Afortunadamente la Monarquía hereditaria y constitucional posee en
sus principios la necesaria flexibilidad y cuantas condiciones de
acierto hacen falta para que todos los problemas que traiga su
restablecimiento consigo sean resueltos de conformidad con los votos y
la conveniencia de la nación.
No hay que esperar que decida yo nada de plano y arbitrariamente;
sin Cortes no resolvieron los negocios arduos los Príncipes españoles
allá en los antiguos tiempos de la Monarquía, y esta justísima regla de
conducta no he de olvidarla yo en mi condición presente, y cuando todos
los españoles están ya habituados a los procedimientos parlamentarios.
Llegado el caso, fácil será que se entiendan y concierten las cuestiones
por resolver un príncipe leal y un pueblo libre.
Nada deseo tanto como que nuestra patria lo sea de verdad. A ello
ha de contribuir poderosamente la dura lección de estos tiempos, que si
para nadie puede ser perdida todavía lo será menos para las honradas y
laboriosas clases populares, víctimas de sofismas pérfidos o de absurdas
ilusiones.
Cuanto se está viviendo enseña que las naciones más grandes y
prósperas, y donde el orden, la libertad y la justicia se admiran mejor,
son aquellas que respetan más su propia historia. [...].
[...] Sea lo que quiera mi propia suerte, ni dejaré de ser buen
español, ni como todos mis antepasados, buen católico, ni, como hombre
del siglo, verdaderamente liberal."