de Casio- en la zona del Ebro). La rivalidad entre facciones musulmanas produjo una revuelta bereber (741) que fue sofocada, abandonándose las guarniciones al norte del Duero.

A mediados del siglo VIII, la sustitución del califato Omeya de Damasco por el califato abasí de Bagdad dejó como último representante de la dinastía depuesta a Abderramán I, que consiguió establecerse en Córdoba como emir independiente (756). En el siglo siguiente el emirato se debilitó (revueltas muladíes y mozárabes -mártires de Córdoba-, incursiones vikingas). En el 929 Abderramán III se autoproclamó califa ("sucesor" del profeta Mahoma, título que confiere el máximo poder tanto político como religioso), expandiéndose por el Magreb (Noroeste de África) y emprendiendo cada verano expediciones de castigo (aceifas) contra los reinos cristianos del norte, intensificadas a finales del siglo X con Almanzor (un militar que ejercía el poder de hecho, dejando al califa como una figura meramente decorativa).
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2.2. Al Ándalus: reinos de taifas. Reino nazarí.

La inestabilidad política que siguió a la muerte de Almanzor (1002) llevó a la fitna (guerra civil) y desaparición del califato, dividido en numerosas taifas (reinos independientes) enfrentadas entre sí, recurriendo en sus luchas a pagar mercenarios de los reinos cristianos del norte; que en poco tiempo pasaron a ejercer una creciente influencia, cobrando "parias" por su protección y "reconquistando" ciudades importantes a finales del siglo XI (Toledo, Valencia). Los reyes de taifas se veían obligados a cobrar impuestos indebidos según las leyes islámicas, y creció el descontento.

Los almorávides, un movimiento rigorista religioso procedente del Sáhara, intervinieron unificado el territorio musulmán y recuperando buena parte del perdido (batallas de Zalaca y Uclés, Valencia); aunque a comienzos del siglo XII no pudieron evitar la "reconquista" cristiana de otro territorio clave (Zaragoza). La incomodidad de los andalusíes con el rigor almorávide, y su incapacidad para contener las nuevas incursiones cristianas, condujo a revueltas que reconstruyeron nuevamente los reinos de taifas en un proceso pendular similar al que ocurrió un siglo antes: a finales del siglo XII, los almohades, otro movimiento rigorista norteafricano, esta vez bajo el título califal, reunificaron un territorio que ya se limitaba al Levante y el Sur peninsular. Alcanzaron la cúspide de su poder con la batalla de Alarcos (1195) pero fueron derrotados en la batalla de las Navas de Tolosa (1212), tras la que volvieron a reaparecer por última vez las taifas, que en poco tiempo fueron "reconquistadas" por los reinos cristianos, a excepción de Granada, único reino musulmán, bajo la dinastía nazarí, hasta 1492.
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2.3. Al Ándalus: economía, sociedad y cultura.

Aunque su base económica era rural (agricultura extensiva de trilogía mediterránea y ganadería asociada, con un significativo uso del regadío en huertas intensivas, arrozales y frutales), la España musulmana fue una sociedad urbana inserta en las rutas mediterráneas y norteafricanas del comercio a larga distancia, con un amplio uso de la moneda (dinar de oro y dirham de plata).

La parte amurallada de la ciudad se denominaba medina, donde se localizaban las funciones militar (alcazaba), comercial (zoco, caravasar), religiosa (mezquita, donde también se impartía justicia -cadíes, alfaquíes- y se enseñaba -madrasa-) y otras (baños públicos). Allí se alojaba la jassa (clase dirigente o aristocracia musulmana de grandes propietarios territoriales) que pretendía tener origen étnico árabe, aunque en su mayor parte fueran muladíes (hispano-romano-visigodos convertidos al islam y arabizados), bereberes (procedentes del norte de África), sirios (nombre genérico para los procedentes del Próximo Oriente) o incluso "eslavos" (esclavos de procedencia europea, que podían adquirir la libertad y prosperar socialmente al acceder a la condición de libertos -maulas-); mientras que en los arrabales (barrios separados fuera de las murallas) vivían judíos y mozárabes (hispano-romano-visigodos que continuaban siendo cristianos, aunque también se habían arabizado). La amma (común, plebe o vulgo musulmán), arabizada y en su mayor parte muladí, componía las clases populares: los campesinos sometidos a distintas condiciones (pequeños propietarios, arrendatarios, colonos, jornaleros) eran la inmensa mayoría de la población, existiendo una pequeña clase media urbana de comerciantes y artesanos.

El aniconismo islámico (prohibición de representación de imágenes) hizo que el principal arte fuera la arquitectura y su decoración abstracta y caligráfica. Destacan en cada época: la mezquita de Córdoba y el palacio de Medina Azahara (califal), el palacio de la Aljafería de Zaragoza (primeras taifas), la Giralda de Sevilla (almohade) y la Alhambra de Granada (nazarí).

Entre las ciencias se desarrollaron notablemente la medicina y la astronomía. Destacan poetas como Ibn Hazm (El collar de la paloma) y filósofos como Averroes y Maimónides (éste de religión judía, también médico). El árabe fue la lengua de cultura, siendo anecdótica la literatura en lengua romance (jarchas). El número de libros poseídos era un índice de posición social (el califa Al Hakm II reunió cientos de miles), llegando a haber numerosas bibliotecas en Córdoba. Bajo Almanzor, el rigor religioso llevó a quemar miles de libros. En algunas épocas llegaron a darse persecuciones contra mozárabes y judíos, aunque la ley coránica mandaba respetar a "las gentes del libro".
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2.4. Los primeros núcleos de resistencia cristiana. Principales etapas de la Reconquista. Modelos de repoblación.


El emirato de Córdoba no alcanzó a controlar las montañas del norte peninsular, donde tampoco hubo un ejercicio efectivo del poder romano o visigodo. En la cordillera cantábrica se produjo la primera rebelión exitosa (batalla de Covadonga, 722), liderada por Pelayo (se discute si era uno de los notables locales o un noble visigodo emparentado con estos), fundándose el reino de Asturias.  En el siglo IX, la "invención" (descubrimiento) en el Finis Terrae de la tumba del apóstol Santiago y la llegada de clérigos mozárabes proporcionaron prestigio religioso y una ideología justificativa (el concepto de "reconquista"). La formación de un "desierto" o tierra de nadie en la Meseta Norte, que los musulmanes no consideraron prioritario mantener, proporcionó profundidad estratégica. El avance hasta el Duero permitió trasladar la capital a León (nuevo nombre del reino). En la frontera oriental, más expuesta a los musulmanes y a otros reinos cristianos, se formó el condado de Castilla.

Los núcleos orientales eran pequeños valles pirenaicos. Su organización en condados (Pamplona, Aragón, Sobrarbe, Ribagorza, Pallars, Urgel, Cerdaña, Rosellón, Gerona...) fue responsabilidad del Imperio carolingio, que los consideraba su frontera sur (Marca Hispánica); fracasó en su expansión (expedición a Zaragoza, batalla mítica de Roncesvalles) a causa de la gran densidad de ocupación musulmana del Valle del Ebro, pero sí logró ocupar la "Cataluña Vieja" (hasta Barcelona). La descomposición del Imperio carolingio en el siglo IX hizo que los condados adquirieran una independencia de hecho.

En el siglo XI, coincidiendo con la división del Califato en taifas, se dio una breve hegemonía navarra entre los reinos cristianos. Sancho III el Mayor dividió el territorio entre sus hijos, surgiendo los reinos de Castilla y Aragón, que a partir de entonces protagonizaron el avance hacia el sur (Toledo y Zaragoza) y fueron negociando sus respectivas áreas de expansión. En el siglo XII Aragón se unió con los condados catalanes por matrimonio; mientras que Portugal se separó de León.

Tras eliminar a los almohades (batalla de las Navas de Tolosa, 1212) a mediados del siglo XIII se dio un nuevo impulso: Valencia (Jaime I de Aragón), Valle del Guadalquivir (Fernando III de Castilla y León) y Murcia (dote para el matrimonio de los hijos de ambos). La crisis del siglo XIV detuvo el proceso reconquistador, permaneciendo Granada como último reino musulmán.

A medida que se conquistaban territorios se producía su "repoblación", independientemente de que el estuvieran o no "despoblados"; al considerar que era la población de "cristianos viejos" procedentes del norte la que tenía derecho legítimo a ocuparlos. Para atraerla a esas "extremaduras" (territorios inseguros de frontera), los reyes fueron otorgando distintas fórmulas: presuras (del VIII al X, de la Cordillera Cantábrica al Duero y del Pirineo al Llobregat); cartas pueblas o fueros para cada concejo y su alfoz o comunidades de villa y tierra (del XI a mediados del XII, del Duero al Tajo y del Llobregat al Ebro); órdenes militares (de finales del XII a comienzos del XIII, del Tajo a Sierra Morena y del Ebro al Sistema Ibérico); repartimientos y donadíos (segunda mitad del XIII, valle del Guadalquivir y Levante).
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2.5. Los reinos cristianos en la Edad Media: organización política, régimen señorial y sociedad estamental.

Se pasó de la monarquía electiva a la patrimonial, simultáneamente a un proceso de feudalización que únicamente en Cataluña fue algo similar al modelo centroeuropeo; en los reinos occidentales fue marcadamente diferente: no existían en sus formas "puras" ni el vasallaje ni el feudo ni la servidumbre, sino una división del territorio en: señorío, donde los campesinos son súbditos de señores laicos o eclesiásticos, que a su vez lo son del rey; y realengo, donde los campesinos son libres ("villanos") y súbditos directamente del rey. Las condiciones personales eran muy variadas (siervo de la gleba, vasallo de behetría, caballero-villano, hidalgo, caballero, infanzón, noble titulado, rico-hombre, etc.)

Aunque siempre hubo casos de ascenso social, en teoría existían estamentos cerrados, basados en el nacimiento y con funciones determinadas; dos estamentos privilegiados: nobleza (con función militar) y clero (con función religiosa, y dividido en regular -monjes- y secular -sacerdotes y obispos-, existiendo incluso órdenes militares -"mitad monjes, mitad soldados"-), y un estamento no privilegiado: el común o tercer estado (con función productiva, dentro del que se diferenciaban por su actividad los campesinos -inmensa mayoría de la población- y la burguesía -artesanos y comerciantes-). Cada uno de los estamentos se subdividía según su riqueza en clases alta y baja, con intereses opuestos.

El origen étnico-religioso era determinante: los cristianos viejos se consideraban superiores a los cristianos nuevos, muy numerosos a partir de los pogromos del siglo XIV. Notables conversos de origen judío ("marranos") mantenían las actividades financieras que caracterizaban a sus antiguas familias, y ocuparon puestos en la burocracia, lo que suscitaba recelos, llegándose a prohibirles el acceso a algunas instituciones protegidas por estatutos de limpieza de sangre (cargos municipales, colegios universitarios). La mayor parte de los musulmanes sometidos ("mudéjares") eran campesinos o artesanos.
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2.6. Organización política de la Corona de Castilla, de la Corona de Aragón y del Reino de Navarra al final de la Edad Media.

Los reinos occidentales, excepto Portugal, se unificaron en la Corona de Castilla, cuyas instituciones eran comunes: Cortes (desde las de León de 1188, las primeras conjuntas fueron las de Sevilla de 1250),  Audiencia y Chancillería (Valladolid, 1371), Consejo (1385). El poder del rey era relativamente mayor frente a nobleza y ciudades, disponiendo de gran autoridad para juzgar y legislar o conceder fueros (Fuero Real, Siete Partidas, Alfonso X el Sabio, 1265); mientras que las Cortes, que el rey convocaba y disolvía según su voluntad, disponían de menos competencias, limitadas a la aprobación de los impuestos por los representantes de las oligarquías urbanas de un limitado número de ciudades (pagados por los "pecheros" de todos los territorios de realengo). La gran nobleza aumentó su poder frente al del rey con Enrique de Trastamara "el de las Mercedes" (vencedor de su hermanastro Pedro I el Cruel en la batalla de Montiel, 1369).

Los orientales se organizaron en la Corona de Aragón, una federación de reinos, cada uno de los cuales mantenía su legislación y personalidad diferenciada o "particularismo": reino de Aragón, reino de Valencia, reino de Mallorca y condados catalanes (a ambos lados de los Pirineos), además de territorios italianos (Sicilia y Nápoles). El rey se veía frenado por el "pactismo", debiendo respetar muchas limitaciones al ejercicio de su poder; se le consideraba un primum inter pares (Privilegio General, Pedro III, 1283). Las Cortes de cada reino se reunían por separado y estaban compuestas por "brazos" de cada estamento; sus competencias se defendían mediante una diputación permanente (Generalidad). El Justicia de Aragón ejercía como un defensor de los fueros frente al rey. La casa de Trastamara ocupó el trono desde el Compromiso de Caspe (1412).

Navarra (a ambos lados de los Pirineos) oscilaba entre la influencia francesa y la aragonesa. Sus instituciones, muy "pactistas", "particularistas" y defensoras de los fueros frente a un limitado poder regio, se basaban en las Cortes, un tribunal o Corte mayor, el Consejo y la Cámara de Comptos.

http://yestoquienlopaga.blogspot.com/2017/10/organizacion-politica-de-la-corona-de.html https://sekelcastillohistoriadeespana.files.wordpress.com/2017/09/b2-la-edad-media-tres-culturas-y-un-mapa-polc3adtico-en-constante-cambio-711-1474.pdf
Bloques 1 y 2 en IES Juan Ramón Jiménez


BLOQUE 3. La formación de la Monarquía Hispánica y su expansión mundial (1474- 1700) [son nueve preguntas, y caen dos en cada opción del examen EVAU]

3.1. Los Reyes Católicos: unión dinástica e instituciones de gobierno.


El matrimonio de Isabel de Castilla y Fernando de Aragón (1469) no significó la fundación de un Estado unificado, sino una unión personal en la figura de ambos príncipes, con un régimen estipulado en la Concordia de Segovia (1475), y simbolizado en su lema ("tanto monta") y sus emblemas (el yugo y las flechas). Su llegada al trono no fue efectiva hasta imponerse en la guerra civil castellana contra los partidarios de Juana "la Beltraneja" apoyados por Portugal (batalla de Toro, 1476, tratado de Alcaçovas, 1479).

Consiguieron someter a la nobleza, dividida en bandos, y a las órdenes militares; al clero con las reformas de Cisneros y el apoyo del papa Alejandro VI (de la familia valenciana Borgia); y a las ciudades con los corregidores. 

La Monarquía Católica o Hispánica era una monarquía autoritaria (precedente de los Estados modernos o nacionales propios de la Edad Moderna), que consiguió afianzar su poder utilizando en el exterior una activa diplomacia (alianzas matrimoniales con Portugal, Inglaterra y Austria, aislando a Francia) y un ejército permanente (independiente de las antiguas huestes nobiliarias y con gran peso de las caras armas de fuego, experimientado en Granada y desarrollado en Italia por Gonzalo Fernández de Córdoba); y en el interior manteniendo el orden mediante la represión religiosa a cargo de la Inquisición (1478, única institución común a ambas coronas) y la civil a cargo de las milicias urbanas de la Santa Hermandad (1476), la burocracia de letrados con formación universitaria y la administración de justicia (Audiencias y Chancillerías en Valladolid y Granada) que permaneció bajo el control real aplicando las recopilaciones legislativas (Ordenamiento de Montalvo, 1486, Leyes de Toro, 1505); todo ello sostenido por la Real Hacienda, bien gestionada por conversos.

En la Corona de Aragón, en cambio, el poder de los reyes era muy inferior, aunque mediante la Sentencia Arbitral de Guadalupe (1486) Fernando debilitó el poder de la nobleza liberando a los payeses de remença.

En 1512 se invadió Navarra, antes cuyas Cortes Fernando juró los fueros (1513). Se incorporó a la corona de Castilla en 1515, manteniendo sus particularismos e instituciones propias.
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3.2. El significado de 1492. La guerra de Granada y el descubrimiento de América.

Pacificada Castilla, los Reyes Católicos iniciaron la guerra contra la Granada nazarí, hasta entonces un reino independiente pero sometido a tributos. A pesar de las divisiones internas de los musulmanes, fue necesario mantener en pie durante diez años un enorme y moderno ejército hasta conseguir la rendición de Boabdil (2 de enero de 1492), que obtuvo garantías del mantenimiento de la religión musulmana. Tras el intento de conseguir conversiones voluntarias por el arzobispo Hernando de Talavera, su sustitución por Cisneros (1499) significó pasar a una política de mayor presión que suscitó la oposición violenta y revueltas de los mudéjares, quienes fueron obligados al bautismo por la Pragmática de 1502, siendo llamados desde entonces "moriscos".

En el mismo año de 1492, la política de "máximo religioso" también inspiró la expulsión de los judíos (Decreto de Granada, 31 de marzo), que pretendía evitar contactos con los conversos; aunque no consiguió evitar la persistencia de la discriminación social y la persecución inquisitorial contra ellos.

A los pocos días se firmaron las capitulaciones de Santa Fe con Cristóbal Colón (17 de abril), encargándole la expedición transatlántica a las Indias, que llevó al inesperado descubrimiento de América (12 de octubre). Las Bulas Alejandrinas otorgaron a los Reyes Católicos un amplísimo control sobre el Nuevo Mundo, encargándoles su evangelización (Patronato Regio), y el mismo papa medió entre Castilla y Portugal, que se repartieron la futura expansión colonial en el tratado de Tordesillas (1494), ante la protesta de otras potencias europeas, que por entonces no estaban en posición de disputársela.
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3.3. El Imperio de los Austrias: España bajo Carlos I. Política interior y conflictos europeos.

Carlos, un joven educado en el humanismo de Erasmo, recibió hasta 1519 una serie inesperada de herencias: de su madre, Juana la Loca, Castilla (con América) y Aragón (con el sur de Italia); de su padre, Felipe el Hermoso, Flandes (con los restos del antiguo Estado borgoñón); de su abuelo paterno, Maximiliano de Habsburgo, Austria y la opción a ser elegido Emperador de Alemania.

La oposición de parte de las ciudades y la nobleza castellana a las imposiciones de su corte "flamenca" estalló en la revuelta de las Comunidades, una verdadera guerra civil en la que vencieron los "imperiales" con el apoyo de la alta nobleza y las ciudades mercantiles de la periferia (batalla de Villalar, 1521); simultáneamente se produjo la revuelta de las Germanías en Valencia y Mallorca (gremios urbanos contra la nobleza rural y sus campesinos moriscos).

Se vio obligado a librar constantes guerras: en Italia contra Francia (batalla de Pavía, 1525) y contra el papado (Saco de Roma, 1527); en el Mediterráneo Occidental y el Danubio contra los turcos (aliados con Francia); en Alemania contra los príncipes protestantes (aparentemente vencidos en la batalla de Mühlberg, 1547, obtuvieron de hecho el poder de decidir la religión en sus dominios -cuius regio eius religio- en la Paz de Augsburgo, 1555).

Enfermo y abatido por no poder llevar a cabo su "idea de Imperio", renunció repartiéndolo entre su hermano Fernando y su hijo Felipe (abdicaciones de Bruselas, 1556).
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3.4. La Monarquía Hispánica de Felipe II. Gobierno y administración. Los problemas internos. Guerras y sublevación en Europa.

En las abdicaciones de Bruselas Felipe II recibió de su padre, Carlos V, los territorios españoles (con América), flamencos e italianos, que gobernará desde la capital que fija en Madrid (1561, los veinte años de "la obra de El Escorial"), en estrecha alianza con sus parientes, los Austrias de Viena, que ostentarán el título de emperadores de Alemania. Su orientación política fue defender el catolicismo incluso contra los propios intereses; los gastos militares obligaban a emitir una deuda insostenible ("juros") que llevó varias veces a la quiebra de la Hacienda. Tras la batalla de San Quintín (1556) Francia dejó disputar a España la hegemonía, y se sumió en las guerras de religión, en las que Felipe II apoyó al bando católico. Sus principales enemigos fueron dos potencias navales: derrota al Imperio turco en la batalla de Lepanto (1571) y fracasa con la Armada Invencible (1588) ante la Inglaterra isabelina (donde había sido brevemente rey consorte de María Tudor).

En sus propios dominios reprimió duramente a los protestantes flamencos, que se rebelaron (1568) iniciando la Guerra de los Ochenta Años, manteniéndose independientes en los Países Bajos del Norte (Holanda), los "mendigos del mar", que se convirtieron en potencia naval. El mismo año se rebelaron los moriscos de Granada ante el incremento de la presión religiosa; tras una verdadera guerra, los supervivientes fueron dispersados por el interior de la península.

Reclamando los derechos sucesorios de su madre, Felipe II invadió Portugal y fue proclamado rey por las Cortes de Tomar (1581); tanto la metrópolis como el imperio colonial mantuvieron sus leyes y particularidadesUno de sus más estrechos colaboradores, el secretario Antonio Pérez, se vio envuelto en una conspiración y huyó a Zaragoza para ser protegido por el Justicia de Aragón; el rey ordenó ocupar militarmente el reino y suprimir sus fueros (1591).
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3.5. Exploración y colonización de América. Consecuencias de los descubrimientos en España, Europa y América.

A comienzos del siglo XVI, tras las expediciones de descubrimiento (Colón, Pinzón, Américo Vespucio, Juan de la Cosa, Ojeda, Ponce de León, Núñez de Balboa, Díaz de Solís, Orellana, Coronado, Pánfilo de Narváez, Cabeza de Vaca...), y con base en las Antillas, se conquistaron con una mínima fuerza militar las civilizaciones más desarrolladas del continente americano, sobrepasadas por el choque biologico (epidemias) y cultural: México por Hernán Cortés (imperio azteca de Moctezuma, 1519) y Perú por Francisco Pizarro (imperio inca de Atahualpa, 1532). Los "descubridores" o "conquistadores" solían ser hidalgos castellanos (muchos extremeños), con los que el rey firmaba previamente un contrato (capitulaciones) por el que se estipulaban las aportaciones militares y financieras y las recompensas políticas y económicas futuras.

Los "justos títulos" de dominio que proporcionaban las bulas alejandrinas (leídos a los indígenas en un "requerimiento"), justificaron la explotación (encomienda, mita), denunciada por algunos clérigos (Sermón de Montesinos -1540-, Bartolomé de las Casas). Los reyes, interesados en limitar el poder que pudieran alcanzar los colonos en un territorio tan alejado, legislaron protegiendo a los "naturales" (Leyes de Indias, desde 1500). Felipe II ordenó detener las "conquistas", que eufemísticamente se pasan a llamar "pacificaciones", regulando muy detalladamente el poblamiento (Ordenanzas de 1573).

Se establecieron instituciones a imitación de las peninsulares (red eclesiástica de obispados y parroquias, universidades, adelantamientos, cabildos, gobernaciones, virreinatos), que en su parte civil eran administradas por aristócratas y funcionarios a los que no se permitía asentarse, puesto que debían volver a la metrópoli al terminar su periodo de gobierno, debiendo someterse a juicios de residencia.

Se formó una sociedad de castas jerarquizadas: españoles (peninsulares y "criollos" nacidos en América), "indios", "negros", "mestizos", "mulatos" y un sinnúmero de condiciones intermedias surgidas del mestizaje. La evangelización, inicialmente encargada a dominicos y franciscanos, se logró incluso en zonas muy alejadas (misiones jesuitas); se hizo habitualmente en las lenguas nativas, por lo que la hispanización lingüística fue limitada.

El comercio americano se monopolizó en Sevilla, de donde salía la Flota de Indias, mediante la Casa de Contratación. Se explotaron minas de plata (Potosí) y de mercurio, necesario para su procesamiento (Huancavélica). La Real Hacienda se reservaba el "quinto real". Tuvo creciente importancia la agricultura tropical de exportación: productos indígenas (tabaco, cacao) e introducidos (caña de azúcar, café). Hubo un intercambio transatlántico de especies (de Europa trilogía mediterránea -trigo, vid y olivo-, caballos, vacas y ovejas -"se comen a los hombres"-, de América maíz, patata, tomate, pimiento, frijol) y de enfermedades (viruela y sífilis).

El incremento de la demanda y la inundación de monedas de plata (el real de a ocho) provocaron una "revolución de los precios" que se extendió de España a Europa. La imposibilidad de competir con las importaciones arruinó la industria textil castellana, a pesar de las quejas de las Cortes, que demandaban proteccionismo.

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"España es las Indias de los extranjeros" -Luis Ortiz- o "de Francia" -Baltasar Gracián-; para Quevedo, "Don Dinero" Nace en las Indias honrado, / donde el mundo le acompaña / viene a morir en España / y es en Génova enterrado.

3.6. Los Austrias del siglo XVII: el gobierno de validos. La crisis de 1640.

A diferencia de los "Austrias mayores" del siglo XVI, los "Austrias menores" del siglo XVII dejaron los asuntos de gobierno a "validos" en quienes ponían toda su confianza.

El Duque de Lerma, valido de Felipe III, llevó a cabo una política pacifista (Paz Hispánica), firmando la Tregua de los Doce Años con Holanda (lo que no impidió la expansión colonial holandesa en perjuicio de las colonias españolas y portuguesas). Protagonizó graves escándalos de corrupción, llegando a cambiar la capital dos veces (entre Madrid y Valladolid).

El Conde Duque de Olivares, valido de Felipe IV, consciente del declive a que se enfrentaba la monarquía, optó por una política agresiva para restaurar la "reputación", interviniendo en los conflictos europeos y demandando con su proyecto de "Unión de Armas" un mayor esfuerzo a todos los reinos, pues consideraba que era únicamente Castilla la que soportaba el peso fiscal y militar. No consiguió que fuera aceptado por las instituciones locales, puesto que vulneraba los fueros; y optó por hacer la guerra contra Francia directamente en Cataluña (así puede obligarse a sostener las tropas). El día del Corpus de 1640 una revuelta campesina tomó Barcelona, matando al virrey (Corpus de Sang). Los dirigentes de las instituciones catalanas (Pau Clarís) optaron por liderar la "revuelta de los segadores", cambiando su fidelidad del rey de España al rey de Francia. Simultáneamente se dio la rebelión de Portugal (que consiguió la independencia con el apoyo inglés, y mantuvo sus colonias); una revuelta popular en Nápoles y conspiraciones nobiliarias fracasadas en Andalucía y Aragón. El esfuerzo mayor se centró en la recuperación de Cataluña, consiguiendo la mayor parte en el tratado de los Pirineos (1659), quedando el norte para Francia; las élites catalanas, tras comprobar que el absolutismo de Luis XIV era todavía menos respetuoso con sus fueros, lo apoyaron.
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3.7. La guerra de los Treinta Años y la pérdida de la hegemonía española en Europa.

En 1618 estalla en Alemania la Guerra de los Treinta Años, en la que España intervino en apoyo de los Austrias de Viena; al finalizar la Tregua de los Doce Años (1621), también se reanudó la guerra contra Holanda (política "de reputación" del Conde Duque). Con mayor peso que las diferencias religiosas, en toda Europa se impuso la "razón de Estado": Francia (Luis XIII, cardenal Richelieu) intervino contra España en apoyo del bando protestante; y España buscó la alianza con Inglaterra (que no se concretó).

Hubo una fase inicial de victorias españolas: se consiguió establecer el "camino español" de Italia a Flandes, se tomó la ciudad de Breda (1625) y se ganó la batalla de Nordlingen (1634).

La guerra terminó con una fase de derrotas españolas: batalla naval de Las Dunas (1639), batalla de Rocroi (1643). En los Tratados de Westfalia (1648) se reconoce la independencia de Holanda y, de hecho, la de los príncipes protestantes alemanes.

España continuó en guerra contra Francia, recuperando Barcelona pero perdiendo la segunda batalla de Las Dunas (1658). En el Tratado de los Pirineos (1659) se fijaron las fronteras y se acordaron matrimonios, estableciéndose el inicio de la hegemonía francesa de Luis XIV.
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3.8. Principales factores de la crisis demográfica y económica del siglo XVII y sus consecuencias.

La crisis secular del siglo XVII pudo tener un origen climático (Pequeña Edad de Hielo), con un ciclo de malas cosechas, plagas de langosta y pestes; pero son los factores socioeconómicos los que explican su mayor impacto en España que en otros países europeos. Economistas como Sancho de Moncada o poetas como Quevedo fueron conscientes de la complejidad y gravedad de estos problemas, y los denunciaron.

Se produjo una fuerte despoblación, en parte por la mortalidad catastrófica y en parte por decisiones políticas como la expulsión de los moriscos (1609), muy grave en algunas zonas, como Valencia. Las actividades productivas se veían desprestigiadas frente a la vida religiosa, la ociosidad de la nobleza, el vivir de rentas o la picaresca de las clases populares; mientras bajaba la producción y con ella los ingresos fiscales de la monarquía, al mismo tiempo que la llegada de metales preciosos dejó de ser creciente y se hizo irregular. Para equilibrar el presupuesto se recurría a todo tipo de "arbitrios" que acababan siendo perjudiciales, como las alteraciones monetarias (moneda de vellón, cada vez con menos plata y más cobre) y la venta de jurisdicciones (que reducía los ingresos futuros), parte de un proceso de "refeudalización" en el que los señores laicos y eclesiásticos buscaban completar "cotos redondos" donde sustituir la agricultura por la ganadería extensiva, más rentable para ellos.
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3.9. Crisis y decadencia de la Monarquía Hispánica: el reinado de Carlos II y el problema sucesorio.

Carlos II comenzó su reinado (1665) en minoría de edad, bajo la regencia de su madre Mariana de Austria. Tampoco pudo gobernar por sí mismo cuando se le consideró mayor de edad, dada su condición de débil mental, de modo que en el poder se sucedieron como validos el padre Nithard, su hermano bastardo, Juan de Austria, el Duque de Medinaceli, el Conde de Oropesa, el cardenal Portocarrero...

La crisis económica y social llegó a su punto más extremo, para comenzar una cierta recuperación o cambio de ciclo a finales de siglo, estimulado por una reforma monetaria (1680-1686), pero de efectos limitados (regiones periféricas y algunos sectores). Amplias zonas de América dejaron de estar bajo control efectivo. Las malas condiciones de vida provocaron protestas populares: revuelta de las barretinas (Cataluña, 1687-1689) y motín de los gatos (Madrid, 1699).

En el exterior, hubo que reconocer la independencia de Portugal; y la hegemonía francesa de Luis XIV le permitió ir conquistando territorios fronterizos al sur de Flandes (guerra de Devolución, tratado de Aquisgrán, 1668) y el Franco Condado (tratado de Nimega, 1678); pero la perspectiva de poder heredar la totalidad de la monarquía española le hizo pasar a considerar a España como un aliado, al que incluso realizó algunas concesiones (tratado de Rijskwik, 1697). La imposibilidad de que el rey tuviera hijos (a pesar de haberle casado varias veces y someterle a exorcismos para librarle de su "hechizo") centró las intrigas de cortesanos y embajadores en qué pariente sería beneficiado por su testamento: Felipe de Anjou (un Borbón, nieto de Luis XIV de Francia) o Carlos de Habsburgo (un Austria de Viena).
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BLOQUE 4. España en la órbita francesa: el reformismo de los primeros Borbones (1700-1788) [son cuatro preguntas, y cae una en cada opción del examen EVAU]

4.1. La Guerra de Sucesión Española y el sistema de Utrecht. Los Pactos de Familia.


La mayor parte de las potencias europeas (Austria, Inglaterra, Portugal, Holanda), así como una parte de los españoles (sobre todo en la Corona de Aragón) no aceptaron que los Borbones franceses reinaran en España, y se inició la Guerra de Sucesión (1701). El conflicto internacional terminó con el Tratado de Utrecht (1713), que pretendía mantener el equilibrio otorgando los territorios españoles y americanos a Felipe V (a condición de renunciar a la posibilidad de reinar a la vez en Francia y España), los territorios flamencos e italianos a Carlos de Habsburgo (para entonces ya Archiduque de Austria y Emperador de Alemania) y lugares estratégicos (Gibraltar y Menorca) a Inglaterra, que también obtuvo ventajas en el comercio con América (navío de permiso y asiento de negros). La guerra civil en España continuó hasta la toma de Barcelona (1714) y de Mallorca (1715).

El segundo matrimonio de Felipe V (con la ambiciosa Isabel de Farnesio) le alejó de la influencia francesa y le llevó a intervenir militarmente en Italia, recuperando territorios en cuyos tronos situó a sus hijos (Carlos III pasó de duque de Parma a rey de Nápoles y por último a rey de España), manteniéndose la costumbre de no reunir dos reinos en el mismo soberano. El propio Felipe V había abdicado en su hijo primogénito, Luis I, que murió al poco tiempo (1724), volviendo su padre a ocupar la corona, a pesar de su problemática salud física y mental. A partir de entonces (desde 1733, excepto un breve periodo de neutralidad en el reinado de Fernando VI), mediante sucesivos Pactos de Familia, la alianza entre los Borbones franceses, españoles e italianos se mantuvo en las guerras que enfrentaron a las potencias europeas hasta la Revolución francesa (1789), teniendo como principal enemigo a Inglaterra. 
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4.2. La nueva Monarquía Borbónica. Los Decretos de Nueva Planta. Modelo de Estado y alcance de las reformas.

Se imitó el modelo borbónico (la monarquía francesa de Luis XIV: absoluta, centralizada y uniformizadora), especialmente en los reinos de la Corona de Aragón (que mayoritariamente habían apoyado a Carlos de Habsburgo en la Guerra de Sucesión), a los que se impuso la legislación castellana y su "planta" judicial ("Decretos de Nueva Planta", 1707-1716, aunque algunos particularismos no se alteraron, como el Derecho civil catalán), junto con impuestos teóricamente mayores, pero más racionales y previsibles ("única contribución" en Aragón, "catastro" en Cataluña, "equivalente" en Valencia, "talla" en Mallorca); mientras que los de la Corona de Castilla (que mayoritariamente habían apoyado a Felipe V) se mantuvieron los fueros particulares de las provincias vascas y el reino de Navarra. 
La administración se modernizó suprimiendo los Consejos (excepto el de Castilla) y estableciendo las secretarías de despacho (precedentes de los ministerios). El territorio se dividió en provincias gobernadas por intendentes. Por primera vez se convocaron Cortes Generales (sin separación por reinos), aunque con funciones muy limitadas.

En el reinado de Fernando VI (1746-1758) se intentó implantar en Castilla la reforma fiscal, que había tenido mejores resultados en la Corona de Aragón: la "única contribución" a partir del estudio estadístico de todas las fuentes de riqueza (Catastro de Ensenada, 1749); pero fue descartada por la oposición de los privilegiados. Más éxito hubo en la imposición del regalismo (que en el reinado anterior había intentado Macanaz), obteniéndose un Concordato con el papado (1753).

En el reinado de Carlos III (1758-1788) las reformas iniciadas por su equipo de ministros ilustrados encabezados por el italiano Esquilache, también encontraron resistencias que conectaron con el descontento popular, provocando el motín de Esquilache (1766). El rey cesó a su ministro, pero encargó una investigación secreta a Campomanes, que culpó a los jesuitas; fueron expulsados al año siguiente.
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4.3. La España del siglo XVIII. Expansión y transformaciones económicas: agricultura, industria y comercio con América. Causas del despegue económico de Cataluña.

El modelo mercantilista-colbertista de inspiración francesa que se impuso con la llegada de los Borbones significó la supresión de aduanas interiores (excepto en las provincias vascas y Navarra) y la creación de manufacturas reales, como la Real Fábrica de Tapices (1721) y compañías privilegiadas para el comercio con América (guipuzcoana de Caracas, 1728), que estaba muy deteriorado como consecuencia de la piratería y las ventajas concedidas a Inglaterra. El monopolio de Sevilla se trasladó a Cádiz.

El impacto favorable del "catastro" en Cataluña (un impuesto previsible y equitativo, sobre las fuentes reales de riqueza, por muy alto que fuera, proporcionaba seguridad a los productores) hizo que se pretendiera extender a Castilla un
a "única contribución" a partir del catastro de Ensenada (1749, precedente de la fisiocracia), pero la oposición de los privilegiados lo imposibilitó.

Los ministros ilustrados de Carlos III impusieron la libertad de comercio de granos (1765); pero la ausencia de un mercado eficiente, por razones geográficas, técnicas (difíciles comunicaciones) y sociales (los excedentes agrícolas se quedaban en manos de acaparadores que esperaban las subidas de precio y no de comerciantes que compitieran), provocó una carestía que desencadenó una crisis de subsistencia y protestas populares (motín de Esquilache, 1766). La repoblación de Sierra Morena, dirigida por el intendente Olavide, se enfrentó con el clero. El expediente de la Ley Agraria se prolongó durante años, sin resultado efectivo, por la oposición de los privilegiados a cualquier transformación del régimen señorial. En un contexto de crecimiento de la población se disminuyeron los privilegios de la Mesta en beneficio de los agricultores (permisos de cercamiento, supresión de cargos).

En Cataluña, las tradiciones locales (masía, hereu, enfiteusis) estimularon la acumulación de capital que se dedicó al comercio (dinamizando el puerto de Barcelona, que se benefició notablemente con la libertad de comercio con América -1778-) y a la industria, fomentada también por el Estado con el proteccionismo y la intervención directa (Real Compañía de Hilados de Algodón del Principado de Cataluña -1771- y otras fábricas de "indianas").
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4.4. Ideas fundamentales de la Ilustración. El despotismo ilustrado: Carlos III.

Tras la pre-ilustración de los "novatores" de la primera mitad del siglo XVIII (Reales Academias, Feijoo, Mayáns, Observatorio de Cádiz, Jorge Juan y Antonio de Ulloa); en la segunda mitad del siglo llegó la influencia del enciclopedismo francés (idea de progreso, crítica racional frente a la tradición, búsqueda de la felicidad), que se recibió con gran oposición por los "casticistas" (que dominaban el clero y la universidad) y sólo fue aceptado por una pequeña minoría (algunos nobles y clérigos, militares y profesionales -debilidad de las "clases medias" o "burguesía" en comparación con las de Francia o en Inglaterra, que protagonizaron procesos revolucionarios-).

Carlos III, que en Nápoles había demostrado ser un ejemplo de déspota ilustrado ("todo para el pueblo, pero sin el pueblo", "mis súbditos son como los niños, que lloran cuando se les lava"), encontró decepcionante el atraso español, y estimuló los debates intelectuales que se limitaran a las "ciencias útiles" y no cuestionaran el orden establecido, en foros como las Sociedades de Amigos del País y algunas publicaciones; aunque no pudo proteger a los que se enfrentaron más directamente con el clero, como Olavide, que fue procesado por la Inquisición.

Se reformó el ejército (Reales Ordenanzas de 1768, sistema de quintas) y se incorporaron símbolos de identificación nacional (himno y bandera -1785-).

En 1783 se declararon "honrados" las artes y oficios antes "viles".


Los intentos de reforma de la universidad no tuvieron éxito; pero sí se reformaron algunas instituciones educativas de los jesuitas expulsados en 1767 (Real Seminario de Nobles de Madrid, Real Seminario de Vergara, Universidad de Sevilla), aunque otras se cerraron (Universidad de Gandía).


En torno al Paseo del Prado de Madrid se fundaron instituciones científicas punteras: Hospital de San Carlos, Platerías Martínez, Jardín Botánico, Observatorio del Retiro y Museo de Ciencias (que terminó siendo el actual Museo del Prado). También fue muy importante el laboratorio de química de la Academia de Artillería de Segovia. Tres de los elementos químicos descubiertos en el siglo lo fueron por españoles; posteriormente, ninguno. Se subvencionaron costosas expediciones científicas, como la de Humboldt o la de Malaspina, cuya información se desaprovechó por razones políticas; mejor resultado tuvo la expedición filantrópica de la vacuna, que la expandió por América.

Entre los ilustrados más destacados están algunos de los más importantes políticos, como Campomanes (Discurso sobre la educacion popular de los artesanos y su fomento) o Jovellanos (Informe en el expediente de la Ley Agraria, Memoria sobre las diversiones públicas).
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Todas las preguntas cortas en El Rincón de Luisa (Bristol School)

Fuentes primarias (y algunas secundarias) para las edades Antigua, Media y Moderna en este blog (las de la EVAU sólo pueden ser de la Edad Contemporánea)



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